La Kabbalah
Esa mañana, se nos
había entregado, a cada uno de los convocados, una pequeña bolsita de tela,
cerrada por un cordel que estaba sellado por una especie de lacrado el cual se
nos recomendó especialmente no romper.
Parecía una de las
tradicionales bolsitas en las que se suelen colocar objetos finos a los cuales
se los prepara para ser entregados como presente a alguna persona a la cual por
algún motivo se le quiere agasajar.
En lo personal, estuve
observando mi bolsita, fuese lo que fuere, su contenido, sin duda, albergaba
algo que venía destinado a nadie más que a mí, mi nombre figuraba al costado
del lacre, y, adherido al sello, una invitación para presentarme en cierto
lugar y a una determinada hora.
En la invitación se
adjuntaban algunas instrucciones adicionales, tales como: debíamos presentarnos
vestidos con ropas blancas, estar descalzos, y se nos indicaba que una vez
ingresados al lugar de reunión, previamente al inicio del evento, seríamos
informados sobre cómo proceder de allí en adelante.
Con relación a lo que
habíamos recibido, se especificaba lo siguiente:
Habrá un lugar
señalado para usted, al ubicarse en el mismo, deberá sentarse sobre el tapete,
coloque la bolsa sobre su regazo, rompa el lacre con ambas manos, coloque la
bolsa en su mano izquierda, proceda a la abertura del cordón con su mano
derecha, y luego deposite suavemente su contenido, en el medio de la palma de
su mano derecha.
Eso era todo, ninguna
otra explicación o comentario se nos había hecho llegar por los organizadores
de este evento, lo único que en lo personal creí captar cuando hablaron
conmigo, fue que esta vez los concurrentes a la cita, tendríamos la oportunidad
de introducirnos en “lo que se recibe”,
lo que equivale a decir, que se nos hablaría sobre los principios
esotéricos, los que subyacen detrás, como soportes invisibles, de todas las
enseñanzas que intentan describir, desde el principio de los siglos, la
relación de los dioses con las criaturas humanas.
Y digo que creí
captar, porque mi amiga Zoar, me había anticipado tiempo atrás que estábamos en
vísperas de un encuentro, en el cual podríamos, de alguna forma, conocer los
principios rectores del universo, los mismos principios, que marcaron las vidas
de hombres como Abraham, Moisés, Buda, Jesús el Cristo, Mahoma, Zoroastro,
Confucio y otros.
Estos grandes maestros
habían sido iniciados por los portadores de el gran secreto, la historia
invisible, la que los no iniciados, aun teniendo ojos para ver, y oídos para
escuchar, solo pueden percibir lo exotérico, lo que sus concupiscencias les
permite vislumbrar, pero que no pueden, siquiera imaginar, lo que está
reservado para aquellos, que además de ser llamados, han sido, desde el
principio, elegidos.
“Y él dijo: A vosotros
os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por
parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.”
Lucas
8: 10
“Y al que puede
confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la
revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos.”
Romanos
16: 25
Si Zoar estaba en lo
cierto, si su intuición femenina no le fallaba, nuestro próximo encuentro, el
cual vislumbramos como algo muy trascendente, con el agregado de haber sido invitados
a título personal, con recomendaciones específicas y en medio del mayor sigilo,
no podría ser otra cosa, que el anhelado momento, largamente esperado, de
escuchar a uno de los más inminentes exponentes del Sefer Ietzirah, el sagrado
Libro de la Creación, me refiero al Rabino, Simón bar Iochai.
Los días han ido
pasando, a nuestro juicio, muy lentamente, los hemos utilizado para meditar,
para ayunar y orar, ciertamente, cuando intuimos que nos acercamos al umbral de
lo absoluto, una extraña sensación invade nuestro ser, la noción de estar fuera
de toda dimensión conocida, allí donde residen el Alfa y la Omega, como si todo
el universo cupiese en la cabeza de un alfiler.
Cuando ya estábamos en
la víspera de la anhelada reunión, todos los que nos aprestábamos para asistir,
recibimos este extraño mensaje:
“Y el Espíritu y la
Esposa dicen: Ven.
Y el que oye, diga:
Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente.”
Apocalipsis
22: 17
Nuestro encuentro
comenzó tal como había sido anunciado en la invitación, llegamos debidamente
vestidos con ropas blancas, ocupamos nuestros lugares previamente asignados,
nos sentamos en el suelo sobre tapetes individuales y procedimos a volcar el
contenido del interior de nuestras bolsitas de tela sobre la palma de nuestra
mano derecha.
Una vez efectuada esta
ceremonia, se nos invitó a ingresar a una amplia sala de conferencias donde
escucharíamos la disertación de nuestro conferencista, el mencionado Rabino,
Simón bar Iochai.
La introducción del
Raboni Simón:
Usamos la expresión,
Raboni Simón, por que así ha sido presentado por Agabo, y esa es la forma como
prefiere ser llamado el venerable anciano que teníamos delante de nosotros.
Hoy, hablaremos de la
Kabbalah, comienza diciendo nuestro orador, todo lo que ha ocurrido con ustedes
desde que han recibido la invitación para participar de este evento, responde a
una forma de transmitir o mostrar lo que no puede ser visto ni escuchado por
quienes no han sido iniciados, existe una zarza ardiente delante de cada
discípulo, que indica los límites entre lo santo y lo profano, entre lo que
puede ser dado y lo que no es posible recibir.
“Apacentando Moisés
las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través
del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
Y se le apareció el
Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio
que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo:
Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
Viendo Jehová que él
iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo:
¡Moisés, Moisés! Y él
respondió: Heme aquí.
