viernes, 9 de octubre de 2015
Esa Ilusión Que Llamamos Realidad
“Así, si lo que “vemos” está basado en menos del 50% de una información captada del exterior, ¿como sabemos que es real y que es inventado? ¿Cómo se forma lo que percibimos como real para nosotros en nuestra mente? La respuesta es que el cerebro compone el otro 50% de información con datos de los que ya dispone, de nuestra presunción de cómo debe ser el mundo de ahí fuera, de lo que “esperamos” ver en realidad y de todo aquello que tiene acumulado en los bancos de memoria y a los cuales tiene acceso, a través del condicionamiento y la programación con la que nacemos, a través de nuestro ADN. Por eso cada uno “ve” las cosas de forma diferente, porque básicamente su holograma final, su representación tridimensional de ese objeto o situación que ha creado, ha sido generada a
imagen y semejanza de lo que ha “encontrado” por “aquí dentro” para construirla…
…”Y así con el resto de sentidos. Esto implica solo una conclusión, la realidad que vivimos es solo aquella que nos cuadra con nuestras ideas preconcebidas, aquella que nuestra mente interpreta tal y como le va bien y aquella que se ajusta a nuestros pensamientos, sensaciones, y expectativas.
Básicamente, vivimos la realidad exterior en base a nuestra realidad interior: nuestro trabajo, nuestras amistades, nuestra familia, nuestra salud o nuestra abundancia material ¿Curioso, no? Ya hemos completado el círculo de la manifestación consciente. Como es adentro, es afuera.” David Topi
Resulta interesante la constatación de que los grandes personajes que han conmocionado el pensamiento universal a lo largo de toda nuestra historia, han surgido a la luz de la llamada “opinión pública” luego que tanto ellos como sus contemporáneos detractores han sido sepultados por el transcurso del tiempo, cuando quienes pudieron valorar los hechos de su vida, lo valioso y trascendente de sus obras, no estaban sujetos a la censura de su época y al “acorralamiento” impuesto a la capacidad de discernir y evaluar los hechos tal y cómo sucedían delante de sus propios ojos.
Quizás, la respuesta pueda encontrarse en la miopía de aquellos actores presenciales, que han mirado a través de los condicionamientos de la época , de los lineamientos de conducta social impuestos de antemano por los “constructores de prejuicios” aquellos que nos “indican” lo que podemos observar, los que nos condimentan “el sabor de las noticias” los que regulan “la dieta social saludable” lo que el poder de turno determina hasta dónde nos es conveniente consumir las porciones de información, para no caer en los “excesos mundanos” que atentan contra “el orden establecido” en defensa de la moral y las buenas costumbres.
Es como si los acontecimientos del día a día estuviesen sometidos a una censura previa, una especie de clasificación de sus contenidos, separando lo que puede divulgarse de lo que será celosamente resguardado, para que, pasado un tiempo conveniente, su impostergable divulgación, llamémosle “desclasificación” no sacuda el sueño de las conciencias dormidas.
Aquello que se desconoce, lo que los medios no nos han divulgado, sencillamente no existe, no forma parte de nuestras vivencias, podemos continuar apaciblemente sumidos en la ignorancia, no en balde tenemos un dicho firmemente enquistado en el pensamiento colectivo que dice: “ lo que los ojos no ven el corazón no lo siente”
Teniendo ojos pero no ven tienen oídos pero no oyen. No recuerdan. Marcos 8-18
Hugo W Arostegui
miércoles, 7 de octubre de 2015
Principios de Sustentabilidad: La Ley de Analogía
Desde mucho antes de que la palabra escrita se trasmitiese entre los hijos de los hombres los grandes maestros de la teología universal, recibieron, de mano en mano, las enseñanzas impartidas desde el “principio de los tiempos” referentes a la relación estrecha y filial que unía a las criaturas humanas con los Dioses creadores del Universo.
Este conocimiento emana desde la fuente originaria a través de los canales abiertos por su primer receptor, el Patriarca de los patriarcas, nos referimos a Melquisedec, Rey de Salem, el Gran Sumo Sacerdote a quién rindieron tributo todos los discípulos iniciados según esta Orden Sacerdotal que rige los principios que dan sentido a todas las cosas.
