miércoles, 23 de agosto de 2017

Integración Social


“Si, por el contrario, lo que se busca es una “sociedad integrada”, con un mínimo de cohesión interna, que no homogeneidad (habría que hablar, más bien, de ordenada convivencia entre diferentes), la integración ha de concebirse no como un proceso unilateral, sino bilateral o incluso multilateral”

“Cuanto más tiempo dedico al estudio de la migraciones, más convencido estoy de que el principal elemento que conforma este fenómeno, en destino, es la integración social de los inmigrados. Justo porque la integración social no puede producirse de forma abstracta, teórica, si no en la realidad, de manera práctica” (Fernando Checa)

Cuando se habla de cómo tendrían que interrelacionarse los inmigrantes y la población del país que los recibe, con frecuencia se utiliza la expresión ‘la integración de los inmigrantes’. Da lo mismo que se hable a favor de ella o en contra, de que se haga con la mejor voluntad o con la intención de colocar el mayor número de piedras en el camino, pero esta expresión resulta profundamente desgraciada. ¿Por qué? Esta expresión denota un proceso unilateral en el que todo el esfuerzo parece que ha de ser realizado por parte de los inmigrantes, que como recién llegados pretenden incorporarse al tronco principal de la sociedad de acogida. Si, por el contrario, lo que se busca es una “sociedad integrada”, con un mínimo de cohesión interna, que no homogeneidad (habría que hablar, más bien, 
de ordenada convivencia entre diferentes), la integración ha de concebirse no como un proceso unilateral, sino bilateral o incluso multilateral.

En cuanto proceso de intercambio cultural y de convivencia étnica no impositivo, 
la integración requiere ser concebida como un proceso bidireccional (a two way process) y dinámico de adaptación mutua y reconocimiento recíproco (una definición en línea, por cierto, con los principios básicos comunes de integración patrocinados por la Unión Europea). 

Si el esfuerzo por adaptarse únicamente se les exige a los inmigrantes, eso ya no se parece en nada a la integración: eso recibe el nombre de asimilación. Mediante la integración se intentaría evitar la emergencia de una sociedad fragmentada, compuesta por sociedades paralelas, y propiciar que todos los individuos tengan las mismas expectativas y las mismas posibilidades, pero también las mismas exigencias y los mismos deberes. 

No se trata, sin embargo, de que todos piensen lo mismo, crean lo mismo, sigan los mismos valores o lleven el mismo modo de vida. La finalidad básica de este modelo de convivencia se expresaría bien con el conocido lema «igualdad en la diversidad». Se trataría, entonces, de conseguir, nada más y nada menos, que toda la población disfrutase de unas condiciones de bienestar similares, empezando por un acceso efectivo a los derechos compartidos por la mayoría de los ciudadanos, pero también por el efectivo cumplimiento de las obligaciones que esos derechos llevan aparejadas.


Aunque muchas fórmulas terminológicas no son más que herramientas en la lucha simbólica que sirven para estructurar el discurso político y para articular una percepción interesada de la realidad y, por tanto, nunca son neutras, he aquí algunas acepciones básicas del término «integración social»:

Fraternidad


Se entiende por fraternidad a la unión y buena correspondencia entre hermanos o entre los que se tratan como tales.

Proclamada como virtud en el Antiguo y Nuevo Testamento, la fraternidad ha sido enseñada también como principio filosófico por los estoicos de Grecia y Roma.

Diversas escuelas filosóficas han apelado al sentimiento de fraternidad:
Los positivistas por el altruismo.

Stuart Mill y Herbert Spencer, en nombre de la unión de los intereses.

Schopenhauer, por el sentimiento de la piedad, limitativo del derecho natural del más fuerte.
El socialismo, como una aspiración.

La república francesa incluso la tiene por una de sus divisas: libertad, igualdad, fraternidad.
Fraternidad es un término derivado del latín frater, que significa hermano. Por esta razón, fraternidad significa parentesco entre hermanos o hermandad. La fraternidad universal designa la buena relación entre los hombres, en donde se desarrollan los sentimientos de afecto propios de los hermanos de sangre, unión y buena correspondencia.