Y dijo: No te
acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra
santa es.”
Éxodo
3: 1 – 5
La palabra Kabbalah,
es una palabra hebrea que significa “lo que es recibido, o que viene de otro
lugar, o que es pasado de mano en mano”.
Desde siempre, la
relación de Dios con sus hijos ha sido encaminada por dos carriles que se
complementan, uno, es el lenguaje escrito, conteniendo el mensaje exotérico, el
que puede ser estudiado y escudriñado por cualquiera que tenga la sana
intención de hacerlo, y que es transmitido por un hombre inspirado por Dios,
bajo la influencia del Espíritu Santo, la obra del hombre que recibe y escribe
para comunicarlo a otros hombres.
El otro, es lenguaje
de los símbolos, el esotérico, “el que se recibe, que proviene de lo alto, que
es pasado de mano en mano a través de la “vivencia” la cual no puede ser
escrita ni grabada salvo bajo la forma sutil de lo que se percibe entre líneas
y solo puede ser comprendido por quien es “iniciado” en su conocimiento a
través de la experiencia directa, “recibido de mano en mano”.
Esta forma de
comunicación es el origen y la razón de ser de la Kabbalah, y es el fundamento,
sobre el cual, se han erigido todas las organizaciones secretas que veneran y
sirven al Gran Arquitecto del Universo, desde el principio de los tiempos, tal
como lo apreciaremos en el correr de este relato.
Cuenta la tradición,
que ha sido el patriarca Abraham, el autor del libro Sefer Ietzirah, conocido
como “El Libro de la Creación”, en el cual registró las enseñanzas que
recibiera por mano de Melquisedec, rey de Salem, el cual era depositario de las
Llaves del Sacerdocio, que permitían “abrir el conocimiento” de los misterios y
secretos de la creación, tal como son expuestos en la Cábala.
Todos los grandes
profetas recibían por “imposición de manos” - de ahí el término de que “lo que
se recibe” sólo se puede recibir “de mano en mano” - la ordenación en el Santo
Sacerdocio según la orden establecida por el Verbo de Dios y estos iniciados no
necesariamente debían de ser hebreos, existe una profusa información sobre la
vida de muchos de estos hombres que nada tenían que ver con la tribu autorizada
de los Levitas, únicos poseedores del sacerdocio establecido por Moisés.
El texto que voy a
citarles es un claro exponente de la terminología empleada por los iniciados en
la Cábala, de la lectura de las “señales” insertas en el texto por el autor, se
esconden principios cabalísticos de enorme trascendencia.
“Porque este
Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a
Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quién asimismo
dio Abraham diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de
justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
Sin padre, sin madre,
sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho
semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
Considerad, pues, cuán
grande era éste, a quien aún Abraham el patriarca dio diezmos del botín.
Ciertamente los que de
entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del
pueblo los diezmos según la ley, es decir de sus hermanos, aunque éstos también
hayan salido de los lomos de Abraham.
Pero aquel cuya
genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo
al que tenía las promesas.
Y sin discusión
alguna, el menor es bendecido por el mayor.
Y aquí ciertamente
reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quién se da testimonio
de que vive.
Y por decirlo así, en
Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba
en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
Sí, pues, la
perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo
la ley)
¿Qué necesidad habría
aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no
fuese llamado según el orden de Aarón?
Porque cambiado el
sacerdocio, necesario es que haya también cambio en la ley; y aquel de quien se
dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.
Porque manifiesto es
que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés
tocante al sacerdocio.
Y esto es aún más
manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no
constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino
según el poder de una vida indestructible.
Pues se da testimonio
de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.
Queda, pues, abrogado
el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada
perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a
Dios.
Y esto no fue hecho
sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes;
pero éste, con el juramento del que le dijo:
Juró el Señor, y no se
arrepentirá:
Tú eres sacerdote para
siempre, Según el orden de Melquisedec.
Por tanto, Jesús es
hecho fiador de un mejor pacto.
Y los otros sacerdotes
llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas
éste, por cuánto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo
cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios,
viviendo siempre para interceder por ellos.
Porque tal sumo
sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores,
y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como
aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados,
y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo.
Porque la ley
constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento,
posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.”
Hebreos
7: 1 – 28
Este pasaje que he
citado de la epístola de Pablo a los hebreos, nos brinda un ejemplo nítido de
las enseñanzas de la Cábala, es una clara demostración del contenido exotérico
de la letra de la ley, una ley escrita por hombres mortales para regir las
vidas de hombres mortales, una serie de preceptos que les permitirá mirar sin
ver, oír sin escuchar, y beber sin saciarse.
Los principios de la
Cábala se encuentran sutilmente enunciados en los escritos proféticos, digamos
que las escrituras describen todo lo que el hombre piensa que debe saber,
mientras que los signos encubiertos entrelíneas, indican los contenidos
esotéricos, para la orientación de aquellos que han sido iniciados en su
lectura.
Veamos, bajo la pupila
de un iniciado, los signos expuestos en la siguiente lectura:
“Jehová me poseía en
el principio, ya de antiguo antes de sus obras.
Eternamente tuve el
principado, desde el principio, antes de la tierra.
Antes de los abismos
fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas.
Antes que los montes
fuesen formados, antes que los collados,
Ya había sido yo
engendrada; no había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del
polvo del mundo.
Cuando formaba los
cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo;
Cuando afirmaba los
cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo;
Cuando ponía al mar su
estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento;
Cuando establecía los
fundamentos de la tierra, cuando él estaba yo ordenándolo todo,
Y era su delicia de
día en día, teniendo solaz delante de él todo el tiempo.
