sábado, 7 de marzo de 2020

Los Desafíos


Nuestra mente trabaja continuamente (esperemos que así sea). El problema es que la mente, como ya hemos dicho en otras ocasiones, puede ser nuestra mayor aliada o nuestro peor enemigo. En ocasiones no tenemos éxito en nuestra carrera e incluso no sabemos qué hacer, y el problema no tiene nada que ver con el ámbito profesional, sino porque nuestra mente está en otro lugar, dedicada a ciertos pensamientos improductivos que únicamente nos restan potencia para seguir avanzando.

Somos lo que pensamos, y actuamos en función de cómo pensamos. Por tanto, ¿está nuestro pensamiento realmente enfocado, o por el contrario, debemos ajustar el enfoque?

Existen gran cantidad de pensamientos que únicamente sirven para agotarte y auto-sabotearte en todos los aspectos de tu vida. Y la buena noticia es que todos y cada uno de esos pensamientos se pueden cambiar si somos conscientes y trabajamos en ello.

Es ahora cuando algunos pueden preguntarse... ¿y qué tiene que ver la temática de la mente con el éxito profesional, negocios o finanzas?

Y la respuesta es sencilla. La mente es tan jodidamente perversa que un único pensamiento podrido puede pudrir cualquier decisión que tomemos. Es más, grandes empresarios y grandes inversores, probablemente hayan tomado las peores decisiones de sus carreras, porque en un momento dado tuvieron un problema externo que acabó contagiando negativamente su capacidad de tomar buenas decisiones en su trabajo.

Pero... ¿cuáles serían esos pensamientos tóxicos a los que dedicamos más tiempo del que realmente deberíamos dedicarles?

Si tuviera que elegir los más importantes, aquellos en los que las personas más tiempo se estacan y que incluso te pueden hacer caer en una especie de estado depresivo impidiendo avanzar y viéndolo todo negro, sin duda una sería la siguiente:

Las viejas heridas del pasado.

El pasado, con sus alegrías y quebraderos de cabeza, te ha hecho la persona que hoy día eres. Para eso sirve el pasado; hay que dejarlo ir. El pasado es un recuerdo, no un sitio donde vivir. Y supongo que todos tenemos recuerdos dolorosos, pero como decía Marc Chernoff en uno de sus post, algunos recuerdos del pasado siempre los llevaremos como cicatrices, y las cicatrices son una señal de sanación. Deja cicatrizar las heridas, y a otra cosa.

Pero no sólo hablamos del pasado de largo plazo, sino que personalmente, añadiría incluso el pasado más reciente.

Supongo que la mayoría de las personas habrán experimentado algo así; no tener ganas de nada, ir a trabajar como un zombie vegetariano, no divertirte en las reuniones sociales, no ser capaz de quitarte a esa persona de la cabeza, y después de 20 días, aprovechar el fin de semana para quedarte en casa, porque tu amargura es tal que es lo único que te pide el cuerpo.

Todo el mundo te dice que salgas, que te diviertas, que eso se pasa, y que cuanto antes comiences a asumirlo, antes se te pasará... pero es tan difícil...
¿Sabías que muchos emprendedores inician su propio negocio únicamente porque les gustaría impresionar a los demás con su posible éxito? Otras personas se dedican a una profesión concreta, no porque les guste, sino porque está mejor vista por los demás, y piensan que así podrán impresionar a otras personas.

Pero lo cierto es que esta competición mental por impresionar a los demás, suele terminar mal, porque en última instancia, nosotros sólo competimos contra nosotros mismos.

 El hecho de que otras personas estén haciendo algo, no significa realmente que esa opción sea la adecuada para nosotros.

Era Steve Jobs quien decía que "no vivas la vida de otros". Vive esa vida con la que te sientas bien, y haz lo que realmente quieres hacer. Algunas personas sin una vida propia a la que prestar atención, te adorarán o criticarán.


Pero al final, eres tú el que decide si te sientes feliz con la vida que estás llevando y haciendo aquello que estás haciendo.

Brotes De Esperanza

Tanto preguntar
Sin contestar
Sé que tu pesar
Es vanidad

Descubrí tu olor
Tu calor
Dentro de mí
En cada latir

Ya jamás
Temblarás
Te enseñaré
A soñar

La agresividad
Ciega al sentir
Perdido al caminar
Lejos de ti

Hasta el ser más cruel
Puede ver
Como retroceder
A un nuevo amanecer

Hallar podrás
Pureza del mar
Sentirás
Tu sed saciar

Brotar verás
De la inmensidad
Claridad
Intemporalidad


Música: Javier Moreno
Letra: Isaac Herrera

Asumamos

Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos y principalmente las consecuencias,
prepara a la persona a entender el para qué de lo que ocurre en su vida

Los seres humanos, algunos en ciertas etapas, otros en todas las etapas de desarrollo de la personalidad, presentamos un patrón de comportamiento mediante el cual tendemos a evadir y no asumir responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos, adjudicando dicha responsabilidad a otras personas.

Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en las cuales un(a) estudiante, independiente del nivel que curse, cuando las calificaciones son bajas o reprueba, se justifica argumentando que el o la docente le tenía inquina o no explicaba bien. En vez de reconocer que no había estudiado o no dedicó la atención debida a la clase, recurre a la justificación y responsabilizar al o la docente.

Cuando una persona no tiene empleo, quizá busca y no encuentra, o cuando es despedida de su trabajo, en ambos casos muy difícilmente acepta que ello se debe a que no cumple los requerimientos del cargo que busca, o no llenaba las expectativas de los empleadores. En estas circunstancias recurre a señalar a otras personas, argumentando que gestionan para que no les den empleo o para que los despidan.

Los ejemplos son innumerables, porque este patrón de comportamiento se manifiesta independiente de raza, credo religioso, sexo, edad, capacidad económica, preparación académica, etc., es decir, no tiene fronteras. Pareciera que tiene raíces genéticas y es afinado en la vida cotidiana.
           
