A nadie le importa que tengas dos carreras y un máster.
A nadie le importa que te encante la historia del arte,
la geografía o las matemáticas y que “sigas tu pasión”.
A nadie le importa lo guapo o lo listo que te creas que
eres.
Repite conmigo: “no le importo a nadie”.
Lo que realmente le importa a la gente es que les
resuelvas SUS problemas. Que les des una pomada cuando les salga un grano.
¿Quieres hacerte millonario? Soluciona un problema que
afecte a millones de personas.
¿Quieres un empleo con un buen sueldo? Demuéstrale al dueño
de la empresa que puedes hacerle ganar 10 veces más de lo que le va a costar
contratarte.
Es tan simple como eso.
“Si estudias, si trabajas duro, si te esfuerzas, si
luchas duro por lo que quieres” –te prometieron– “serás recompensado al final
del camino.”
Tengo malas noticias: te han mentido.
Al final del camino lo único que te espera es la cola del
paro o, si eres afortunado, un sueldo a cambio de entregar 5 días
de tu vida cada semana.
Y cuando después de sudar tanto te topas con la dura
realidad –que no había recompensa y que todo era una farsa– te cabreas. Te
cabreas mucho.
“¡Me merezco un trabajo digno de lo mío!”
–reclamas desde el sofá.
“¡Nadie me da ha dado una oportunidad de
demostrar lo que valgo!” –gritas con el puño en alto.
Pero por mucho que patalees, nadie va a venir a salvarte…
porque nadie te debe nada.
Te mereces lo que te has ganado con tus acciones, ni más
ni menos, tu trabajo vale exactamente lo que los demás están dispuestos a pagar
por él y ahora mismo estás donde deberías estar.
¿Y oportunidades? ¿Te quejas de oportunidades cuando has
podido ir al colegio, al instituto y a la universidad? ¿Cuando tienes acceso a
sanidad pública gratuita, bibliotecas e Internet? ¿Cuando estás leyendo estas
palabras desde tu iPhone? No me hagas reír.
Si quieres conocer a gente que de verdad no ha tenido
oportunidades en la vida, vete a las calles de la India o a los
mercados de Camboya y luego me cuentas. Ahí podrás comprobar de verdad que tu
último problema es sentirte mal cuando a nadie le importas.
Las oportunidades no las regalan: hay que ganárselas.
Nadie te va a dar nada por tu cara bonita. Primero vas a tener de demostrar lo
que vales.
Deja de ser una víctima. De echarle la culpa a los demás
repitiendo frases como “es que me despidieron” o “es que me subieron la tasa de
interés.”
¿Acaso alguien te obligo a entrar en esa empresa?
¿Acaso no sabías que te podían despedir en cualquier
momento?
¿Acaso no firmaste un contrato en el que ponía bien
clarito que aceptabas una tasa de interés variable?
El responsable eres tú, y han sido tus decisiones las que
te han llevado hasta el punto en el que te encuentras.
Para cambiar tu situación, empieza por dejar de cargar
tus problemas en la espalda de los demás. Asume de una vez
que tú tienes el control de tu vida, que tú eres el único
responsable de donde estás ahora y que tú eres el único que puede
solucionarlo.
No tienes
trabajo? ¿Te pagan una miseria? Seguramente haya un buen motivo para ello.
Mira, hay miles
de personas y empresas deseosas de contratarte, deseosas de colaborar contigo,
deseosas de echarte un cable, pero eso será después que hayas
producido algo de calidad y hayas demostrado lo que vales, no antes.
El nombre del
juego es demostrar. ¿Qué puedes demostrar tú?
Una carrera de
periodismo demuestra que has sido capaz de aprobar una serie de exámenes en la
universidad. Pero… ¿Sabes escribir? ¿Cuántos artículos has publicado? ¿Cuántos
libros? ¿Cuántos lectores fieles te siguen?
Una carrera de
ingeniería informática demuestra que has hecho una serie de prácticas que tu
profesor ha evaluado de forma positiva. Pero… ¿En cuántos proyectos de software
libre has colaborado? ¿Cuántas opiniones positivas tienen tus aplicaciones para
iPhone y Android? ¿Qué pinta tiene tu repositorio de GitHub?
Una idea en tu
cabeza de que te mereces más de lo que tienes demuestra que no
has entendido nada.
Las palabras se
las lleva el viento, así que menos hablar y más demostrar.
Porque nadie va
a venir a salvarte; vas a tener que ser tú el que se gane la salvación.
Recuerda, ¡a nadie le importa tu vida!, Todo esto es responsabilidad exclusivamente tuya, Tuya.
Hugo W Arostegui
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