Me regocijo en la
parte habitable de su tierra;
Y mis delicias son con
los hijos de los hombres.
Ahora, pues, hijos
oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos.
Atended el consejo, y
sed sabios, y no lo menospreciéis.
Bienaventurado el
hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes
de mis puertas.
Porque el que me halle
hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.
Mas el que peca contra
mi defrauda su alma;
Todos los que me
aborrecen aman la muerte.”
Proverbios
8: 22 - 36
Estas formas de
expresión son propias de la Cábala, el iniciado encuentra en la lectura del
texto claros indicios que le permiten “captar” lo que se recibe, lo que no
puede divulgarse, es decir, lo que no puede estar al alcance del vulgo, lo que
sólo es percibido a través de los signos y señas subyacentes, los cuales, no
obstante estar visibles para el lector, permanecen ocultos a su entendimiento.
Como estoy hablando de
cosas que se reciben de mano en mano, es obvio de que no voy a ahondar en
explicaciones específicas, cada uno de ustedes deberá hacer uso de su capacidad
deductiva, de lo contrario, lo secreto dejaría de ser tal, todo aquello que la
Cábala transmite requiere el uso de la particular sintonía del receptor.
Esta es la única
manera de mantener secreto lo que no puede ser divulgado.
Ahora, antes de continuar,
considero conveniente realizar algunas advertencias dirigidas a aquellos que
hayan decidido aventurarse en la investigación de los orígenes de la Cábala.
Quien sonda los
misterios de la Cábala, debe saber que lo hace por su propia cuenta y riesgo.
Un autor, que
seguramente era un iniciado, de nombre, Agustín Calmet, escribió unos años
antes de la Revolución Francesa, lo siguiente:
“Dios dio a Moisés en
el monte Sinaí no solamente la ley, sino que además le dio la explicación de la
ley.
Cuando él descendió y
entró en su tienda, su hermano Aarón fue a su encuentro, y Moisés le transmitió
las leyes que recibiera de Dios.
Después de esto, Aarón
se colocó a la derecha de Moisés; Eleazar e Itamar, hijos de Aarón, entraron,
entonces Moisés les repitió lo que acababa de decirle a Aarón.
Después de que ambos
se hubieran ubicados uno a la derecha y el otro a la izquierda de Moisés,
entraron al recinto los setenta ancianos de Israel que componían el Sanedrín.
Moisés les expuso de
nuevo las mismas leyes que había relatado a Aarón y a sus hijos.
Luego de esto, dejaron
entrar a todas las otras personas del pueblo que así lo desearan… De manera que
Aarón escuchó cuatro veces lo que Moisés recibiera de Dios en la montaña,
Eleazar e Itamar, lo oyeron tres veces, los setenta ancianos lo oyeron dos
veces, y los del pueblo que estaban presentes, solo una vez.
Y Moisés, se dedicó a
escribir enseguida, las leyes que recibiera de Dios, más no dio ninguna
explicación de la razón de esas leyes.
El se limitó a confiar
en la memoria de cada uno, lo que había recibido que no debía ser escrito.
Se llama a esta
explicación, no escrita, la ley oral, para distinguirla de las leyes escritas.
Esta llamada ley oral,
no puede ser transmitida, sino que les es explicada en el transcurso de una
ceremonia de iniciación en la cual el Espíritu desciende sobre el discípulo.”
Moisés, no obstante su
grandeza, no fue el primero en recibir la tradición cabalística.
Como ya dijimos, antes
que él, Abraham la recibió de manos de un misterioso personaje del cual sólo
sabemos algunas referencias, seguramente era tal su significación en los planes
de Dios, de que nos es vedada una información más explícita sobre él, me
refiero a Melquisedec, el príncipe de paz, rey de Salem.
Este pensamiento llega
a provocar vértigo y revela un misterio que ultrapasa la comprensión humana.
Hay un pasaje de la
Cábala que advierte contra el peligro que existe de que nos perdamos en medio
de ese vértigo:
“Tú explicarás desde
el día en que Dios creó a Adán en la tierra, más no explicarás lo que existe
encima, lo que existe debajo, lo que ha sido y lo que será”
Este texto parece
enigmático, no obstante, es muy simple.
Lo que existe encima y
lo que existe debajo, se refiere al misterio de los orígenes del mundo.
Ahora, tengamos en
cuenta, que el misterio sobre los orígenes del mundo es el propio misterio de
la Cábala, ya que ésta contiene todo lo referente al Verbo de Dios, el Verbo
con el cual Dios creó el universo.
Reitero, el misterio
de los orígenes nos sobrepasa - los de la Cábala como los del mundo – sin duda,
no es nada fácil tener acceso a ellos.
Antes de intentar
abordarlos, la Cábala advierte al investigador, así como yo mismo lo hago.
La Cábala cuenta dos
historias simbólicas que ilustran esta advertencia.
Una de las historias
dice que Simón Ben Zoma, estaba vagando por el mundo cuando el Rabino Josué
pasó por el y le saludó dos veces, Simón, simplemente no le respondió.
Le dijo entonces el
Rabino Josué: Qué pasa al final contigo, Ben Zoma, ¿De dónde tus pies te han
traído?
El le respondió: Yo
estaba meditando.
El Rabino Josué
exclamó: Pongo al cielo y a la tierra por testigos de que no me iré de aquí
antes de que me hayas dicho de dónde vienes; Ben Zoma, respondió: Contemple el
origen y comprendí que el Espíritu de Dios no caminaba por las aguas
primordiales como se cuenta, sino que planeaba como un pájaro.