Esta, un tanto extraña introducción para quienes no se sienten consustanciados con temas esotéricos, la realizamos con la sana intención de compartir con nuestros lectores conocimientos que nos han sido revelados desde mucho antes de que este mundo que habitamos nos cobijara y que se nos han transmitido de la misma manera, lo que equivale a decir “de mano en mano” significando estas manos la capacidad de pensar, comparar, evaluar, transmitir y compartir, intercambio esencial entre las inteligencias, sean éstas humanas, angélicas, o provenientes del olimpo donde habitan los Dioses.
Si alguna duda pudiésemos albergar sobre la relevancia de nuestra condición de seres conscientes, los autodenominados “homo sapiens” bastarían con que evaluásemos el tenor de las enseñanzas que nos han sido impartidas para darnos cuenta del valor inestimable de nuestra especie en el macro marco del universo infinito.
Se nos ha instruido a lo largo de los siglos para ejercer el gerenciamiento responsable del planeta que habitamos, para que le administremos conforme a los principios que han sido aplicados en otros mundos para asegurar el bienestar y sustentabilidad de todos sus recursos, los cuales se nos han provisto en gran variedad y abundancia.
Estas instrucciones de valor inestimable, se nos han transmitido en el lenguaje propio de los seres inteligentes, el lenguaje de los símbolos, los cuales son recibidos mediante la comunicación creativa implícita en lo que identificamos como “La Ley De Analogía”
Veamos:
“Como la Alquimia y todas las disciplinas ocultas, La Cábala dice que el hombre contiene en su humana dimensión todo el universo.
Es por eso que se lo define como un microcosmo.
Notemos, de paso, que cuando el esoterismo dice que el hombre es como el universo, que lo que está encima es como lo que está debajo, no se está aludiendo a la igualdad sino que esa expresión es una analogía.
El hombre y el mundo no son semejantes y menos aún iguales:
El hombre y el mundo son análogos.”
La Kabbalah, Segunda Parte Hugo W Arostegui
“Analogía significa semejanza. La analogía es la base del conocimiento.
Gracias a la analogía o semejanza que existe entre las cosas podemos aplicar el conocimiento y la experiencia de unas cosas a otras.
Gracias a la analogía, la Taxonomía puede clasificar a los animales, la Química puede clasificar los elementos químicos, los astrólogos pueden clasificar las estrellas, etc., etc.
Los seres humanos aprendemos por analogía y sólo podemos aprender aquello que se relaciona de alguna forma con lo que ya sabemos. Esta es la razón por la cual todo aprendizaje nuevo resulta lento y difícil
Cuando queremos aprende algo o resolver algo, utilizamos ideas y experiencias que hemos aplicado en circunstancias análogas.
Visto el mundo de forma superficial da la impresión de estar formado por infinidad de elementos y seres muy distintos, pero, cuando se profundiza en el conocimiento de su naturaleza, características y funcionamiento, se descubren muchas semejanzas o analogías.
En todos los aspectos de la vida, rigen las mismas leyes naturales. Así, los sistemas planetarios son de análoga constitución. La misma ley de ramificación rige el curso de los ríos en la tierra, la corriente sanguínea y nerviosa y las raíces de los árboles, etc.
La Ley de Analogía es de gran trascendencia. Gracias
a ella descubrió la ciencia matemática de Adams y Leverrier la existencia del planeta Neptuno, antes de haber sido visto por el telescopio.
Gracias a ella ha descubierto la ciencia química multitud de alcoholes, hidrocarburos y otros cuerpos orgánicos, antes de haber conocido su existencia real.
Gracias a la Ley de Analogía han descubierto los astrónomos la existencia de los agujeros negros e Einstein descubrió la existencia de la relatividad.
Nada ha inventado el hombre cuyo mecanismo no preexista en algún ser de la Naturaleza.
El hombre piensa, aprende y crea sólo por analogía.
La analogía es una noción básica sin la cual no podríamos tener el menor conocimiento del mundo. Según esto, el principio de analogía es, probablemente, el pilar básico de nuestra percepción visual y de nuestras construcciones mentales.
La Ley de Analogía nos enseña que el ser humano aprende a partir de las ideas y de las experiencias que tiene, por lo cual, es fundamental tener criterios claros acerca de las cosas importantes, pues es a partir de ellos que percibimos las cosas y las resolvemos...”
