miércoles, 26 de enero de 2011

Los Límites Y Su Ausencia:


Es muy común, sobre todos en los más jóvenes, la búsqueda constante, de alternativas que les permitan la evasión a todo lo que pueda ser interpretado como una limitación, sea de la índole que fuese, para muchos de los que nadan en el mar de la ignorancia, la verdadera libertad, estriba en vivir fuera del alcance de toda norma que, siquiera intente, poner algún freno, a sus cada vez más acuciantes deseos de poder gozar de una libertad irrestricta.
Ahora bien, hagamos un esfuerzo por entender, qué es, lo que realmente está pasando, en cada una de las incontables constelaciones, que dan vida y sentido a este universo tan plagado de intereses en pugna como lo es sin duda el complejo mundo de las relaciones humanas.
En nuestros días, podemos decir, que hemos dado pasos significativos, en todo lo referente a los Derechos Humanos, mucho se ha legislado sobre este tema, aunque esto no signifique que la mera normativa del derecho, haya tenido como resultado el acatamiento a lo que la ley determina sobre el tema, sobre todo en la protección de los más débiles, como es el caso de las mujeres y los niños, la violencia doméstica, de género, y todos los tipos de violaciones a las que son expuestas las minorías.
Todos los días, las páginas de los periódicos y los noticieros de radio y televisión,  nos ponen en evidencia de cuán lejos estamos de erradicar esta afrenta, verdadero escupitajo en el rostro, a una sociedad,  que contempla, estupefacta, como, al igual que los insectos encandilados, sus hijos se mutilan y mueren, sin ninguna otra razón, que la simple irracionalidad de sus actos.
Todo parece indicar que el hábitat del hombre se encuentra bajo la amenaza del propio hombre, el cual está demostrando, pese a los altos grados de evolución alcanzados en el campo de las ciencias, la tecnología y en el de las comunicaciones - por citar algunos- es incapaz de transmitir valores esenciales a sus crías, las cuales crecen insensibles a las reales necesidades de su propia especie, transmutando el sentido armónico de la convivencia solidaria, por la búsqueda constante del sometimiento de los unos sobre los otros, como si los cimientos heredados por siglos de civilización, parecieran un vetusto y arcaico lastre, de los cuales es preciso liberarse cuanto antes.
Miramos, en nuestra ruta imaginaria, las señales de tránsito, las  que han sido puestas para orientarnos, las que intentan guiarnos con seguridad a nuestro destino, pero resulta que hacemos caso omiso a sus recomendaciones, despreciamos los límites recomendados y nos dejamos seducir por el instinto, ajenos a la razón, optamos por la irracionalidad, actitud propia del que se considera superior o mejor dotado para tomar decisiones, aunque estas decisiones, no sólo nos afecten a nosotros, sino, lo que es más grave, afecten a todos en nuestro entorno, incluyendo, muchas veces, a quienes más amamos en la vida.

Entonces, ocurre lo que sabemos que va a ocurrir, tomamos el volante y, mientras la luz verde esté encendida,  continuaremos raudos nuestra marcha, cuando se enciende la amarilla, aceleramos para intentar pasar antes del cambio, y cuando la luz roja nos indique que debemos parar, la adrenalina acumulada nos inducirá a pensar de que aún es posible continuar y seguimos avanzando…
… El impacto es apenas unos instantes, sus consecuencias suelen durar una eternidad.
Quizás haya llegado la hora de poner un poco más de atención a lo cotidiano, a las cosas que suceden por la sencilla razón de que alguien ha estado allí para hacer que acontecieran, los que cumplen sus roles cuasi ignorados, como las abejas obreras en la colmena, nos referimos a los guardias de tránsito, los bomberos, las ambulancias, los servicios de emergencia, los centros asistenciales, los que hacen lo imposible por la rehabilitación perdida, y …por supuesto, a  aquellos que toman sus palas y cavan las sepulturas.

Hugo W Arostegui


domingo, 16 de enero de 2011

María Magdalena: La Doctrina Profunda


Esta vez, la reunión con el profeta Agabo, no sería una reunión como las que habíamos tenido anteriormente, es decir, exenta de condicionantes que pudiesen limitar en alguna forma la participación de los convocados.


La convocatoria, fue muy clara y precisa, los convocados, hombres y mujeres, deberían ser todos pertenecientes a la Orden de Melquisedec y haber sido iniciados en las ordenanzas y convenios que abren la puertas de acceso a la Mansión del Señor.

Llegamos, provenientes de muy variados lugares, no solamente en lo referido a la geografía, sino también, en lo concerniente a los tiempos y dispensaciones, en los cuales nos ha correspondido vivir nuestras experiencias terrenales.

El ingreso a la gran sala iluminada donde tendríamos la reunión requería un pasaje previo por el control de los centinelas, los cuales corroboraban nuestro “nombre nuevo” con los registros de la Mansión, y una vez constatada nuestra identidad, se nos proveía de las investiduras sagradas, requisito imprescindible para nuestra presencia ante el velo.

Todos ingresamos vestidos de blanco, con el manto sobre el hombro derecho, sin delantal, usando a la cintura, una especie de cordón blanco trenzado con grandes bordones en sus extremos, que caían a un costado de la cintura hasta la altura de nuestras rodillas.

Una vez instalados en nuestros lugares, los varones a la derecha, de frente al símbolo de Yahweh,  y las mujeres a la izquierda, de frente a símbolo de Shekinah.

Ante a un pequeño estrado, situado al frente de la gran sala iluminada, nos esperaba vestido igual que nosotros, el profeta Agabo, el cual nos informaron, había sido asignado, por el Gran Consejo, para conducir la sesión para la cual habíamos sido formalmente convocados.

Confieso, que yo, en lo personal, y creo que para muchos de los que habíamos sido convocados, me encontraba un tanto confuso, la invitación recibida nos decía que tendríamos una charla sobre María Magdalena, y no veía la relación que podría tener este tema, con la formalidad requerida para asistir y sobre todo me preguntaba ¿Qué tendría que ver Melquisedec, en todo esto?

Seguramente, Agabo, se encargaría de despejar nuestras inquietudes, una vez que comenzase su disertación, la ansiedad, a esta altura de los acontecimientos, me había dominado por completo.  

Hablar sobre María Magdalena, comienza Agabo, y sobre todo, entender lo que ella significa para la humanidad, requiere de una predisposición especial, de aquellos que pretendan acceder a uno de los llamados “misterios mejor guardados” que ha dado lugar a la difusión relatos y leyendas desde los albores de la historia conocida.