El Rabino Josué, se
volvió entonces hacia donde estaban sus discípulos y les dijo: Ben Zoma, ya se
fue.
Poco tiempo después,
tal como lo anunciara, Ben Zoma murió.
La intromisión en los
dominios privados del espíritu, es, frecuentemente, como en este ejemplo, un
presagio de muerte.
Cuando alguien sueña
que penetra en un mundo desconocido e inaccesible, o cuando contempla el
misterio de los orígenes, está siendo llamado desde el más allá.
La otra historia se
refiere a cuatro rabinos sabios que se llamaban Ben Azzai, Ben Zomah, Aher y el
rabino Aquiba.
Los cuatro habían
logrado ingresar en el Pardes (el Pardes es el Paraíso, el origen de la luz y
de la beatitud) Uno lo contempló y murió, el otro se extravió y nunca más fue
encontrado, el tercero luego de la contemplación perdió de tal forma el juicio
que salió por los campos desbastando las plantaciones.
Apenas uno de ellos
subió en paz y descendió en paz.
De los cuatro sabios,
sólo uno logró alcanzar con éxito su objetivo.
La experiencia
iniciática puede llevar a la muerte, a la locura, o a la herejía, si no fuera
bien conducida, si no es guiado conforme a lo prescrito por el Verbo y el ritual
sin ser negligente a las advertencias que el Libro describe.
Se trata de algo mucho
más que un simple alerta simbólico: Los males descritos en ese texto son bien
reales, como lo demuestra la medicina psicosomática que cuida del físico, lo
corporal, a partir de lo psíquico.
Un choque psicológico
para el cual no estamos preparados nos puede conducir a la locura, esto lo
saben bien todos los psiquiatras.
Quien quiera conocer
la Cábala, sus prácticas mágicas, sus misterios profundos, lo debe hacer por su
propia cuenta y riesgo.
No hay ninguna
necesidad de contar con hombres armados para defender los secretos espirituales
de la tradición, ellos se defienden muy bien por sí mismos.
Ahora, voy a contarles
algunas experiencias de las cuales he sido protagonista, lo hago, para que
puedan captar, a través del relato, la magnitud del mensaje contenido en el
Libro de los Misterios.
Por más que la Cábala
cuenta con una venerable antigüedad, por más que se remonte al amanecer de los
tiempos, muchas de sus actividades no han perdurado, sólo ha sido posible
mantener su llama encendida a través de algunos acontecimientos históricos que
de hecho podemos catalogarlos de notables.
Ya les he hablado de
Melquisedec, de la iniciación de Abraham y de Moisés, de los iniciados que han
dejado su huella indeleble en las escrituras de todas las religiones del mundo,
ahora voy a hablarles de lo que denominaré: El Gran sínodo.
Cuando Jerusalén
acababa de ser destruida por los ejércitos romanos, conjuntamente con la
destrucción, se implantó por parte de los invasores, una implacable persecución
a todo tipo de manifestación de tipo religioso, cultural, o que hiciese
siquiera alguna mención a la tradición cabalística.
Estaba estrictamente
prohibido, bajo pena de muerte, que los hebreos pudiesen retornar a llorar
sobre las ruinas de lo que había sido su patria.
La nación entera fue
dispersa en el exilio y el peor de todos los males de esa hora nefasta de
nuestra historia, fue la pérdida de las tradiciones orales, ya sea por el martirio
de los iniciados o por la tenaz persecución de que eran objeto los que aún
permanecían fieles al conocimiento adquirido.
Como resultado de esta
situación que les describo, la verdadera Cábala fue olvidada, surgieron los
farsantes que la sustituyeron por la hechicería y la superstición.
Estos hechiceros y
farsantes ocuparon, bajo la protección del imperio dominante, los lugares que
antiguamente correspondían a los maestros iniciados en la tradición oral, en la
preservación de los sagrados misterios de la creación.
La oscuridad comenzó a
suplantar a la luz, la ignorancia y la herejía se abatieron sobre el mundo,
comprendí que algo debía de hacerse de inmediato, antes que la vida se apagase
en los perseguidos discípulos, y, junto con ellos, todo el caudal de
conocimientos largamente atesorados.
Estuve meditando
largamente sobre los pasos que debían darse, ayuné y oré, me vestí de cilicio,
cubrí mi cuerpo de cenizas, hasta que la respuesta me fue revelada por el
Espíritu de Dios.
Una vez obtenida la
aprobación divina, libre una sigilosa comunicación a los iniciados que estaban
en la diáspora, la convocatoria era clara y perentoria, he aquí las palabras
que les dirigí con el objetivo de reunirlos:
“Por que, en estos
días de tormento, permaneceremos semejantes a una casa que se apoya en una
única columna o a un hombre que se sustenta en una sola pierna?
Es la hora de
reaccionar, de lo contrario los hombres perderán la pequeña luz que los hacía
vivir.
Congreguémonos en ese
campo donde existe un área que hoy está abandonada,- este lugar era donde se
erguía el destruido Templo de Salomón, aquel por el cual todos los iniciados
del mundo guardan luto- .
Vengan como para un
combate, armados de consejos, de sabiduría, de inteligencia, de ciencia y de
atención.
Reconozcamos como
único maestro a aquel que dispone de los vivos y de los muertos, El Gran
Arquitecto de todos los mundos.
Profiramos juntos
palabras de verdad que las entidades superiores gustan de escuchar y todo el
mundo vendrá a reunirse en torno a nosotros para escucharnos.”