En la vida las decisiones que se toman y las acciones que se ejecutan son innumerables, y en muchas de ellas se rehúye asumir responsabilidad sobre las consecuencias y se opta por achacar culpabilidades a terceras personas, muchas veces por temor a señalamientos, represalias o castigos.

Culpabilizar no permite enmendar errores, en el tanto, es un mecanismo mediante el cual las personas se tapan los ojos para no ver y negarse a aceptar la autoría de los desaciertos cometidos.

Cada quien es responsable por su presente y su futuro. Hay que tener presente que las actuaciones, correctas o incorrectas, no son más que una siembra, la cual, a la corta o a la larga, dará fruto bueno o malo.

Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos y principalmente las consecuencias, prepara a la persona a entender el para qué de lo que ocurre en su vida, así mismo, fortalece el carácter con humildad y  crea condiciones para nuevos retos y ser asertivo(a) en lo que se emprende.


Si se pidiera que levanten la mano quienes han presentado ese patrón de comportamiento, 
posiblemente la gran mayoría las levantaríamos. Por lo tanto, dispongámonos al cambio y erradicarlo de nuestro comportamiento. sustituyéndolo por uno nuevo que nos edifique para asumir las consecuencias de nuestros actos y entonces ser mejor persona.



Cuando Hierve La Sangre


Las emociones son universales y también lo son las sensaciones que nos producen en el cuerpo, sea cual sea nuestra cultura. A un occidental consumista le hierve la sangre cuando presencia algo que le molesta profundamente de igual manera que a un asiático espiritual zen. A todos se nos enciende o apaga el cuerpo de la misma manera cuando nos emocionamos:

Hoy en día, emociones como la alegría, la tristeza o el miedo se aceptan sin inconveniente, mientras que el enfado tiende a disimularse porque molesta. Si demostramos la ira, los que nos rodean muy probablemente nos tacharán de histéricos. Así que la reprimimos. Y sin embargo, la vida está llena de situaciones que nos cabrean. 

Agarrarse una rabieta es una emoción excelente, afirman los psicoterapeutas. Es, a la vez, una señal de alarma y un límite que debe ser respetado. Indica, en definitiva, un deseo de cambio. Según la psicóloga americana Harrite Goldhor Lerner, “la ira es una reacción fuerte de descontento, consecuencia de una frustración, de una situación que se juzga injusta”. Es decir, aparece cuando las necesidades o los deseos no se ven satisfechos. 

Escuchar el enfado propio es un impulso de vitalidad, sobre todo porque ocultarlo puede salirnos caro. 

Enfadarse en silencio es malo para la salud. Cuando almacenamos ira corremos el riesgo de vernos desbordados por el estrés y, en última instancia, deprimirnos. Expresándola liberamos montones de hormonas, entre ellas adrenalina, que favorece la acción.

Correr, meditar, morderse la lengua o contar hasta diez… Cualquier acción sirve para controlar la ira. La dificultad consiste en encontrar el justo medio entre contenerse y resultar agresivo. Hemos de saber que expresar la cólera requiere aprendizaje. 

Cuando nos enfadamos, lo mejor –antes de proferir una sarta de improperios– es reflexionar bien acerca de la nueva situación que queremos establecer. Por su naturaleza impulsiva, la ira nos empuja a actuar rápidamente, lo que no siempre es aconsejable. De manera que antes de montar una escena, jerarquicemos las quejas y preguntémonos: ¿qué es lo que de verdad nos enfada?, ¿qué deseamos? 

En lugar de sonreír y lanzar indirectas, pronuncia tus quejas y hazlo siempre en primera persona. 

Utiliza el “yo” y, sobre todo, no metas a un tercero. En vez de decirle a tu colega de oficina que el ruido que hace en las reuniones “es desquiciante”, dile que “no soportas su comportamiento”. Las críticas anónimas no hacen más que aumentar el sentimiento de frustración. 


viernes, 6 de marzo de 2020

Conducta Colectiva


La noción de consciencia colectiva se refiera a las creencias compartidas y a las actitudes morales que funcionan como una fuerza unificadora dentro de la sociedad.[1] Esta fuerza se encuentra separada y es, generalmente, dominante en comparación con la consciencia individual. Según esta teoría, una sociedad, una nación o un grupo constituyen una entidad que se comporta como un individuo global.

Aproximaciones al término
Aporte de Durkheim
La expresión fue acuñada por el sociólogo Émile Durkheim (1858–1917) en varias de sus obras:[2] Así, Durkheim sostiene que: El conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad, forma un sistema determinado que tiene vida propia: podemos llamarlo conciencia colectiva o común. Es, pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque sólo se realice en los individuos.

En su libro De la división du travail social, Durkheim sostiene que en sociedades “tradicionales” o “más simples” (aquellas basadas en las relaciones familiares, tribales o entre clanes), la religión desempeña un rol importante al unir a sus miembros por medio de la creación de una consciencia común (conscience collective en francés original). En las sociedades de este tipo, los contenidos de la consciencia de un individuo son ampliamente compartidos en común con todos los otros miembros de su sociedad, creando una solidaridad mecánica a través la semejanza mutua. 

Entonces, la conciencia colectiva es mucho menos importante en una sociedad con solidaridad orgánica que en otra con solidaridad mecánica. Es más probable que los miembros de una sociedad moderna se mantengan unidos por la división del trabajo y la necesidad de que otros realicen ciertas funciones que mediante una conciencia colectiva poderosa.

Aporte de Giddens
Anthony Giddens señala que la conciencia colectiva difiere en los dos tipos de sociedades en cuatro dimensiones:
Volumen: se refiere a la cantidad de gente que comparte una misma conciencia colectiva. Intensidad: se refiere al grado en que la sienten. Rigidez: se refiere a su nivel de definición. Contenido: se refiere a la forma que adopta la conciencia colectiva en los dos tipos polares de sociedad.