Observen que he usado el término predisposición, y lo hago en el verdadero sentido de la palabra, predisposición significa, que previamente a disponerme a hacer o recibir algo, debo estar debidamente informado, el estado “pre” de esta sesión a la que participaremos, ha sido vuestras ordenaciones y las ordenanzas y convenios que cada uno ha recibido, y las investiduras que simbolizan al Sacerdocio de Melquisedec.

Una vez, entendido este principio, pasamos del estado “pre” al  estado de “disposición” es decir, tener el deseo de saber, y la responsabilidad de asumir todas las consecuencias que el conocimiento adquirido, puedan generar en nuestra vida, y en nuestro entorno, la luz de la verdad, una vez encendida, iluminará para siempre nuestra conciencia, y seguramente reclamará lo suyo.

Es imposible comenzar una charla sobre María Magdalena, sin que hablemos previamente, de su compañero eterno, nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo.

Como ya lo hemos mencionado anteriormente, desde su nacimiento, los padres terrenales de Jesús, han dado un estricto cumplimiento de lo prescrito en la ley de Moisés, leamos al respecto el relato de Lucas:

“Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes de que fuese concebido.

Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas o dos palominos.

Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.”
                                                                                              Lucas  2: 21 – 24, 39

“Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforma a la costumbre de la fiesta.”
                                                                                              Lucas 2: 41

Como se puede apreciar, desde su tierna infancia, Jesús se ajustó plenamente a lo prescrito en la ley de Moisés, dando cumplimiento sus padres a lo requerido por la justicia, tal como se lo manifestara, años mas tarde, a su primo, Juan el Bautista, cuando recurrió a él para ser bautizado.

Leamos nuevamente las escrituras:

“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.

Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.

Y Jesús, después fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.

Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quién tengo complacencia.”
                                                                                              Mateo 3: 13 – 17

Jesús, había sido presentado en el templo, tal como lo exigía la ley de Moisés, cuando cumplió los doce años de edad, fue llevado a Jerusalén, y cuando llegó el momento oportuno, el mismo procuro a Juan el Bautista, para ser bautizado y posteriormente confirmado por el Espíritu de Dios, que descendió de los cielos, mientras una voz manifestaba que él era Hijo amado en quién tengo complacencia.

En el proceso del cumplimiento de toda justicia, Jesús debía cumplir con algo que no estaba exigido en la ley de Moisés, pero que le sería requerido efectuar para enseñar correctamente, todos los pasos que son necesarios realizar, para lograr el objetivo de su misión entre los hombres, tal cual se le es manifestado por el propio Señor a Moisés, veamos:

“Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.”
                                                                       Perla de Gran Precio – Moisés 1: 39

Le sería requerido a Jesús, recibir su ordenación al sacerdocio de Melquisedec, para cerrar el círculo perfecto, el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios, le sería retornado, por la imposición de manos, de alguien que poseyese esa autoridad,
y ese alguien no fue otro que el propio Moisés, en lo que se registra en las escrituras con el subtítulo de: La transfiguración.

Leamos:

Previamente a la lectura que hago referencia, me gustaría que prestemos atención a lo que Jesús les manifiesta a sus discípulos, veamos:

“Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.”
                                                                                              Lucas    9: 27

Muchos, al leer este pasaje, han creído, de que Jesús les prometía a algunos de los discípulos, de que no gustarían de la muerte física y que vivirían hasta ser testigos de todos los acontecimientos que habrían de venir, pero sus palabras estaban relacionadas con lo que habría de suceder en muy poco tiempo; y eso es precisamente lo que les dije que leeríamos;

“Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.

Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;

quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.

Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.

Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.

Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.”
                                                                                              Lucas   9: 28 – 36

Este acontecimiento que relatan los evangelistas, para comprenderlo mejor, es preciso, recurrir a las palabras del apóstol Pablo a los Hebreos; leamos lo que les manifiesta:

“Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino  el que le dijo: Tu eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.

Como también dice en otro lugar:

Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.

Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.

Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;

y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;

y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.”
                                                                                              Hebreos     5: 5 – 10

Para reafirmar lo que les estoy exponiendo, acerca de la ordenación de Jesús al sacerdocio de Melquisedec, dejemos que Pablo continúe con su enseñanza:

“Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley) ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón ?

Porque cambiado el sacerdocio, necesario es haya también cambio en la ley; y aquel de quién se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.

Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.

Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible...

Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.”
                                                                                              Hebreos 7: 11 – 17

Ahora, la orden del sacerdocio de Melquisedec, no prevé solamente el sacerdocio ejercido por los hombres, sino que éste debe ser complementado con el ordenamiento de la mujer, de hecho, en las ceremonias que se realizan en los santos templos, las mujeres participan de las ordenanzas y  convenios, y son sostenidas junto al varón, como sacerdotes y sacerdotisas, para compartir juntos la gloria de Dios. 

Al ser ordenado Jesús al sacerdocio de Melquisedec, para cumplir con la justicia, era necesario que recibiese también todas las ordenanzas previstas en este orden, y para alcanzar este grado de ordenación, Jesús, en cumplimiento de la ley del sacerdocio, debía encontrar su ayuda idónea.

Es aquí, que comenzaremos a entender, el significado de María Magdalena, en la vida de Jesús, y por extensión, en la vida de todos los mortales, sin excepción.

Leamos las escrituras;

“En la gloria celestial hay tres cielos o grados;

Y para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio  
[Es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio];

Y si no lo hace, no puede alcanzarlo.

Podrá entrar en el otro, pero ése es el límite de su reino; no puede tener progenie.”
                                                                       Doctrina y Convenios   sección 131: 1 – 4

María Magdalena, es la compañera eterna de Jesús, según el orden de Melquisedec,
es el Santo Grial, celosamente custodiado, ella representa las puertas de la exaltación y la vida eterna, al alcanzar el más alto grado, en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio.




Jesús, instruyó a algunos de sus apóstoles a los cuales invitó, a que le acompañaran al monte de la transfiguración, y a quienes pidió el más estricto sigilo, nadie podría conocer esta sagrada ordenanza, hasta que no fuesen cumplidos los designios previstos por el Padre, sin sacrificio expiatorio y sin resurrección, el convenio del sacerdocio no tendría sentido, era el tiempo de orar y esperar.

La apostasía, ese tremendo desvío de las enseñanzas de Jesús el Cristo, consistió en la persecución y muerte de todos los testigos presénciales de la unión de Jesús de Nazaret, príncipe de la tribu de Judá, con María Magdalena, princesa de la tribu de Benjamín, unidos en el sempiterno convenio del matrimonio eterno.

Les comenté, dice Agabo, que he tenido la responsabilidad de velar por la seguridad de María Magdalena, y del fruto de su vientre, su descendencia nacería bajo el signo de la promesa, sellados eternamente por el poder del sacerdocio de Melquisedec.