En el día indicado y
de acuerdo a las instrucciones recibidas, los convocados se fueron congregando
en lo que fuera el patio interior del destruido templo de Salomón, mas
concretamente en un espacio circular que aún permanecía cercado por los restos
de una muralla.
A medida que llegaban,
tal como lo han hecho ustedes en el día de hoy, todos se fueron ubicando en
silencio en los lugares previamente asignados, así permanecieron hasta que
llegaron todos, y nadie atinó a realizar el menor movimiento hasta que se les
fuera indicado por el Gran Maestro que les había convocado en el mayor sigilo.
Al observar a ese
pequeño grupo de rabinos, sentados en silencio reverente, la emoción se apoderó
de mi alma, cuánto poder emanaba de esos humildes hombres, agobiados por el
peso de su responsabilidad, obligados a vivir en el exilio y en la
clandestinidad, cada uno de ellos tenía la suficiente energía como para disipar
las sombras que cubrían a nuestros pueblos, más el día y la hora de actuar, no
dependía de ninguno de ellos, sólo el poseedor de las llaves podría hacerlo, y
esa persona no era otro, que yo mismo, el Rabino Simón bar Iochai.
En silencio, me ubique
en el medio de ellos, y embargado por la emoción, rompí en llanto, dejé que las
lágrimas surcaran mi rostro y así permanecí por un largo tiempo.
Una vez repuesto, alcé
mi voz, y les dije:
“¡Desgraciado de mí si
revelo los grandes misterios! Desgraciado de mí.
Pero, siento a la vez,
de que algo debemos hacer, en ausencia de un santo templo que albergue nuestro
silencio, algo debemos hacer, para que aquellas cosas sagradas que se nos han
confiado, no se pierdan en la bruma del olvido, este es el motivo de vuestra
presencia, varones hermanos, ¿Qué haremos?
Todos los iniciados
permanecieron en silencio.
Pasado un tiempo, uno
de los congregados, llamado rabino Abba, se levantó y yendo hasta donde me encontraba,
se expresó de esta manera: “Puedo decir algunas palabras con su permiso, Gran
Maestro, pregunto: ¿No está escrito que los secretos pertenecen a quienes los
obedecen? Y nosotros, que estamos reunidos en este momento, no obedecemos al
Gran Arquitecto del Universo?
¿ no hemos sido ya
iniciados en los secretos del Templo?
Dichas estas palabras,
el rabino Abba, se dirigió con la mirada al resto de los discípulos, ellos
inclinaron sus cabezas en señal de aprobación y asumieron el compromiso de mantener
en secreto todo lo que sucediese en el encuentro.
Luego hicieron un
círculo a mi alrededor, colocaron sus manos junto a las mías, y solemnemente
levantaron conmigo las señas de la hermandad hacia el cielo.
Luego de realizar el
círculo de oración, llamé al discípulo Eleazar y lo hice sentar delante de mí,
luego le solicité al rabino Abba que se pusiese del otro lado.
Entonces les dije:
“Formamos el
triángulo, que es el modelo primordial de todo lo que existe, representamos la
puerta del templo y sus dos columnas.”
Luego permanecí
callado y todos los presentes respetaron mi silencio.
Fue entonces que
ocurrió el milagro, se escuchó un sonido de voces, como si hubiese una
asamblea.
Todos comprendimos que
eran los espíritus que moran en los cielos que habían descendido para
escucharnos.
Todos los discípulos
se estremecieron un tanto asustados, entonces yo les dije:
“Nada teman. Nuestro
Dios reinó en el pasado sobre los hombres recurriendo al miedo, más en el
presente, el nos gobierna por el amor.
No nos fue dicho:
Amarás a tu Dios. Y no nos dijo, El mismo: Yo les amo.
Después agregué: La
doctrina secreta es para las almas meditativas, las que son agitadas y
desprovistas de equilibrio psicológico no la pueden comprender.
¿Es posible clavar un
clavo en un muro que se mueve, a punto de derrumbarse al menor choque?
El mundo entero está
fundamentado en el misterio; más el misterio último, el de la iniciación, no es
revelado ni siquiera a todos los ángeles del cielo.
El cielo se inclina
para escucharnos, pero yo, fiel a la tradición, no les hablaré sin un velo.
La tierra enmudece
para escucharnos, por eso me expresaré apenas por medio de símbolos: Somos, en
este momento, las columnas del Templo y las puertas del universo.”
Estamos reconstruyendo
el templo de Salomón espiritualmente, todos los iniciados que hoy me rodean,
restauran simbólicamente el templo destruido por los romanos.
Dentro de cada uno de
nosotros está la luz del conocimiento, y, al juntarnos en este círculo de
oración, los poderes del cielo transforman estos restos demolidos por la
barbarie en un lugar santísimo, una zarza ardiente impenetrable, nada ni nadie
lo puede profanar, es aquí que hablaremos de los principios sagrados que
debemos preservar.
Esta es una reunión
histórica, un verdadero Sínodo cuyo epicentro está ubicado en este templo, en
esta bendita tierra de Palestina, pero su influencia irrumpirá en la vida de
los siglos venideros, los secretos que hoy develamos, serán un tesoro de valor
incalculable, nuestras llaves, abrirán el cerrojo de lo desconocido y destilará
como rocío del cielo humedeciendo con sus gotas de vida, la sequedad de la
ignorancia.
“Bienaventurado el
hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia;
Porque su ganancia es
mejor que la ganancia que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro
fino.
Más preciosa es que
las piedras preciosas; Y todo lo que puedes desear, no se puede comparar con
ella.