La fraternidad es el lazo de unión entre los hombres basada en el respeto a la dignidad de la persona humana, en la igualdad de derechos de todos los seres humanos y en la solidaridad por de unos por los otros.

La fraternidad es un valor que no se resume solo a los hombres sino un valor universal y transversal a todos los seres humanos de considerarnos todos hermanos. De esta manera el valor de la fraternidad nos lleva a ser solidarios, respetuosos y empáticos unos con los otros. 

Como concepto filosófico, la fraternidad está vinculada a los ideales promovidos por la Revolución Francesa en 1789, basada en la búsqueda de la libertad, igualdad y fraternidad.


La fraternidad está muy desarrollada entre los estudiantes de las universidades americanas. Es similar a una asociación en la que los miembros se reúnen para organizar fiestas y otros eventos que permiten la socialización de los estudiantes. La amistad, el compañerismo, la camaradería y otros principios se practican entre los miembros.

El movimiento Scout es también un movimiento que promueve la fraternidad. A través de la práctica del trabajo en equipo, del respeto al ser humano, del amor por los animales y la naturaleza, los jóvenes participantes se convierten en ejemplo de liderazgo, responsabilidad, generosidad, altruismo y fraternidad.

martes, 22 de agosto de 2017

Control De Las Emociones


Conocer como reaccionamos ante los estímulos que nos rodean y saber calibrar la cantidad de respuesta emocional que nos interesa dar, nos ayudará a no gastar nuestras fuerzas y energías de forma inadecuada. Por ejemplo, si me enfado con gran intensidad con un desconocido al que muy probablemente no volveré a ver en la vida, estoy gastando una energía valiosa de forma improductiva y, para colmo, esta sensación de disgusto se prolongará en el tiempo mucho más de lo que sería razonable.

Temo que un buen número de personas piense que las emociones no son controlables ni gestionables, que es algo que surge y nos inunda. Sentimos miedo o amor y no sabemos cómo, por qué y, lo que aun es peor, no nos planteamos la posibilidad de comprender y gestionar esos sentimientos.

Cuando no profundizamos en este tema, no nos tomamos el tiempo suficiente para conocer y comprender las distintas emociones y cómo nos afectan.
Por este motivo, en ocasiones, confundimos los sentimientos; podríamos pensar que alguien está enfado, cuando realmente está preocupado y esta confusión puede producir graves consecuencias en nuestras relaciones interpersonales.

Para poder distinguir los sentimientos necesitamos primero conocerlos e identificarlos en nosotros mismos, para después ser capaces de hacer lo mismo en los otros.

Es necesario ponerles nombres y pararnos a averiguar, en el momento, qué es lo que sentimos, respondiendo a la pregunta ¿Qué siento exactamente? ¿Ira, enfado, disgusto…?

Porque la primera fase para poder gestionar la emoción sería identificarla. Es fácil reconocer emociones, las vemos en los demás. Lo que las hace complejas es el hecho de que suelen producirse varias a la vez.

Podríamos decir: “me siento infeliz”, pero ¿Qué quieres decir realmente? ¿Estás: triste, enfadado, avergonzado, celoso, te sientes culpable…? ¿Cuál responde a tu sentimiento?

Cuando lo identifiques podrás profundizar, analizar y tomar decisiones al respecto.

Separar e identificar las emociones me permite saber lo que siento, aprender a conocerme mejor y, partiendo de esta base, afrontar de una forma más eficaz mis retos.

Si nos enseñaran desde la infancia a identificar y gestionar nuestras emociones, la vida sería más fácil. Si no tuvimos la suerte de que nos lo enseñaran siendo niños, ahora es el momento de empezar.