Jesús, nació y vivió como un hombre mortal, y como tal, cumplió con todas las exigencias de la justicia, soportó las pruebas y tentaciones, no como un ser divino dotado de poderes especiales a los cuales podía recurrir, sino que los enfrentó y superó como un hombre, el es nuestro ejemplo, nuestro camino, y nuestra vida.

Este es el conocimiento que quería compartir con ustedes, el secreto del Santo Grial les ha sido revelado, ahora seguramente conoceréis mejor a María Magdalena, la primera mujer en ser ordenada en el sagrado convenio del matrimonio, la compañera eterna del Salvador de la humanidad.

María Magdalena, simboliza la reivindicación de la mujer a su verdadero estado, la parte invertida del triángulo, el único medio por el cual el varón puede alcanzar el grado mayor de gloria, la puerta de entrada, la matriz, la continuidad de la vida, la mitad de un todo, la sangre de Cristo en el cáliz de su madre terrena.

Lucifer, ha intentado desde las tinieblas, sembrar la confusión, lo que no pudo lograr en su intento de engañar a Eva, lo ha hecho a través de su simiente, no existe mayor blasfemia que negar el Espíritu Santo, y no ha habido mayor desviación en la historia de la humanidad, que la de asociar a la mujer con el pecado original y por ende con el padre de las mentiras.

Agabo, había terminado su exposición, el rompe cabezas, el puzzle, el desorden  en el cual estábamos, las piezas que no encajaban en nuestro modo de concebir los hechos, se habían encontrado, casi milagrosamente, las unas con las otras.

En la sencillez de su relato, brotaba el agua de vida, que vivificaba y expandía la luz de la verdad.

“Encuentro que la verdad que un hombre descubrió, o la luz que proyectó sobre algún punto oscuro, puede, un día, tocar en otro ser pensante, conmoverlo, alegrarlo y consolarlo; es a él a quien le hablamos, como nos hablaron otros espíritus semejantes, y que nos consolaron a nosotros mismos en este desierto de la vida.”
                                                                                                          Schopenhauer

     
Casi sin darnos cuenta, la charla de Agabo había concluido, fuimos desalojando la gran sala iluminada en dirección a los vestuarios, donde nos despojaríamos de la ropa ceremonial que habíamos utilizado, para luego prolongar nuestro encuentro con un paseo informal por los hermosos jardines exteriores de la mansión.

La serena belleza del lugar nos invitaba a compartir unos con otros, distintos aspectos de la magistral exposición de Agabo, todos queríamos intercambiar impresiones, y de ser posible, prolongar la emoción que nos embargaba, la imagen de María Magdalena, había adquirido para cada uno de nosotros una nueva e impactante dimensión.

El camino que recorríamos nos fue conduciendo hacia una hermosa fuente, en cuyo alrededor se habían colocado mesas y sillas para que pudiésemos sentarnos, al acercarnos, percibimos de que nos estaban esperando un grupo de jóvenes de ambos sexos, vestidos como camareros de confitería, los cuales, una vez que nos fuimos ubicando, nos ofrecieron  alimentos y refrescos finamente elaborados.

Nos sentimos halagados, por este gesto inesperado, alguien se había preocupado de que tuviésemos una oportunidad de interactuar los unos con los otros, en un clima distendido, una magnífica oportunidad de estrechar lazos, que ninguno de los presentes quería desaprovechar.

Todos hablábamos unos con otros, intercambiando lugares  a veces  para estar un poco en cada lado, nos sentíamos hermanados, unidos por un vínculo muy especial, sabíamos que existía una buena razón para que estuviésemos juntos, en esta ocasión, y en las otras anteriores que habíamos tenido, quizás no llegábamos a comprender las razones por las cuales habíamos sido escogidos, pero fuere cual fuere esa razón, el simple hecho de estar allí, nos colmaba de gozo, agradecimiento, y nos imbuía un sentimiento de profunda humildad.  

De pronto, nos llamó la atención, el hecho de que se habían juntado unas cuantas mesas y sillas, y en medio del grupo, se podía escuchar la inconfundible voz de Agabo, que intentaba dar respuesta a varias preguntas que se le formulaban.

Al acercarme, pude escuchar que se le estaba preguntando a Agabo la causa por la cual, no había hecho referencia alguna a los llamados, Evangelios Gnósticos, que él mismo, nos había dicho anteriormente que utilizaría, como argumentos de apoyo a su disertación sobre María Magdalena.

Agabo, se sonrió, y respondió: Existen innumerables pasajes en las escrituras oficialmente aceptadas por todos, que como lo han podido apreciar por sí mismos, nos han arrojado muchísima luz, sobre la íntima relación que unía a Jesús con María Magdalena.

Por esta sencilla razón no he querido abundar en otras fuentes, un poco, para no caer en el uso de referencias, que los inquisidores, se habían encargado de eliminar de los registros oficialmente aceptados, con el argumento de que tales escritos sólo podían ser apócrifos.

No obstante, si les interesa, puedo mencionarles algunos pasajes de estos escritos que han podido recuperarse en este último siglo, mas precisamente, en el mes de diciembre de mil novecientos cuarenta y cinco, en Gebel Tarif, a unos cinco kilómetros de Nag Hammadi, en el medio Egipto, lo que allí se encontraba, para sorpresa de todos, eran restos de una antigua biblioteca copta y habían sido preservados por algún monje, que los ocultó, a sabiendas de que sobre ellos, pesaba la sentencia de destrucción.

La historia, al igual que la verdad, tiene caminos propios, siempre,- y esta vez voy a emplear el término correcto – gracias a Dios, algún personaje anónimo, quizás hasta considerado insignificante, tiene la lucidez de los cielos, y se constituye en un instrumento vital en la preservación de elementos de prueba de hechos que la soberbia del poder, se empeñan infructuosamente en ocultar.

Estos escritos encontrados, difieren, o no coinciden, con los evangelios registrados en la Biblia, pues como ya les habíamos explicado, sólo se preservaron aquellos que se ocuparon de relatar los aspectos divinos de Jesús, es decir, su relación con el Padre, relataron parte de sus palabras y acciones, se concentraron en los hechos “milagrosos” , más trascendentales,  y apenas hicieron alguna mención de los hechos cotidianos, que como hombre, cumplidor de la ley de Moisés, habían sido parte esencial en su estancia entre nosotros, sus hermanos.