En una sociedad caracterizada por la solidaridad mecánica, prácticamente la totalidad de sus miembros comparten la misma conciencia colectiva; esta se percibe con gran intensidad; es extremadamente rígida y su contenido suele ser de índole religiosa. En una sociedad de solidaridad orgánica, la conciencia colectiva es más reducida y la comparte una cantidad menor de individuos; se percibe con menor intensidad; no es muy rígida y su contenido queda definido por el concepto de “individualismo moral”.

Aportes de otros sociólogos y psicólogos
La noción fue retomada por otros sociólogos y psicólogos como Maurice Halbwachs en 1939.[3] En su libro La psychologie des foules (1895),[4] Gustave Le Bon define a la muchedumbre con estos términos: « Una reunión de individuos de cualquier nacionalidad, profesión o sexo, cualquiera sea también el azar que los haya reunido. Le Bon sostiene que cuando estos individuos se reúnen, « se forma un alma colectiva, sin duda transitoria, pero que presenta características muy evidentes. La colectividad se convierte entonces de aquello que, a falta de una expresión mejor, llamaría una muchedumbre organizada o, si se prefiere, una muchedumbre psicológica. Ella forma un solo ser y se encuentra sometida a la ley de la unidad mental de la muchedumbre. »

Consciencia colectiva. (2008, 14) de agosto. Wikipedia, La enciclopedia libre


Las Decisiones


Muchas veces las personas que parecen tomar buenas decisiones, y parecen buenas razonadoras, no tienen éxito en sus tareas. A muchos de nosotros nos habrá ocurrido que tomar buenas decisiones no es suficiente para poder llevar a cabo procesos en nuestras vidas. El hecho de no saber cómo evitar algunos tropiezos que impiden que avancemos y actuemos de la mejor forma, nos juega en desventaja ya que evidencia que no existe equilibrio entre nuestro raciocinio y el manejo de nuestras emociones. El psicólogo Robert Sternberg propone una serie de tropiezos que impiden nuestro éxito. Conocerlos nos facilita poder hacer algo para detenerlos y actuar con más equilibrio en el futuro. La clave, como él dice, es que no todo radica en el buen razonamiento, sino en el equilibrio entre mente y corazón. 

A continuación los escollos que propone el psicólogo Sternberg:

Tropiezos que impiden el éxito

La Falta de motivación: De nada sirve el tipo de actitudes que tenga la gente si no se siente motivada a utilizarlas.

La falta del control de impulsos: Hay veces en la vida en que las personas necesitan actuar de forma impulsiva, pero el comportamiento impulsivo suele contribuir a deslucir más que a mejorar el trabajo intelectual.

La falta de perseverancia y la perseverancia: Algunas personas, a pesar de su inteligencia, sedan por vencidas con demasiada facilidad. Si las cosas no marchan de forma inmediata, o si los primeros intentos no tienen éxito, abandonan cualquier cosa.

Utilizar las capacidades erróneas: Mucha gente se da cuenta alguna vez a lo largo de su vida de que o bien se encuentran en el trabajo equivocado que van a dejar el trabajo que tienen de forma precipitada.

La incapacidad de convertir el pensamiento en acción: Algunas personas son expertas a la hora de proporcionar soluciones a sus problemas y de hecho puede parecer que tienen una solución para cada
cosa en su vida y en las vidas de los demás, pero son incapaces de trasladar el pensamiento a la acción.

La falta de adecuación hacia el producto: Algunas personas parecen estar muy preocupadas por el proceso mediante el que se hacen las cosas, pero no tanto por el producto resultante. Sin embargo, nuestros actos van a juzgarse fundamentalmente por los resultados, ya sea en el colegio o en la vida.

Incapacidad para terminar y llevar a cabo los trabajos: La única predicción cierta a cerca de los denominados incompletos es que cualquier cosa que empiezan no la terminan.

Fracasar desde el principio: Otras personas no están dispuestas y son incapaces de empezar un trabajo, ya que están intentando siempre decidir lo que tienen que hacer.

El miedo al fracaso: El miedo al fracaso parece manifestarse muy pronto en la vida. Es un problema muy común, sobre todo entre aquellos individuos situados en los extremos de la escala de logros.

La indeterminación: La indeterminación parece ser un hecho universal en la vida. Todos, en
alguna época o en otra, hemos aplazado para después cosas que sabíamos que había que hacer.

La imposibilidad de asumir la responsabilidad: Algunas personas creen que no pueden equivocarse y se pasan el tiempo echándole la culpa a otras personas incluso del más leve contratiempo.

La autocompasión excesiva: Todos nos hemos compadecido de nosotros mismos en alguna ocasión y es difícil no hacerlo cuando las cosas no nos salen bien. Pero la autocompasión continua resulta muy poco adaptativa.

La dependencia excesiva: En la mayoría de los trabajos que afrontan las personas, se espera que adquiera, un determinado grado de independencia.

Recrearse en las dificultades personales: Todos tenemos dificultades personales, pero el alcance de las mismas difiere mucho de una persona a otra. Algunas personas han sufrido varias tragedias en su vida, mientras que otras parecen haber tenido una existencia regalada sin haber encontrado casi nunca dificultades.

La distracción y la falta de concentración:
Existe un gran número de personas muy inteligentes que, a pesar de dicha inteligencia, nunca son capaces de concentrarse en algo durante mucho tiempo.

Abarcar demasiado o demasiado poco: Las personas con tendencia a abarcar muy poco necesitan reconocer ellas mismas esa tendencia y actuar en consecuencia contra ella. Este tipo de personas se dan cuenta de que no pueden terminar nada, no porque no trabajen lo suficientemente para conseguirlo, sino porque solo están realizando pequeños progresos en cada uno del gran número de trabajos que están acometiendo al mismo tiempo.

Incapacidad para aplazar la gratificación: Aquellas personas que parecen estar haciendo siempre las cosas pequeñas a expensas de las grandes, algunas de ellas son personas que se dedican sencillamente a aplazar los grandes proyectos, pero otras son incapaces de aplazar la gratificación.

Incapacidad o falta de voluntad de ver el bosque a causa de los árboles: Hemos tenido la oportunidad de trabajar con varios alumnos que eran muy capaces desde el punto de vista intelectual, pero que han tenido una suerte relativamente escasa en sus carreras académicas debido a su incapacidad de ver el bosque a causa de los árboles.

La falta de equilibrio entre el razonamiento critico-analítico, el razonamiento creativo-sintético y el razonamiento práctico contextualizado: Existen determinadas ocasiones de la vida en las que es necesario ser crítico y analítico, otras en las que uno debería ser creativo y sintético y todavía otras diferentes en las que es necesario aplicar el razonamiento en la práctica. Es importante saber distinguir cual es la ocasión adecuada para cada una de estas actitudes, ya que parece que algunos alumnos hacen con frecuencia juicios erróneos sobre este tema.

Muy poca o demasiada confianza en uno mismo: Todos necesitamos tener una sólida confianza en nosotros mismos para poder desenvolvernos en la vida. Podemos recibir tantos golpes en nuestra autoestima y en nuestra percepción personal que si no la tuviéramos, estaríamos a merced de todos los reveses pequeños y grandes que, pudieran surgir continuamente ante nosotros.


Laberintos

La vida es como un laberinto, con infinitos caminos y una única salida.


Un día te levantas y tienes un sueño…. Y te imaginas en la salida, todo fluye, es fácil, eres muy muy feliz.

Es como una visión, una intuición, un impulso, una sensación….y de repente sabes que quieres dirigirte hacia ese lugar. Dejas todo lo que estás haciendo en ese momento y te dispones a ponerte en marcha.

Cuando de repente, te miras, chequeas todo el material que tienes en ese momento para comenzar a andar, y te das cuenta…ayyyyy, que te faltan un montón de cosas, y piensas: “cómo las voy a conseguir?”.

Vaya! Y comienzan los miedos, las creencias, los obstáculos que te hacen muy difícil el camino: “qué difícil, no lo conseguiré, hay gente muchísimo mejor que yo, con más años, más experiencia, más guapos, más de todoooooo…aarrgg”.

Y el camino, de repente cambia de color, de forma, de olor, de imagen……no sabes exactamente por qué, incluso llegas a pensar que es culpa de otros, del momento, de la situación……además en algún momento, pasa por tu cabeza, la ínfima posibilidad de pensar que ese sueño, tu sueño, no es para ti.

Y te dicen que puedes, que eres especial, que tu sueño es único, que has nacido para ello, que te motiva, que disfrutas, que se te da de muerte………pufff, pero no lo escuchas.

Y te sientes mal, te empiezan a pasar cosas horrorosas, sientes mucho dolor, físico y emocional, y lloras sol@.

Sientes que has fracasado, y quieres tirar la toalla, pero duele, duele demasiado.

Y un día… de repente,  no lo aguantas más!  Dejas de escuchar tus pensamientos  y  tu solit@, dices ¡Basta YA! ¡Creo en mí,  puedo y quiero  hacerlo, y lo VOY A HACER!

Y lo haces…..vuelves a coger tu material para el viaje, y lo retomas ahora de otra manera diferente.

Te sientes más fuerte, más seguro, con ganas, no esperas nada, sólo lo haces, sientes plena confianza en que va a ocurrir, dejas que fluya y entonces……comienzas a disfrutar del camino, del viaje, del paisaje, y observas a tu alrededor…
…nuevos colores, olores, sonidos, sensaciones que te hacen sentir fenomenal! Las frases que te decía la gente, ahora te resuenan bonito en tu cabeza, en tu corazón, en lo más profundo de tu alma.

Y te sientes libre, tranquil@, presente…….muy muy muy feliz.  Viviendo la experiencia, disfrutando del momento, siendo totalmente consciente que aparecerán nuevas situaciones que te harán sentir mal, y las recogerás, vivirás y aceptarás como parte del viaje, como parte importante de tu aprendizaje.

Y por fin entiendes que sólo fracasas…..si nunca lo intentas.

Y lloras sol@, de emoción, de felicidad.

Un gran momento para dar las GRACIAS  a tod@s los que te han acompañado, acompañan y acompañarán a lo largo de este maravilloso viaje.


Infaltables Avivados


La foto muestra junto a un árbol del ornato callejero, un baldecito, con arena y una supuesta pala porque en realidad es tan sólo lo que se ve: el mango hundido en arena. El resto, la parte metálica de la pala, no existe… Todo es obra de un chico, que se cree “vivo” al que una bondadosa vecina quiso ayudar. Según la vecina, el chico un día llegó a la puerta de su casa solicitando una moneda.
Pedido que atendiera y que ampliara, preguntándole si no se animaba a realizar una “changa”. La señora, quería tener prolijo el frente de su casa y colocar en torno al árbol unas baldosas que faltaban a la vereda. Para ello, acordó que ella le pagaría cierta suma de dinero, le aportaría el portland necesario para la mezcla. Él se encargaría de traer la arena. 

El pasado martes 1º de agosto apareció pero con otro chico, que le ayudaría. Como en realidad no lo esperaba, me había olvidado de comprar el Portland. Lo que siguió era obvio y hasta lo intuyo. El chico planteó que le diera el dinero para ir a comprar media bolsa de portland a la barraca y así comenzar a realizar el trabajo.