Estos principios que mencionamos mantienen su vigencia y en nuestros días se han tornado imprescindibles en cuánto a su aplicación, la criatura humana debe reflexionar sobre el grado de responsabilidad individual que le compete en todo lo que sucede a su alrededor, es un compromiso irrenunciable e indelegable, en cada uno y en todos están las soluciones a todos los trastornos que hoy nos aquejan.
Lo que pasa en nuestro mundo es consecuencia de nuestro desorden, somos análogos al medio ambiente, al clima, a la violencia, si constatamos ausencia de valores es por dejarlos de practicar en nuestras acciones diarias, existe una relación muy estrecha entre el éxito y el fracaso, entre un mundo desarrollado y sustentable y las previsiones del Apocalipsis, todo dependerá siempre de ti, eres análogo al universo, si aplicas en tu vida este principio, por analogía, absolutamente todo cambiará para el bien de todos.
Hugo W. Arostegui
Conociéndonos
Hugo W Arostegui
Nacido el 20 de abril de 1943, en Cerro Largo
- Uruguay
Formado en:
Administración de Empresas, Dirección de Hospitales,
Consultor en
Recursos de Empleo, Economía, Autoridad Religiosa, Teólogo.
Autor de artículos
sobre:
Economía, Religión, Literatura, Empleos, humanidades.
Sexo: Masculino
Signo: astrológico: Aries
Actividad: Analista en Gestión Empresarial
Profesión: Asesor de Empresas
Local: Ciudad: Rivera: Uruguay
Sexo: Masculino
Signo: astrológico: Aries
Actividad: Analista en Gestión Empresarial
Profesión: Asesor de Empresas
Local: Ciudad: Rivera: Uruguay
Una hoja en
blanco, una forma de vivir y sentir, y ese impulso que brota de lo profundo del
corazón, conmueven el alma humana y hacen surgir incontenibles las emociones,
como aflora la tierna sonrisa o se desliza furtiva una lágrima.
Es por esa sensación,
propia del artista que anida en el interior de cada uno, que no resisto el
impulso de contar, que más que un deseo de simplemente decir cosas, es como una
huella, que en medio de la nada indica que allí , si se sabe buscar, hay una
senda, y a través de ella, un escenario de hechos que se exponen para ser
observados y evaluados según el propio sentir de quien es invitado a
transitarlos
¿Quien Soy?
Una hoja en
blanco, una forma de vivir y sentir, y ese impulso que brota de lo profundo del
corazón, conmueven el alma humana y hacen surgir incontenibles las emociones,
como aflora la tierna sonrisa o se desliza furtiva una lágrima.
Es por esa sensación,
propia del artista que anida en el interior de cada uno, que no resisto el
impulso de contar, que más que un deseo de simplemente decir cosas, es como una
huella, que en medio de la nada indica que allí , si se sabe buscar, hay una
senda, y a través de ella, un escenario de hechos que se exponen para ser
observados y evaluados según el propio sentir de quien es invitado a
transitarlos
La Naturaleza Humana
Cuando hablamos de la naturaleza humana, se suelen mencionar una serie
de sentencias, que han sido instaladas en nuestro subconsciente, a través de
innúmeras citas cargadas de retórica advertencia, sobre los peligros que nos
acechan, cuando nuestra búsqueda de respuestas aún insatisfechas, nos pone en
la disyuntiva de:
Acomodar las inquietudes al “status quo” imperante y aceptar la verdad
revelada tal cual nos la han transmitido.
O salir al descampado de extramuros, lejos de la ciudadela amurallada
de preconceptos que intenta preservarnos de los mortales efectos del mundo
“diabólico, solitario y triste” de
afuera.
Parecería ser, que de acuerdo al “autorizado” criterio de los
predicadores, todo lo que había que saber, ya fue dicho, lo que nos resta, lo
que es arbitrio de la voluntad humana, es el sometimiento y la obediencia
irrestricta.
Esto que mencionamos no es para nada algo nuevo, consecuencia de los
convulsionados tiempos modernos en los cuales nos ha tocado vivir, todo lo
contrario, esta estrategia de dominación, existe desde siempre, desde que los
hijos de Dios hemos sido convocados para que hagamos oír nuestra opinión, han
aparecido los “pretendidos representantes de la autoridad divina” cuyo
insaciable apetito de poder, y su consecuente capacidad de dominación, les
impulsa a ejercer un injusto dominio
sobre sus semejantes, ya sea, mediante la persuasión engañosa, o recurriendo
directamente al ejercicio totalitario de la violencia.
