La historia que voy a narrarles, no obstante referirse a
hechos ampliamente divulgados, y por ende, supuestamente ser de dominio
público, pertenece a esa clase de relatos genéticamente manipulados en su
concepción, cual si fuera mezclada en
una especie de probeta, la realidad de los acontecimientos descriptos, con los
aderezos que los volvieran apetecibles
al consumo de las grandes masas, aceptando el resultado de este nuevo
sabor como si fuese el genuino y en consecuencia, el único socialmente digerible.
Cuando se nos habla del nacimiento del Salvador, las
referencias a las cuales podemos recurrir provienen de una única fuente, los
Evangelios de Mateo y el de Lucas, allí en forma muy breve y escueta se nos
describen, algunos, muy pocos, de los hechos que dan motivo a este artículo.
Ambos Evangelios fueron escritos originalmente en griego, el
de Mateo, su autor, pertenece al discípulo, recaudador de impuestos, que
atendiendo al llamado de su Maestro, le
sigue y se convierte en uno de sus apóstoles, el otro, el de Lucas, es el
escrito que personalmente más me conmueve, porque es realizado, por un hombre
joven, poseedor de una amplia cultura, médico de profesión, de origen no
israelita, que no era testigo contemporáneo de Jesús.
Sus escritos sobre la vida y obra de Jesucristo, son fruto
de una exhaustiva investigación de los
hechos descriptos, que han llegado a nosotros gracias a que decidió registrarlos
en forma escrita para enviárselos a su amigo, Teófilo, como testimonio, para
que él, Teófilo, tuviese conocimiento de los hechos tal cual habían sucedido.
Existen, se dicen que existen, otros documentos, los
llamados apócrifos, que no son aceptados como válidos, por los recopiladores
que han compendiado lo que hoy conocemos como: El Nuevo Testamento , la segunda
parte de la Biblia, lo que hace que estos dos libros mencionados, sean los
únicos referentes autorizados a los cuales podremos recurrir.
Así las cosas, entiendo que la recreación de los
acontecimientos que han sacudido, cual un terremoto, todas nuestras
concepciones de lo trascendente, de ese hilo conductor, ese cordón umbilical,
que une y nutre a la vez, a ese , para
algunos incomprensible, eterno vínculo, entre nosotros, considerados
insignificantes mortales, y El Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza,
bien puede ser abordado una vez más, por cualquiera de nosotros, sin importar
las credenciales que nos exijan los eruditos versados en el tema, pues entiendo
que es un derecho natural que cualquiera de nosotros , sus hijos, podemos
alegar que poseemos ¿no?
Cuando estas cosas ocurrieron no contábamos, como muchos
piensan que sí teníamos, el enorme bagaje de información que hoy disponemos, el
acceso al conocimiento era algo sumamente restringido, sólo los muy doctos
podían leer escritos celosamente custodiados, con el agregado de que aún ellos,
los doctos e informados, jamás se interesarían por lo que pudiese ocurrir en la
vida de los personajes que participan en nuestra historia, recordemos que los
acontecimientos narrados, han llegado al alcance de lo que hoy podríamos llamar
“opinión Pública” muchos siglos después , luego de soportar innúmeras traducciones
de los antiguos textos originales.
Narraremos nuestra versión de los hechos prescindiendo de
efectuar citas a los textos bíblicos que ya hemos mencionado, aunque obviamente
invitamos a nuestros lectores a que puedan corroborar su contenido con aquellos
pasajes de las escrituras que consideren conveniente recurrir.
Nuestra historia comienza de esta manera:
Situación Política
Desde hacía más de medio siglo, Palestina estaba bajo el
dominio del imperio romano, luego de haber sido dominada por la influencia
helénica, cultura que desde hacía unos
tres siglos fue ejerciendo cambios sustanciales en el comportamiento y
preferencias sobre todo de las clases acomodadas, vinculadas al ejercicio del
poder a través de su vasallaje incondicional a la autoridad dominante.
