sábado, 19 de agosto de 2017

Ante El Asombro


Alguna vez te has preguntado de ¿dónde provenimos?, ¿cuál es nuestro objetivo en la vida?, ¿por qué los seres humanos somos como somos?, ¿cómo pensamos?, ¿para qué estamos en este universo? Bueno, pues estas y otras muchas preguntas y sus respuestas son la materia de trabajo de los filósofos.

La Filosofía es una ciencia encargada desde su aparición en la Antigua Grecia del estudio de la razón y de todo aquello que se presenta como esencial para la vida humana y la naturaleza. Entre sus funciones como ciencia, se encuentra el cuestionar muchos conceptos que se dan por verdaderos con una actitud que busca esclarecer su origen, si verdaderamente son como se presentan, además de conocer cuál es el sentido de su propia existencia.

Cabe preguntarse acerca de los motivos que impulsan al hombre a cuestionarse acerca de la razón, el fundamento primero y esencial del mundo en que vive, y de sí mismo. Ya en su momento Platón y también Aristóteles, postularon que ello se debe a su capacidad de asombro, de admiración y de extrañeza que siente el hombre ante la realidad que lo rodea, y ante la conciencia de sí mismo y de algunas circunstancias que lo afectan; que despiertan en él un insaciable deseo de saber más.

Todo lo anterior nos lleva a pensar que el hombre nunca debería perder esta capacidad. Sin embargo, el hombre occidental la ha ido perdiendo, a consecuencia de aplicar para todo y en todo, una actitud pragmática y hostil que lo proyecta como un hombre moderno, pero deshumanizado.

Vivimos en un constante estado superficial, prestando atención a caprichos que son efímeros, que no duran nada, para luego tener otro que nos va a llevar a un estado de infelicidad constante (Schopenhauer). Dejamos de ver muchas veces a quien está a lado, tal vez, porque siempre vamos contra el tiempo.

Hemos perdido nuestra capacidad de asombro porque hemos olvidado lo que realmente importa, lo trascendente, lo que da sentido a nuestro existir y no a nuestro vivir. Tal vez la tecnología ha incrementado esa incapacidad de asombro en cada uno de nosotros, ya que pensamos que se ha inventado todo y que no podemos esperar nada más. Ya no sorprenden las desgracias que son anunciadas por los medios de comunicación, no prestamos atención a ellas o tal vez, no las dimensionamos de acuerdo a la importancia que tienen. Simplemente dejamos de sentir que algo nos conmueve, porque vivimos dentro de una frialdad increíble.

¿Qué hacer para recuperar esa capacidad de asombro? ¿Tal vez hacernos nuevas preguntas? o quizá ¿buscar nuevas respuestas a las mismas interrogantes?

Hugo W Arostegui




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