Para ayudarnos a entender mejor el alto precio que debe pagarse para alcanzar
ciertos grados de iluminación, les sugiero incursionar en el pensamiento de los
grandes filósofos, poseedores del conocimiento esotérico de los cabalistas, los
que utilizando los medios disponibles de comunicación de su época, utilizaron
la magia de la palabra escrita y su lenguaje exotérico, para transmitir a los
entendidos su enseñanza intelectual y compartir con sus amados discípulos el
mensaje esotérico de las señas y los símbolos, lo que sólo podía ser entendido
por los iniciados al recibirlo “de mano en mano” .
Quien pretenda conocer el sabor de la sal, deberá, forzosamente,
introducirla en su boca y degustarla por sí mismo, de nada le valdría ningún otro medio, sólo
obtendría la imagen exotérica de la sal, de ningún modo el conocimiento, lo esotérico,
es decir su verdadero sabor.
Incursionaremos entonces en el pensamiento de Platón y sus enseñanzas.
Brece reseña:
“Platón,
nació en Atenas probablemente en el año 427 a.C. pertenecía a una familia noble y eran ilustres
tanto los ascendientes de sus padres como los de su madre.
Recibió la educación física intelectual de los jóvenes de su época; es posible
que haya seguido las lecciones del horaciano Cratilo.
El maestro tenía entonces 63 y el alumno 20.
Platón debió seguir las lecciones
de Sócrates durante ocho años.
Poco después de la caída de los Treinta, tres
delatores acusan a Sócrates de corromper a la juventud y de no creer en los
dioses de la ciudad; condenado a muerte, rehúsa evadirse y bebe la
cicuta en el 399.
Platón no estuvo presente en los últimos
momentos de su maestro, relatados en el Fedón; pero esta escandalosa injusticia
debió ser para él el prototipo del acto inicuo contra cuya repetición debía
luchar todo filósofo.”
El tema que hemos escogido para ilustrar nuestro
artículo es el siguiente:
El libro
VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna,
que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se
encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al
final del libro VI.
Y a
continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con
respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo
veo-dijo.
- Pues
bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda
clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o
animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos
portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén
callados.
- ¡Qué
extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales
que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han
visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas
por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
-
¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles
las cabezas?
- ¿Y de
los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué
otra cosa van a ver?
- Y si
pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar
refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
-
Forzosamente.
- ¿Y si
la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que,
cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que
hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
- No,
¡por Zeus!- dijo.
-
Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra
cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es
enteramente forzoso-dijo.
-
Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados
de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente.
Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a
volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera
dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos
cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que
antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más
cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión
más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a
contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que
estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más
verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho
más-dijo.
II. -Y si
se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los
ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar,
y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra
.?
- Así es
-dijo.
- Y si se
lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y
escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del
sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez
llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver
ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no
sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
-
Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de
arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las
imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde,
los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche
las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las
estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
- ¿Cómo
no?
- Y por
último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni
en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es
en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
-
Necesariamente -dijo.
- Y después
de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las
estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en
cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es
evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué?
Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus
antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber
cambiado y que les compadecería a ellos?
-
Efectivamente.
- Y si
hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que
concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración
las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que
solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie
de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél
nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y
poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que
preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre
sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel
mundo de lo opinable?
- Eso es
lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella
vida.
- Ahora
fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo
asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja
súbitamente la luz del sol?
-
Ciertamente -dijo.
- Y si
tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente
encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele
asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo
que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que,
por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la
pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban
manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles
subir?.
- Claro
que sí -dijo.
III.
-Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!,
a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la
vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder
del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las
cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región
inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas
conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin,
he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se
percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que
colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las
cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de
ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y
conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente
en su vida privada o pública.
- También
yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo
Según la versión de J.M. Pabón
y M. Fernández Galiano, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1981 (3ª edición)
Tal el relato de Platón, no abundaremos agregando más detalles, si
alguna vez te decides a romper las ligaduras que mantienen tieso tu cuello y
salir de la butaca donde has estado aprisionado, es posible que lo que
descubras no puedas contárselo a nadie, so pena de que te enchalequen y te
encierren en un hospicio, también corres el riesgo, de que una vez aprisionado,
te alcancen para beber una copa de cicuta, de ocurrir algo así, alza tu copa,
bebe y responde “Por quien me venza con honor en vosotros” .
