domingo, 1 de diciembre de 2019

Sirvamos


Servir es ayudar a alguien de manera espontánea, como una actitud permanente de colaboración hacia los demás. La persona servicial lo es en su trabajo, con su familia, pero también en la calle ayudando a otras personas en cosas aparentemente insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera. Todos recordamos la experiencia de algún desconocido que apareció de la nada justo cuando necesitábamos ayuda que sorpresivamente tras ayudarnos se pierde entre la multitud.

Las personas serviciales viven continuamente estuvieran atentas, observando y buscando el momento oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a hacernos la tarea más sencilla, en cualquier caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.

La persona que vive este valor, ha superado barreras que al común de las personas parecen infranqueables:

- El temor a convertirse en el “hácelo todo”, en quien el resto de las personas descargará parte de sus obligaciones, dando todo género de encargos, y por lo tanto, aprovecharse de su buena disposición.

La persona servicial no es débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el capricho.

- Vernos solicitados en el momento que estamos concentrados en una tarea o en estado de relajación (descansando, leyendo, jugando, etc.), se convierte en un verdadero atentado. ¡Qué molesto es levantarse a contestar el teléfono, atender a quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos documentos... ¿Por qué “yo” si hay otros que también pueden hacerlo?

Quien ha superado a la comodidad, ha entendido que en nuestra vida no todo está en el recibir, ni en dejar la solución y atención de los acontecimientos cotidianos, en manos de los demás.

- La pereza, que va muy de la mano a la comodidad también tiene un papel decisivo, pues muchas veces se presta un servicio haciendo lo posible por hacer el menor esfuerzo, con desgano y buscando la manera de abandonarlo en la primera oportunidad. Es claro que somos capaces de superar la apatía si el favor es particularmente agradable o de alguna manera recibiremos alguna compensación. ¡Cuántas veces se ha visto a un joven protestar si se le pide lavar el automóvil...! pero cambia su actitud radicalmente, si existe la promesa de prestárselo para salir con sus amigos.

Todo servicio prestado y por pequeño que sea, nos da la capacidad de ser más fuertes para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo valioso para atender otros asuntos, o en su defecto, un momento para descansar de sus labores cotidianas.

La rectitud de intención siempre será la base para vivir este valor, se nota cuando las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en atenciones y cuidados a determinadas personas por su posición social o profesional, al grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.

Algunos servicios están muy relacionados con nuestros deberes y obligaciones, pero como siempre hay alguien que lo hace, no hacemos conciencia de la necesidad de nuestra intervención, por ejemplo:

- Pocos padres de familia ayudan a sus hijos a hacer los deberes escolares, pues es la madre
quien siempre esta al pendiente. Darse tiempo para hacerlo, permite al cónyuge dedicarse a otras labores.

- Los hijos no ven la necesidad de colocar la ropa sucia en el lugar destinado, si es mamá o la empleada del hogar quien lo hace regularmente.

Algunos otros detalles de servicio que pasamos por alto, se refieren a la convivencia y a la relación de amistad:

- No hace falta preocuparse por preparar la cafetera en la oficina, pues (él o ella) lo hace todas las mañanas.

- En las reuniones de amigos, dejamos que (ellos, los de siempre) sean quienes ordenen y recojan todo lo utilizado, ya que siempre se adelantan a hacerlo.

No podemos ser indiferentes con las personas serviciales, todo lo que hacen en beneficio de los demás requiere esfuerzo, el cual pasa inadvertido por la forma tan habitual y natural con que realizan las cosas.

Como muchas otras cosas en la vida, el adquirir y vivir un valor, requiere disposición y repetición constante y consciente de acciones encaminadas para lograr el propósito. Hagamos unas breves consideraciones:

- Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio en lo cotidiano y lo común: ayudar a recoger los platos después de la comida, mantener en orden los efectos personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o el lugar a una persona, llevar documentos u objetos en vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas, nos capacita para hacer un mayor esfuerzo en lo sucesivo.

- Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y sin que lo pidas. Cada una de ellas puedes convertirla en un propósito y una acción personal.

- Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa cuantas veces te niegas a servir, seguramente muchas y frecuentemente. Existe un doble motivo para esta insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se espera un día poder contar contigo.

- Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo agradable o no de la tarea, sin aplazar el tiempo, comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

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