Hoy me he levantado preguntándome si podría identificar algunas de las
causas por las que nuestra sociedad actual padece de tantos males como el
consumismo, la violencia, la drogadicción, etc.
¿Qué hace falta? ¿Cómo podremos contribuir aunque sólo fuese en un
miligramo a la curación de un medio social desgarrado y enfermo por tantos
males y desdichas? ¿Será acaso que hemos olvidado que vivimos en una relación
con los demás, que aunque a veces nos parezca innecesaria, nos hace ser lo que
somos? ¿Qué ha pasado con la generosidad? Veo en nuestra actual sociedad como,
de manera inconsciente, colocamos la comodidad, el dinero y la imagen como los
valores supremos dentro de las virtudes que todo ciudadano moderno debe de
tener. ¿Y la generosidad, dónde queda?
Esa capacidad dentro del corazón humano que nos despierta la necesidad
de ayudar a los demás, de entregar parte de nuestro tiempo a causas nobles, de
desprendernos de algunas cosas que atesoramos, pero que nunca usamos. ¿Será que
nuestra madre cultura nos está convenciendo de la importancia de la egolatría
como medio de figurar más en el teatro social?
En esta época nuestra, que exalta como valores supremos la comodidad, el
éxito personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo único que
verdaderamente vale la pena en esta vida.
El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque la sociedad actual
nos quiera persuadir de lo contrario. Cuando la atención se vuelca hacia el
“Yo”, se acaba haciendo un doble daño: a los demás mientras se les pasa por
encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo.
Pero ¿Qué es la generosidad? Generosidad es pensar y actuar hacia los
demás, hacia fuera. No hacia adentro.
A pesar de la gran desvalorización de la sociedad, hay que decir que
muchos hombres y mujeres son ejemplos silenciosos de generosidad: la madre que
hace de comer, se arregla, limpia la casa y además se da tiempo para ir a
trabajar; el padre que duerme solo cinco o seis horas diarias para dar el
sustento a sus hijos; la juventud generosa que ayuda a sus amigos cuando tienen
problemas.
Todos ellos son ejemplos que sin duda deberíamos seguir. Y estos actos
de generosidad son de verdad heroicos. Siempre es más fácil hacer un acto
grandioso por el cual nos admiren, que “simplemente” darnos a los demás sin
obtener ningún crédito.
Y es que casi todos tendemos a buscar el propio brillo, la propia
satisfacción, el prevalecer sobre los demás y solemos evitar el dar nuestra luz
a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario