jueves, 10 de agosto de 2017

Intocables


En este artículo vamos a presentar una guía rápida sobre aquellos sujetos e instituciones con más poder de influencia (ya sea económico, social o legal) para ser bien tratados en los mass media:
En este apartado entran los dioses, las figuras mitológicas y, como caso especial, los personajes políticos históricos (normalmente ya fallecidos, hecho que engrandecen sus figuras al nivel de mártires) que hacen referencia a las raíces de una sociedad o a un pasado glorioso.

El respeto que infunden a la sociedad para no hablar mal de ellos proviene de las sensibilidades de sus seguidores: el grado de fanatismo puede llegar a provocar que sus fieles, ante cualquier amenaza (ya sea un ataque físico o lo que ellos pueden considerar ‘blasfemia’), ejecuten una respuesta mucho más cruel, llegando incluso a estar dispuestos a morir por ellos y, por supuesto y en consecuencia, también a matar a sus detractores.

Normalmente, los jefes de Estado son las figuras más respetadas a nivel político en cada una de las naciones, puesto que son los máximos dirigentes del presente y futuro del país. Aún así, pueden ser objeto de críticas que normalmente no son censuradas a no ser que caigan en la improcedencia o en la vulneración de los derechos al honor, a la intimidad personal y familiar o a la propia imagen.

Pero, en lo que a la elección de ese puesto se refiere, reside la gran diferencia para su tratamiento en los medios de comunicación: un jefe de Estado elegido mediante elecciones es constantemente cuestionado, puesto que los ciudadanos conocen otras alternativas para relevarles en sus cargos y porque hay una oposición (con su propia influencia en medios como actor político) que se encarga de seguir cada uno de sus pasos y denunciar públicamente los que no considera que se hayan dado correctamente.

Sin embargo, el hecho de que un jefe de Estado no se elija mediante  elecciones (normalmente reyes), no genera ese debate social, constante y necesario, cada fin de legislatura para cuestionar su trabajo, ni tampoco una oposición que vigile sus acciones políticas. Además, precisamente por la concentración de poder de la que dispone, infunde un miedo velado en los personajes de menor rango al suyo (tanto políticos que controlan los medios públicos como empresariales que controlan los medios privados).

En consecuencia, cualquier persona cercana a ellos (familia real y amigos cercanos) también se beneficia de ese temor para que no se vea afectada su imagen pública.

Los símbolos de un Estado y/o nación tienen la particularidad de que, aparte de representar a prácticamente la mayoría de los ciudadanos de ese lugar, no son entes reales que evoquen a una figura humana y, por tanto, no pueden emitir una opinión sobre cualquier asunto. Es como un fantasma: cada uno lo ve de una forma distinta y, en realidad, es algo que no existe.

Estamos muy acostumbrados a escuchar discursos que hablan sobre lo que es ‘mejor’ para la patria, para el Estado, para la nación, el himno o la bandera… pero realmente nadie lo sabe porque es una figura tan genérica que, en instancias de efecto, sólo se refiere al territorio y a las personas de un lugar determinado.

Al igual que ocurre con los símbolos sagrados (que tampoco hacen referencia a valores tangibles), tienen seguidores con alto grado de fanatismo por sobre representar ese símbolo según su ideología, pero también se le añade el hecho de que tantas personas sean representadas por ellos y que haya un nivel aceptable de tolerancia para que así sea (salvo algunos casos, como el de España, en el que mucha gente no se siente representada con sus símbolos nacionales por razones autóctonas y contextuales).

No obstante, una de las grandezas de la democracia consiste en que todo cargo público sea objeto de crítica y cuestión, lo que permite (en teoría) que ese mismo cargo sea consciente de sus errores para corregirlos o sea relevado en su cargo mediante elecciones.

Pero no todos los representantes políticos son tratados por igual: existen dos factores que permiten medir si éstos pueden ser tratados mejor o peor en la prensa y foros públicos: el nivel de visibilidad y el nivel de afiliación con las fuerzas y  cuerpos de seguridad del Estado.

Por un lado, cuanto mayor sea el nivel de visibilidad (más exposición pública), menos respeto infunde puesto que está más ‘en contacto’ con la gente y ésta, al conocerle, le concibe como alguien cercano que, por tanto, le infundir menos ‘grandiosidad’ y respeto y, por otro lado, cuanto mayor sea el nivel de afiliación con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, más respeto se le confiere puesto que son políticos a los que se les ‘magnifica’ y a los que se les teme por manejar redes de espionaje, inteligencia, armas y/o equipos de personas armadas

El único medio donde todavía (aunque cada vez menos) se pueden expresar cosas en libertad, que es internet; y, por otro lado, expresarnos de forma individual y sin medios con nuestro entorno comunicándoles nuestras opiniones e informaciones.

Todavía no han puesto cámaras en nuestras casas, así que… ¡aprovechemos!

https://www.infolibre.es/noticias/opinion/2016/04/.../los_intocables_48204_1023.html



No hay comentarios:

Publicar un comentario