lunes, 16 de julio de 2018

Las Mochilas Ajenas


A lo largo de nuestra vida , casi sin darnos cuenta, vamos cargando una mochila emocional de palabras no dichas, sentimientos no expresados, heridas que duelen, historias ajenas que asumimos como propias, lealtades familiares que hacemos nuestras entre otras muchas cosas.

En piloto automático llevamos un peso en los hombros que cada vez pesa más y más. Llega un punto que es tanto el peso que explotamos, o lo soltamos de golpe, o incluso nos rendimos. En el mejor de los casos pedimos ayuda. Pero a menudo podemos pensar que este peso nos toca llevarlo solos, que no hay nada que podamos hacer para remediarlo. Enfado no expresado, miedo no resulto, tristeza de compañera perpetua…. ¡¡Cuántas cosas vamos acumulando en nuestra mochila!!

Todo lo que vivimos deja una marca en nuestro cuerpo a lo largo de los años. Tenemos memoria emocional, que se va acumulando en nuestro día a día. 

Desde traumas del pasado, heridas infantiles hasta lemas familiares y responsabilidades que no son nuestras. En la mochila también van vivencias positivas, pero esas no pesan normalmente. Esas son livianas y ligeras. Lo que pesa, es lo que duele, son los asuntos pendientes no resueltos, lo que me hubiera gustado decir y no dije.

"Las heridas emocionales de nuestra infancia que no quedan sanadas, dejan una marca en nuestro cuerpo y se acumulan en nuestra mochila emocional".
¿Podemos gestionar nuestra mochila emocional? O ya es una carga insalvable y perdida? ¿Es posible soltar lastre? ¿Es posible dejar ir? ¿Hay posibilidad de vaciar nuestro pasado y sentirnos ligeros en nuestro presente? La respuesta es un rotundo SÍ.

¿Okay, se puede. ¿Pero, cómo? ¿Cómo lo hago si llevo tantos y tantos años con esta mochila que ya parece parte de mi piel? ¿Si ya no sé lo que es vivir sin esta mochila porque incluso me he acomodado a ella?

1. Se consciente de que la mochila PESA: Porque a veces llevamos tanto equipaje que ya nos hemos habituado a él y lo normalizamos o incluso lo minimizamos. - : ¡No pesa tanto! Nos podemos decir. Pero en realidad sí que duele y pesa.
2. Ponla delante de ti en vez de detrás: Cierra los ojos. Visualiza tu mochila emocional delante ¿Qué color tiene? ¿Qué forma tiene esta mochila? ¿Cuán grande es?
3. Abre la mochila: Mientras cierras los ojos, imagina que vas vaciando esta mochila poco a poco. ¿Qué hay dentro? ¿Cuántas cosas pendientes tienes sin resolver? Desenreda el nudo que compone esta mochila. Si separas la carga de pronto ya no parece tan pesada.
4. Identifica qué cosas te cuesta más soltar: Una vez vayas sacando las cosas poco a poco, Ej. La rabia hacia una situación, el hacerte cargo de asuntos que no son tuyos, el pasado que fue mejor.
5. Suelta lo que ya no te sirve: Identifica lo que te toca aceptar a ti y el resto déjalo a quien corresponda. (Con el pasado, con tus padres, a la vida)…
6. Deja solo lo que te va servir de aprendizaje de vida: Hay cicatrices que al tocarlas nos refuerzan y nos vuelven resilientes;  nos empujan a vivir con más fuerza.


Suelta amarres, deja la mochila medio vacía para hacer espacio a las nuevas experiencias que tienes por delante

Objetivos De Vida



“¿QUÉ QUIERES de la vida?” Con esta pregunta empieza A Guide to the Good Life, el libro de William B. Irvine sobre el estoicismo. “De todas las cosas a las que podrías dedicar tu vida, ¿cuál de ellas crees que es la más valiosa?” continúa. 

“Si vives sin un gran objetivo, no tienes una filosofía de vida coherente. ¿Y por qué es importante tener una filosofía tal? Porque si no la tienes, corres el riesgo de malvivir –de que, a pesar de todo lo que hagas, a pesar de todas las cosas placenteras de las que disfrutes, acabes viviendo una mala vida.”

Las palabras de William me hicieron reflexionar. Llevaba varios días dándole vueltas a cuál va a ser el siguiente paso en mi viaje, y la idea de “un gran objetivo vital” me hizo detenerme. Al fin y al cabo, tenía sentido empezar clarificando ese gran objetivo para poder alinear el resto de mis planes con él. 

Saqué un cuaderno, un bolígrafo y me puse a pensar.

Empecé descartando el vivir para ganar dinero o para acumular cualquier tipo de riqueza material. Sencillamente, no le veo el sentido a dedicar mi vida a algo así sabiendo que al morir lo voy a perder todo. Además, millonarios como Bill Gates o Warren Buffett, que ya han logrado ese objetivo, ahora se dedican por completo a la filantropía, lo que deja claro que el dinero no es un buen objetivo vital.

