Coherencia,
del latín cohaerentia, es la cohesión o relación entre una cosa y otra. El concepto se
utiliza para nombrar a algo que resulta lógico y consecuente respecto a un antecedente.
Lo coherente, por lo tanto, mantiene
una misma línea con una posición previa. Si un hombre afirma que nunca se iría de su país y,
a las pocas semanas, viaja para instalarse en el extranjero, habrá tenido una
conducta incoherente (no coherente). En cambio, si un
futbolista asegura que no jugaría en un club diferente al que lo vio debutar y
luego rechaza una oferta millonaria de otro equipo, puede decirse que se trata
de una persona coherente.
La coherencia también se asocia a aquello que resulta
entendible a partir de la lógica. Un político hablará
con coherencia si no realiza promesas imposibles de cumplir ni distorsiona la
realidad. Lo contrario sería que prometiese cosas que no podrá cumplir.
Este concepto resulta especialmente subjetividad, dado que la
falta de coherencia puede ser muy grave en ciertos contextos, pero algo sin
importancia en otros. En los ejemplos antes dados, especialmente en lo que
respecta a las decisiones y promesas de un gobierno, ser coherente con las
propias declaraciones y con los planes es sinónimo de responsabilidad, y es un
rasgo que los ciudadanos buscan en sus dirigentes para poder confiar en ellos.
Sin embargo, la vida se compone de miles de situaciones
triviales, tales como escoger un sabor de helado o un color de zapatos, y
de ninguna manera un cambio repentino o una contradicción en tales decisiones
puede representar un rasgo negativo de una persona, ni una amenaza para la seguridad de quienes lo rodean, a
pesar de ser ejemplos válidos de falta de coherencia.
En otro plano, más profundo, las sociedades actuales se
caracterizan por una falta de coherencia entre las necesidades de los ciudadanos y su accionar. Muy
comúnmente, los seres humanos nos sentimos perdidos, especialmente al llegar a
ciertos puntos clave de nuestra vida, como si no supiéramos quiénes somos,
cuáles son nuestros objetivos, por qué actuamos de una u otra forma.
Esa
sensación de no tener control sobre nosotros mismos está relacionada con la
falta de conexión que existe entre nuestros deseos profundos y lo que realmente
hacemos.
¿Por qué escogemos estudiar una carrera universitaria que no
representa nuestra verdadera vocación? ¿Por qué nos casamos si preferimos la
soltería? ¿Por qué tenemos hijos antes de conseguir la estabilidad económica y
emocional necesaria para llevar adelante una familia?
No actuar con coherencia a la hora de tomar tales decisiones puede afectarnos
gravemente para el resto de nuestras vidas, así como al resto de las personas
involucradas, como ser pareja e hijos.
Pero no se trata de una mera
equivocación, sino de la consecuencia de una fuerte influencia que nos
condiciona desde que nacemos, y que nos la transmiten nuestros mayores y los
medios de comunicación: el mundo nos dice cómo debemos ser, qué debemos hacer,
qué debe gustarnos y, en muchos casos, acabamos por creerlo; aunque, tarde o
temprano, la verdad aflora.
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