Visión De La Realidad



Como personas, nada de lo humano nos es ajeno.
Contamos con ciertas características similares que condicionan nuestra existencia y relación con los demás en este mundo.
Sin embargo, y a pesar de que somos seres sociales por naturaleza, y que indispensablemente necesitamos de los demás para subsistir, cada uno de nosotros tiene -por decirlo de alguna manera- un elemento individualista que yace en la mente.
Se trata de nuestra visión o percepción de la realidad. A pesar de que todos percibimos el mundo a través de los mismos sentidos, es nuestro cerebro quien interpreta estás visiones o percepciones de la realidad y las convierte en algo tangible para nosotros.
Nuestra visión de la realidad está condicionada por la manera como interpretamos lo que ocurre a nuestro al rededor, “nuestra realidad se forma en nuestra mente”.
Está científicamente demostrado, que todo lo que vemos, sentimos y escuchamos, no representa un total de lo que verdaderamente es el mundo real. Con esto me refiero a que existen sonidos que no podemos escuchar, colores que no podemos ver… etc.
Esto nos lleva sin duda, a pensar, que cada uno de nosotros entonces, tendrá su propia representación (percepción) de la realidad en su mente, interpretando las situaciones de manera diferente, y prácticamente a nuestro modo.
Ésta es una de las causas principales de las discusiones y malentendidos en todo el mundo. Como todos nosotros percibimos de forma diferente nuestro entorno, lo que para algunos es bueno, para otros no tanto.
Nuestra percepción de la realidad, es lo que nos hace únicos con respecto a los demás. Es lo que nos diferencia. Es nuestra visión de la realidad lo que permite que no seamos un conjunto de robots creados en serie bajo reglas comportamentales simétricas y predefinidas.
Es humano, ver el mundo a nuestra manera. Y al ser personas, nada de esto nos es ajeno.
Es un error común entonces, pensar que todos deberíamos estar de acuerdo en determinado momento con ciertas ideas o formas de pensar. Es como esperar a que todos los planetas de muchos sistemas solares estén completamente alineados. A pesar de que es posible, quizás tome mucho tiempo, o resulte desgastante.