El siguiente “gran objetivo” que consideré fue la felicidad. ¿Era una buena idea dedicar mi vida a ser feliz? Cuando me puse a pensar en esto, me di cuenta de que no tenía muy claro qué era exactamente la felicidad. Sentía que el concepto de felicidad englobaba muchas emociones positivas, pero que unas eran muy diferentes de otras. Por ejemplo, soy feliz cuando me como un helado (placer físico) o cuando completo un proyecto importante para mí (satisfacción). 

En ambos casos siento felicidad, pero son dos tipos de felicidad muy diferentes.

Con la intención de resolver mis dudas, me puse a investigar más sobre el tema, y así es como encontré esta charla TED de Daniel Kahneman que me aclaró muchas cosas sobre cómo vivir la vida alineado a una filosofía que encajara conmigo al 100%.


domingo, 15 de julio de 2018

No te calles nunca

El Poder de Las Palabras
No te calles nunca
No te calles nunca. Se fuerte para levantar la voz contra aquello que consideres injusto.

No te calles nuca. Se valiente para apoyar a aquellos que lo necesitan.

No te calles nunca. Alza la voz contra el abuso, contra el maltrato, contra las injusticias.

No te calles nunca. Que tu voz sirva para apoyar la necesidad de que el mundo sea un lugar más justo, que sea un lugar donde todos tengamos cabida.

No te calles nunca. Defiende aquello que es justo, que tu voz se oiga alta y clara cuando sea necesario y cuantas veces lo sea. Si todos alzamos la voz nos oirán, por fuerza nos oirán porque somos muchos.

No te calles nunca. Que la injustica no te sea indiferente, que tu voz sea capaz de alzarse contra aquello que tus ojos vean y no sea correcto, contra aquello que tus oídos oigan y no sea correcto.

No te calles nunca. No dejes que nadie te obligue a callar, no dejes que ganen aquellos que oprimen, que maltratan, que humillan.

Las palabras tienen poder
Somos muchos, somos legión todos los que pensamos que otro mundo es posible, todos los que creemos en que hay lugar para todos en nuestro hogar.

Las palabras tienen un gran poder, no las dejemos morir en nuestra garganta, dejemos que broten, que se oigan altas y claras expresando aquello que debe ser oído, aquello que debe ser entendido.


Alza tu voz, alcemos nuestras voces, que todo el mundo sea un clamor tan alto que nadie pueda ignorarlo, que no les quede más remedio que escuchar.

Antonio Machado


Convicciones


Las convicciones no surgen ni se construyen solas; son principios y valores que determinan conductas y decisiones como resultado de un proceso de formación; el cual inicia, por lo regular, en el seno del hogar o de la familia, y va cobrando forma con el tiempo a partir de las ideas y enseñanzas que recibimos de las experiencias en nuestra relación con otras personas, en la escuela, en la comunidad, en centros de trabajo o en la experiencia diaria.

Las convicciones nos empujan, definen e incitan a actuar en lo cotidiano. Si formulamos que todos los seres humanos tienen convicciones que los distinguen, debemos notar la consistencia que cada quien tiene para con ellas, porque aun cuando las poseemos, no siempre somos conscientes acerca de éstas, de manera que podamos ordenarlas y examinarlas a fin de que continúen rigiendo nuestras elecciones y comportamientos.

De ahí que algunas personas lleguen a establecer una escala conceptual de principios y valores que derivan en causas e ideologías; dicho sea de paso, estas últimas se relacionan con tener razones para proceder y banderas que defender. 

En la medida en que las convicciones constituyen un ejercicio de certeza y persuasión respecto a ideas a las que estamos firmemente adheridos, entonces nos conducen a adquirir compromisos y asumir responsabilidades; y valga decir, estos dos componentes son los motores para cumplir metas y obtener resultados en consecuencia.

Nuestras convicciones anuncian a otros lo que nos motiva y las pautas bajo las cuales nos disponemos a alcanzar objetivos. Para afirmarse como tal, la convicción necesita ser probada y esto ocurre cuando se enfrenta a sucesos o circunstancias que la amenazan o desafían. No es casual que una de las acepciones de la palabra convicción sea "prueba". Desde esta perspectiva, nuestra convicción puede o no pasar el examen de su solidez. 

Si lo hace, afirma que nuestras acciones están en línea con lo que hemos creído; si no, evidencia que la convicción no era tal o que se reducía a un plano estrictamente dogmático.

Lo importante es que en lo relativo a cuestiones en el plano individual y de bienestar colectivo, nuestras convicciones deben ser firmes e inalterables, ya que mantenerlas así, es fundamental para fortalecer la identidad y permitirnos tomar decisiones que den congruencia al pensar, decir y actuar


La Realidad De Los Sueños


Una mala compañera llamada ansiedad nos lleva a ansiar que todo suceda rápidamente, por arte de magia y que en un abrir y cerrar de ojos todo funcione.