Los llamados, evangelios gnósticos, nos revelan aspectos de la vida de Jesús en tanto hombre, con sus gustos y aficiones, un Jesús integrado a la vida en sociedad, con hermanos y hermanas, hijos de su madre mortal y de José, con parientes, amigos y compañeros, un Jesús desconocido, para aquellos, que sólo dependen del “relato oficial”, el cual se limita a mencionar, solamente lo siguiente:

“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.”
                                                                                              Lucas  2: 40  

Voy a darles lectura, comenta Agabo, y a modo de ejemplo, dos pasajes de éstos escritos, que nos demostrarán, la verdadera relación que existía, entre Jesús y María Magdalena.

De los escritos atribuidos a Felipe, leemos lo siguiente:

“Y la compañera del Salvador es María Magdalena.

Cristo la amaba más que a todos sus discípulos y solía besarla en la boca.

El resto de los discípulos se mostraban ofendidos por ellos y le expresaban su desaprobación.

Le decían: ¿Por qué la amas más que a todos nosotros?”

Del evangelio de María Magdalena, les leeré lo que sigue:

“Y Pedro dijo: ¿Ha hablado el Salvador con una mujer sin nuestro conocimiento?

 ¿Debemos darnos todos la vuelta y escucharla? ¿La prefiere a nosotros?

Y Leví respondió: Pedro, siempre has sido muy impetuoso.

Ahora te veo combatiendo contra la mujer como contra un adversario.

Si el Salvador la ha hecho digna, ¿quién eres tú para rechazarla?

Seguro que el Salvador la conoce muy bien.

Por eso la amaba más que a nosotros.”

Como pueden apreciar, a través de estos relatos mencionados, se pueden  intuir los gérmenes de cierto celo, entre los discípulos varones más allegados a Jesús, con la posición de privilegio que éste le daba a María Magdalena, sobre todo a un hombre impetuoso como Pedro, que se había regido desde siempre por la ley de Moisés, y no podía concebir, que una mujer, estuviese por encima de ellos en la preferencia de su Maestro.

No entendieron, que el sacerdocio de Melquisedec, del cual Jesús era Sumo Sacerdote, le daba a la mujer una preeminencia mucho mayor y trascendente, que la simple sumisión prescrita en la ley de Moisés.

Como les comenté en la exposición que tuvimos en la gran sala, luego del sacrificio expiatorio del Salvador, nos urgía la inmediata evacuación de María Magdalena, para poder preservar el cáliz sagrado, la sangre de Jesús, en el vientre de su compañera eterna, y es por esta honrosa circunstancia, que hoy tuve el inmenso placer de compartirlo con todos ustedes.    

Escritos De Un Caminante



Una mañana, caminando por la playa, mis pies, la arena y el mar, de pronto, percibí la inmensidad, la percepción y yo éramos uno y juntos, el universo.
Una mañana, caminando por la playa, mis pies, la arena y el mar.

Relato que trata del origen de los llamados “hijos de Dios” desde su condición  de Inteligencias Eternas.

Nuestros  Padres Celestiales organizaron nuestros cuerpos espirituales tal como nosotros, padres terrenales, organizamos los cuerpos físicos de aquellos que son enviados a nuestro mundo llamado Tierra con la finalidad de que puedan continuar con su progreso mediante   el descubrimiento y desarrollo de sus atributos divinos.

Ahora, cómo ha sido el principio?, el comienzo de nuestra historia como seres conscientes de su individualidad? las escrituras nos hablan de un concilio en los cielos dónde todos fuimos consultados, de la aceptación de un Plan de Salvación y de las consecuencias de la rebelión de Lucifer, la gran batalla de los cielos y la posterior expulsión de un tercio de los hijos de Dios.

Nada se nos dice en cuánto a nuestras primeras experiencias como seres organizados, sabemos que nos distinguíamos por nuestra inteligencia y nobleza, en el Libro de Abraham, capítulo 3, leemos lo siguiente:

“Y el Señor me dijo: Estos dos hechos existen: hay dos espíritus, y uno es más inteligente que el otro; habrá otro más inteligente que ellos; yo soy el Señor tu Dios, soy más inteligente que todos ellos” (3:19)

“Yo habito en medio de todos ellos; por tanto, he descendido ahora para darte a conocer las obras que mis manos han hecho, por lo que mi sabiduría los sobrepuja a todos ellos, pues reino arriba en los cielos y abajo en la tierra, con toda sabiduría  y prudencia, sobre todas las inteligencias que tus ojos han visto desde el principio; yo descendí en el principio en medio de todas las inteligencias que has visto.

Y el Señor me había mostrado a mí, Abraham, las inteligencias que fueron organizadas antes que existiera el  mundo; y entre todas éstas había muchas de las nobles y grandes;

y vio Dios que estas almas eran buenas, y estaba en medio de ellas, y dijo: A éstos haré mis gobernantes; pues estaba entre aquellos que eran espíritus, y vio que eran buenos; y me dijo: Abraham, tú eres uno de ellos; fuiste escogido antes de nacer .” (3: 21 – 23)

De la lectura de éstos versículos aprendemos que para llegar a ser reconocidos como Hijos de Dios, debemos pasar por algunas etapas, como ocurre en la naturaleza con
la transformación del simple gusano en una hermosa mariposa, primero se nos dice que éramos inteligencias que existíamos sin organización y que fuimos organizadas por nuestro Padre Celestial – seguramente con la colaboración de una ayuda idónea e indispensable, una Madre Celestial, para dar forma a nuestro cuerpo espiritual a imagen y semejanza de nuestros padres eternos.

Se nos dice que vivíamos en la presencia del Padre, que gozábamos de su amor e influencia, si consideramos la gran multitud que nosotros sus hijos constituimos es evidente que formábamos una sociedad de dioses en la cual cada uno de nosotros desempañaba algún tipo de mayordomía en armonía con la perfecta organización que el Padre había dispuesto para nuestro bienestar y desarrollo.

Cómo podemos avanzar en el descubrimiento de éstos, nuestros primeros pasos?, veamos:
En Apocalipsis capítulo 2 versículo 17, el apóstol Juan nos revela;
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. ”

Si alguna vez hemos caminado por la playa quizás hayamos podido encontrar alguna piedrecita blanca, negra, o de algún  otro color la cual por la acción del mar y la arena, al ser golpeada una y mil veces ha adquirido una suavidad y brillo que la hacen verdaderamente hermosa y sumamente agradable de sentir entre nuestros dedos.

De la misma manera que el canto rodado es pulido por medio de la acción de los elementos los cuales van limando su primitiva aspereza , nuestro ser va adquiriendo la sensibilidad necesaria mediante la guía del espíritu dejando que el divino maestro vaya dándole la forma adecuada para que pueda alcanzar algún día la perfección.

En el libro de Malaquías, capítulo 3 versículos 2 y 3, leemos lo siguiente:

“¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿ o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste ?Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores.

Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinara como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia.”