Los líderes religiosos de la época sumamente preocupados en
la defensa de sus preceptos, lograron mediante su tenacidad y por la demostración
del grado de influencia que ejercían sobre el pueblo, que el imperio romano
decretase ciertos privilegios a la nación judía, a los efectos de alcanzar por
este medio, mantener la cada vez más problemática convivencia entre ambas
culturas.
Es entonces que la
palestina queda en manos del Sanedrín, el cual oficia de Consejo en
todos los asuntos relacionados con el cumplimiento de sus leyes internas, tal
como lo explicitaba la llamada Ley de Moisés en toda su extensión, bajo la
tutela y aprobación del representante de la autoridad romana en Jerusalén.
Roma les permitía regirse por estas normas, podrían guardar
el día sabático, aplicar la justicia en
asuntos civiles y religiosos, procesar sus alimentos de acuerdo a su
particular sentido de la pureza y limpieza de los mismos y sus hombres estaban
exentos del servicio militar.
En contra partida, se les tenía prohibido el ejercicio de la
política, las actividades de defensa eran de uso exclusivo del imperio y sus
legiones, y debían pagar tributo por sus propiedades, su producción, así como
sobre el intercambio de bienes y servicios.
En el interior del Templo de Jerusalén, ejercían su
influencia los poderosos saduceos, los cuales pertenecían a la alta
aristocracia y administraban los recursos provenientes de las ofrendas.
Mencionamos también, a los escribas y a los fariseos, los
meticulosos defensores de “la letra de la ley” a quienes Jesús compararía con
los sepulcros, cuando les dijo que aunque estuviesen blanqueados por fuera, por
dentro estaban llenos de podredumbre.
Según el orden
establecido por Moisés, el sacerdocio era ejercido por la tribu de Levi, éstos,
en su mayoría, residían más bien en el área rural, vivían de sus diversos
oficios y representaban los sectores más bajos
de la sociedad, la enseñanza de la ley se efectuaba en las sinagogas,
era allí, entre sus paredes, que cultivaban los principios religiosos, donde
subyacía, latente, como un volcán adormecido, el anhelo de la liberación
prometida por Jehová, la llegada de un libertador, Un Mesías, que hiciera prevalecer el Convenio que
el Gran Jehová de los Ejércitos, había suscrito con ellos, el único (según
ellos) pueblo escogido entre todas las naciones de la tierra.
Este era entonces el clima socio-político - religioso, en
una palestina ocupada por el imperio romano y bajo la autoridad de un monarca idumeo,
cruel y ambicioso de nombre: Herodes el Grande.
En la Corte Celestial
Nadie puede creerse que un acontecimiento como el que
intentamos describir, donde nada menos, se están ultimado los detalles de la
inminente venida del Hijo Unigénito de Dios el Padre, pueda estar librado a la
improvisación, es evidente que se habían tomado todos los recaudos, para que un
hecho inédito, que supera la capacidad de entendimiento de cualquier
mortal, pueda cristalizarse en absoluta
armonía con lo dispuesto en los cielos desde el principio de los tiempos, mucho
antes incluso, de que este mundo al cual habitamos, se hubiese creado.
Entonces, como no podía ser de otra manera, Dios el Padre,
convocó a su presencia al Arcángel Gabriel, jefe de la campaña que enfrentó a
Lucifer, en la gran batalla de los
cielos, para que junto a l Unigénito, ultimasen todos los detalles referentes a los acontecimientos previos a su nacimiento
en la carne, así como compartir con María y con José, las instrucciones que
éstos ya habían recibido con motivo de
su preordenación en los cielos, preordenación ésta, que el manto de olvido que
cubre nuestras experiencias previas al nacimiento, les ha mpedido recordar.
Una vez acordados los
tiempos y las formas, Gabriel y sus asistentes comienzan a cumplir con sus
asignaciones.
