Bailar es una manera de hacer poesía con
el cuerpo. Dicen que la danza es una de esas artes en la que solo se destacan
quienes se quieren mucho a sí mismos. Esto tiene mucha lógica, si se tiene en
cuenta que para ser buenos bailarines tenemos que conocer bien nuestro cuerpo,
conectarlo con nuestras emociones profundas y permitir que se expresen a través
de movimientos dirigidos.
En el baile siempre opera una suerte de felicidad, aunque
haya danzas que expresen un sentimiento dramático. En el baile también se
pone en juego un acto de libertad, en tanto que se trata de una ruptura con los
movimientos habituales y le permite a cada quien convertir su cuerpo en un
medio artístico.
“Las expresiones más auténticas de la gente están en su
baile y en su música. El cuerpo nunca miente”
-Agnes de Mille-
No todos podemos ser bailarines profesionales, pero
definitivamente el baile sí está al alcance de todos y, de hecho, se
encuentra presente en infinidad de situaciones sociales. Para eso están ahí las discos y para eso también se hacen fiestas
regionales o familiares. Muchos sentimos que una fiesta que no incluya baile es
una fiesta incompleta, porque bailar es sinónimo de celebración y de alegría.
Los beneficios fisiológicos de bailar
El primer gran beneficio de bailar es físico. La danza
es un ejercicio exigente, que implica un gran esfuerzo físico al que se le suma
una alta demanda de coordinación entre las diferentes partes del cuerpo y
la música que
está sonando. Los conocedores indican que una hora de baile equivale a dos y
media de ejercicios aeróbicos.
La verdad es que el cuerpo refleja nuestra personalidad y
nuestros conflictos internos. Nada como bailar para que todo eso se torne
evidente. Y ese es precisamente el primer gran aporte del baile: nos ayuda
a conectarnos con nosotros mismos, permite que se exprese nuestro mundo
interior. La capacidad para seguir el ritmo de la música con el cuerpo promueve
el reconocimiento de uno mismo y revela nuestras asincronías.
Pero no es solo eso. El baile es una actividad eminentemente
social y, por lo mismo, no solamente nos permite conectarnos con nosotros
mismos, sino también con los demás. Bailar nos exige, en la mayoría de los
casos, adaptarnos al cuerpo y
a los movimientos de otra persona. Sin darnos cuenta, esto incrementa la
empatía y la sociabilidad.
Además, es un excelente antídoto contra la timidez, especialmente
durante la adolescencia. Bailar es, sin duda, capturar el ritmo de la vida en
nuestro corazón.
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