domingo, 18 de marzo de 2018

Sacudiendo “La Modorra”

Poema “El Gigante”
Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!
No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande…
sino para medirme, cara a cara
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano,
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh Misterio! ¡Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!
¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!,
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada
grande que hacer? Y en las tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante! Antonio Guerrero

*Poeta cubano. Nació en el poblado de Alquízar, en la actual provincia de Artemisa, el 20 de diciembre de 1899.  Falleció en La Habana el 16 de enero de 1934. Se dio por entero a la lucha revolucionaria contra el gobierno de Gerardo Machado. Dirigió huelgas, entre ellas la de agosto de 1933, que concluyó con la caída del tirano.


Desinterés

Se entiende por desidia una de las actitudes más negativas que puede tener el ser humano y que tienen que ver con la despreocupación o el desinterés ante la situación de dolor, sufrimiento o malestar del otro. 

La desidia no es más ni menos que la falta de compromiso y asistencia para con alguien que está sufriendo, por ejemplo alguien que vive en la calle. La desidia no debe ser confundida con la indiferencia aunque ambas tienen una misma rama que es dejar de asistir a aquella persona que lo necesita.

En el caso de la desidia, sin embargo, encontramos una actitud más decidida y voluntaria de la persona, es decir, una decisión más claramente ligada con el no querer ayudar por una razón, no por miedo o por ignorancia como podría pasar con la indiferencia. La desidia es una actitud muy negativa ya que evita que una persona actúe de manera solidaria, preocupada o interesada con aquel que así lo necesita.


El término desidia puede ser aplicado a un sinfín de situaciones y variables. Sin embargo, en la mayoría de los casos es un término que se utiliza para hacer referencia a cuestiones que tienen que ver con el desempeño social, es decir, del comportamiento humano en torno de los demás y no tanto en torno de uno mismo. 

Si bien uno puede ejercer la desidia para con uno mismo cuando se deja de preocupar por su propia salud, por su propio aspecto o por su propio bienestar, la palabra remite más que nada a una actitud social que tiene que ver con cierta malicia a la hora de no resolver situaciones que puedan ser conflictivas o dolorosas para otros.

Hoy en día, la sociedad moderna presenta muchas complejidades que tienen que ver con problemas tales como la desigualdad social y la miseria. En estos casos es muy visible la desidia cuando hablamos de gobiernos que no desean resolver esos problemas por intereses políticos, como así también podemos hablar de desidia cuando algunas personas actúan de manera miserable o de manera agresiva y despectiva con aquellas personas que sufren por estar en una situación de indigencia.



Singularidades Humanas




"Los seres humanos somos especiales. Todos resolvemos problemas sin esfuerzo y de manera rutinaria. [...] Somos algo muy grande, y eso nos asusta un poco", asegura Michael S. Gazzaniga, director del Centro SAGE para el estudio de la mente de la Universidad de California. Hace cuatro años que publicó El cerebro ético, un libro en el que abordaba los dilemas éticos relacionados con el sistema nervioso y que tuvo una amplia acogida. 


Ahora vuelve a escena con ¿Qué nos hace humanos?, una obra en la que ofrece una amena y entusiasta "explicación científica de nuestra singularidad como especie" .


¿Grandes cerebros implican grandes ideas? ¿Sería divertido salir con un chimpancé? ¿En qué pensaríamos si fuésemos la única persona sobre la Tierra? Son algunas de las originales preguntas que plantea Gazzaniga en voz alta y a las que responde haciendo referencia a algunas de las investigaciones neurocientíficas más recientes y sorprendentes. 


A lo largo de casi quinientas páginas, el autor nos guía en un recorrido a través del cerebro mientras nos explica desde un punto de vista científico cosas tan humanas como el miedo, las relaciones sociales, el chismorreo, el flirteo, las mentiras (a uno mismo o los demás), la moral, el contagio emocional, el bostezo, la imaginación, los tabúes, el arte, la música, la compasión... 


Y termina hablando de tecnología, inteligencia artificial y fyborgs. 


"Es dudoso que tengamos la capacidad cerebral necesaria para asimilar toda la información que se está reuniendo", reflexiona Gazzaniga al final del libro. "Pero nuestra capacidad de desear o imaginar que podemos ser mejores es notable. Ninguna otra especie aspira a ser más de lo que es".

sábado, 17 de marzo de 2018

Severidad En La Autocrítica


Son perfeccionistas. Pero no por tener un honesto compromiso con lo bien hecho, sino como estrategia para protegerse de la autocrítica ante el más mínimo error cometido.