Dicen: Cosas De Viejo Independiente


Saber tomar decisiones es muy importante. Algunas son sencillas como qué ropa ponerse hoy, y otras más complicadas como las decisiones respecto al futuro, pero todas dependen de nosotros y debemos tomarlas de manera responsable.
La experiencia es un grado
A lo largo de nuestra vida hemos ido decidiendo entre diferentes posibilidades, algunas veces hemos acertado y otras no, pero con todo lo que hemos vivido, hemos ido aprendiendo unas cuantas cosas:
• EXPERIENCIA. Los éxitos y fracasos del pasado son muchas veces la base de una buena decisión futura.
• BUEN JUICIO. El sentido común y la madurez conseguidos con el paso de los años son nuestros mejores aliados.
• AMPLITUD DE MIRAS. Todo lo pasado a lo largo de nuestra vida nos hace saber que no hay una sola manera de ver las cosas.
Cómo afrontar la toma de decisiones
Lo primero que hay que hacer, es pensar de una forma positiva acerca de nuestra capacidad para decidir.
Pensar de una manera positiva nos ayudará a:
• Ver las cosas como retos, como desafíos.
• Saber que siempre se puede hacer algo ante los problemas.
• Buscar soluciones, solos o con ayuda.
• Sentirnos mejor con nosotros mismos, más capaces, más seguros.
Recuerda que una actitud positiva nos predispone al éxito en la toma de decisiones.
Lo que hay que hacer para tomar decisiones
Si necesitamos decidir sobre algo, a continuación encontraremos unas cuantas recomendaciones que podemos seguir para hacerlo del mejor modo posible. Es importante que las sigamos en el mismo orden que las exponemos.
• Ser lo más concreto posible. Hay que analizar y encontrar cuáles son las cuestiones importantes y cuáles no.
• Buscar soluciones. Se trata de ver todas las posibilidades  existentes en relación con la cuestión que hemos de resolver.
• Elegir la solución que más nos convenga para lograr el resultado que buscamos.
• Pasar a la práctica. Hasta ahora hemos pensado, ahora hay que poner en marcha nuestra decisión.
• Comprobar cómo nos ha ido, para rectificar en caso de que los resultados no hayan sido los esperados.
Vamos a lo práctico.
Antes de nada… pensar
Vamos a poner en práctica las anteriores recomendaciones ante una situación de duda e inseguridad que sufrimos frecuentemente al hacernos mayores: ¿QUÉ VOY A HACER EN EL FUTURO?
• SER CONCRETO.
Preguntarse “¿Qué voy a hacer en el futuro?” es plantear el problema de manera demasiado general e inabarcable. Hay que concretar más:
“¿Dónde quiero vivir? ¿Con quién? ¿Cómo quiero vivir?”.
De cómo responda a estas cuestiones, dependerá mucho mi vida.
• BUSCAR SOLUCIONES.                                                                                                
Ponerse en situación de cada una de las alternativas y valorar pros y contras:
“Si voy a una residencia tendré que dejar mi barrio y me costará más dinero, aunque estaré más segura y cuidada. Si vivo en mi casa seguiré siendo independiente aunque me sentiré más sola.”
Después… actuar
• ELEGIR. Si lo que valoramos es continuar siendo autónomos, elegiremos vivir en la propia casa. Esto implica tener que pedir y aceptar ayuda de vez en cuando de vecinos, servicios sociales, amigos y familia.
• PASAR A LA PRÁCTICA. Una vez hecha la elección hay que preguntarse qué se necesita para llevarla a cabo. Habla y pide consejo a tus familiares. Haz gestiones, solo o con ayuda para conocer los servicios sociales y las ayudas que puedes solicitar para tener una vida más confortable y segura.
• COMPROBAR. Por último, debemos preguntarnos si hemos conseguido lo que queríamos. Puede pasarnos que obtengamos ventajas que no habíamos previsto.
Puede ocurrir también que la decisión no haya resultado tan buena como esperábamos. Es el momento de introducir cambios. Los pasos que hemos ido dando nos ayudarán a saber dónde y quién nos puede ayudar a hacerlos.
Tres consejos más
• Es importante no decidir nada cuando estamos alterados. La tranquilidad es una buena aliada.
• Sabemos que cada persona tiene su “propio estilo” para decidir. Estas recomendaciones pueden ayudarnos a saber lo que solemos hacer bien y en lo que tenemos que mejorar.
• Tener más años no significa dejar de tomar decisiones. Todo lo contrario. Ya hemos aprendido que podemos equivocarnos,  pero también sabemos que aprendemos de nosotros mismos y de los demás. Eso nos ayudará la próxima vez. No olvidemos, de sabios es rectificar.


Extraído del “Programa de Envejecimiento” de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Con la colaboración de la Organización Mundial de la Salud.

Enfocar Nuestra Atención


Sería bueno preguntarnos si nuestro déficit de atención globalizado proviene de causas externas, como la celeridad de los estímulos que nos embisten y que no logramos aprehender, o a nuestra propia falta de serenidad interna que nos impide fijar la atención en un punto a la vez sin distraernos. O bien si las dos causas están interactuando.

Si en nuestra vida diaria escuchamos sin oír, miramos sin ver, comemos sin oler ni saborear, hablamos sin pensar y pensamos de forma automática, nos va a ser muy difícil disfrutar de una vida plena. Por eso buscamos compulsivamente más variedad y mayor intensidad en los estímulos con el fin de suplir lo que nos parece una vida vacía y sin sustancia. Estamos convencidos de que así aprovechamos el tiempo, pero la verdad es que sin plenitud desperdiciamos trozos enteros de vida.

Vivir conscientemente.
En los Estados Unidos se ha puesto de moda el concepto “mindful”. Muestra cierto parentesco con la moda de la lentitud (“slow”) que se extiende en nuestro continente. Este adjetivo se aplica a la medicina, a la reducción del estrés, a la manera de comer para adelgazar, al entorno laboral, a la crianza y educación de los niños. “Mindfulness” podría traducirse como atención consciente. Estar atentos al momento presente es la base de una vida consciente. La idea proviene de una de las más antiguas formas de meditación de la tradición budista (“vipassana”). Su objetivo final, dicen, es erradicar completamente las distracciones de la mente, para obtener los beneficios de la tranquilidad, la paz mental y la habilidad de aceptar las cosas como vienen. De este modo podemos llegar a ver las cosas como realmente son y no como parecen ser. Llegar a la auténtica realidad y no quedarnos con la apariencia. Por ejemplo, darnos cuenta de que lo que parece permanente, en realidad no lo es. 