El ímpetu de los comienzos es apasionante, pero en esa fuerza corremos el riesgo de atropellarnos. Las metas necesitan de dos patas inseparables: objetivos claros y paciencia.

Cumplir un sueño, está más lejos del cuento de hadas y más cerca de la realidad del sacrificio. En una época signada por la cultura de lo instantáneo, creemos que es posible lograr metas a corto plazo, pero generalmente sucede bastante poco.

El peligro de tener una visión exitista y rápida, es que la tolerancia a la frustración será escasa. Entonces, apenas nos atraviese el mínimo problema se tenderá al abandono de los objetivos y aquel sueño que proyectamos corre el riesgo de quedar sólo como un mal recuerdo.

No es un mal de unos pocos. La escasa proyección a planes de largo plazo, es el mal de la época. Para pensar en la cultura del trabajo debemos remontarnos a aquellos inmigrantes de principios del siglo XX que comenzaron su trayectoria laboral como obreros o trabajadores incansables y de a poco, con sacrificio extremo y dedicación plena iniciaron su camino hasta lograr una estabilidad.

Entonces, no debería separarse el contexto de la tendencia. Sin dudas, muchos valores e instituciones están en crisis y por lo tanto, no es casual que los proyectos, las metas o los sueños quieran lograrse de un día para el otro, sin tener en cuenta la búsqueda, el camino, los aciertos y los fracasos que implica poder obtener alguna aspiración.

Uno de ellos es el compromiso. La responsabilidad como parámetro es fundamental para lograr una meta: ser coherente entre lo que se dice y se hace con uno mismo y con las personas involucradas; ser ordenado en los objetivos y que el principal involucrado en la meta demuestre su esfuerzo trabajando igual o más que sus compañeros.

Otro valor fundamental es el sacrificio. Todos podemos ser creadores o tener excelentes ideas, pero el arte más admirable es llevarlas a cabo ¿Cuántos creyeron ser los ideólogos de enormes sueños pero ante el gran trabajo que conllevan quedaron en palabras? Es que ser creativo es sólo una parte de la tarea. El 90 por ciento de un sueño se basa en lo que hacemos por él y no en lo que decimos del mismo.


Recuperar los valores perdidos quizá sea le primer paso para pensar un sueño. El ser y el hacer son inseparables para poder lograr nuestros objetivos. Proyectar a largo plazo a través de la cultura del trabajo será la mejor forma que aquellas ideas de las deseamos vivir se conviertan en hechos.

Saber Quién Somos


Cuando nos comparamos con el resto de animales acostumbramos a dar cuenta de nuestra capacidad única para reconocer la existencia de nosotros mismos y de los demás en tanto que seres con motivaciones, objetivos y puntos de vista diferentes y cambiantes. Somos, de algún modo, seres conscientes. Esto puede ser motivo de un cierto orgullo un tanto injustificable, desde luego, pero también es solo una cara de la moneda.

Y es que si bien estar dotados de consciencia puede resultar ventajoso al ir a la par con nuestra habilidad para pensar cosas abstractas, también es una fuente de potenciales problemas que el resto de especies no tienen que afrontar. Y uno de esos posibles problemas puede surgir cuando, inevitablemente, aparece en nuestra corriente de pensamientos una pregunta clásica: ¿Quién soy yo?

La caja de pandora: ¿Quién soy yo?

“¿Quién soy yo?” es una de esas preguntas existenciales que, si no sabemos responder, pueden llegar a convertirse en un obstáculo a la hora de ser felices. Saber quién es uno mismo y hacia dónde queremos ir es una de las bases para encontrar bienestar no ya en los grandes proyectos, sino en todos los detalles de la cotidianidad.

Pero no poder responder a esta pregunta en un momento no quiere decir que todo esté perdido. Actualmente no hay nada que nos haga suponer que la capacidad para plantearse adecuadamente y responder con éxito la cuestión "¿quién soy yo?" sea en sí misma una capacidad innata, algo inamovible e independiente de nuestras elecciones y el ambiente en el que elegimos vivir. En ocasiones, es necesario hacernos esta pregunta para poder seguir creciendo, pues es un indicador de si estamos en el camino correcto.

Además, hay que tener en cuenta que, desde el primer minuto, nuestro conocimiento sobre nosotros mismos está limitado. Aunque parezca engañoso, muchos aspectos de nuestra propia personalidad son mejor conocidos por quienes nos rodean que por nosotros. ¿Por qué? Porque nuestra visión sobre mucho de lo que hacemos, está sesgada.

Dado que nuestra vida es más importante para nosotros que para la mayoría, tenemos interés en deformar la realidad, la interpretación sobre lo que nos ocurre, para que encaje en esa narración que hemos creado para darle una respuesta a la pregunta de "quién soy"; la historia que supuestamente explica lo que es nuestra existencia, como individuos.

Así pues, debemos ser humildes a la hora de extraer conclusiones acerca de quiénes somos, y admitir que siempre hay espacio para la rectificación.