Largura de días está
en su mano derecha; En su izquierda, riquezas y honra.
Sus caminos son
caminos deleitosos, y todas sus veredas paz.
Ella es árbol de vida
a los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen.
Jehová con sabiduría
fundó la tierra; Afirmó los cielos con inteligencia.
Con su ciencia los abismos
fueron divididos, y destilan rocío los cielos.”
Proverbios
3: 13 - 20
Cada uno de los
presentes era un templo en sí mismo.
La Cábala nos enseña
que el hombre contiene en su ser todos los elementos con los cuales se ha ido
creando el universo.
Leamos del Libro de
los Misterios:
“Como la Alquimia y
todas las disciplinas ocultas, La Cábala dice que el hombre contiene en su
humana dimensión todo el universo.
Es por eso que se lo
define como un microcosmo.
Notemos, de paso, que cuando
el esoterismo dice que el hombre es como el universo, que lo que está encima es
como lo que está debajo, no se está aludiendo a la igualdad sino que esa
expresión es una analogía.
El hombre y el mundo
no son semejantes y menos aún iguales: El hombre y el mundo son análogos.
Según las ciencias
ocultas, los objetos que se conforman con la misma ley en el universo son
análogos a los órganos humanos.
La naturaleza muestra
seres de constituciones variadas (minerales, vegetales, etc.) que se agrupan
con la finalidad de formar planetas, los cuales se agrupan a su vez para formar
sistemas solares.
Los planetas y sus
satélites dan origen a la vida en el universo de la misma manera que el
funcionamiento de los órganos da nacimiento a la vida humana.
Los órganos y los
planetas, aunque sin duda, sean dimensiones absolutamente incomparables, actúan
en función de una misma ley, por lo que son análogos.”
Para la Cábala, los
planetas constituyen los órganos del universo; tal como lo son el hígado, los
pulmones, el corazón, etc., con relación a la conformación del cuerpo físico
del hombre.
En el ser humano, la
vida resulta y depende de la corriente sanguínea que riega todos sus órganos,
elimina los residuos y restaura todo su potencial vital.
En el universo, opera
algo similar, la vida es resultado de las ondas de luz que reciben todos los
planetas.
Además de eso, la luz
que expulsa los residuos planetarios: Los llamados agujeros negros descubiertos
por los astrónomos modernos, operan como verdaderos centros de reciclaje, como
enormes depósitos de materia inutilizada.
El eminente
científico, Albert Eistein, demostró a través de sus investigaciones, que la
materia, las estrellas, el universo, son compuestos de luz, alineándose con el
conocimiento que los antiguos sacerdotes astrólogos de Egipto, ya conocían y
divulgaban en una clara demostración de la formación cabalística que habían
recibido.
En el hombre, cada
glóbulo sanguíneo es un “ser” verdadero que es constituido a imagen del propio
hombre.
La ciencia biológica
demuestra que todo está en todo, e impone, por sí misma, la siguiente
conclusión: el fluido vital contiene una infinidad de “seres”.
Ocurre lo mismo con la
luz, ella contiene una infinidad de fotones que son gránulos de luz, como bien
lo explicaba Eistein.
Son esos fotones que,
amalgamados y puestos al abrigo de cualquier influencia material, producen la
energía vital que da vida a los ángeles que rondan el trono de Dios y ejercen
diferentes oficios en la jerarquía de los cielos.
La Cábala práctica
estudia desde siempre a estos seres, verdaderos receptores-transmisores de la
luz contenida en el universo, ella, la luz, actúa sobre ellos y les concede
todos sus poderes, es de esta investigación que se nutre la astrología, la
demonología y todas las otras técnicas desarrolladas por la Cábala.
La fuerza vital
transmitida por la sangre no es la única en el hombre.
Por encima de ella,
existe la fuerza de los nervios, el fluido nervioso domina los fenómenos
vitales.
Este fluido puede
actuar por la voluntad, por medio del cerebro y de los nervios raquidianos u
orgánicamente, por intermedio del sistema nervioso simpático, siendo éste
último, el sistema nervioso simpático, el cuerpo astral de los ocultistas.
Para los ocultistas,
en realidad el hombre tiene una composición triple, a saber:
El cuerpo material
(físico), el cuerpo astral y el cuerpo de luz.
Cuando llega el
momento de su muerte el individuo se despoja de los dos primeros como si estos
fuesen simplemente unos envoltorios que le han cubierto durante su etapa
terrenal.
El fluido nervioso, en
todo caso, no es conducido de la misma manera que la vida, por “seres” (los
glóbulos sanguíneos) el parte de algo que es la célula nerviosa y va
directamente a un centro de recepción (un centro nervioso).
La Cábala nos dice que
con él ocurre lo mismo que en el universo: Dentro de las corrientes de luz se
encuentra un fluido misterioso independiente de la naturaleza de la misma
manera que la fuerza nerviosa es independiente de los glóbulos sanguíneos.
Directamente emanada
de Dios, ese fluido es también parte del cuerpo de Dios, ha existido desde
siempre, es eterno, los antiguos le han denominado de una forma simple y
simbólica: En el principio Dios organizó las inteligencias.
“El que guarda sus
mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe
todas las cosas.
También el hombre fue
en el principio con Dios.
La inteligencia, o
sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser.
Toda verdad es
independiente para obrar por si misma en aquella esfera en que Dios la ha
colocado, así como toda inteligencia; de otra manera no hay existencia.
He aquí, esto
constituye el albedrío del hombre y la condenación del hombre; porque
claramente le es manifestado lo que existió desde el principio, y no reciben la
luz.