La práctica de esta meditación hace que uno se dé cuenta del surgir y el cesar de los fenómenos mentales y físicos. Con esto se obtiene una compresión más clara de lo que está ocurriendo en la mente y el cuerpo, al mismo tiempo que se consigue aceptar las cosas como se presentan, con menos agitación. 
Uno de los introductores de esta tradición en Occidente fue el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh con su libro “Lograr el milagro de estar atento” publicado por primera vez en 1975 en Norteamérica.

Observar, no juzgar y darnos cuenta.
Se suele pensar que la meditación es una técnica oriental incompatible con nuestro estilo de vida. Pero no es así. La meditación consciente se puede realizar durante cualquier actividad. En realidad, comer una manzana con atención podría ser una actividad de meditación consciente siempre que sintamos su sabor, olamos su aroma, y contemplemos el tacto de su piel.

No hace falta ser religioso, ni budista, ni místico, ni ir a un retiro espiritual para meditar. 
Los tres objetivos de una vida atenta.
Ser conscientes del momento presente.
Darnos cuenta de lo que estamos pensando y haciendo, hasta lo más trivial. 

Desautomatizar pensamientos y acciones. 
Andar estando alerta. Escuchar a los pájaros con atención. Comer saboreando. Saber lo que se está sintiendo.

Observar sin enjuiciar ni reaccionar.
Tenemos el hábito de percibir y decidir inmediatamente si un sonido o un sabor o una emoción son buenos o malos. Si observamos con juicios, nuestra mente no deja de pensar, charlar y discutir consigo misma. Al juzgar nos basamos en unas experiencias pasadas que están condicionando nuestra percepción. La observación consciente tendría que ser como una mirada nueva, ingenua, sin juicios ni valoraciones. De este modo se logra que la mente vuelva rápidamente a silenciarse  y a serenarse.

No intentar atrapar lo que observamos ni alejarlo con aversión.
En el ámbito de las emociones, por ejemplo, no deberíamos elegir la alegría y rechazar la tristeza sistemáticamente. Es parte de nuestra condición sentir todo tipo de emoción. Por esta razón, tampoco tendríamos que rechazar las emociones más inconfesables como la rabia, los celos o la envidia. Deberíamos simplemente darnos cuenta de que estamos sintiendo esas emociones y dejar que sigan su curso de nacimiento, crecimiento y extinción. No es necesario empeñarse en luchar contra las emociones “malas” ni reaccionar. Con identificarlas es más que suficiente.

Introducir la atención consciente en nuestra actividad diaria.
Practicar la atención al cuerpo observando todas las sensaciones corporales. Por ejemplo, mientras andamos, observar todos los movimientos del cuerpo en el espacio; cuando nos lavamos las manos, fijarnos en la sensación del contacto de la piel con el agua. Concentrándonos en estas sensaciones logramos conectar con la experiencia directa.

Observar la respiración es una manera de entrenar a la mente para estar en el momento presente. No preocuparse de si se está respirando rápido o lento, si se hace bien o mal, solo hay que fijarse en la respiración tal como es. 

Etiquetar mentalmente las sensaciones y emociones. Si uno piensa, habría que decirse a sí mismo: “estoy pensando”. Si se está triste, “tengo tristeza”, si se tiene sueño, “sueño”, si se tiene rabia,”rabia”. 
Una vez identificada la emoción, dejar que esta se apague sin reaccionar. De este modo, la mente se queda libre y disponible para conectar con todos los momentos presentes.

Ver, oír, tocar, oler, saborear y pensar.
Usar los sentidos para conseguir el bienestar  psicofísico.