Además, son excesivamente susceptibles a la crítica o a la desaprobación de los demás, en la que ven reflejado su propio y doloroso conflicto interno.

Esa parte autocrítica de la personalidad está respaldada por emociones que parecen justificarla, que la muestran “razonable”: frente al error propio o ajeno, automáticamente surgen el enojo o el disgusto y entonces la opinión desfavorable (es decir, la crítica), parece lógica y natural.

Si una persona con estas características toma consciencia de su situación, si se da cuenta de que su autocrítica sólo le provoca dolor sin ayudarle realmente en ningún aspecto de la vida, tal vez se diga: “Bueno, tendría que dejar de ser tan autocrítico” o “Debería comenzar a tratarme con más consideración”, lo que no es más que nuevamente el mismo mecanismo muy, pero muy sutilmente disfrazado: observar el propio “error” y reclamarse a sí mismo por cometerlo.

Pero entonces, ¿qué hacer con este rasgo de la personalidad con el que honestamente no estamos conformes, que sinceramente queremos abandonar, si al señalárnoslo como inapropiado estamos actuando desde la autocrítica que nada resuelve? Más precisamente, ¿qué hacer con el crítico que llevamos dentro si al cuestionarlo o criticarlo en realidad le estamos dando el control y lo fortalecemos?

La respuesta a esta pregunta me pareció desconcertante e inesperada. No parece ser la solución lógica de este problema. Pero por ser la respuesta correcta, ciertamente también está respaldada por la lógica.

Veamos: esta parte crítica (o autocrítica) de la personalidad, la que, disfrazada de saludable perfeccionismo, sólo provoca dolor al calificar de insuficientes todos nuestros esfuerzos y resultados ya que, “lógicamente”, siempre podrían haber sido superiores o mayores o mejores, esa parte crítica está herida. Se trata de una parte lastimada, triste y enojada, precisamente porque se formó de la crítica recibida por el niño que fuimos.

Y es legítimo e inevitable que un niño así lastimado por adultos, se sienta dolido, triste y enojado. Y es comprensible que se exprese con el lenguaje y con los códigos aprendidos de la crítica sin amor. Y un niño así lastimado, que no recibió el sano estímulo del amor y la aceptación incondicionales, no merece de nuestra parte nuevas críticas y maltratos para “corregirlo”, sino que le corresponde (y lo reclama, a su manera) que simplemente lo aceptemos y que lo amemos. 

El amor es lo único que puede devolverle (¡que puede devolvernos!) la paz, el equilibrio y la alegría.


Y esta conclusión no sólo vale en nuestro interior. Cuando finalmente entendemos esta situación que tiene lugar dentro nuestro, cuando comprendemos que la única respuesta eficaz contra la propia crítica o la autoagresión es el amor hacia nosotros mismos (especialmente hacia nuestra parte crítica), inmediatamente apreciamos el alcance universal de esta conclusión.

Comenzamos a comprender cuál es la verdadera condición del “agresor”: alguien que en realidad se castiga a sí mismo, alguien que necesita con urgencia darse y recibir su propio amor, alguien que es incapaz de dar amor a los demás y de recibirlo porque recrea o proyecta en ellos su propio drama interno, y, finalmente, alguien como nosotros, que sólo necesita amor…

La Conciencia Humana


La definición de la conciencia ha sido uno de los temas centrales de discusión dentro de la Filosofía y de la Psicología Cognoscitiva pero no ha sido tratado hasta hace muy poco tiempo por la Neurobiología. 

Algunos filósofos como Chalmers han expresado una doble preocupación dentro del estudio de la filosofía. Por un lado están los enigmas cuya explicación será sin duda encontrada tarde o temprano por las ciencias positivas como todas las relacionadas con el funcionamiento del cerebro, del sistema nervioso, de las neuronas, de sus infinitas relaciones, etc.

Por otro lado se encuentran aquellos problemas que Chalmers denomina como “difíciles”, es decir descubrir cómo todos los procesos físicos que se producen en el cerebro dan lugar a experiencias individuales y subjetivas.

En efecto, descubrir cómo está relacionado el movimiento de cada una de las partes de nuestro cuerpo con las ordenes emanadas por el cerebro puede parecer un problema complejo pero en absoluto imposible de solucionar. Sin embargo encontrar una explicación por la cual una obra musical puede despertar en nosotros sentimientos tan dispares como la alegría o la tristeza, la melancolía o la agresividad y además de manera totalmente individualizada, no parece que por el momento estemos en el camino de entenderlo.

