jueves, 16 de noviembre de 2017

Creatividad



La especie humana presenta multitud de facetas en las que destaca sobremanera cada vez que la comparamos con cualquier otra especie de este planeta, y casi todas ellas se encuentran en un único órgano, el órgano que "nos hace humanos”, el cerebro. Entre las tan traídas y llevadas diferencias respecto a otras especies, casi siempre se habla del lenguaje, pero también de la capacidad de razonamiento, del pensamiento abstracto o de la planificación, de la inteligencia al fin y al cabo.

Sin embargo, normalmente no parecemos darle importancia a algo que podría ser la base de todo, el origen de todas esas capacidades tan especiales del ser humano. Porque hasta el lenguaje podría ser fruto de la creatividad. A pesar de su potencial importancia para entender de verdad al ser humano, la atención recibida por esta faceta de nuestro comportamiento ha sido siempre escasa desde el ámbito académico. Quizá sea consecuencia de su naturaleza esquiva, tanto a la hora de ser definida como a la hora de ser susceptible de ser estudiada en un laboratorio. Esta situación está cambiando, principalmente gracias a la mejora constante en las técnicas para visualizar la actividad cerebral y al ingenio de unos cuantos científicos.

La consecuencia de esta nueva situación no se ha hecho esperar, y estamos asistiendo a un creciente interés desde diversos foros, tanto científicos como de la sociedad en general, por la creatividad. Fruto de este interés ha sido el reciente curso sobre Creatividad y Neurociencia Cognitiva, auspiciado por la Fundación Tomás Pascual, en el que se encontraron científicos de las más diversas disciplinas. Psiquiatras, psicólogos, biólogos, paleontólogos y arqueólogos, entre otros, expusieron sus trabajos y e intercambiaron reflexiones. La poetisa y escritora Menchu Gutiérrez también representó directamente a las mentes creadoras. Conectando ideas. Si algo quedó claro de dicho encuentro es que este campo científico está en plena ebullición, lleno de curiosidades y enconados debates. Por un lado, la definición más actual de creatividad coincide curiosamente con la que ya antes habían propuesto filósofos como Teilhard de Chardind o Fernando Savater. Para éstos, la creatividad consiste en conectar, en tender puentes entre dos ideas antes nunca conectadas. Por otro, y a día de hoy, no queda claro si la creatividad es sinónimo de inteligencia o son dos cosas distintas.

Para algunos, la creatividad sería un rasgo más de las personas con cocientes intelectuales excepcionales. Para otros, sin embargo, la creatividad se puede encontrar independientemente del cociente intelectual, y hasta en el mundo animal podríamos encontrar comportamientos creativos. Si aceptamos este segundo punto de vista, estudiar la creatividad en el laboratorio no sería tan difícil, pues no habría que buscar sujetos de estudio entre las muy escasas mentes creativas. Cualquier persona nos podría valer, y bastaría sólo con pedirle que sea creativa para estudiar qué pasa en su cerebro en esos momentos. Una de las pruebas más frecuentes a las que son sometidos los participantes de los estudios sobre creatividad es la de encontrar funciones nuevas para objetos o utensilios ya conocidos. Sirva de ejemplo el de una lata de refresco, ¿qué podemos hacer con ella que sea creativo? Respuestas como la de convertirla en un florero o hacer de ella un pequeño invernadero, se consideran creativas. Lo que demuestran los diversos estudios es que durante estos momentos "creativos” se activan áreas del cerebro que muchas veces tienen que ver con la tarea manual o perceptiva concreta que se esté llevando a cabo. Dicho de otra forma, cuando creamos una idea que implica la manipulación manual, nuestras áreas motoras y de orientación espacial se ponen en marcha. Si de lo que se trata es de generar nuevas imágenes o sonidos, nuestras zonas cerebrales encargadas de procesar la visión y el oído son de las más importantes. De ahí que se pueda concluir que la creatividad, en realidad, estaría repartida por todo el cerebro, que no hay una zona especialmente relevante para su desarrollo, al menos no una zona que sólo se encargue de generar ideas creativas. Todo el cerebro, por definición, podría considerarse creativo.

Campo para la Neuroestética. Y es que la creatividad es en realidad un campo muy extenso. La mayoría de las veces creemos que sólo se da en el arte, que sólo los artistas son "creadores”. De ahí que en numerosas ocasiones se confundan y entremezclen estos estudios con los de la valoración de una obra artística, presuntamente creativa. En realidad, en este tipo de situaciones cabría más hablar de estética, quizá mejor de Neuroestética, término acuñado por el neurólogo Semir Zeki para describir los estudios neurocientíficos sobre la apreciación de la belleza; o de la fealdad.

