lunes, 7 de agosto de 2017

La Buena Fe


Antes de definir el significado de este concepto deberemos explicar lo que implican las dos palabras con las que se halla construido: buena y fe.

Bueno, del latín bonus, es un adjetivo que señala aquello que posee bondad y que resulta encantador, atractivo, apetitoso o conveniente. La persona buena, en este sentido, evidencia una predisposición a realizar el bien, mientras que las cosas buenas son las que superan lo frecuente u ordinario. Cabe destacar que la noción de bueno es tautológica, ya que bueno es lo que está bien y se define en oposición a lo que está mal.

Fe por otra parte, deriva del latín fides y nombra al grupo de las creencias de una persona o de una colectividad. La fe también es el concepto favorable que se posee de un individuo o de una cosa; la confianza; y la afirmación de que algo tiene certeza. por otra parte, deriva del latín fides y nombra al grupo de las creencias de una persona o de una colectividad. La fe también es el concepto favorable que se posee de un individuo o de una cosa; la confianza; y la afirmación de que algo tiene certeza.

Se conoce como buena fe a la integridad y la honestidad en el comportamiento. Quien actúa con buena fe, no pretende hacer el mal: si se equivoca o termina dañando a alguien o algo, no habrá sido con dicha intención.

En el derecho, el principio de buena fe está vinculado a la certeza que uno tiene respecto a la veracidad o a lo correcto de algo. La buena fe requiere honestidad en el vínculo con las partes que intervienen en un contrato.

Cuando una persona vende algo y se firma un contrato que detalla las características y condiciones de lo vendido, no debe faltar a la verdad ni tratar de engañar al comprador. Se espera, por lo tanto, que lo declarado sea de buena fe. Si un individuo vende una casa que tiene problemas en los cimientos y no lo dice, estará actuando con mala fe.

Se trata de un principio constitucional que exige a las leyes y las autoridades públicas de un lugar a que presuman la buena fe en las acciones de los ciudadanos y a su vez, que quienes dirigen el rumbo de las sociedades actúen procurando hacerlo con intenciones buenas.

Este principio ocupa un lugar fundamental desde los orígenes de la constitución del derecho y es una de las reglas principales que vela por la seguridad y la justicia. Si se ha cometido un delito, el jurado debe apoyarse en las pruebas para comprobar si el acusado ha actuado con conocimiento de causa, es decir deseando hacer el mal. Hasta que no se pruebe lo contrario, el jurado debe pensar que no ha habido intención de cometer delito, confiando en la buena fe del delincuente.

Aun si todo indica que el delito ha sido premeditado con saña, hasta que no se demuestre lo contrario, el jurado debe presumir la buena fe del acusado porque la ley así lo obliga.

Una vez que se presentan las pruebas y que se descubren las malas intenciones del acusado, recién entonces, puede dejarse a un costado este derecho y puede procederse a efectuar una sentencia acorde al delito cometido, el grado de presunción y demás aspectos que se han analizado con especial detenimiento.



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