Uno de los problemas básicos para cualquier aproximación a este problema estriba en delimitar claramente de qué estamos hablando, de la relación entre lo físico (el cerebro) y lo intangible (la conciencia).

Para Searle la conciencia no es un tema propio para la investigación científica mientras no esté bien definida. Los intentos por definir la conciencia debidamente han sido en cualquier caso inapropiados hasta el momento. 
“El concepto de conciencia es en el mejor de los casos confuso y en el peor, místico.”

Este autor prefiere no aventurarse demasiado y se conforma con relacionar la conciencia con los estados en los que el individuo “está despierto”.

Partiendo de esta base Searle estima que la existencia de la conciencia en todos los seres humanos está íntimamente ligada a una cuestión evolutiva, biológica , producida por procesos neuronales comunes y que sin embargo tienen manifestaciones individuales e internas como tener conciencia de las sensaciones externas o simplemente saberse despierto.

Para Crick es peligroso entrar a definir que es la conciencia, ya que todo el mundo tiene su propia idea subjetiva, sin embargo Edelman se muestra mucho más concreto y define la conciencia como “lo que usted tiene cuando está despierto y pierde cuando está en sueño profundo o bajo anestesia y que recupera cuando se despierta de nuevo”.

Blakemore también se muestra muy explícito cuando afirma que la función de la conciencia no se trata de algo difuso para un ejercicio puramente reflexivo o intelectual sino que es fruto de la evolución del sistema nervioso del ser humano para “alcanzar sus metas biológicas, comer, beber y reproducirse”.

Esta última afirmación no estaría en absoluto en consonancia con la afirmación de algunos autores que piensan que puede encontrarse algún tipo de conciencia similar a la humana en algunos otros mamíferos superiores.

De esto último puede extraerse la conclusión de que la conciencia no necesariamente debe ir unida al lenguaje y que puede haber más de una forma de conciencia.

El acto de la conciencia requiere que estemos atentos a ella. Somos conscientes únicamente de aquello a lo que prestamos atención durante un tiempo concreto.

Existe por tanto una relación entre la conciencia y el tiempo. Necesitamos tiempo, aunque este sea mínimo, para procesar la información que nos llega y tener conciencia de la misma.

La conciencia dinámica que poseemos depende de una serie de actos singulares y diferenciados a lo largo del tiempo. Estos actos únicos e individuales se suceden unos detrás de otros y nos hacen ser conscientes de ellos.

Para retener estas informaciones el individuo requiere de “la memoria a corto plazo” o memoria icónica que nos recuerde continuamente aquello de lo que hemos sido conscientes.

Existen muchas y variadas patologías, ilustradas por la medicina, que nos ilustran sobre la complejidad del proceso que nos lleva a ser conscientes de aquello que vemos, oímos o tocamos.

Los pacientes del llamado “síndrome de la visión ciega” son conscientes de que ven pero no son conscientes de lo que ven, no saben reconocer los objetos que se les presentan.

Otra conocida patología es la llamada “agnosia para las caras”. Estos pacientes, afectados por una lesión de las amígdalas, al ver una cara saben que es una cara, pero no saben distinguirla de otra. No saben si se trata del rostro de una persona amiga, de un familiar o de un desconocido, si está alegre o triste… Sólo saben que es una cara.

Estas y otras dolencias nos ponen de manifiesto la complejidad de este fenómeno y lo que todavía nos falta por investigar.


Imaginación Y Fantasía


La Fantasía es una cárcel de placer... 
La Imaginación es un valle de Libertad…
La imaginación da poder, la fantasía lo quita.

La imaginación es ese espacio virtual, abstracto de la mente donde podemos ir a buscar soluciones a problemas, encontrar nuevos caminos de renovación… 

Nuevas estrategias de superación. El mundo de la imaginación nos maravilla, nos fortalece. Tiene el mensaje de “Todo es posible”. Con la imaginación crecemos, inventamos, nos renovamos, hacemos preguntas, surge la curiosidad, exploramos, vamos más allá o vemos más allá… Hacemos milagros.

¿Qué ocurre con la fantasía?
A simple vista parece que es lo mismo, pero en el mundo del crecimiento personal, en el camino de la libertad vas descubriendo matices muy sutiles  que marcan grandes diferencias entre la Fantasía y la Imaginación.

