Rulfo se preguntaba: “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me
costó vivir más de lo debido”. Tener ilusión es uno de los motores de
nuestra existencia. Y la ilusión está estrechamente unida a los sentidos.
Es esa capacidad que poseemos las personas para reunir todas nuestras
fuerzas y concentrarlas a favor de la conquista de un objetivo.
Ilusión es una palabra que procede del latín ilusionis y
significa engaño. Porque así es la ilusión, es ese don que tenemos los
seres humanos para creer en aquellas cosas que no vemos, pero que nos ayudan a
vivir.
“No rechaces tus sueños. ¿Sin la ilusión el mundo que
sería?”
–Ramón de Campoamor-
Por qué es tan importante tener ilusión
La ilusión está conectada a emociones positivas. Cuando nos ilusionamos nos
sentimos bien, nos sentimos plenos y motivados. Nuestra mirada cambia. Nuestro estado
emocional también. Nos sentimos entusiasmados y cargados de energía. Es un
sentimiento que nos da fuerza.
Desde pequeños recurrimos a las ilusiones para construir
nuestro proyecto de vida, para diseñar nuestros sueños y
fijar nuestras metas. Vivimos con ella porque es la fuerza que nos empuja a
alcanzar nuestros objetivos. La ilusión es nuestra compañera de viaje. Con ella
pensamos dónde nos gustaría ir, qué nos gustaría ser o a quien nos gustaría
tener a nuestro lado. La ilusión nos ayuda a hacer realidad nuestros
sueños.
“Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la
ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina.”
-Gilbert Keith Chesterton-
Renovemos nuestras ilusiones
La ilusión sirve para no rendirnos, para llenarnos de
aliento y empujarnos a conseguir nuestros objetivos a largo plazo. Sin embargo, con el paso de los años
parece como si el depósito de nuestras ilusiones se fuera agotando.
Esta sensación está asociada a la experiencia. Las
cosas no nos hacen la misma ilusión cuando las hacemos por primera vez, que
cuando la repetimos muchas veces. Por eso no solo hay que tener ilusiones, sino que hay
que renovarlas para
que no se agoten.
El problema de las ilusiones llega cuando no sabemos
conformarnos, es decir, cuando construimos nuestro objetivo sobre
expectativas de las que dependen directamente nuestra felicidad o
nuestra autoestima y que, si no las conseguimos, nos hacen sentir mal. Por eso
debemos motivarnos, ilusionarnos sin despegar mucho los pies del suelo.
La ilusión conecta con los sentimientos más positivos del
ser humano y es contagiosa. Recurrimos a ella para sentirnos mejor, para
alcanzar algo que nos hace feliz. Eduardo Punset argumenta
que “en el hipotálamo del cerebro está lo que los científicos llaman circuito
de la búsqueda.
Este circuito, que alerta los resortes de placer y de
felicidad, solo se enciende durante la búsqueda y no durante el propio
acto.
En la búsqueda, en la expectativa, radica la mayor parte de la
felicidad”.
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