La comunicación no verbal es esencial para conectar con los demás.
Todos conocemos personas que no quieren mostrar sus sentimientos, o que hablan en un tono monótono y se muestran impasibles. Son individuos que tienen buenos conocimientos técnicos, pero temen abrirse a los demás y por ello no consiguen comunicar su mensaje.
A unos, sus padres les enseñaron a no mostrar sus emociones en público y a otros, hacerlo les parece demasiado teatral.
Sin embargo, para que el mensaje que trasmitimos resulte creíble, debemos apoyar nuestras palabras en nuestros gestos. El movimiento del cuerpo, la expresión facial, el contacto visual, la voz (tono, inflexión, volumen, velocidad, acento), la vestimenta y sus complementos, el contacto físico (estrechar la mano), el tiempo (puntualidad) y el espacio (distancia que nos separa de los demás) son elementos que conforman la comunicación no verbal. Entre las técnicas utilizadas para mejorar las habilidades no verbales está la de filmar a los participantes de un curso y después analizar el material haciendo críticas constructivas con la ayuda de otras personas.
Para lograr nuestras metas con buenos resultados seguiremos la ley de las tres P, es decir, Planificar, Practicar y Preparar. Los comunicadores que no se preparan son incapaces de transmitir su mensaje y dejan a los receptores confundidos y aburridos. Es un error lo que la mayoría de la gente piensa: que la práctica es sólo para los profesionales de la oratoria. Todo el que ha de comunicar algo necesita practicarlo. Para guiarnos llegada la hora de practicar, se proporcionan tres valiosas pistas. En primer lugar, conocer el ratio de práctica por actuación, según el cual se necesitan diez horas de práctica para actuar una hora. En segundo lugar, hablar solos: en otras palabras, saber aprovechar el tiempo que pasamos en soledad (en el coche, por ejemplo) para ensayar nuestra autopresentación, contar historias o probar cuál es el momento oportuno para introducir una anécdota en el discurso, entre otros.
En último lugar, ser sistemáticos en la práctica de los ensayos será la clave de una presentación intachable.
Thomas Edison pensaba que mucha gente se da por vencida poco antes de llegar a la meta porque cuando se rinden, no son conscientes de lo cerca que están de alcanzarla.
Seguramente usted también se habrá preguntado cómo algunas personas han logrado llegar tan lejos siendo sus cualidades tan limitadas. Tal vez debería cuestionarse también si no se tratará una cuestión de persistencia.
Dar continuidad es un proceso que consiste en contactar con alguien para reforzar una meta.
Así, por ejemplo, podemos enviar una nota para agradecer el tiempo que nos ha dedicado un cliente o llamar a un amigo para ver cómo se encuentra.
Desgraciadamente, dar continuidad es un arte que se ha perdido y las personas que han sabido conservarlo se destacan del resto. Y, sin embargo y curiosamente, nunca antes había resultado tan fácil hacerlo, ya que en la actualidad contamos con infinidad de programas informáticos y las alarmas que nos pueden recordar cualquier ocasión.
Como última advertencia, no está de más señalar que la línea que separa el dar seguimiento aun asunto del resultar excesivamente persistente y convertirse en alguien molesto es muy delgada: tengan mucho cuidado de no cruzarla.
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