lunes, 9 de diciembre de 2019

Con La Mira En Las Cumbres


“El hombre es una caña, la más débil de todas, pero una caña que  piensa.”                                                                                        Blas Pascal

Dicen que empieza cuando dos semi células se encuentran y se hacen una. Y es maravillosa la forma como esta una cumple su laboriosa, perfecta,  tarea de multiplicarse. Y a las pocas semanas un nuevo corazón habita en el planeta y con cada apresurado latido proclama que la sorprendente aventura humana continúa.

Las personas acostumbramos a ser muy exigentes con la vida e incluso con nosotros mismos. Nos marcamos pautas, objetivos y múltiples sueños por cumplir. Y desde luego, todo esto no solo está bien, sino que es necesario. Todos necesitamos proyectos a corto y largo plazo que poder cumplir para enorgullecernos de nosotros mismos, para adquirir capacidades y habilidades personales.

Ahora bien, en ocasiones, quien se marca altas expectativas corre el riesgo de no deleitarse de los triunfos cotidianos, los más humildes y que solo las personas sencillas pueden apreciar: como el cariño, la amistad, la tranquilidad…

Ser exigente y buscar la perfección en cada cosa que hacemos es en muchas ocasiones el reverso de una moneda. La exigencia nos hace desarrollar múltiples capacidades, pero a su vez, quien se aplica una alta autoexigencia raras veces se siente satisfecho.

En realidad, la perfección no es más que una quimera, una aspiración intangible. No existen las vidas perfectas y sin altibajos. La existencia es un carrusel de emociones intensas donde el billete sólo tiene un objetivo: aprender cada día de nuestra vida.

La vida son instantes que se inscriben en el día a día con sutil serenidad. Es un lenguaje propio que lleva su ritmo y que no todos saben apreciar, porque hay quien va a contracorriente, con demasiadas prisas, con el corazón desafinado y la mente alborotada.

La vida es maravillosa sin necesidad de ser perfecta, porque lo que es perfecto carece de error o de equívoco, y entonces no hay aprendizaje.

La existencia es a veces un duro maestro, y ahí está su grandeza, y también su locura, ahí su caos y sus placeres, esos que debemos vivir a contrapelo sin buscar la perfección, sólo los instantes que disfrutar con el máximo de nuestras fuerzas.

¿Necesitas triunfar?

No necesitas triunfar, lo que necesitas es vivir. Nadie nos mandó a este mundo para que triunfásemos y los demás nos aplaudieran, eso solo está en nuestras cabezas fantasiosas. Estamos aquí para ser felices, para interactuar con nuestro alrededor y disfrutar con ello. El éxito no es una necesidad para el ser humano y quien cree eso se autoprovocará al final bastantes dolores de cabeza y quizá alguna que otra úlcera de estómago.



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