Hace ya centenares de siglos que Sófocles dijo que “el éxito
depende del esfuerzo”. Hoy en día pocos dudan de tal expresión. Pero sí que, al
ser una sentencia tan absoluta, surgen preguntas a su alrededor. ¿Valoramos más
lo que cuesta más? ¿Qué precio tenemos que pagar por los sueños que nos
afanamos en cumplir?
En realidad, es muy sencillo decir “esfuérzate con todo todas tus
fuerzas y lograrás tus sueños”. Pero ¿qué hay luego? ¿Realmente valoramos
ese logro en su justa medida y esa valoración la mantendremos siempre? … Y
después, una vez que nos damos cuenta de que quizás el reto nos va a costar más
de lo que habíamos prevista, ¿es sensato echar el resto? Veamos qué dicen
algunos expertos sobre aquello que valoramos.
“Jamás el esfuerzo desayuda a la fortuna”
-Fernando de Rojas-
¿Valoramos más lo que más cuesta?
Me gustaría comenzar explicando la posición que defiende el
neuropsicólogo Sergio Lotauro. Este especialista ha dedicado años de trabajo a
buscar respuestas sobre lo que valoramos especialmente y por qué. Además lo ha
hecho con personitas de una edad sorprenderte para la que acostumbran a tener
los participantes en experimentos de psicología.
Muchas de sus ideas se basan en un curioso estudio llevado a cabo con
bebés hace años. En el mismo se les facilitaba a los niños dos juguetes
llamativos a cierta distancia. La diferencia radicaba en que para alcanzar
uno de ellos, no había obstáculo, mientras que para llegar al otro había que
superar una barrera transparente de acrílico.
El dato curioso es que aunque pueda parecer una locura, todos los
niños trataron de conseguir el juguete que era más complicado de alcanzar. De
hecho, buscaban cualquier método para superar la valla y alcanzar el ansiado
premio, por más esfuerzo o energías que tuvieran que gastar en el proceso.
Así, podríamos preguntarnos si esa pasión por lo difícil o lo
inalcanzable -que mostramos en algunas ocasiones- es una decisión propia
o, por el contrario, estuviera en nuestra misma naturaleza. ¿Está dicha
conducta implícita en nuestro propio ADN?
Ahora bien, que algo parezca inalcanzable no significa que lo sea. Por
lo general, nadie llega hasta donde está por casualidad o porque se lo
regalaron. Es evidente que cuanto más elevada es la meta, más compleja es de
alcanzar. Sin embargo, no por ello imposible. De hecho, que lo haya logrado
alguien es la mejor prueba de que es posible.
Según estos especialistas, antes de de buscar un objetivo es recomendable
hacerse ciertas preguntas. ¿Realmente sé que meta busco alcanzar? ¿Es
valiosa de verdad para mí? ¿Por qué ansío con tanta fuerza ese logro? ¿El
precio será muy elevado? ¿De verdad tengo la decisión de pagar el enorme
esfuerzo que costará?
Lo que valoramos no siempre se mantendrá en el
tiempo. De hecho tú mismo te darás cuenta, si miras al pasado, de que hay
logros que en su día valoraste de una determinada manera y hoy lo haces de
otra. En este sentido podríamos decir además que el tiempo actúa con una cierta
justicia, suele realzar las metas pero también la cantidad de esfuerzo
invertido, de manera que rara vez cambia el sentido de la balanza.
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