La visita a Zacarías
Zacarías era un levita muy devoto que estaba casado con
Elizabeth, mujer de unos 35 años -
edad considerada avanzada en aquella
época – la cual era estéril , tanto ella como su marido anhelaban un hijo y
durante muchos años, elevaban sus oraciones pidiendo se les concediera la
gracia de ser padres.
Estaba en esta oportunidad, Zacarías, prestando servicios en
el templo, ocasión que se le brindaba de tanto en tanto, debido a la cantidad
de sacerdotes de su clase que potencialmente podrían ser asignados, era para él, entonces, una ocasión muy
especial, y como tal, su fervor religioso le hacía sentir el gozo de estar
prestando servicio en la casa de Jehová.
La tarea encomendada consistía en ofrecer el incienso, por
lo que debía ingresar al santuario del Señor, mientras la multitud, le
esperaba, ansiosa, para oír sus palabras de prédica, fue entonces, en el lugar
Santísimo, que el ángel Gabriel se le apersono para informarle que el Señor
había prestado oído a sus plegarias por lo que su esposa, Elizabeth, concebiría
un niño varón, al que deberían llamarle, Juan.
Zacarías, una vez recobrado de la fuerte impresión que le
había causado la presencia de Gabriel, le contesta dubitativo, que tal cosa, la
que Elizabeth, concibiera en su vejez, era algo imposible de realizar, el ángel
entonces, le reprende, afirmando que nada es imposible para Dios, que
Elizabeth, concebiría en su vientre un varón, que debería llamarle Juan, y que
por causa de su incredulidad no volvería a pronunciar palabra alguna hasta que
se cumpliera con lo que el Señor Jehová,
le había asignado comunicarle, dicho esto, Gabriel se retira de su presencia,
Zacarías, perdió el habla, y debió dirigirse a la congregación que le esperaba,
haciendo gestos, su estado se había transfigurado, de tal forma, que todos
comprendieron que algo muy importante había sucedido en el santuario.
José y María
El evangelista Mateo, comienza su relato, dando una descripción muy precisa, de
la genealogía de Jesús, partiendo del patriarca, Abraham, y culminando con José
y María, esto colocaba, sin sombra de dudas, al pequeño Jesús, en la línea de
sucesión al trono de David, por lo que queda evidenciado el estatus de sus
progenitores, José y María eran de la tribu de Judá, y por línea patriarcal, José era un príncipe,
candidato potencial al trono de Israel.
Cuando se le menciona, José, no es presentado, como un
“humilde carpintero” dejándonos la sensación de ser un hombre
de condición social baja, pero nada más alejado de la realidad, José, no
era el “empleado de una modesta carpintería” José era un Carpintero, así, con mayúscula,
poseía un oficio muy importante para la época, algo similar a los ingenieros
actuales, la madera era un artículo esencial no solamente en la construcción de
puentes y viviendas, el mobiliario y la gran mayoría de los enseres, tanto
domésticos, como de uso industrial o agrícola, incluida la industria bélica,
dependían del uso adecuado de este material, entonces, cuando hablamos de un
carpintero, no nos estamos refiriendo a un oficio cualquiera.
Lo mismo nos sucede con María, el personaje cobra
importancia, por su condición de “madre de Jesús” por lo que “iba a llegar a
ser” , eternizada en su “ virginidad” y en concepción “ sin pecado concebida”
nada más, o muy poco ,se nos dice de esta joven mujer, nada sabemos de sus habilidades y expectativas de futuro, nos la
presentan más bien, como si fuese la ganadora de un concurso, agraciada entre
miles, con el premio de ser “ la madre del Hijo de Dios” sin darnos ninguna
referencia a los “por que” de su
elección.
En realidad, María, como dijimos, reunía en si misma muchas
cualidades que la calificaban para ser seleccionada, además de ser joven y hermosa, como hemos
comentado, provenía de la nobleza, lo
que equivale a decir, que ella era una princesa de la casa de David, además de
probadas condiciones tanto morales como intelectuales, basta que citemos el
diálogo que mantuvo con el ángel Gabriel -Evangelio de Lucas- para darnos
cuenta de su naturaleza humilde y sagaz a la vez.