En la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts se encuentra el mayor y más antiguo centro del mundo dedicado a la reducción del estrés (University of Massachusetts Stress Reduction Clinic). Fundado en 1979 por el Dr. Jon Kabat-Zinn, su reclamo ofrece “una invitación para lograr un mayor equilibrio, control y participación en la vida…” La técnica utilizada es la llamada Reducción del Estrés basada en la atención consciente (MBSR, sus siglas en inglés a partir de Mindfulness-Based Stress Reduction). Nunca antes se había aplicado el entrenamiento en la disciplina de la meditación como método terapéutico en ningún centro médico en los Estados Unidos. 

La atención consciente, “mindfulness”, es una manera de relacionarse directamente con todo lo que está ocurriendo en la vida de una persona momento a momento. Las aplicaciones de la atención consciente van del dolor crónico, pasando por la fatiga, la ansiedad y la hipertensión, a todo tipo de estrés y sus consecuencias.

lunes, 21 de agosto de 2017

El Cultivo De Valores

Un hábito es una conducta que se repite en el tiempo de forma sistemática, implica que se ha interiorizado de forma natural hasta que se convierte en una actitud espontánea. No se consigue interiorizar una conducta hasta convertirla en algo espontáneo sin repetición y el entrenamiento.
Los valores son cualidades de una persona que se expresan en su forma de vivir y de actuar. Son intangibles e inmateriales y se hacen evidentes a través de las persones y de cómo viven y se relacionan.

Los valores se comunican a través de la vida y se adquieren por imitación. La práctica de los valores se traduce en hábito que permiten que los niños y jóvenes crezcan y  se desarrollen. Estos hábitos son las virtudes.

En el entorno educativo se aprende a discernir valores y es en este proceso que van adquiriendo una visión crítica de su vida, de sus sentimientos, de sus intereses y de su forma de actuar. Sólo pueden pasar por este proceso si aprenden a valorar sus acciones reflexionan sobre sus acciones y que carencias y beneficios ha generado.

La educación emprendedora y también la financiera sólo tienen sentido si buscan poner en práctica hábitos y valores. Sólo si se estimulan determinados valores que veremos a continuación podremos contribuir a generar ciudadanos emprendedores, no como actividad circunscrita en el campo económico sino como filosofía de vida.

Son muchos los valores, hábitos y virtudes que podemos presentar a nuestros alumnos a través de las actividades relacionadas con la educación emprendedora y financiera. Destacaremos en este post el de la CONSTANCIA, la HUMILDAD, EL COMPROMISO.

LA CONSTANCIA: cuando trabajamos un proyecto sea de educación emprendedora o financiera, presentamos, ineludiblemente este valor. La realización de cualquier proyecto requiere constancia. Necesitamos creatividad, audacia, ilusión y sentido crítico pero sin constancia es imposible hacer realidad un proyecto. Cualquier emprendedor necesita de este hábito de la repetición y la persistencia en el esfuerzo para conseguir el objetivo.

La HUMILDAD, especialmente necesario hacer hincapié en la educación en este valor cuando trabajamos proyectos de emprendimiento. He tenido la oportunidad de asistir a numerosos actos en los que jóvenes presentan sus proyectos y en demasiadas ocasiones se confunde el hecho de presentar una buena iniciativa con soltura y buena comunicación, con un acto de vanidad mal entendido. La humildad proviene de la palabra latina humus y significa conciencia de la propia limitación. Debemos pedir a nuestros alumnos que tengan la capacidad de proyectar a futuro sus deseos y objetivos pero que tengan la capacidad de escuchar y digerir bien las críticas y dejarse aconsejar.

EL COMPROMISO, en palabras de Francesc Torralba (filósofo) comprometerse significa tomar parte de la realidad, implicarse en ella, intentar cambiar las estructuras del mundo en que vivimos y transformarlo positivamente. Especialmente en los proyectos de emprendimiento debemos propiciar que la selección de los proyectos contemple una función social y de transformación del entorno en el que se encuentran nuestros alumnos.

Tiene sentido realizar proyectos de educación emprendedora y financiera si nos sirven para presentar valores humanos, para que pongan en práctica algunos hábitos y hagan de ellos sus propias virtudes.