lunes, 7 de agosto de 2017

Lengua Y Cultura


Si sabes más de un idioma, no necesitas que un lingüista te diga que el lenguaje moldea la manera en que ves el mundo. Cada idioma es una suerte de carrete que traduce el mundo de cierta manera. Por eso la extinción de un idioma es la extinción de una parte de la realidad. Pero más allá de ello, se cree que si hablas alemán, por ejemplo, podrías ser un poco más pragmático, si hablas francés, un poco más emocional, y así con cada uno. Te sorprenderá saber qué tan distinto es un cerebro dependiendo de en qué idioma hablen tus pensamientos.

En español hay dos distintos artículos determinados para referirse a un objeto, dependiendo si es masculino (el) o femenino (la), también existe el artículo neutro, pero se usa para referirse no a objetos, sino a cualidades de las que se pretende teorizar ("lo bello", "lo útil", etc.); en alemán hay tres (masculino der, femenino die, neutro das). Ahora, se ha propuesto que estar forzado a asignar un género a todos los objetos le da más importancia, en la mente del hablante, al sexo de las personas de lo que tendría si fuera neutro. En países donde la lengua dominante emplea un sistema de identificación genérica basado en el sexo, la participación femenina en la fuerza de trabajo se reduce alrededor de 12 por ciento; mientras que en países donde la lengua usa un sistema no sexual, la participación femenina de hecho aumenta un poco, en un 3 por ciento.

Pensar en una lengua distinta a la natal te fuerza a tomar mejores decisiones
Investigadores de la Universidad de Chicago encontraron una buena manera de pensar lúcidamente a la hora de tomar decisiones. La lengua madre puede estar repleta de emocionalidades adheridas a las palabras o las ideas, por lo tanto, si no estás seguro de que tu decisión puede estar intervenida por estos factores, trata de pensar en ello en una lengua extranjera. Lo que los investigadores piensan que pasa cuando hacemos esto es que traducir tu proceso mental a un segundo idioma te fuerza a  depender de la cognición analítica y fría, en lugar de en la cognición caprichosa y emocional.

Quizás los bebés no sean capaces de hablar hasta después de gatear y caminar por un par de años, pero aprenden su idioma mucho antes que eso. Un estudio ha demostrado que los bebés, de hecho, aprenden el idioma de sus madres mientras aún se encuentran en la matriz. ¿Cómo pueden saber eso? Porque cuando nacen lloran con acento.

En el estudio realizado, los investigadores escucharon a 60 niños franceses y 60 alemanes, y ambos grupos revelaron entonaciones claramente distintas a la hora de nacer. Los franceses, como es de esperarse, lloraban con acento gutural, y los alemanes con acento duro y áspero. Eso es porque cada lengua tiene su serie única de entonaciones, llamada prosodia. La prosodia de tu idioma está tan arraigada a ti, incluso desde antes de nacer, que entender otras lenguas puede ser muy difícil. El sarcasmo es buen ejemplo de esto.

Normalmente sabemos cuándo un enunciado es entregado de manera sarcástica en nuestro idioma. Y podríamos pensar que es lo mismo en otras lenguas, pero no es así. Las marcas acústicas del sarcasmo, aunque consistentes en todas las lenguas, suenan completamente distinto en cada una.

Recientes estudios han sugerido que el lenguaje puede actuar como una especie de máquina cultural que enmarca tus percepciones en una ideología determinada. En otras palabras: el “cambio de marco”, como lo llaman algunos psicólogos, es la habilidad de ponerte en los zapatos culturales de alguien más sólo con hablar su idioma. Un ejemplo de ello es un experimento que se llevó a cabo con participantes árabes israelíes que hablaban tanto árabe como hebreo (dos culturas que han tenido bastante animosidad entre ellas a lo largo de los años). 

Cuando el examen se les dio en árabe, los participantes escogieron nombres judíos como intrínsecamente negativos, pero este efecto desapareció cuando el examen estaba en hebreo.
Considera los tiempos pasado, presente y futuro. La diferencia entre “Lucía está regando sus plantas” y “Lucía va a regar sus plantas” tiene implicaciones explícitas acerca de qué tan lejos está Lucía de regar sus plantas. Esa es información necesaria, pensaríamos. Pero puede ser sorprendente que otras lenguas no tienen tiempo verbal futuro y funcionan de maravilla. En Mandarín, por ejemplo, está bien decir algo como “Lucía plantas regar”.

Resulta que los hablantes de estas lenguas atemporales toman mejores decisiones que los demás, acerca de casi todo. Un estudio de Yale Business School analizó data de 76 países y se enfocó en cosas como ahorro de dinero, fumar y hábitos de ejercicio. El increíble resultado fue que en las culturas donde la gente habla un idioma sin tiempo futuro, las decisiones económicas eran generalmente más sanas. De hecho, encontró que los hablantes de inglés y español, que tienen tiempo futuro, tendían a ahorrar 30% menos que los atemporales. Se piensa que los hablantes de tales idiomas ven su vida menos como una línea de tiempo que como un todo. De esta manera están automáticamente más conscientes de cómo sus decisiones afectarán su vida entera.


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