Cuando Gabriel la entrevista, le explica las razones de su
visita, le menciona las promesas del Señor para con la Casa de Israel, y que
tal como se le había mencionado antes de ser enviada a este mundo, ella era la
preordinada para ser la madre del Mesías prometido, también se le aclararon
todas sus inquietudes , la trascendencia de su misión requeriría de toda su
probada obediencia y abnegación, su respuesta al Ángel del Señor nos exime de
cualquier otro comentario al respecto: “ He aquí la sierva del Señor: hágase
conmigo conforme a su palabra”
Lo que ocurrió posteriormente, bien que puede ser
considerado como el primer caso en la historia de la humanidad, en que el Padre
de todas las ciencias, recurre a la inseminación artificial para fertilizar el
vientre fecundo de una aún asombrada y virgen, María.
Cuando llegó el tiempo de la confirmación de lo anunciado
por Gabriel, María, conocedora de las estrictas normas morales de la llamada
Ley de Moisés, se dio cuenta de que corría serios riesgos de ser lapidada hasta
la muerte, en el caso de ser acusada de adulterio, que debía hablar con José,
con quién estaba desposada, y ponerle al tanto de lo que estaba sucediendo con
ella, éste, en un primer momento, superado por
la situación descripta por María, pensó en salir discretamente de la
vida de ella, terminar esa incipiente relación que le unía con una joven a la
que sin duda amaba intensamente.
Estando José, como seguramente lo estaría cualquiera de nosotros
en una situación similar, sumamente traumatizado por los acontecimientos, se
nos dice que habiendo contraído un sueño profundo, tal vez algunas copas de
vino hayan contribuido a ello, me pregunto: ¿quién en tales condiciones no
hubiese hecho lo mismo? Lo cierto es que según el relato de Mateo, un Ángel del
Señor le visitó en sueños y descorriendo el velo que le impedía, a un
atribulado y aún confuso José, recordar las promesas dadas por Jehová a su
pueblo, y éste, una vez que estuvo debidamente informado, acepto asumir la
responsabilidad que le había sido
encomendada.
Mateo se extiende
algo más en su, de por sí, muy escueto relato de estos hechos al añadir: “Y
despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y
recibió a su mujer.” Aclarando además, algo extremadamente importante y aún
tozudamente ignorado por la gran mayoría de las autoridades cristianas de hoy
día, cuando nos dice: “Pero no la
conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito: y le puso por nombre
Jesús.”
Mateo 1: 24 – 25
El matrimonio de José y María se consumó, con la salvedad,
de que el compromiso que José contrajo con el ángel, de no conocerla hasta
después del nacimiento del niño, seguramente lo debe de haber cumplido, pienso
que eso es parte de la intimidad de la pareja, de cualquier forma ambos
debieron haber acordado mantener las apariencias, recuérdese, que para aquella
época en particular, como en cualquier otra época, todos partimos del supuesto ,de
que sería sumamente extraño el celibato entre dos jóvenes recién casados.
En cuanto a la normalidad de las relaciones futuras, existe
suficiente evidencia al alcance de cualquiera que se interese en el asunto, de
que José y María fueron padres de varios hijos, por lo menos de cuatro varones
y dos mujeres, hermanos menores de Jesús.
Es interesante, la obstinación de muchos, en negar este
hecho, resulta incomprensible que se haya pretendido castrar por el resto de su
vida a José, como también negarle a María el derecho de vivir su sexualidad y
traer a este mundo a otros niños, niños que conformarían una familia feliz,
téngase en cuenta que tanto José, como María, eran muy devotos, cumplidores estrictos
de la Ley de Moisés, sería lamentable, que pensáramos que ellos, nada menos que ellos, recurrirían a
prácticas reñidas con la moral y las buenas costumbres, o que tengamos que
llegar a la conclusión, de que lo que hoy se predica ,en contra del uso de
cualquier método que altere el derecho a la vida y a la concepción, se les haya
permitido, exclusivamente a este
matrimonio.