Me gusta la Ley de la atracción que expresa en su filosofía que atraemos aquello a lo que se le presta atención. A raíz de esta Ley universal surgen expertos y Gurús que te prometen un mundo maravilloso, me fijo mucho que fomentan más la Fantasía que la Imaginación… y concluyo que agarrarse a estos cursos milagrosos puede traer decepción. 

Y a medida que pienso en el tema me llegan textos y escritos que confirman lo que pienso:
Libro de Jung “Psicología y Alquimia”. Jung habla de un antiguo texto que explica cómo conseguir la piedra filosofal, donde dice que para conseguirla se debe guiar por la imaginación verdadera y no por la fantástica. Jung analiza y concluye que la Imaginación es un logro del pensamiento sumado a la reflexión que capta una realidad y la representa en imágenes… Y aunque solo exista en la mente, tiene el poder y la fuerza de convertirse en realidad.

Sin embargo, la Fantasía tiene como objetivo jugar con una imagen con el fin de producir placer o escaparnos de una realidad. En la Fantasía solo existe una imagen que se repite como un bucle…

En la Imaginación hay un inmenso paisaje lleno de imágenes muy poderosas.

La Fantasía puede generar sentimientos de culpa, por perder el tiempo, por sentir que es irreal, por no conseguir nada concreto.

Con la imaginación obtenemos éxito y realización personal, porque esa película que vamos creando surge de lo más hondo del alma… surge con un empuje, de una fuerza imparable rumbo a la creación de lo imaginado.

La Fantasía no va a ningún sitio, solo al disfrute momentáneo con una parte de la imagen.

Con la imaginación tendrás todo lo que imaginas… Con la fantasía solo jugarás en tu mente por un rato.

La imaginación es un parque de atracciones… La Fantasía, un chupete mojado con azúcar.

Cuando veas un curso de la ley de la atracción o similar donde te prometen que por pensar en dinero, ver dinero, repetir que eres rico… Empapelar tu habitación de imágenes de dinero… Y más consejos, de alguna manera te están enseñando a fantasear, te están dando un chupete endulzado.

La Imaginación es más potente, es más vitalista porque te impulsa a la realización de las imágenes que bullen en la mente.


La imaginación conecta con nuestra parte creadora y misteriosamente con el poder de los milagros. 

Seguridad Y Confianza


La confianza en uno mismo no es más que una creencia, una cuestión de expectativas. Si tengo expectativas de que seré capaz de tener éxito en los obstáculos que se me presenten, confiaré en mí mismo.

Por el contrario, si  creo que los problemas me van a superar, tendré baja confianza en mis posibilidades.

La confianza no será igual en todas las áreas de mi vida. Donde tenga una autoestima saludable y positiva será más fácil que confié en mí mismo. Quizá tengo mucha confianza jugando a baloncesto, pero muy poca como pianista.

O tengo mucha confianza como amante pero no como pareja. Todo dependerá de la interpretación que haya hecho de mis experiencias pasadas
.
Para confiar más en mi mismo, por lo tanto tendré que reinterpretar de una manera más justa mis experiencias y de generar conductas que me reafirmen en una imagen más positiva de mí mismo. No bastará con generar pensamientos nuevos, también es necesario construir conductas coherentes con esa nueva imagen.

La confianza en uno mismo es un concepto que tiene varios significados, como por ejemplo, autoaceptación, autosatisfacción, autoconciencia.

Es fundamental saber cuáles son los propios límites y fallos, y también las fortalezas que tenemos, para apreciarlas (Forges), en definitiva, tenemos que aceptar cada elemento que nos pertenece y mirar hacia nuestro interior como si tuviésemos que encontrar un potencial.

Generalmente la persona presenta ante a sí misma y los demás, una versión mejorada de si mismo y esa evaluación que cada uno hace sobre sí mismo muchas veces es más generosa que una evaluación hecha por otros (Seligman).

Es un mecanismo para la supervivencia, la confianza en uno mismo representa la motivación necesaria para cumplir los objetivos, eso se obtiene gracias al fenómeno de la profecía autocumplida. Otras veces la imagen de uno mismo será demasiado injusta debido a una alta exigencia hacia uno mismo. 

La autoconfianza forma parte del ser humano, el resultado de la mezcla entre autoestima y autoeficacia; la autoeficacia es la impresión que tiene una persona de que es capaz de cumplir sus metas, la autoestima está más relacionada a la percepción que tiene una persona sobre sí misma y sus capacidades.