“El simple hecho de acercarnos a ese precipicio ya es un acto de
valentía. Más allá del abismo y las dificultades hay un mundo de posibilidades
que merecen la pena”
Estamos seguros de que a lo largo de tu ciclo vital te has visto en
muchas ocasiones ante un abismo.
Son instantes de sufrimiento en los que nos acercamos a ese
precipicio llevados de la mano de otras personas.
Hablamos, sin duda, de relaciones afectivas traumáticas, esas
que vulneran nuestra autoestima y que nos acercan al límite de nuestras
fuerzas. Incluso llegamos a pensar que todo está perdido.
Suele decirse que hay que llegar a situaciones extremas para darnos
cuenta, de pronto, de nuestra valentía y fuerza interior. Porque, aunque
no lo creas, todos tenemos alas para volar.
Todos hemos tocado fondo en alguna ocasión. Son instantes de
introspección y de obligada reconstrucción interior, de reflexión. Nadie
debe avergonzarse por haber caído y aún menos odiarse a sí mismo por
haberse permitido llegar hasta el abismo.
Vivir es experimentar y cometer errores. Si hay veces en que
establecemos relaciones afectivas cargadas de infelicidad es porque, al
principio, el amor nos llenó de ilusiones y de confianza hacia la
otra persona.
Y eso es algo que todos merecemos: Permitirnos la oportunidad de ser
felices.
Ahora bien, la felicidad no siempre está garantizada, y la tristeza nos
lleva a esos límites personales a los que nos acercamos traídos por otras
personas.
Y el abismo siempre es frío, porque es un límite donde se abre la nada;
sin embargo, al otro lado del abismo está también una nueva oportunidad. Ahí
donde es imprescindible que abramos nuestras alas con fuerza, con resistencia,
sacando esa fuerza interior que todos tenemos.
En esos instantes de sufrimiento emocional sentimos que hemos llegado al
límite de nosotros mismos. Nos decimos aquello de “no puedo más”. Ahora
bien, cuando te digas esto a ti mismo, acompáñalo por otra frase: “hasta
aquí he llegado”.
No mires hacia abajo, ahí donde está la indefensión, el desconsuelo, la
debilidad y el no puedo. Es momento de abrir tus alas y de recuperar todo
eso que eras antes: alguien con optimismo, autoestima y que se quería
lo bastante así mismo como para luchar con todas sus fuerzas.
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