En este artículo vamos a presentar una guía rápida sobre
aquellos sujetos e instituciones con
más poder de influencia (ya
sea económico, social o legal) para ser bien tratados en los mass media:
En este apartado entran los dioses,
las figuras mitológicas y, como caso especial, los personajes
políticos históricos (normalmente
ya fallecidos, hecho que engrandecen sus figuras al nivel de mártires) que hacen
referencia a las raíces de una sociedad o a un pasado glorioso.
El respeto que infunden a la sociedad para no hablar mal de
ellos proviene de las sensibilidades de sus
seguidores: el grado de fanatismo puede llegar a provocar que sus
fieles, ante cualquier amenaza (ya sea un ataque físico o lo que ellos pueden
considerar ‘blasfemia’), ejecuten una respuesta mucho más cruel, llegando incluso
a estar dispuestos a morir por ellos y, por supuesto y en consecuencia,
también a matar a sus detractores.
Normalmente, los jefes de Estado son las
figuras más respetadas a nivel político en cada una de las naciones, puesto
que son los máximos dirigentes del presente y futuro del país. Aún así, pueden ser
objeto de críticas que
normalmente no son censuradas a no ser que caigan en la improcedencia o en la
vulneración de los
derechos al honor, a la intimidad personal y familiar o a la propia imagen.
Pero, en lo que a la elección de ese puesto se refiere,
reside la gran diferencia para su tratamiento en los medios de comunicación: un jefe de
Estado elegido mediante elecciones es constantemente cuestionado,
puesto que los ciudadanos conocen otras alternativas para relevarles en sus
cargos y porque hay una oposición (con su propia influencia en medios como
actor político) que se encarga de seguir cada uno de sus pasos y denunciar
públicamente los que no considera que se hayan dado correctamente.
Sin embargo, el hecho de que un jefe de
Estado no se elija mediante elecciones (normalmente reyes), no genera
ese debate social, constante y necesario, cada fin
de legislatura para cuestionar su trabajo, ni tampoco una oposición que vigile sus acciones políticas. Además,
precisamente por la concentración de poder de la que dispone, infunde un
miedo velado en los personajes de menor rango al suyo (tanto políticos —que controlan
los medios públicos— como
empresariales —que
controlan los medios privados—).
En consecuencia, cualquier persona cercana a ellos (familia
real y amigos cercanos) también se beneficia de ese temor para que no se vea
afectada su imagen pública.
Los
símbolos de un Estado y/o
nación tienen la particularidad de que, aparte de representar a prácticamente
la mayoría de los ciudadanos de ese lugar, no son entes reales que
evoquen a una figura humana y, por tanto, no pueden emitir una opinión sobre cualquier asunto. Es como un
fantasma: cada uno lo ve de una forma distinta y, en realidad, es algo que no
existe.
Estamos muy acostumbrados a escuchar discursos que hablan
sobre lo que es ‘mejor’ para la patria, para el Estado, para la nación, el
himno o la bandera… pero realmente nadie lo sabe porque es una figura tan genérica que,
en instancias de efecto, sólo se refiere al territorio y a las personas de un
lugar determinado.
Al igual que ocurre con los símbolos sagrados (que tampoco
hacen referencia a valores tangibles), tienen seguidores con alto
grado de fanatismo —por sobre representar ese símbolo según su ideología—, pero también se le añade el hecho
de que tantas personas sean representadas por ellos y que haya un nivel
aceptable de tolerancia para que así sea (salvo algunos casos, como el de
España, en el que mucha gente no se siente representada con sus símbolos
nacionales por razones autóctonas y contextuales).
No obstante, una de las grandezas de la
democracia consiste en que todo cargo público sea objeto de crítica y cuestión,
lo que permite (en teoría) que ese mismo cargo sea consciente de sus errores
para corregirlos o sea relevado en su cargo mediante elecciones.
Pero no todos los representantes políticos son tratados por
igual: existen dos factores que
permiten medir si éstos pueden ser tratados mejor o peor en la prensa y foros públicos: el nivel de
visibilidad y el nivel de
afiliación con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Por un lado, cuanto mayor sea el nivel de
visibilidad (más
exposición pública), menos respeto infunde —puesto que está
más ‘en contacto’ con la gente y ésta, al conocerle, le concibe como alguien
cercano que, por tanto, le infundir menos ‘grandiosidad’ y respeto— y, por otro
lado, cuanto mayor sea el nivel de
afiliación con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, más respeto se le
confiere —puesto que son políticos a los que se les ‘magnifica’ y a los
que se les teme por manejar redes de espionaje, inteligencia, armas y/o equipos
de personas armadas—
El único medio donde todavía (aunque cada vez menos) se
pueden expresar cosas en libertad, que es internet; y,
por otro lado, expresarnos de forma
individual y sin
medios con nuestro entorno comunicándoles nuestras opiniones e informaciones.
Todavía no
han puesto cámaras en nuestras casas, así que… ¡aprovechemos!
https://www.infolibre.es/noticias/opinion/2016/04/.../los_intocables_48204_1023.html
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