La imagen que se nos ha impuesto, de una sagrada familia,
compuesta por una madre y un padre, híbridos, asexuados, con un niño, que es
hijo único y que solamente responde a la voluntad divina, sin la participación en
su formación de quienes asumieron la responsabilidad de brindarle la seguridad
de un hogar, un entorno familiar, atención adecuada, y sobre todo amor y
educación, no es de recibo.
José y María vivieron para la vida real, como cualquier
pareja, no fueron creados para figurar en los altares, ni en los libros
sagrados, nadie les reverenció, ni oró a sus pies pidiéndole gracia alguna,
ellos eran parte de un entorno y en él supieron granjearse el reconocimiento de
sus amigos y vecinos, que les aceptaron tal como eran, como lo puede ser usted,
amigo lector, con aquellas personas con las cuales se relaciona, los honores y
las reverencias les llegaron muchos siglos más tarde, a través de los relatos
que han llegado a nuestras manos, luego de pasar por una grosera, y por qué no,
maliciosa manipulación.
Al comienzo de la primavera de lo que llamaremos el año uno
de nuestra era, un edicto del emperador Augusto César, decretaba que debía realizarse un censo de
población, cada uno debía empadronarse en los lugares de origen de sus
respectivas familias, siendo José y María de la tribu de Judá, debían trasladarse,
desde su residencia en Nazaret, hasta Belén, la cual quedaba distante unos 140 kilómetros,
para María, este sería un viaje muy sacrificado, por el avanzado estado de
su gravidez, la distancia , y los
peligros potenciales propios de los caminos, especialmente bandidos y
salteadores.
Estas travesías no se hacían en forma improvisada, se
organizaban grupos de viajeros para darles mayores garantías de seguridad y
protección, recuérdese, que el edicto imperial exigía la comparecencia de todos
los integrantes de la familia, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños, de
manera que la llegada a Belén, se realizó con la premura de lograr ubicación
para los agotados viajantes, donde entre sus filas, habían, como lo hemos
mencionado, niños y ancianos, a los cuales había que atender en forma
prioritaria, todo esto, debía ser resuelto, en medio de un pueblo abarrotado de
peregrinos, provenientes de todos los rincones del imperio.
Es por esta razón, de que no nos extrañamos de las
dificultades que tuvieron, José y María,
para encontrar ubicación acorde a las necesidades, de una parturienta ,que
podría dar a luz en cualquier momento, a diferencia de lo que nos han inducido
a creer, no fueron alojados en un establo, por carencia de recursos económicos,
ni por falta de solidaridad, lo más probable es que, siendo ambos, devotos cumplidores de la Ley, no sería de
extrañar, que ellos mismos, hayan preferido pasar por algunas privaciones ,
dejándole espacio a madres con niños pequeños ,o a cansados ancianos, o
enfermos necesitados de un lugar para descansar y reponerse.
Resulta interesante observar, cómo algunas decisiones,
tomadas con el propósito de acomodar algunos sucesos de gran impacto en la
opinión pública, para amoldarlos a los intereses de los formadores de opinión,
algo similar al fenómeno de Santa Claus o Papá Noel, una leyenda que toma forma
a través del genio de un dibujante, una multinacional de refrescos compra todos
los derechos, difunde la imagen por el mundo, y ahora, todos estamos pendientes
de su venida el día de navidad,
Con este razonamiento, analicemos lo siguiente, el viaje de
José y María, se realizó en la primavera
o sea en los meses de marzo -abril, María entró en trabajo de parto
alrededor de las seis de la tarde y el niño nació más o menos a las siete o
siete y media, ese día memorable para toda la humanidad fue en el mes de abril,
más precisamente, el día seis de abril del año uno de nuestra era, ahora, ¿
porqué festejamos su nacimiento un 25 de diciembre? Para responder a esta
interrogante, deberemos remontarnos a los tiempos de los primeros cristianos
romanos, el auge del cristianismo fue adquiriendo tales dimensiones, que comenzaron
a verse, como una gran fuerza expansiva,
que en poco tiempo podría conmocionar
los cimientos del imperio.
