Construir la esencia de nuestra identidad resulta cada vez más
complejo, al vivir en el mundo de la sobreinformación, donde los estímulos
y mensajes contradictorios son constantes.
Para no sobrecargarnos de información disponemos del mecanismo
de defensa de la introyección, que consiste en la incorporación automática
de aquello que recibimos del entorno, sin que haya ningún tipo de criterio
personal.
La introyección es algo que en mayor o menor grado todos estamos
expuestos a experimentar, de hecho en cierta medida es necesario, como ahora
veremos; el problema recae cuando este mecanismo se apodera de nosotros.
En nuestro día a día para integrarnos en sociedad estamos expuestos
continuamente a acatar normas, leyes, comportamientos, ideas, creencias y
patrones de conducta. Desde que somos niños nos han ido inundando con
toda clase de estos elementos.
Ya en un entorno familiar hemos recibido mensajes de todo tipo, que
a día de hoy, resuenan en nuestras cabezas y cuando no acatamos estos mensajes
nos sentimos culpables.
“Hemos integrado mensajes transformados en mandatos sin digerirlos,
sin haberlos asimilado, ni haberlos pasado por nuestro propio criterio personal”
Mensajes como: “Tienes que trabajar en algo importante para ser alguien
en la vida”, “piensa mal y acertarás”, “los hombres no lloran”, etc.
Estos mandatos nos indican qué es lo que está bien y lo que está
mal condicionando así nuestra conducta y configurando nuestra identidad.
La introyección, también es un medio para complacer a las personas
que están en nuestro entorno, de forma que tiene, en principio, una
función de adaptación para ser aceptados.
Cuando el mecanismo de introyección guía nuestras vidas, se vuelve
peligroso para nuestra identidad. Comenzamos a perder nuestra esencia y
nuestra forma propia y original de ser.
“Cuando nos perdemos en la complacencia, adoptando el papel de ser
“buenos”, haciendo lo que los demás esperan de nosotros; perdemos así la
capacidad de discernir entre nuestro propio mundo real (lo que queremos) y lo
que ha sido impuesto por los demás”
Para no dejar que este mecanismo gobierne nuestras vidas, y acabe por
construir nuestro destino en base a lo que piensan y quieren los
demás, resulta imprescindible tomar conciencia.
Es un paso importante en nuestras vidas hacernos conscientes de en qué
circunstancias, en qué momentos, y con qué tipo de personas tenemos la tendencia
a actuar en un modo automático, sin el filtro que nos ayude a distinguir lo que
forma parte de nuestros valores e identidad.
Dándonos cuenta de los mensajes que recibimos del medio sin cuestionar y
sin analizar, estaremos más alerta para transformar estos mensajes en un
recurso útil, pudiendo reflexionar acerca de ellos, y sacar el aprendizaje que
más nos convenga.
Al cuestionar y analizar todo lo que nos viene de fuera, estamos
dándonos la oportunidad de hacer elecciones más profundas y
coherentes con nuestro modo de pensar, sentir y entender la vida.
Para ello resulta imprescindible asimilar y pasar por el
filtro personal todo lo que aprendemos, facilitando el desarrollo y la
expresión del propio ser.