Hugo W. Arostegui
El Mito De La Caverna
El libro
VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna,
que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se
encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al
final del libro VI.
Y a
continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con
respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo
veo-dijo.
- Pues
bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda
clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o
animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos
portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén
callados.
- ¡Qué
extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales
que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han
visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas
por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
-
¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles
las cabezas?
- ¿Y de
los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué
otra cosa van a ver?
- Y si
pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar
refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
-
Forzosamente.
- ¿Y si
la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que,
cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que
hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
- No,
¡por Zeus!- dijo.
-
Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra
cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es
enteramente forzoso-dijo.
-
Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados
de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente.
Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a
volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera
dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos
cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que
antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más
cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión
más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a
contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que
estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más
verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho
más-dijo.
II. -Y si
se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los
ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar,
y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra
.?
- Así es
-dijo.
- Y si se
lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y
escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del
sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez
llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver
ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no
sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
-
Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de
arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las
imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde,
los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche
las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las
estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
- ¿Cómo
no?
- Y por
último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni
en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es
en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
-
Necesariamente -dijo.
- Y después
de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las
estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en
cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es
evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué?
Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus
antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber
cambiado y que les compadecería a ellos?
-
Efectivamente.
- Y si
hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que
concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración
las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que
solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie
de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél
nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y
poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que
preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre
sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel
mundo de lo opinable?
- Eso es
lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella
vida.
- Ahora
fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo
asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja
súbitamente la luz del sol?
-
Ciertamente -dijo.
- Y si
tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente
encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele
asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo
que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que,
por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la
pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban
manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles
subir?.
- Claro
que sí -dijo.
III.
-Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!,
a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la
vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder
del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las
cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región
inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas
conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin,
he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se
percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que
colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las
cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de
ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y
conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente
en su vida privada o pública.
- También
yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo
sábado, 26 de septiembre de 2015
Simplemente, Escribo
Me preguntan si tengo alguna fobia o alguna cábala en
particular, si tengo algún día preferido en la semana, e incluso, si tengo
algún amuleto con el cual protegerme cada vez que me siento ante mi pc para
intentar escribir algún artículo en cuestión.
Lo que resulta evidente es que se hace un tanto complicado
hilvanar una respuesta ante tales preguntas, pienso que solamente alguien que
en algún momento de su vida ha sentido en su ser interior el impulso de
transitar por el relato de sus vivencias, es quien podría estar acreditado como
para que, de alguna manera, realizar, o mejor dicho, intentar, satisfacer con sus respuestas, la curiosidad de todo
aquel que manifieste su inclinación por dilucidar el “instante preciso” en el cual “el genio de la inspiración
creativa” se apodera de dedos, manos y teclado para plasmar en contenido
visible y entendible el fruto de su creación intelectual.
No es posible para quien escribe proveer a sus lectores de un
“manual para principiantes” si bien no
deja de ser cierto que existe la técnica del relato y que es factible la
transmisión de ciertas habilidades propias de una buena comunicación y que
tales habilidades se adquieren y desarrollan en la práctica constante de esta
disciplina, llegando, incluso, a dotarle a quien se interese, de la consecuente
experiencia en la elaboración de un relato convincente, no menos cierto resulta
que quien escribe no solamente utiliza la técnica del aprendizaje, sino que,
además, debe tener muy en cuenta “el contenido” del relato en cuestión, y este,
el contenido, suele manifestarse a través de la inspiración del autor, algo muy
íntimo, imposible de delegar al mero entendimiento del interesado, es allí , en esa comunión entre autor y
lector donde se conjugan los sentimientos , único nexo que hace posible una
comunicación creativa.
Es por eso que pienso que quién escribe, no lo haga
impulsado por otro motivo que no fuese el deseo de transmitir ciertas vivencias
que hacen a su fuero íntimo, algo muy cercano al estado espiritual de su
condición humana, esencialmente solidaria con el exterior inteligible que
percibe.
Hugo W. Arostegui
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