Si sabes más de un idioma, no necesitas que un lingüista te
diga que el lenguaje moldea la manera en que ves el mundo. Cada idioma es una
suerte de carrete que traduce el mundo de cierta manera. Por eso la extinción de un idioma es la extinción de una parte de la realidad.
Pero más allá de ello, se cree que si hablas alemán, por ejemplo, podrías ser
un poco más pragmático, si hablas francés, un poco más emocional, y así con
cada uno. Te sorprenderá saber qué tan distinto es un cerebro dependiendo de en
qué idioma hablen tus pensamientos.
En español hay dos distintos artículos determinados para
referirse a un objeto, dependiendo si es masculino (el) o femenino (la),
también existe el artículo neutro, pero se usa para referirse no a objetos,
sino a cualidades de las que se pretende teorizar ("lo bello",
"lo útil", etc.); en alemán hay tres (masculino der, femenino die, neutro das). Ahora, se ha propuesto que
estar forzado a asignar un género a todos los objetos le da más importancia, en
la mente del hablante, al sexo de las personas de lo que tendría si fuera
neutro. En países donde la lengua dominante emplea un sistema de identificación
genérica basado en el sexo, la participación femenina en la fuerza de trabajo
se reduce alrededor de 12 por ciento; mientras que en países donde la lengua
usa un sistema no sexual, la participación femenina de hecho aumenta un poco,
en un 3 por ciento.
Pensar en una lengua distinta a la natal te fuerza a tomar
mejores decisiones
Investigadores de la Universidad de Chicago encontraron una
buena manera de pensar lúcidamente a la hora de tomar decisiones. La lengua
madre puede estar repleta de emocionalidades adheridas a las palabras o las
ideas, por lo tanto, si no estás seguro de que tu decisión puede estar
intervenida por estos factores, trata de pensar en
ello en una lengua extranjera. Lo
que los investigadores piensan que pasa cuando hacemos esto es que traducir tu
proceso mental a un segundo idioma te fuerza a depender de la cognición
analítica y fría, en lugar de en la cognición caprichosa y emocional.
Quizás los bebés no sean capaces de hablar hasta después de
gatear y caminar por un par de años, pero aprenden su idioma mucho antes que
eso. Un estudio ha demostrado que los bebés, de hecho,
aprenden el idioma de sus madres mientras aún se encuentran en la matriz. ¿Cómo
pueden saber eso? Porque cuando nacen lloran con acento.
En el estudio realizado, los investigadores escucharon a 60
niños franceses y 60 alemanes, y ambos grupos revelaron entonaciones claramente
distintas a la hora de nacer. Los franceses, como es de esperarse, lloraban con
acento gutural, y los alemanes con acento duro y áspero. Eso es porque cada
lengua tiene su serie única de entonaciones, llamada prosodia. La prosodia de
tu idioma está tan arraigada a ti, incluso desde antes de nacer, que entender
otras lenguas puede ser muy difícil. El sarcasmo es buen ejemplo de esto.
Normalmente sabemos cuándo un enunciado es entregado de
manera sarcástica en nuestro idioma. Y podríamos pensar que es lo mismo en
otras lenguas, pero no es así. Las marcas acústicas del sarcasmo, aunque
consistentes en todas las lenguas, suenan
completamente distinto en cada una.
Recientes
estudios han sugerido que el lenguaje puede actuar como una especie de máquina
cultural que enmarca tus percepciones en una ideología determinada. En
otras palabras: el “cambio de marco”, como lo llaman algunos psicólogos, es la
habilidad de ponerte en los zapatos culturales de alguien más sólo con hablar
su idioma. Un ejemplo de ello es un experimento que se llevó a cabo con
participantes árabes israelíes que hablaban tanto árabe como hebreo (dos
culturas que han tenido bastante animosidad entre ellas a lo largo de los
años).
Cuando el examen se les dio en árabe, los participantes escogieron
nombres judíos como intrínsecamente negativos, pero este efecto desapareció
cuando el examen estaba en hebreo.
Considera los tiempos pasado, presente y futuro. La
diferencia entre “Lucía está regando sus plantas” y “Lucía va a regar sus
plantas” tiene implicaciones explícitas acerca de qué tan lejos está Lucía de
regar sus plantas. Esa es información necesaria, pensaríamos. Pero puede ser
sorprendente que otras lenguas no tienen tiempo verbal futuro y funcionan de
maravilla. En Mandarín, por ejemplo, está bien decir algo como “Lucía plantas
regar”.
Resulta que los hablantes de estas lenguas atemporales toman
mejores decisiones que los demás, acerca de casi todo. Un estudio de
Yale Business School analizó data de 76 países y se enfocó en
cosas como ahorro de dinero, fumar y hábitos de ejercicio. El increíble
resultado fue que en las culturas donde la gente habla un idioma sin tiempo
futuro, las decisiones económicas eran generalmente más sanas. De hecho,
encontró que los hablantes de inglés y español, que tienen tiempo futuro,
tendían a ahorrar 30% menos que los atemporales. Se piensa que los hablantes de
tales idiomas ven su vida menos como una línea de tiempo que como un todo. De
esta manera están automáticamente más conscientes de cómo sus decisiones
afectarán su vida entera.
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