Pese a la desconfianza generada por otras experiencias frustrantes, la buena vecina, decidió probarlo. Le entregó el dinero… El chico y su “ayudante” se retiraron de inmediato, rápidamente. Y como lo intuyó, no apareció más. Ahí, como lo muestra la foto, quedó el baldecito lleno de arena, la falsa pala, recostado al árbol, esperando inútilmente. Me imagino que todo será , robado quien sabe de dónde, quizás de un basural porque el balde está rajado y la “cuchara” es solamente ese cabo que se asoma de la arena.

No es la primera y seguramente no será la última vez que pasan cosas así. Porque la gente sana y honrada, siempre tiene la creencia y esperanza que los demás se conduzcan como ellos lo hacen. Lamentablemente los “vivos” no lo entienden y se van cerrando puertas, que pueden afectar a alguien necesitado y que tiene real buena voluntad de trabajar y ganarse dignamente el dinero de una changa. Así se corre el riesgo de que justos paguen por pecadores.

Lástima que no entiendan esa realidad. Hay quienes así van generando rechazos y actitudes que no son las correctas, pero que las inconductas como estas, alientan permanentemente para desgracia de las buenas personas. Esto lo denunció C.E. y no es la primera que enfrenta este desaire de alguien que necesita que le ayuden.




Aunque Nos Disguste


Un porcentaje no pequeño de nuestras decisiones y conductas se anima por el “juicio del gusto”. No pocas veces involucran sentimientos muy profundos. Compras, ventas, matrimonios, partos o sepulturas… suelen asumirse por un desplante patente o latente del “gusto” que nos impone e inspira un objeto o un sujeto. ¿De qué depende que algo nos guste, nos disguste o deje de gustarnos?  ¿Somos, acaso, una especie hedonista y frágil a la que se ha victimado fácilmente por la vía de seducirla con sus “gustos”. Nos guste o no aceptarlo?

También el capitalismo aprendió a dominarnos por nuestros “gustos” y nos enseñó a gustar de la dominación misma. Luego de chantajearnos por los alimentos, por nuestros miedos, por la vivienda… por lo básico, el capitalismo entendió que podía vendernos lo que nos place y hacer con la dominación de los “gustos” un negocio inmenso. Rápido nos educaron para que nos gustaran los “gustos” del patrón, su forma de vida, sus valores, sus comodidades y su poder. Rápido nos educaron para que dejaran de gustarnos nuestros pares y comenzaran a ser de nuestro “gusto” todas las personas y las cosas que nacen, crecen y se reproducen en el seno de la clase que nos explota. Y nos educaron para comprar y comprar todo lo que ellos inventan pero, eso sí, con “gusto”, como el “buen gusto”.

Parece ser factor decisivo ante los “gustos” el -nada infrecuente- componente irracional de sus causas y sus efectos. ¿Por qué se gasta lo que se gasta en el mundo en juguetes bélicos para niños? ¿Por qué se invierte lo que se invierte en bebidas alcohólicas, gaseosas y todo género de cotillón para “animar” fiestas o celebraciones variopintas? ¿Por qué se consume “con gusto” la masa ingente de películas, series televisivas, programas, música, noticieros y en general mercancías ideológicas burguesas? ¿Por qué la adquisición de ropa, maquillajes y parafernalia de moda a cualquier costo y con calidades dudosas?¿Por qué nos gusta endeudarnos, por qué nos gusta embrutecernos, por qué nos gusta pelearnos?

Y a pesar de todos los enigmas que rodean al “juicio del gusto” (es decir a nuestra capacidad de afirmar o negar algo sobre lo que nos gusta) nada de lo que se diga sobre los “gustos” está exento de la lucha de clases ni de la influencia histórica que imprime, en toda conducta, la ideología de la clase dominante. Simplismos al margen. En el objeto o sujeto de nuestros “gustos” o disgustos se objetiva la escala completa de lo que sabemos y de lo que ignoramos. Todos nuestros parámetros se cimbran. ¿Lo que nos gusta o disgusta proviene de lo que nos enseñaron en casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia o en la tele? ¿Nos “gusta” sólo aquello que conocemos o lo que desconocemos también, nos gusta lo que les gusta a todos o lo que nos hace distintos? ¿Nos gustan las combinaciones, las mezclas o las ambigüedades? ¿De dónde sacamos que nos gusta lo que nos gusta?

Y más complejo es saber por qué nos “gusta” lo que nos daña. Por qué aceptamos con gusto hacer, decir, pensar e imponer como modelos de vida “gustos” cuya consecuencia -de corto o largo plazo- será algún daño a la salud, a las relaciones sociales, a la política o al planeta entero. ¿Nos gustan las películas de Hollywood, las telenovelas, las tele-series, fumar, alcoholizarnos, drogarnos… financiar dependencias de todo tipo y contribuir a enriquecer mafias a granel?

Por colmo, transferimos “gustos” a nuestros hijos o amigos porque esa transferencia es un ejercicio de poder con el que hacemos reinar la parte más individualista de nuestra “estética” que, por cierto, suele no ser tan individual como creemos. Por una y muchas razones la crítica a los “gustos” suele tomarse como una agresión que ofende fibras muy sensibles y suele irritarnos hasta lo irreconciliable. Incluso quedan aún zonas de pudor que se lastiman cuando alguien descubre algo que nos gusta y que nos es difícil de aceptar. De ese alguien se espera la complicidad y silencio con que se forjan asociaciones estéticas que incluyen, no sin frecuencia, alianzas patológicas en sentidos varios. Adictos se les llama. ¿Por puro “gusto”?