Y todo hombre cuyo
espíritu no recibe la luz está bajo condenación.
Porque el hombre es
espíritu. Los elementos son eternos; y espíritu y elemento, inseparablemente
unidos, reciben una plenitud de gozo; y cuando están separados, el hombre no
puede recibir una plenitud de gozo.
Los elementos son el
tabernáculo de Dios; sí, el hombre es el tabernáculo de Dios, a saber, templos;
y el templo que fuere profanado, Dios lo destruirá.
La gloria de Dios es
la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad.”
Doctrina
y Convenios 93: 28 – 36
Esta escritura que les
he citado nos describe claramente los principios enseñados hace milenios por
Melquisedec, el padre de la Kabbalah, es innegable la presencia esotérica en
esta revelación, la lectura lineal nos puede resultar interesante y novedosa,
más no ha sido éste el sentido que la ha provocado.
Luz, verdad,
inteligencia, existencia, eternidad, espíritu y elemento, son mucho más que
meras palabras, son parte de la simbología que evoca aquello que no puede
repetirse, lo que debe recibirse de mano en mano, lo que sólo puede ser
representado más nunca especificado vulgarmente.
En cuánto al
significado de lo que habéis recibido al ser convocados, me refiero a la
pequeña bolsa de tela y a su contenido, estoy seguro de que os habréis
realizado algunas interrogantes al respecto.
Toda aproximación a
las enseñanzas contenidas en la Cábala, debe ser precedida por una introducción
que nos permita evaluar la comprensión
lectora del iniciado en todo lo concerniente a la expresión esotérica del
verdadero mensaje.
Lo que se recibe, lo
que sólo puede ser transmitido por medio de los “signos y señas” del lenguaje
simbólico.
Los símbolos actúan
como receptores-transmisores de la luz que proviene directamente de Dios, la
misma luz que iluminaba la zarza ardiente que maravilló a Moisés, una luz que
sólo puede ser percibida por quién posea el equipamiento adecuado, es decir,
que tenga la capacidad de convertir las señales emitidas por reflejo, como si
los símbolos fueran cristales reflectores de luz, en el conocimiento destilado
cual rocío desde los cielos.
Un ejemplo, de esta
forma tan peculiar de comunicación celestial, lo podemos apreciar mejor, en la
siguiente lectura de cuño netamente cabalístico:
“El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Al que venciere, daré
a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita
escrito un nombre nuevo, el que ninguno conoce sino aquel que lo recibe”
Apocalipsis
2: 17
“Porque contigo está
el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.”
Salmos
36: 9
Cuando finalice
nuestra exposición, seguramente, cada uno de ustedes, al regresar a sus lugares
de origen, intentará guardar en sus ordenadores informáticos, las impresiones
que han quedado prendidas en vuestras retinas espirituales.
Es pensando en esa
posibilidad, que me permito deslizarles algunas apreciaciones sobre lo que les
puede haber ocurrido durante todo este tiempo en que me han escuchado.
Nosotros mismos somos
de alguna forma análogos a las computadoras, de hecho no existe, en ninguna
parte del universo, un ordenador más perfecto, que el que nuestro Dios, nos ha
puesto en cada uno de nuestros intelectos.
Existe en nuestro
“disco duro” personal, toda la información que necesitamos, todo lo que hemos
compartido se encuentra guardado en nuestras mentes, lo que ha ocurrido, es que
“al abrir nuestros ojos” por primera vez, en este mundo terrenal, - como lo atestiguan la gran mayoría de
las religiones -, un extraño velo se ha interpuesto, entre esa información y
nosotros.
Al igual que la
información guardada en vuestros ordenadores informáticos, si habéis protegido
dicha información con alguna “clave de acceso” y por alguna circunstancia, esa
clave se pierde entre la bruma de un velo de olvido, todo lo que allí se
encuentra atesorado, por más valioso que fuese, por más que nos desvelemos en
encontrarlo, sin la “clave de acceso” permanecerá oculto.
Los símbolos, los
signos, las señas, que de alguna forma les he ayudado a identificar, contienen
la información, “la clave de acceso” el “nombre nuevo” que libera a la mente de
ese “velo de olvido” y pone a nuestro alcance todo lo que allí se encuentra
guardado desde el principio de los tiempos.
Antes de terminar,
quiero hacer mención a la relación de pareja de nuestros Padres,
Yahweh y Shekinah, la
cual es el modelo o paradigma, bajo el cual han sido creados nuestros primeros
padres terrenales, es decir, Adán y Eva.
La Cábala ha enseñado
desde siempre sobre la función de los sexos en todo lo referente a la creación
de la vida, para los principios cabalísticos, no existe mayor pecado para un
hombre, que el permanecer sin una mujer.
Nos hemos preguntado
alguna vez, ¿el por qué de esta afirmación, admitida por todas las grandes
religiones?
Todos nosotros hemos
crecido con una información equivocada y tendenciosa, se nos ha enseñado que la
primera pareja que ha estado sobre la tierra, fue expulsada del paraíso por
causa de su desobediencia y que la relación que han mantenido posteriormente ha
sido condenada por “carnal y pecaminosa”.
Quizás, este sea el
mayor secreto jamás guardado, ninguno de nosotros se ha animado a siquiera
imaginar cómo es la vida sexual de nuestros padres celestiales.
Las revelaciones
modernas han dado a conocer que existe en los cielos una ley que rige la
evolución de la familia humana y esta ley es conocida como: La ley de progreso
eterno, cuya premisa es la siguiente:
“Tal, como el hombre
es hoy, Dios lo fue; Tal como Dios es ahora, el hombre puede llegar a ser”.