La promesa dada en Apocalipsis de poder comer el maná escondido, es decir, la posibilidad de alimentar diariamente nuestro cuerpo espiritual es dada solamente a aquellos que han logrado vencer las limitaciones propias de nuestra condición mortal y romper las barreras físicas que nos mantiene atrapados a lo temporal, como si fuese una imaginaria ley de gravedad que nos impide elevarnos y salir de su influencia.

Ahora bien, es posible romper esta barrera?, en el Libro de Doctrina y Convenios en la sección 130, versículos 20 y 21 leemos lo siguiente:

“Hay una Ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan;

y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa.”

En la sección 131 versículos 5 al 8, ampliamos:

“La palabra profética más segura significa que un hombre sepa, por revelación y el espíritu de profecía, que está sellado para vida eterna, mediante el poder del Santo Sacerdocio, el cual es en el varón al igual que en la mujer.
Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia.”

“No hay tal cosa como materia inmaterial. Todo espíritu es materia, pero es más refinado o puro, y sólo los ojos más puros pueden discernirlo;

No lo podemos ver; pero cuando nuestros cuerpos sean purificados, veremos que todo es materia.”

De manera que cumpliendo con la ley sobre la cual se basa es posible acceder al conocimiento, esto significa comprender la ley , salir de la ignorancia y por el espíritu de profecía obtener la comunicación con Dios el Padre, es decir lograr la revelación personal   el cual es el único medio de obtener conocimiento.

El Padre conoce a cada una de sus creaciones y en cuánto a nosotros, sus hijos, nos ha transferido sus atributos divinos, pero de tal manera,  que cada uno, es un ser único, un individuo irrepetible, poseedores de un potencial divino que le es propio, rasgos esenciales por los cuales el Padre les reconoce en medio de la multitud de sus creaciones, somos portadores de una señal que sólo nosotros podemos transmitir, nadie más puede hacerlo, es única exclusiva de cada uno de sus hijos y es por eso que les reconoce y les escucha llamándolos por su nombre.

Esa individualidad es complementada por la posesión más importante que todos Los Dioses poseen, el libre albedrío, la capacidad de escoger entre todas las opciones posibles aquella a la cual consideramos como la mejor, de acuerdo con los dictados de nuestra propia conciencia.

El camino que conduce a la exaltación, es decir, el largo proceso que transforma a los hijos espirituales de Dios en poseedores de su herencia eterna es iniciado en el hogar celestial bajo la influencia y orientación de nuestros padres eternos , es decir padre y madre perfectos, cuya obra y gloria nos es otra que la de llevar a cabo la inmortalidad y vida eterna de cada uno de sus hijos, ver Moisés 1, versículo 39, tal como aquellos que en la tierra, en su condición de padres terrenales, aspiran a que sus hijos puedan alcanzar los mayores niveles de desarrollo y, de ser posible, alcanzar niveles superiores a los conquistados por sus progenitores.

Es en lo que llamamos la preexistencia  donde comienza nuestra vida y ha sido allí donde hemos tomado nuestras primeras decisiones, algunas de las cuales han sido de tremenda relevancia para nuestro progreso eterno...

... Hago un alto en el camino para después continuar, buscando un poco aquí, otro poco mas allá, armando un puzzle sin forma que todo puede abarcar.

La verdad no es un terreno que se pueda alambrar, los ojos miran sin ver, los oídos oyen sin escuchar, no puede ser poseída, no tiene título de propiedad, como el aire, se inhala y se exhala, vivifica por dentro, su esencia es la libertad y no hay libertad sin diversidad, la diversidad es la que nos une, como une los sonidos de cada instrumento la mano del Divino Maestro, convirtiendo en sublime sinfonía la obra de sus creaciones, fuera de eso reina el caos, la materia prima sin organizar que es puesta en nuestras manos para que podamos  jugar a crear.
Hugo W. Arostegui

sábado, 8 de enero de 2011

La Sencillez Perdida de Las Buenas Nuevas


La historia que voy a narrarles, no obstante referirse a hechos ampliamente divulgados, y por ende, supuestamente ser de dominio público, pertenece a esa clase de relatos genéticamente manipulados en su concepción,  cual si fuera mezclada en una especie de probeta, la realidad de los acontecimientos descriptos, con los aderezos que los volvieran apetecibles  al consumo de las grandes masas, aceptando el resultado de este nuevo sabor como si fuese el genuino y en consecuencia, el único socialmente digerible.
Cuando se nos habla del nacimiento del Salvador, las referencias a las cuales podemos recurrir provienen de una única fuente, los Evangelios de Mateo y el de Lucas, allí en forma muy breve y escueta se nos describen, algunos, muy pocos, de los hechos que dan motivo a este artículo.
Ambos Evangelios fueron escritos originalmente en griego, el de Mateo, su autor, pertenece al discípulo, recaudador de impuestos, que atendiendo al  llamado de su Maestro, le sigue y se convierte en uno de sus apóstoles, el otro, el de Lucas, es el escrito que personalmente más me conmueve, porque es realizado, por un hombre joven, poseedor de una amplia cultura, médico de profesión, de origen no israelita, que no era testigo contemporáneo de Jesús.
Sus escritos sobre la vida y obra de Jesucristo, son fruto de una exhaustiva  investigación de los hechos descriptos, que han llegado a nosotros gracias a que decidió registrarlos en forma escrita para enviárselos a su amigo, Teófilo, como testimonio, para que él, Teófilo, tuviese conocimiento de los hechos tal cual habían sucedido.
Existen, se dicen que existen, otros documentos, los llamados apócrifos, que no son aceptados como válidos, por los recopiladores que han compendiado lo que hoy conocemos como: El Nuevo Testamento , la segunda parte de la Biblia, lo que hace que estos dos libros mencionados, sean los únicos referentes autorizados a los cuales podremos recurrir.
Así las cosas, entiendo que la recreación de los acontecimientos que han sacudido, cual un terremoto, todas nuestras concepciones de lo trascendente, de ese hilo conductor, ese cordón umbilical, que une y nutre a la vez,  a ese , para algunos incomprensible, eterno vínculo, entre nosotros, considerados insignificantes mortales, y El Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza, bien puede ser abordado una vez más, por cualquiera de nosotros, sin importar las credenciales que nos exijan los eruditos versados en el tema, pues entiendo que es un derecho natural que cualquiera de nosotros , sus hijos, podemos alegar que poseemos ¿no?
Cuando estas cosas ocurrieron no contábamos, como muchos piensan que sí teníamos, el enorme bagaje de información que hoy disponemos, el acceso al conocimiento era algo sumamente restringido, sólo los muy doctos podían leer escritos celosamente custodiados, con el agregado de que aún ellos, los doctos e informados, jamás se interesarían por lo que pudiese ocurrir en la vida de los personajes que participan en nuestra historia, recordemos que los acontecimientos narrados, han llegado al alcance de lo que hoy podríamos llamar “opinión Pública” muchos siglos después , luego de soportar innúmeras traducciones de los antiguos  textos originales.