En el almacén demencial de mercancías -que el capitalismo nos impuso como si fuese la vida misma- abarrotado con no pocos objetos inalcanzables e inútiles, se impuso un criterio resbaloso para impulsar el consumismo a destajo y ese criterio se funda en el “gusto”. Se compra el televisor que “gusta” para ver los programas que “gustan” y toda la publicidad que “gusta” a un pueblo anestesiado con “gustos” de mercado y estética de clase. Se compra la licuadora que “gusta”, el abrigo, las cucharas, los muebles… y principalmente el “status”, lo distintivo, la plataforma ideológica que facilita la ilusión de pertenencia al mundo del patrón y al universo de sus “gustos”. Cueste lo que cueste.


Las Alternativas


Cada uno de nosotros tenemos dos alternativas distintas para decidir sobre que hacemos con nuestras vidas.

La primera alternativa es decidir ser menos de lo que lo que somos capaces de ser. Ganar menos. Tener menos. Leer menos y pensar menos. Intentar menos y tener menos disciplina. Estas son las elecciones que nos llevarán a una vida vacía. Estas son las elecciones que, una ves hechas, nos conducen a una vida de constante aprensión en lugar de una vida de maravillosa anticipación.

Y la segunda alternativa?
Hacer todo lo que podamos! Convertirnos en todo lo que podamos llegar a ser. Leer cada libro que podamos. Ganar tanto dinero como el que podamos. Dar y compartir tanto como podamos. Esforzarnos y producir hasta conseguir tanto como podamos. Todos tenemos estas alternativas.

Hacer o no hacer. Ser o no ser. Ser más o ser menos, o no ser nada.

Como el árbol, sería un valioso reto para todos nosotros crecer y crecer hasta alcanzar la altura completa de nuestras posibilidades. Porque no intentar hacer todo lo que esté a nuestro alcance, a cada momento que podamos, lo mejor que podamos, por tanto tiempo como podamos?

Nuestro objetivo final en la vida debería ser crear tanto como nuestro talento y habilidades y deseos nos permitan. Conformarnos con hacer menos de lo que podemos es fallar en la tarea más digna de emprender.

Los resultados son la mejor medida del progreso humano. No son las conversaciones, ni las explicaciones, ni las justificaciones sino los resultados! Si nuestros resultados son menores de lo que nuestro potencial sugiere que podrían ser, entonces debemos esforzarnos hoy por convertirnos en más lo que éramos ayer.

La mayor recompensa está siempre reservada para aquellos que atraen gran valor hacia ellos mismos y al mundo que los rodea como resultado de lo que han llegado a convertirse.


Sentido De Pertenencia


El concepto de sentido de pertenencia es esencial para construir la identidad y la subjetividad de una persona. Hablamos así de elementos que nos hacen sentir parte de algo colectivo, grupal, que nos da subjetividad pero en el entorno de un grupo de personas con las que podemos compartir un sinfín de cosas.

La individualidad se construye en conjunto con otras personas

Cuando intentamos definir el concepto de sentido de pertenencia nos encontramos con un dilema muy importante: el pertenecer nos habla de ser parte de un grupo, de un colectivo de personas. Aquí debemos entonces señalar que nuestra individualidad es en gran parte aportes que elegimos nosotros tanto a nivel conciente como a nivel inconsciente y la construcción que hacemos de ella es absolutamente única en cada caso.

Sin embargo, todos esos elementos son parte de algo más complejo que es la sociedad o la comunidad y por lo tanto no pueden estar aislados de ella. Al estar en ese marco, podemos decir que nuestra identidad se elabora a partir del entorno y de aquellas personas y fenómenos sociales que nos rodean, que son esos y no otros por una razón social también.

Cuando nos sentimos parte de algo mejora nuestra calidad de vida

Como seres sociales que somos, está claro que sentirnos parte de un conjunto o de un colectivo social nos ayuda a subir nuestra autoestima, a sentirnos reconocidos, etc. El sentido de pertenencia social se puede hacer presente de muchas maneras diversas: uno puede sentirse parte de una nación, de una religión, de una convicción o creencia política o simplemente ser admirador en conjunto con otras personas de determinados estilos y grupos artísticos, deportivos o culturales.

El sentido de pertenencia también puede construirse en base a colectivos sociales que determinan nuestra vida, por ejemplo como pasa con el colectivo LGBT que agrupa a aquellas personas que escapan a las reglas del patriarcado, o al feminismo, determinadas agrupaciones sociales y de protesta, etc. Todos estos ejemplos son claros en lo que hace a que una persona se sienta acompañada y parte de algo mucho más fuerte que la identidad individual.

Desde siempre, los Estados locales o nacionales han necesitado generar y consolidar sentimientos de pertenencia que tuvieran que ver con identificaciones más emocionales que racionales. Las mismas han variado en gran parte según el contexto histórico, pero han ido desde lo político (por ejemplo, la necesidad de construir una identidad o pertenencia nacional) pasando por lo religioso (como cuando la religión se ha convertido en un elemento definitorio de la pertenencia a una comunidad) hasta lo social (cuando determinados movimientos políticos llegan al poder y construyen identidad de clase desde allí).

En todos los casos, tiene que ver con la necesidad de aglutinar a las poblaciones detrás de ciertas ideas, convicciones o sentimientos que nos hacen sentir plenos y acompañados por muchos otros individuos.

Saber Poner Límites

Si te faltan al respeto, pon límites y protégete de las agresiones (directas o indirectas). No hemos venido a este mundo para soportar agresiones (por muy veladas que sean estas), y menos aún cuando no hemos hecho nada para merecerlas. Piensa que no podemos controlar el comportamiento de todas las personas, pero sí podemos aprender a establecer límites y consecuencias cuando alguien los traspase.