De manera que si el
hombre hoy necesita una compañera para alcanzar el más alto grado de
exaltación, en algún momento nuestros padres debieron hacer lo propio, tal como
lo describe la siguiente escritura:
“En la gloria
celestial hay tres cielos o grados; y para alcanzar el más alto, el hombre
tiene que entrar en este orden del sacerdocio (es decir, el nuevo y sempiterno
convenio del matrimonio); y si no lo hace, no puede alcanzarlo.
Podrá entrar en el
otro, pero ése es el límite de su reino; no puede tener progenie.”
Doctrina
y Convenios 131: 1 – 4
La doctrina de
Melquisedec, ha resurgido en estos tiempos de restauración, ya no son las
organizaciones secretas solamente las que pregonan los principios de la Cábala,
hoy es posible calificar para entrar en un templo y “sellarse” por tiempo y por
la eternidad con la mujer con la cual, unidos por el amor recíproco, han decidido,
de libre y espontánea voluntad, compartir toda su existencia.
Ahora bien, ¿alguna
vez se han puesto a pensar en el amor y en la atracción sexual del uno por el
otro que conlleva este sentimiento tan intenso entre un hombre y una
mujer?
La Cábala ha
transmitido la orientación correcta en todo lo relacionado con la pareja
humana, la cual ha sido creada a imagen y semejanza de la de sus Padres
Celestiales, el Gran Creador, el Arquitecto del Universo, también es el Padre
de las artes y de la poesía.
¿Pueden imaginar un
Dios poeta? ¿Un Dios capaz de ser romántico, sensible y galanteador con su
amada compañera?
Uno de los libros más
hermosos y demostrativo de la poesía divina se encuentra inserto en la Biblia,
todos se preguntan cómo es posible que eso suceda, cómo, los que han
compendiado ese conjunto de libros que es la Biblia, pueden haber cometido un
error tan grueso, como todos creen que aconteció, al permitir que un libro de
contenido erótico, como sin duda lo es, el Cantar de los Cantares de Salomón,
esté allí, en medio de los libros sagrados que conforman lo que es admitido
como “La palabra de Dios” ¿cómo es posible? Se preguntan escandalizados.
Lo cierto es que el
libro está, y si permanece aún entre los libros sagrados es porque así lo ha
querido el propio Dios, la poesía de los enamorados es parte del Plan de
Salvación, multiplicar y henchir la tierra no es simplemente procrear, es amar,
es acariciar, desear la compañía del ser querido, es un acto de entrega, es
dejar de ser dos seres separados para fundirse en una sola carne, cada uno es
la mitad de un todo eterno.
Leamos algunas
estrofas de este libro e intentemos extraer el lenguaje de sus símbolos:
“Yo soy la rosa de
Sarón, Y el lirio de los valles.
Como el lirio entre
los espinos, Así es mi amiga entre las doncellas.
Como el manzano entre
los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes.
Bajo la sombra del
deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del
banquete, Y su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con pasas,
confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté
debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace.
Yo os conjuro, oh
doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni
hagáis velar al amor, Hasta que quiera.
¡La voz de mi amado!
He aquí él viene saltando sobre los montes,
Brincando sobre los
collados.
Mi amado es semejante
al corzo, O al cervatillo.
Helo aquí, está tras
nuestra pared, Mirando por las ventanas, Atisbando por las celosías.
Mi amado habló y me
dijo: Levántate oh amada mía, hermosa mía y ven.
Porque he aquí ha
pasado el invierno, Se ha mudado, la lluvia se fue: Se han mostrado las flores
en la tierra,
El tiempo de la
canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado
sus higos, Y las vides en cierne dieron olor; Levántate, oh amiga mía, hermosa
mía y ven.
Paloma mía, que estás
en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados y parajes, Muéstrame
tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
Cazadnos las zorras,
las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; Porque nuestras viñas están
en cierne.
Mi amado es mío, y yo
suya; El apacienta entre lirios.
Hasta que apunte el
día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío;
sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de
Beter.”
Cantar
de los Cantares 2: 1 – 17
La poesía de estos
versículos, nos habla de la mutua atracción de los amantes, del ardiente deseo
de estar juntos y contemplarse, embelezados, radiantes de gratitud por haberse
encontrado el uno al otro.
Cada uno de
nosotros posee, al nacer, en su estado de mayor pureza, la semilla del amor,
esta semilla nos es entregada por nuestros progenitores celestes, para que la
utilicemos en esta nueva etapa de nuestra existencia.
El amor, nos ha
acompañado desde siempre, de hecho, somos la consecuencia del amor, el Ágape,
el grado mas excelso del amor, encendió el Eros en la íntima relación de
nuestros padres celestiales, ellos organizaron nuestro cuerpo espiritual, de la
misma manera que nuestros padres terrenales, de los cuales son imagen y
semejanza, organizaron el cuerpo físico del cual estamos recubiertos los mortales.
Considero que les
he dejado un sendero pleno de señales, estas señales están allí con el
propósito de servirles de orientación en vuestro camino por la vida, recuerden
de que si son capaces de percibirlas es porque vuestra capacidad de percepción
ha adquirido la madurez suficiente como para que puedan iniciar el vuelo, tal
cual los polluelos de las aves, que una vez crecidos y dotados de sus alas, se
arrojan al vacío para desafiar al abismo.
Es todo por esta
vez, mirad cada tanto el contenido de vuestras pequeñas bolsas, y no os
olvidéis jamás de alimentar vuestra alma.
Hugo
W Arostegui