¿Qué pensarías si, dentro de unos años, echaras la vista
atrás y vieras que en tu vida no ocurrió casi nada interesante y digno de recordar?
Eso es lo que ocurre cuando dejamos que nuestros días caigan
en manos de la MONOTONÍA.
Ella, la monotonía, es la que nos impulsa y obliga a hacer
siempre lo mismo: siempre un mismo mensaje, siempre el mismo trabajo, las
mismas tareas, las mismas rutinas… la misma vida. Siempre todo igual, sin
cambios.
Pero no solo eso: sino que todos estamos expuestos a caer en
la monotonía a no ser que lo evitemos.
Y entre otras muchas consecuencias, caer en la monotonía
implica dejar a un lado tus sueños, alejar las razones por las que cada día al
despertarte deberías ser feliz. La monotonía te ata a un presente exactamente
igual a tu pasado y te priva de algo que todos deberíamos permitirnos a diario:
el factor sorpresa.
Piensa en la monotonía: alguien que siempre hace lo mismo y
en los mismos horarios, que siempre tiene las mismas conversaciones, alguien
que sigue una agenda que por muy llena o vacía que esté olvida incluir la
improvisación y la diversión, que vive pendiente de sobrevivir pero que olvida
vivir.
Por eso, cuando al cabo de los años mires hacia atrás… ¿Con
qué te gustaría encontrarte?
La respuesta a eso la tiene tu presente; y básicamente es él quien quien marca el ritmo de tus días y quien va a servirte de trampolín hacia tus sueños.
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