Hemos llegado a normalizar la falta de respeto como algo que forma parte, sobre todo, de las relaciones de poder. Como si fuera una base tolerable en las relaciones entre personas de «diferentes niveles de una jerarquía». Nos excusamos y excusamos a los otros. «Bueno… es tu jefe, no te queda otra que aguantarlo.», «A ver… no esperes que te vayan a tratar bien si has llegado nuevo a ese trabajo», y un gran etcétera…

La línea que separa lo que es tolerable y de lo intolerable se vuelto borrrosa, como si fuera un trazo a lápiz sobre el que hemos pasado repetidas veces el dedo. Por otro lado, cada uno tiene la capacidad y la obligación de poner sus propios límites. No obstante lo que sí es cierto es que en muchas ocasiones nos encontramos a nosotros mismos dudando si algo ha sobrepasado los límites del respeto en una relación, o no.

Por ello es fundamental dejar claro qué vamos a tolerar y qué no vamos a tolerar en una relación. Con nuestros amigos, con los conocidos, con los compañeros de trabajo, con la familia… Hagamos un esfuerzo por ser escuchar las señales de nuestro cuerpo cuando alguien está sobrepasando la frontera.

Cuando el respeto hacia nosotros está siendo violado. Nuestro cuerpo es sabio y siempre nos avisará de ello. Escucharle y ser conscientes de él es nuestra tarea.

En las relaciones humanas nadie es superior a nadie. Todos somos diferentes y desempeñamos actividades diferentes, pero nadie es «humanamente superior» a nadie. Por tanto si permitimos que alguien nos dañe o nos hiera no deberíamos pensar la superioridad es una razón válida.

Aquello que no existe, no puede ser una razón. Además, que exista no implica necesariamente que lo sea.

Por esta regla de tres todas las personas «superiores» a nosotros tienen el derecho de herirnos y dañarnos. Si nadie es superior a nadie, entonces quizá sea bueno que te plantees hasta qué punto le estás dando ese poder TÚ mismo. Ese poder que otro de partida no tiene.

Nos encontramos dando poder a determinadas personas para herirnos, y hacernos sentir mal. ¿Cómo? Asumiendo su falta de respeto como algo natural, como algo que le permitimos. Como algo que le dejamos hacer. Te dejo entrar en mi castillo y además te dejo que hagas con él lo que quieras.

Hay muchas maneras en las que dejamos que los otros se sobrepasen y en las que les mandamos señales para «invitarles» a hacerlo. Por ejemplo, cuando alguien nos ha hecho sentir muy incómodos con algún comentario referido a nosotros. En vez de hacerlo saber, callamos y lo silenciamos. Lo guardamos en nuestra particular mochila de reconres guardados. Así, convertimos su falta de respeto en veneno para nosotros.

Aunque aguantar una falta de respeto en un determinado momento sea una cuestión de «supervivencia», no significa que la inmensa mayoría lo sean. Si alguien nos está faltando al respeto con frecuencia hemos de plantearnos si lo estamos «aceptando» para poder «sobrevivir» o porque no somos capaces de poner nuestros limites y no nos valoramos ni queremos lo suficiente.

Hagamos La Diferencia


“Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar el dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no duran, en personas que no nos importan”, Emile Henry Gauvreay. 
Si nos dejamos llevar por lo que nos rodea, es mucho más común copiar e imitar lo bueno o malo que hacen otros, simplemente porque lo vimos, nos gustó; no nos pusimos a pensar si eso era apropiado para nosotros o no, pero nos pareció que estaba bien y lo asumimos para nosotros. Por lo mismo, nuestra sociedad ha caído en un círculo vicioso en que alguien saludó de un modo y todos lo correspondemos y hacemos igual sin preguntarnos qué implica o de dónde proviene; o bien, por qué alguien empieza a usar un tipo de ropa y nosotros también. 
Claro está que no debemos ser ni excéntricos ni raros, si queremos convivir armoniosamente con nuestro entorno y pretender conservar nuestra manera de ser y todavía conservar comunicación con los que nos rodean, pero es lamentable cuando nos dejamos llevar por lo que hace el resto hasta el punto de perder nuestra identidad, la manera en la que fuimos formados y lamentablemente no podemos negar que perdemos los valores y costumbres en que nosotros fuimos criados por nuestros mayores.

Si se invirtiera el proceso y nos tomáramos el trabajo de analizar y evaluar lo que nuestro derredor hace y preguntarnos qué es lo que quieren comunicar o qué mensaje están comunicando los que me rodean, posiblemente seríamos mucho más cuidadosos de asimilar costumbres, prácticas y modalidades que vemos en los demás. Y seguramente valoraríamos lo que se nos enseñó y trataríamos de afirmar nuestra identidad, al punto que podamos ser ejemplo no para que se nos reconozca, sino que puedan ver un modo de vida.

No podemos negar que nuestro medio busca modelos para copiar o alguien que los ayude a hacer las cosas de diferente modo, que no se hagan por el simple hecho de hacer, sino porque tiene razón de hacerse. A la luz de esta realidad, ¿por qué no ser iniciadores propositivos que puedan generar cambios para recuperar el terreno perdido en lugar de estar simplemente ensayando con lo que vemos en otros? Así viviríamos la vida, con sentido y propósito.

El dicho tan popular que se dice en la calle termina siendo verdad: “A donde va Vicente, va toda la gente” Claro está si no sé a dónde ir, seguiré a alguien más, pero no es así en el caso que sé qué quiero en la vida y sé dónde quiero llegar. Averiguo si el modo y camino me permitirán llegar a buen destino y de ese modo no vivir con frustraciones y disgustos.

En primer lugar debemos aceptarnos, luego determinar, o bien, fijar nuestras metas con claridad y de allí empezar a definir la vida que queremos vivir, no tanto por lo que los demás hacen o dejan de hacer. Si me miro en el espejo, ¿qué quiero comunicar? Si hablo, ¿qué es lo que quiero comunicar? Cada cosa que hago debe tener sentido, propósito y valor. Así puedo proyectar un modo de pensar personal que no solo lo tengo, pero también lo puedo comunicar a mi gente.

