lunes, 9 de diciembre de 2019

Solos En La Muchedumbre


Si las personas dirigidas por los otros descubren qué cantidad de trabajo innecesario realizan, que sus propios pensamientos y sus propias vidas son tan interesantes como las del prójimo, y que, sin duda no mitigan la soledad en medio de una muchedumbre de iguales más de lo que pueden mitigar la sed bebiendo agua salada, entonces cabe esperar que se vuelvan más atentos a sus propios sentimientos y aspiraciones”
David Riesman
La muchedumbre solitaria

El otro que nos hace 
No nacemos hechos; vamos haciéndonos. Más preciso aún: los otros, que desde el comienzo vamos encontrando en el mundo, van haciéndonos. Nadie llega a la existencia diciendo "yo soy yo". Más bien se llegará a decir "yo" gracias a la intervención de los otros, que, con su presencia, 
su palabra, su deseo, sus leyes, sus hábitos, determinarán, en el proceso de una historia siempre personal, desplegada, claro está, en el contexto de una colectiva, la constitución de ese yo al que advenimos. 

Está de más decir que ese carácter desnaturalizado de lo humano hace girar el centro de gravedad de nuestro ser sobre el lenguaje, destinándonos, por tanto, a la incertidumbre de una historia que nada nos garantiza por principio y de la cual no podemos sustraer nuestra responsabilidad.

 Es la mirada del otro lo que nos constituye, lo que nos provee la forma como nos reconocemos y lo que, antes que nada, nos certifica: ¡eres! Así, pues, esa forma que nos viene de la mirada del otro recorta la imagen en que nos reconocemos, la misma que, sin embargo, nunca es completa y estará siempre inacabada, no pudiendo, por consiguiente, colmar jamás la cabalidad de nuestro ser.

 El otro, al reconocernos, nos depara cuatro confirmaciones: como existente, como ser, como singularidad y como valor. De aquí que permanentemente requiramos que este reconocimiento nos sea ratificado, lo que delata, por un lado, que estamos poseídos por una sed insaciable de ser reconocidos y, por otro, el lugar imprescindible que el otro tiene en nuestra vida, lugar que lo hace necesario siempre y algunas veces deseable. 

Pero no cualquiera nos gratifica en esa necesidad esencial y, por tanto, no todo desconocimiento nos aniquila. En consecuencia, necesitamos o deseamos el reconocimiento de alguien que es reconocido por nosotros como un ser significativo y valioso, con lo cual es claro que no podemos ser sin el otro.


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