Narraremos nuestra versión de los hechos prescindiendo de efectuar citas a los textos bíblicos que ya hemos mencionado, aunque obviamente invitamos a nuestros lectores a que puedan corroborar su contenido con aquellos pasajes de las escrituras que consideren conveniente recurrir.
Nuestra historia comienza de esta manera:
Situación Política
Desde hacía más de medio siglo, Palestina estaba bajo el dominio del imperio romano, luego de haber sido dominada por la influencia helénica,  cultura que desde hacía unos tres siglos fue ejerciendo cambios  sustanciales en el comportamiento y preferencias sobre todo de las clases acomodadas, vinculadas al ejercicio del poder a través de su vasallaje incondicional a la autoridad dominante.
Los líderes religiosos de la época sumamente preocupados en la defensa de sus preceptos, lograron mediante su tenacidad y por la demostración del grado de influencia que ejercían sobre el pueblo, que el imperio romano decretase ciertos privilegios a la nación judía, a los efectos de alcanzar por este medio, mantener la cada vez más problemática convivencia entre ambas culturas.
Es entonces que la  palestina queda en manos del Sanedrín, el cual oficia de Consejo en todos los asuntos relacionados con el cumplimiento de sus leyes internas, tal como lo explicitaba la llamada Ley de Moisés en toda su extensión, bajo la tutela y aprobación del representante de la autoridad romana en Jerusalén.
Roma les permitía regirse por estas normas, podrían guardar el día sabático, aplicar la justicia en  asuntos civiles y religiosos, procesar sus alimentos de acuerdo a su particular sentido de la pureza y limpieza de los mismos y sus hombres estaban exentos del servicio militar.
En contra partida, se les tenía prohibido el ejercicio de la política, las actividades de defensa eran de uso exclusivo del imperio y sus legiones, y debían pagar tributo por sus propiedades, su producción, así como sobre el intercambio de bienes y servicios.
En el interior del Templo de Jerusalén, ejercían su influencia los poderosos saduceos, los cuales pertenecían a la alta aristocracia y administraban los recursos provenientes de las ofrendas.
Mencionamos también, a los escribas y a los fariseos, los meticulosos defensores de “la letra de la ley” a quienes Jesús compararía con los sepulcros, cuando les dijo que aunque estuviesen blanqueados por fuera, por dentro estaban llenos de podredumbre.
Según el  orden establecido por Moisés, el sacerdocio era ejercido por la tribu de Levi, éstos, en su mayoría, residían más bien en el área rural, vivían de sus diversos oficios y representaban los sectores más bajos  de la sociedad, la enseñanza de la ley se efectuaba en las sinagogas, era allí, entre sus paredes, que cultivaban los principios religiosos, donde subyacía, latente, como un volcán adormecido, el anhelo de la liberación prometida por Jehová, la llegada de un libertador, Un  Mesías, que hiciera prevalecer el Convenio que el Gran Jehová de los Ejércitos, había suscrito con ellos, el único (según ellos) pueblo escogido entre todas las naciones de la tierra.
Este era entonces el clima socio-político - religioso, en una palestina ocupada por el imperio romano y bajo la autoridad de un monarca idumeo, cruel y ambicioso de nombre: Herodes el Grande.
En la Corte Celestial
Nadie puede creerse que un acontecimiento como el que intentamos describir, donde nada menos, se están ultimado los detalles de la inminente venida del Hijo Unigénito de Dios el Padre, pueda estar librado a la improvisación, es evidente que se habían tomado todos los recaudos, para que un hecho inédito, que supera la capacidad de entendimiento de cualquier mortal,  pueda cristalizarse en absoluta armonía con lo dispuesto en los cielos desde el principio de los tiempos, mucho antes incluso, de que este mundo al cual habitamos, se hubiese creado.
Entonces, como no podía ser de otra manera, Dios el Padre, convocó a su presencia al Arcángel Gabriel, jefe de la campaña que enfrentó a Lucifer, en  la gran batalla de los cielos, para que junto a l Unigénito, ultimasen todos los detalles referentes  a los acontecimientos previos a su nacimiento en la carne, así como compartir con María y con José, las instrucciones que éstos ya habían recibido con motivo  de su preordenación en los cielos, preordenación ésta, que el manto de olvido que cubre nuestras experiencias previas al nacimiento, les ha mpedido recordar.
Una vez acordados  los tiempos y las formas, Gabriel y sus asistentes comienzan a cumplir con sus asignaciones.
La visita a Zacarías
Zacarías era un levita muy devoto que estaba casado con Elizabeth, mujer de unos 35 años        - edad  considerada avanzada en aquella época – la cual era estéril , tanto ella como su marido anhelaban un hijo y durante muchos años, elevaban sus oraciones pidiendo se les concediera la gracia de ser padres.
Estaba en esta oportunidad, Zacarías, prestando servicios en el templo, ocasión que se le brindaba de tanto en tanto, debido a la cantidad de sacerdotes de su clase que potencialmente podrían ser asignados,  era para él, entonces, una ocasión muy especial, y como tal, su fervor religioso le hacía sentir el gozo de estar prestando servicio en la casa de Jehová.
La tarea encomendada consistía en ofrecer el incienso, por lo que debía ingresar al santuario del Señor, mientras la multitud, le esperaba, ansiosa, para oír sus palabras de prédica, fue entonces, en el lugar Santísimo, que el ángel Gabriel se le apersono para informarle que el Señor había prestado oído a sus plegarias por lo que su esposa, Elizabeth, concebiría un niño varón, al que deberían llamarle, Juan.