Cada minuto que vivimos tiene valor y razón para la totalidad e integralidad de la vida que con el favor de Dios viviremos, por ello empecemos a valorar la vida como tal, acciones y conducta que la acompañan y dejemos de ser como el resto para ser lo que queremos ser en lo que nos resta para vivir.

Bienvenido a una vida con propósito y disciplina productiva.


Imaginación Y Realidad

La ciencia está descubriendo que la imaginación juega un papel fundamental en la percepción que tenemos de la realidad y en la elaboración de los recuerdos, los sueños y los pensamientos. La inteligencia depende de ella, al igual que la creatividad, y solo potenciándola podemos avanzar hacia una sociedad más sana y más sabia.

El escritor Gabriel García Márquez afirmó en una ocasión: “La vida no es lo que uno vivió, es lo que uno vivió y cómo lo recuerda para contarlo”.

Efectivamente, lo que vives y lo que recuerdas está impregnado de imaginación. Fuente de placeres y temores, de descubrimientos y creaciones, la imaginación no es una facultad menor, sino esencial en nuestra vida interior.

¿Qué es la imaginación?
Numerosos filósofos han visto en la imaginación una dimensión clave de la actividad mental; en cambio, la psicología desdeñó durante mucho tiempo el papel de la imaginación, considerándola como una facultad marginal, que nada tendría que ver con otras más elevadas, como la percepción o el conocimiento.

Sin embargo, la ciencia contemporánea está descubriendo que la imaginación es una función cognitiva fundamental, que desempeña un papel clave en todas las formas de vida mental, desde la percepción a los recuerdos, sueños y pensamientos.

Gracias a la imaginación podemos pensar más allá de los confines de nuestra situación inmediata, generando vívidos contenidos mentales con los que podemos revaluar el pasado o evocar un posible futuro.

La mayoría de las ideas, por más abstractas que parezcan, nacen como imágenes. De hecho, etimológicamente, la palabra griega idea significa “visión”. En este sentido, idear es imaginar. Pero la imaginación no solo surge de las imágenes. También puede ser desencadenada por una descripción verbal, al leer una novela o un poema, por ejemplo.

En cualquier caso, sin imaginación no habría lenguaje. Aprendemos a leer gracias a la imaginación, que convierte marcas de tinta sobre un papel en evocaciones de cosas ausentes. El poder transformador de la imaginación es tan grande que la simple lectura de un texto escrito puede llegar a conmovernos profundamente.

Su relación con la inteligencia
No hay “inteligencia artificial”: la verdadera inteligencia es natural –y cordial: arraigada en el corazón–. Sin imaginación no habría creatividad: todo sería predecible y aburrido. La imaginación es vida.

Empatía: imaginar a los demás
La empatía, la capacidad de conectar con lo que siente otra persona, sería imposible sin la capacidad de imaginarnos viviendo la experiencia ajena. Cuando siento empatía, una parte de mí deja de estar aquí y, a través de la imaginación, viaja hacia ti. En cambio, el psicópata y el tecnócrata son incapaces de imaginar en el otro la interioridad que lo convierte en persona. Solo ven lo que atañe a sus propósitos.

Por eso señalaba el psicólogo James Hillman que “una educación que de algún modo descuida la imaginación es una educación para la psicopatología”.

El ser humano es un ser imaginativo. La imaginación, estrechamente relacionada con los recuerdos, las fantasías, los sueños y la percepción, pertenece al núcleo de la mente y de la conciencia. Hoy sabemos que la imaginación moviliza las mismas capacidades neuronales que la visión precisa y la cognición, y que no se localiza en un área específica del cerebro.

La imaginación visual a veces se sitúa en la parte posterior de la corteza cerebral, pero en otros casos no. De hecho, las personas que pierden su córtex visual en un accidente son ciegas, pero la mayoría de ellas pueden visualizar perfectamente a través del ojo interior de la imaginación.
Incluso pueden tener vívidas alucinaciones, como si su imaginación visual fuera más poderosa que antes. En realidad, múltiples áreas del cerebro entran en actividad cuando imaginamos. Neurológicamente, la imaginación es un proceso múltiple, dinámico y no-lineal, todo lo cual puede tener que ver con su carácter espontáneo.

¿Cómo podemos entender la imaginación a nivel neurocientífico?
Sin embargo, el rastro de la imaginación no se limita al cerebro. Se ha demostrado que cuando una persona visualiza un objeto o una situación, sus ojos se mueven como si lo percibiera y no solo como si se lo figurara.

Cuando imaginas un rascacielos, tus ojos tienden a moverse arriba y abajo, como si estuvieras abarcando toda su altura, mientras que si imaginas el paso de un vehículo, tus ojos se moverán horizontalmente. Algo semejante se aplica al movimiento corporal.

Neurológica y fisiológicamente imaginar una acción es semejante a realizarla. Si visualizas que levantas con tus brazos un objeto pesado, habrá actividad eléctrica en tus brazos, por más que estés en reposo.

La imaginación y la percepción son actividades distintas, pero están más relacionadas de lo que pudiera parecer. Son parte de un continuo que tiene en un extremo la imaginación libre y espontánea y, en el otro, la percepción nítida de algo que tenemos ante nosotros.

Entre uno y otro extremo, en la mayor parte de nuestra experiencia confluyen imaginación y percepción. Vemos formas de animales en las nubes o, en un ejemplo clásico de la tradición filosófica india, podemos asustarnos ante una serpiente y luego darnos cuenta de que era una cuerda.

La fusión de imaginación y percepción que se da en estos casos, así como en las ilusiones ópticas, sucede igualmente, más sutil, en la vida cotidiana. La imaginación nos permite relacionar e interpretar lo que percibimos, dándole así sentido.

Francisco Varela, pionero de la ciencia cognitiva, llegó a afirmar que la percepción ordinaria es una forma de imaginación que se ve limitada por lo que nos brindan los sentidos.