Alguna vez te has preguntado de ¿dónde provenimos?, ¿cuál es
nuestro objetivo en la vida?, ¿por qué los seres humanos somos como somos?,
¿cómo pensamos?, ¿para qué estamos en este universo? Bueno, pues estas y otras
muchas preguntas y sus respuestas son la materia de trabajo de los filósofos.
La Filosofía es una ciencia encargada desde su aparición en
la Antigua Grecia del estudio de la razón y de todo aquello que se presenta
como esencial para la vida humana y la naturaleza. Entre sus funciones como
ciencia, se encuentra el cuestionar muchos conceptos que se dan por verdaderos
con una actitud que busca esclarecer su origen, si verdaderamente son como se
presentan, además de conocer cuál es el sentido de su propia existencia.
Cabe preguntarse acerca de los motivos que impulsan al
hombre a cuestionarse acerca de la razón, el fundamento primero y esencial del
mundo en que vive, y de sí mismo. Ya en su momento Platón y también
Aristóteles, postularon que ello se debe a su capacidad de asombro, de admiración
y de extrañeza que siente el hombre ante la realidad que lo rodea, y ante la
conciencia de sí mismo y de algunas circunstancias que lo afectan; que
despiertan en él un insaciable deseo de saber más.
Todo lo anterior nos lleva a pensar que el hombre nunca
debería perder esta capacidad. Sin embargo, el hombre occidental la ha ido
perdiendo, a consecuencia de aplicar para todo y en todo, una actitud
pragmática y hostil que lo proyecta como un hombre moderno, pero deshumanizado.
Vivimos en un constante estado superficial, prestando
atención a caprichos que son efímeros, que no duran nada, para luego tener otro
que nos va a llevar a un estado de infelicidad constante (Schopenhauer).
Dejamos de ver muchas veces a quien está a lado, tal vez, porque siempre vamos
contra el tiempo.
Hemos perdido nuestra capacidad de asombro porque hemos
olvidado lo que realmente importa, lo trascendente, lo que da sentido a nuestro
existir y no a nuestro vivir. Tal vez la tecnología ha incrementado esa
incapacidad de asombro en cada uno de nosotros, ya que pensamos que se ha
inventado todo y que no podemos esperar nada más. Ya no sorprenden las
desgracias que son anunciadas por los medios de comunicación, no prestamos
atención a ellas o tal vez, no las dimensionamos de acuerdo a la importancia
que tienen. Simplemente dejamos de sentir que algo nos conmueve, porque vivimos
dentro de una frialdad increíble.
¿Qué hacer para recuperar esa capacidad de asombro? ¿Tal vez
hacernos nuevas preguntas? o quizá ¿buscar nuevas respuestas a las mismas
interrogantes?
Hugo W Arostegui
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