Zacarías, una vez recobrado de la fuerte impresión que le había causado la presencia de Gabriel, le contesta dubitativo, que tal cosa, la que Elizabeth, concibiera en su vejez, era algo imposible de realizar, el ángel entonces, le reprende, afirmando que nada es imposible para Dios, que Elizabeth, concebiría en su vientre un varón, que debería llamarle Juan, y que por causa de su incredulidad no volvería a pronunciar palabra alguna hasta que se cumpliera con  lo que el Señor Jehová, le había asignado comunicarle, dicho esto, Gabriel se retira de su presencia, Zacarías, perdió el habla, y debió dirigirse a la congregación que le esperaba, haciendo gestos, su estado se había transfigurado, de tal forma, que todos comprendieron que algo muy importante había sucedido en el santuario.
José y María
El evangelista Mateo, comienza su  relato, dando una descripción muy precisa, de la genealogía de Jesús, partiendo del patriarca, Abraham, y culminando con José y María, esto colocaba, sin sombra de dudas, al pequeño Jesús, en la línea de sucesión al trono de David, por lo que queda evidenciado el estatus de sus progenitores, José y María eran de la tribu de Judá,  y por línea patriarcal, José era un príncipe, candidato potencial al trono de Israel.
Cuando se le menciona, José, no es presentado, como un “humilde carpintero” dejándonos la sensación de ser  un hombre  de condición social baja, pero nada más alejado de la realidad, José, no era el “empleado de una modesta carpintería”  José era un Carpintero, así, con mayúscula, poseía un oficio muy importante para la época, algo similar a los ingenieros actuales, la madera era un artículo esencial no solamente en la construcción de puentes y viviendas, el mobiliario y la gran mayoría de los enseres, tanto domésticos, como de uso industrial o agrícola, incluida la industria bélica, dependían del uso adecuado de este material, entonces, cuando hablamos de un carpintero, no nos estamos refiriendo a un oficio cualquiera.
Lo mismo nos sucede con María, el personaje cobra importancia, por su condición de “madre de Jesús” por lo que “iba a llegar a ser” , eternizada en su “ virginidad” y en concepción “ sin pecado concebida” nada más, o muy poco ,se nos dice de esta joven mujer, nada sabemos de sus  habilidades y expectativas de futuro, nos la presentan más bien, como si fuese la ganadora de un concurso, agraciada entre miles, con el premio de ser “ la madre del Hijo de Dios” sin darnos ninguna referencia a los “por que”  de su elección.
En realidad, María, como dijimos, reunía en si misma muchas cualidades que la calificaban para ser seleccionada,  además de ser joven y hermosa, como hemos comentado, provenía de la nobleza,  lo que equivale a decir, que ella era una princesa de la casa de David, además de probadas condiciones tanto morales como intelectuales, basta que citemos el diálogo que mantuvo con el ángel Gabriel -Evangelio de Lucas- para darnos cuenta de su naturaleza humilde y sagaz a la vez.



Cuando Gabriel la entrevista, le explica las razones de su visita, le menciona las promesas del Señor para con la Casa de Israel, y que tal como se le había mencionado antes de ser enviada a este mundo, ella era la preordinada para ser la madre del Mesías prometido, también se le aclararon todas sus inquietudes , la trascendencia de su misión requeriría de toda su probada obediencia y abnegación, su respuesta al Ángel del Señor nos exime de cualquier otro comentario al respecto: “ He aquí la sierva del Señor: hágase conmigo conforme a su palabra”
Lo que ocurrió posteriormente, bien que puede ser considerado como el primer caso en la historia de la humanidad, en que el Padre de todas las ciencias, recurre a la inseminación artificial para fertilizar el vientre fecundo de una aún asombrada y virgen, María.
Cuando llegó el tiempo de la confirmación de lo anunciado por Gabriel, María, conocedora de las estrictas normas morales de la llamada Ley de Moisés, se dio cuenta de que corría serios riesgos de ser lapidada hasta la muerte, en el caso de ser acusada de adulterio, que debía hablar con José, con quién estaba desposada, y ponerle al tanto de lo que estaba sucediendo con ella, éste, en un primer momento, superado por  la situación descripta por María, pensó en salir discretamente de la vida de ella, terminar esa incipiente relación que le unía con una joven a la que sin duda amaba intensamente.
Estando José, como seguramente lo estaría cualquiera de nosotros en una situación similar, sumamente traumatizado por los acontecimientos, se nos dice que habiendo contraído un sueño profundo, tal vez algunas copas de vino hayan contribuido a ello, me pregunto: ¿quién en tales condiciones no hubiese hecho lo mismo? Lo cierto es que según el relato de Mateo, un Ángel del Señor le visitó en sueños y descorriendo el velo que le impedía, a un atribulado y aún confuso José, recordar las promesas dadas por Jehová a su pueblo, y éste, una vez que estuvo debidamente informado, acepto  asumir la  responsabilidad que le había sido  encomendada.
 Mateo se extiende algo más en su, de por sí, muy escueto relato de estos hechos al añadir: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.” Aclarando además, algo extremadamente importante y aún tozudamente ignorado por la gran mayoría de las autoridades cristianas de hoy día,  cuando nos dice: “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito: y le puso por nombre Jesús.”  
 Mateo 1: 24 – 25
El matrimonio de José y María se consumó, con la salvedad, de que el compromiso que José contrajo con el ángel, de no conocerla hasta después del nacimiento del niño, seguramente lo debe de haber cumplido, pienso que eso es parte de la intimidad de la pareja, de cualquier forma ambos debieron haber acordado mantener las apariencias, recuérdese, que para aquella época en particular, como en cualquier otra época, todos partimos del supuesto ,de que sería sumamente extraño el celibato entre dos jóvenes recién casados.


En cuanto a la normalidad de las relaciones futuras, existe suficiente evidencia al alcance de cualquiera que se interese en el asunto, de que José y María fueron padres de varios hijos, por lo menos de cuatro varones y dos mujeres, hermanos menores de Jesús.
Es interesante, la obstinación de muchos, en negar este hecho, resulta incomprensible que se haya pretendido castrar por el resto de su vida a José, como también negarle a María el derecho de vivir su sexualidad y traer a este mundo a otros niños, niños que conformarían una familia feliz, téngase en cuenta que tanto José, como María, eran muy devotos, cumplidores estrictos de la Ley de Moisés, sería lamentable, que pensáramos que  ellos, nada menos que ellos, recurrirían a prácticas reñidas con la moral y las buenas costumbres, o que tengamos que llegar a la conclusión, de que lo que hoy se predica ,en contra del uso de cualquier método que altere el derecho a la vida y a la concepción, se les haya permitido, exclusivamente  a este matrimonio.
La imagen que se nos ha impuesto, de una sagrada familia, compuesta por una madre y un padre, híbridos, asexuados, con un niño, que es hijo único y que solamente responde a la voluntad divina, sin la participación en su formación de quienes asumieron la responsabilidad de brindarle la seguridad de un hogar, un entorno familiar, atención adecuada, y sobre todo amor y educación, no es de recibo.
José y María vivieron para la vida real, como cualquier pareja, no fueron creados para figurar en los altares, ni en los libros sagrados, nadie les reverenció, ni oró a sus pies pidiéndole gracia alguna, ellos eran parte de un entorno y en él supieron granjearse el reconocimiento de sus amigos y vecinos, que les aceptaron tal como eran, como lo puede ser usted, amigo lector, con aquellas personas con las cuales se relaciona, los honores y las reverencias les llegaron muchos siglos más tarde, a través de los relatos que han llegado a nuestras manos, luego de pasar por una grosera, y por qué no, maliciosa manipulación.
Al comienzo de la primavera de lo que llamaremos el año uno de nuestra era, un edicto del emperador Augusto César,  decretaba que debía realizarse un censo de población, cada uno debía empadronarse en los lugares de origen de sus respectivas familias, siendo José y María de la tribu de Judá, debían trasladarse, desde su residencia en Nazaret, hasta Belén, la cual quedaba distante unos 140 kilómetros, para María, este sería un viaje muy sacrificado, por el avanzado estado de su  gravidez, la distancia , y los peligros potenciales propios de los caminos, especialmente bandidos y salteadores.
Estas travesías no se hacían en forma improvisada, se organizaban grupos de viajeros para darles mayores garantías de seguridad y protección, recuérdese, que el edicto imperial exigía la comparecencia de todos los integrantes de la familia, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños, de manera que la llegada a Belén, se realizó con la premura de lograr ubicación para los agotados viajantes, donde entre sus filas, habían, como lo hemos mencionado, niños y ancianos, a los cuales había que atender en forma prioritaria, todo esto, debía ser resuelto, en medio de un pueblo abarrotado de peregrinos, provenientes de todos los rincones del imperio.