Es entonces, que el emperador Constantino, decide incorporar a los cristianos a sus planes de imponer a
los romanos una disciplina que le permitiesen a él, Constantino, someter todo
tipo de resistencia política y lograr el
apoyo de las masas.
Comenzó primeramente legalizando la religión cristiana,
permitiendo que su culto se oficiara legalmente en todo el imperio para luego
oficializarla como la religión oficial de Roma, para llegar a este punto, el
emperador se autoerigió en el protector de la iglesia y en la principal figura
dominante, impuso cambios en la doctrina, y por supuesto, manejó a su antojo a
todas sus autoridades.
La tradición del pueblo romano mantenía una muy fuerte
inclinación a las festividades de origen pagano, eran momentos de cambio y confusión,
se imponía lograr cierto sincretismo entre lo pagano y la doctrina oficial,
es ahí, entonces, que llegamos a los por
qué, del 25 de diciembre como fecha de nacimiento del niño Jesús, en esa fecha se realizaban las saturnales,
fiesta pagana por excelencia, en la cual se efectuaban bacanales en homenaje al dios sol, el venerado antiguo
dios de los romanos, como agregado a esta movida, el día santo de la iglesia
católica, se desplaza, del día sabático judío, al día del sol romano, como dice
el idioma inglés, Sunday.
Para ese entonces, ya había transcurrido más de trescientos
años de la era cristiana.
Al invento descarado, de sustitución de las fiestas
saturnales, por la navidad cristiana, deberíamos agregar, las imágenes de tres reyes magos en los pesebres
de todo el mundo, nos preguntamos: de dónde surgen que eran tres? Sus nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar,
quién se los puso? Y por último quién
los hizo partícipes de la natalidad?
Los datos reales a los que tenemos acceso, nos dicen que hubo
reyes sabios orientales, llamados magos, por sus conocimientos de alquimia, que
observando el universo, constataron una nueva estrella en el firmamento, cuyo fulgor les indicaba que
era el presagio de que había ocurrido un acontecimiento trascendente para la
humanidad.
Estos reyes magos, organizaron entonces una caravana,
llevando consigo, tal como se indica en las escrituras, oro, incienso y mirra,
elementos esenciales para rendir tributo a una divinidad, por supuesto que no
iban solos en este emprendimiento, les acompañaban sus guardias, su séquito de
servidores, el abastecimiento básico, tiendas, enseres, etc. los cuales
debieron ser transportados por una tropilla de camellos considerable, la imagen
de los tres reyes magos y sus camellos, transitando solitarios con sus
camellos, tiene solamente el peso de una tierna fábula.
Debemos agregar, que su traslado a través de las arenas del desierto, sin rutas ni bases
de aprovisionamiento a la vera de los caminos, les demandó un esfuerzo importante, jornadas de intenso calor, noches
extremadamente frías, toda una odisea, que implicaba, no solamente un gasto
importante de recursos, sino, además, un tiempo considerable.
El evangelista Mateo, nos relata que cuando ellos ubicaron
al niño Jesús, éste estaba en su casa, en compañía de sus padres, por lo que
calculamos que ya tendría unos dos años de edad.
En resumen: El
acontecimiento más trascendente en la historia de la humanidad, que marcó un
hito incomparable, no merecía tanta manipulación, la perla de gran precio, vale
por sí misma, sin la necesidad de envolverla y colocarla en un estuche, que se
ha ido transformado en un objeto, mucho más valioso que el contenido que
intenta preservar.
Una Navidad en diciembre, Reyes Magos en enero, y un Papá
Noel colorido, que les ha de desplazado a un segundo plano, con el apoyo del
marketing y el tremendo poderío de las multinacionales.
Hugo W. Arostegui
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