Según el diccionario la conciencia se refiere a la
capacidad que nos indica qué está bien o mal y apunta o a un concepto moral, a
la ética, o cierto campo de la filosofía. Por nuestra parte sostenemos que la
conciencia contiene revelaciones adicionales al concepto señalado
.
“La conciencia y lo que eres en verdad, son lo mismo”. La conciencia es “el despertar al sueño del pensamiento” nos apunta E. Tolle en su libro La Nueva Tierra.
Es posible establecer una distinción valiosa entre quién piensa, es decir el “pensador” y quién observa, el “observador”. En este caso si “logro observar lo que pienso” ¿Quién observa?
“La conciencia y lo que eres en verdad, son lo mismo”. La conciencia es “el despertar al sueño del pensamiento” nos apunta E. Tolle en su libro La Nueva Tierra.
Es posible establecer una distinción valiosa entre quién piensa, es decir el “pensador” y quién observa, el “observador”. En este caso si “logro observar lo que pienso” ¿Quién observa?
En este contexto despertar al sueño del pensamiento significa, abrir el camino a la observación de los pensamientos que la mente sostiene. Ser consciente de nuestro pensamiento y comenzar la desidentificación de la mente abre grandes perspectivas para el desarrollo personal.
Desde mucho tiempo atrás y en particular en el mundo post
moderno, la conciencia humana se encuentra condicionada por las formas.
Pensamientos, emociones y el mundo material –denominamos formas- asumen el
papel principal y son el foco primordial de las personas. De este modo la
identidad verdadera queda trastocada y comienza a aparecer la identidad
adaptada que facilita la proliferación de las formas. Pero estas son siempre
transitorias o efímeras.
Por esta dinámica el hombre post moderno –más que nunca- se
encuentra perdido buscando felicidad y certezas entre las formas, que
naturalmente son efímeras, no duraderas. De esta manera la felicidad se transforma
en un bien escurridizo de escasa duración. Como consecuencia, la raza humana
confundida respecto de su verdadera identidad, abandona la conexión con su
esencia y queda sujeta a la identificación con dichas formas. La
resultante es acumulación de conocimiento y ausencia de sabiduría. Luchamos por
el progreso y la acumulación dejando de lado la evolución.
Nuestra mente a través del proceso de pensamiento desarrolla
un estado de conciencia, alcanzando de esta forma el conocimiento. Los humanos
descubrimos así el yo. Sin embargo la mente tiende a independizarse de su
Fuente interior (conciencia pura, no condicionada) procurando encontrar su
identidad en la identificación con el mundo exterior –por su errónea
percepción-, con sus propios procesos de pensamiento y las emociones
resultantes. Es como si la mente se dijese a si misma: “Pienso, luego existo”
Como resultado de este devenir iniciado en la temprana infancia, las personas
concluimos presos de nuestros deseos y la propiedad de las cosas materiales,
intelectuales y emocionales. Son estas tres cosas o formas (lo material, el
pensamiento y la emoción) y el proceso de identificación con ellas las que
condicionan la conciencia. Este desarrollo produce deformación acerca de
nuestra verdadera identidad y facilita la construcción un “yo falso” al que
denominamos ego.
Este yo se percibe realizado al conseguir presumiblemente el dominio o la propiedad de las formas, insistimos, sean estas materiales, intelectuales o emocionales.
La cultura moderna confirma e incentiva este proceder y de esta manera nuestro sentido existencial adquiere valor. ¿Qué es lo que se valora? Se valora en qué medida somos capaces de satisfacer nuestros deseos, alcanzar logros o cuanta habilidad para preservar la propiedad poseemos.
Este yo se percibe realizado al conseguir presumiblemente el dominio o la propiedad de las formas, insistimos, sean estas materiales, intelectuales o emocionales.
La cultura moderna confirma e incentiva este proceder y de esta manera nuestro sentido existencial adquiere valor. ¿Qué es lo que se valora? Se valora en qué medida somos capaces de satisfacer nuestros deseos, alcanzar logros o cuanta habilidad para preservar la propiedad poseemos.
A medida que crecemos físicamente y la sociedad continúa convalidando este comportamiento, cada vez más, el sentido de nosotros mismos, de quienes somos, se “fija” o identifica con las formas u objetos que el mundo exterior propone.
En resumen quedamos mentalmente presos de nuestro pasado buscando realizarnos en el futuro y tratando, mientras tanto de reducir la incertidumbre que nos genera el no saber si podremos o no, obtener y mantener lo que deseamos o adquirimos. Vivimos sumergidos en una constante sensación de temor asociado a la posibilidad de “perder nuestra identidad”. Este proceder arroja enormes dosis de infelicidad y es el resultado de la mente condicionada que denominamos egotista (apegada a la forma). También la podemos llamar inconciencia o identificación con el falso yo que ha confundido su verdadera identidad.
En cambio la conciencia no condicionada es pura conciencia, es lo que soy.
Es “Yo Soy”, es el Ser.
Es la Fuente que anida en nosotros. Es el origen y el fin. No tiene forma. Es informe. Es atemporal.
Lo maravilloso de esta revelación es que la conciencia no condicionada subyace todas las formas y puede ingresar al mundo a través nuestro. Es lo manifestado que impregna lo manifiesto.
Desidentificarnos significa recuperar nuestra verdadera identidad. Es el reencuentro definitivo para manifestar el Ser en el Hacer.
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