Es por esta razón, de que no nos extrañamos de las dificultades que tuvieron,  José y María, para encontrar ubicación acorde a las necesidades, de una parturienta ,que podría dar a luz en cualquier momento, a diferencia de lo que nos han inducido a creer, no fueron alojados en un establo, por carencia de recursos económicos, ni por falta de solidaridad, lo más probable es que, siendo ambos,  devotos cumplidores de la Ley, no sería de extrañar, que ellos mismos, hayan preferido pasar por algunas privaciones , dejándole espacio a madres con niños pequeños ,o a cansados ancianos, o enfermos necesitados de un lugar para descansar y reponerse.
Resulta interesante observar, cómo algunas decisiones, tomadas con el propósito de acomodar algunos sucesos de gran impacto en la opinión pública, para amoldarlos a los intereses de los formadores de opinión, algo similar al fenómeno de Santa Claus o Papá Noel, una leyenda que toma forma a través del genio de un dibujante, una multinacional de refrescos compra todos los derechos, difunde la imagen por el mundo, y ahora, todos estamos pendientes de su venida el día de navidad,
Con este razonamiento, analicemos lo siguiente, el viaje de José y María, se realizó en la primavera  o sea en los meses de marzo -abril, María entró en trabajo de parto alrededor de las seis de la tarde y el niño nació más o menos a las siete o siete y media, ese día memorable para toda la humanidad fue en el mes de abril, más precisamente, el día seis de abril del año uno de nuestra era, ahora, ¿ porqué festejamos su nacimiento un 25 de diciembre? Para responder a esta interrogante, deberemos remontarnos a los tiempos de los primeros cristianos romanos, el auge del cristianismo fue adquiriendo tales dimensiones, que comenzaron a verse, como una gran fuerza  expansiva, que  en poco tiempo podría conmocionar los cimientos del imperio.
Es entonces, que el emperador Constantino, decide incorporar  a los cristianos a sus planes de imponer a los romanos una disciplina que le permitiesen a él, Constantino, someter todo tipo de resistencia  política y lograr el apoyo de las masas.
Comenzó primeramente legalizando la religión cristiana, permitiendo que su culto se oficiara legalmente en todo el imperio para luego oficializarla como la religión oficial de Roma, para llegar a este punto, el emperador se autoerigió en el protector de la iglesia y en la principal figura dominante, impuso cambios en la doctrina, y por supuesto, manejó a su antojo a todas sus autoridades.
La tradición del pueblo romano mantenía una muy fuerte inclinación a las festividades de origen pagano, eran momentos de cambio y confusión, se imponía lograr cierto sincretismo entre lo pagano y la doctrina oficial, es  ahí, entonces, que llegamos a los por qué, del 25 de diciembre como fecha de nacimiento del niño Jesús,  en esa fecha se realizaban las saturnales, fiesta pagana por excelencia, en la cual se efectuaban bacanales  en homenaje al dios sol, el venerado antiguo dios de los romanos, como agregado a esta movida, el día santo de la iglesia católica, se desplaza, del día sabático judío, al día del sol romano, como dice el idioma inglés, Sunday.


Para ese entonces, ya había transcurrido más de trescientos años de la era cristiana.
Al invento descarado, de sustitución de las fiestas saturnales, por la navidad cristiana, deberíamos agregar, las  imágenes de tres reyes magos en los pesebres de todo el mundo, nos preguntamos: de dónde surgen que eran tres?  Sus nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar, quién se los puso?  Y por último quién los hizo partícipes de la natalidad?
Los datos reales a los que tenemos acceso, nos dicen que hubo reyes sabios orientales, llamados magos, por sus conocimientos de alquimia, que observando el universo, constataron una nueva estrella  en el firmamento, cuyo fulgor les indicaba que era el presagio de que había ocurrido un acontecimiento trascendente para la humanidad.
Estos reyes magos, organizaron entonces una caravana, llevando consigo, tal como se indica en las escrituras, oro, incienso y mirra, elementos esenciales para rendir tributo a una divinidad, por supuesto que no iban solos en este emprendimiento, les acompañaban sus guardias, su séquito de servidores, el abastecimiento básico, tiendas, enseres, etc. los cuales debieron ser transportados por una tropilla de camellos considerable, la imagen de los tres reyes magos y sus camellos, transitando solitarios con sus camellos, tiene solamente el peso de una tierna fábula.
Debemos agregar, que su traslado a través  de las arenas del desierto, sin rutas ni bases de aprovisionamiento a la vera de los caminos, les demandó un esfuerzo  importante, jornadas de intenso calor, noches extremadamente frías, toda una odisea, que implicaba, no solamente un gasto importante de recursos, sino, además, un tiempo considerable.
El evangelista Mateo, nos relata que cuando ellos ubicaron al niño Jesús, éste estaba en su casa, en compañía de sus padres, por lo que calculamos que ya tendría unos dos años de edad.
En resumen:  El acontecimiento más trascendente en la historia de la humanidad, que marcó un hito incomparable, no merecía tanta manipulación, la perla de gran precio, vale por sí misma, sin la necesidad de envolverla y colocarla en un estuche, que se ha ido transformado en un objeto, mucho más valioso que el contenido que intenta preservar.
Una Navidad en diciembre, Reyes Magos en enero, y un Papá Noel colorido, que les ha de desplazado a un segundo plano, con el apoyo del marketing y el tremendo poderío de las multinacionales.
Hugo W. Arostegui