martes, 22 de agosto de 2017

Control De Las Emociones


Conocer como reaccionamos ante los estímulos que nos rodean y saber calibrar la cantidad de respuesta emocional que nos interesa dar, nos ayudará a no gastar nuestras fuerzas y energías de forma inadecuada. Por ejemplo, si me enfado con gran intensidad con un desconocido al que muy probablemente no volveré a ver en la vida, estoy gastando una energía valiosa de forma improductiva y, para colmo, esta sensación de disgusto se prolongará en el tiempo mucho más de lo que sería razonable.

Temo que un buen número de personas piense que las emociones no son controlables ni gestionables, que es algo que surge y nos inunda. Sentimos miedo o amor y no sabemos cómo, por qué y, lo que aun es peor, no nos planteamos la posibilidad de comprender y gestionar esos sentimientos.

Cuando no profundizamos en este tema, no nos tomamos el tiempo suficiente para conocer y comprender las distintas emociones y cómo nos afectan.
Por este motivo, en ocasiones, confundimos los sentimientos; podríamos pensar que alguien está enfado, cuando realmente está preocupado y esta confusión puede producir graves consecuencias en nuestras relaciones interpersonales.

Para poder distinguir los sentimientos necesitamos primero conocerlos e identificarlos en nosotros mismos, para después ser capaces de hacer lo mismo en los otros.

Es necesario ponerles nombres y pararnos a averiguar, en el momento, qué es lo que sentimos, respondiendo a la pregunta ¿Qué siento exactamente? ¿Ira, enfado, disgusto…?

Porque la primera fase para poder gestionar la emoción sería identificarla. Es fácil reconocer emociones, las vemos en los demás. Lo que las hace complejas es el hecho de que suelen producirse varias a la vez.

Podríamos decir: “me siento infeliz”, pero ¿Qué quieres decir realmente? ¿Estás: triste, enfadado, avergonzado, celoso, te sientes culpable…? ¿Cuál responde a tu sentimiento?

Cuando lo identifiques podrás profundizar, analizar y tomar decisiones al respecto.

Separar e identificar las emociones me permite saber lo que siento, aprender a conocerme mejor y, partiendo de esta base, afrontar de una forma más eficaz mis retos.

Si nos enseñaran desde la infancia a identificar y gestionar nuestras emociones, la vida sería más fácil. Si no tuvimos la suerte de que nos lo enseñaran siendo niños, ahora es el momento de empezar.



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