La artística es sólo una entre las muchas facetas de la creatividad que, como ha expuesto el arqueólogo Hipólito Collado, parece haber dejado su huella desde hace al menos 290 mil años, tiempos anteriores a nuestra propia especie. Pero como decimos, la creatividad puede darse en prácticamente todos los ámbitos del comportamiento humano. Ahí tenemos a Einstein o a Newton como ejemplos de mentes altamente creativas en el ámbito científico. Otro paradigma sería también aquel Homo erectus/ergaster que tuvo la genial idea, hace más de un millón de años, de tallar una herramienta con simétrica tridimensional, el bifaz, auténtica "navaja suiza” a mitad de camino entre la tecnología y la obra artística.

Y creativo sería también Ferran Adrià, como en el mismo ámbito lo sería aquel ancestro nuestro que descubrió que la comida cocinada podía digerirse mejor y más fácilmente. Fue aquél no sólo un magnífico invento que ha perdurado en el tiempo, sino que modificó la evolución de nuestro propio aparato digestivo y, como consecuencia, de nuestro propio cerebro. Y con éste, también mejoró a su vez nuestra propia capacidad creativa.


Desechar El Rencor


Tener sentimientos de rencor es algo natural en el ser humano. Todo hemos sentido alguna vez rencor, pero lo que realmente no debemos permitir es que se nos quede enquistado en nuestro corazón, como una flecha envenenada: lo único que hace es herirnos, causándonos aún más daño que el que nos produjo la propia acción que hizo que generásemos rencor.

Somos responsables de nuestra felicidad, tenemos derecho a ser felices. Sin embargo, la felicidad es una decisión personal, tú decides si quieres seguir viviendo con sentimientos negativos, como el rencor, o si quieres ser feliz despojándote de ellos, como una cebolla de todas esas capas que estaban insanas y que no nos dejaban ver que había en el interior.

El rencor es un sentimiento que nos aporta beneficios cuando lo generamos en sus dosis justas (Ej: impide que volvamos a confiar en una persona que nos ha traicionado a menos que se vuelva a ganar nuestra confianza). Pero, cuando hacemos del rencor nuestro aliado, concediéndole que domine nuestra personalidad, nos generamos un problema que no teníamos y que a menudo no tiene una solución fácil. Por otro lado, si ya lo hemos generado debemos enfrentarnos a él con sabiduría: como si de nuestro contrincante se tratara. No es nuestro amigo y no queremos que lo sea.

Una persona rencorosa es reconocible porque manifiesta algunos de los siguientes rasgos:

*Su principal sentimiento es la rabia por el daño que siente, que piensa y que no expresa.
*No desea hablar de o con la persona que les causa rencor.
*Suele hablar con la persona de manera seca y/o tosca.
*No miran a los ojos a la/s personas que les causan el sentimiento de rencor.
*Desprecian por sistema cualquier idea o sugerencia que realicen las personas hacia las que guarda rencor, incluso aunque en su interior sepan que es buena. Así, prefieren pagar le precio de no seguirla a darles la razón. Por otro lado, se dirigen a estas personas para lo imprescindible, con pocas palabras y directas.
*Manifiestan su rencor en su comunicación no verbal, activando el sistema nervioso de la misma forma que si nos enfrentásemos a un peligro y tuviéramos que luchar o huir.
*Van anotando en su libreta mental todas las afrentas que ellos interpretan, desde el momento que se produjo la primera. Son sus armas por si alguna vez el silencio tenso pasa a convertirse en una batalla declarada.

Rencor viene del latín y significa “rancio”, es decir nada que está rancio puede estar o puede traer nada bueno, por lo tanto una persona con rencor en primer lugar se genera más daño a sí misma que a los demás, por otro lado el rencor dispara la presión arterial y el ritmo cardíaco produciendo estrés, ansiedad…y el estrés y la ansiedad llevan aparejados mareos, tensión muscular, sensación de ahogo etc.

Una auténtica espiral parecida a la rueda de la que nunca sale el ratoncillo de la jaula y que no nos conduce a nada. Por lo tanto, tenemos que aprender a manejar nuestras emociones, a utilizar “la inteligencia emocional” y a quitarnos sentimientos dañinos para nuestro cuerpo y nuestra mente. 

Tenemos que conseguir quitarnos esas pesadas armaduras que no consiguen otra cosa que perjudicarnos, haciéndonos infelices innecesariamente.

¿CÓMO PUEDE APRENDER UNA PERSONA QUE TIENDE A SER RENCOROSA A SUPERAR SU RENCOR?
1. En primer lugar, siendo consciente de que tiene rencor. Si no admitimos que tenemos un problema nunca podremos superarlo.
2. Aprendiendo a expresar nuestras emociones, hablar de lo que nos molesta con las personas a las que se dirige nuestro rencor.
3. Aprendiendo a perdonar. Todos cometemos errores, ¡ojo! nosotros también, tenemos que aprender a ser más indulgentes con los demás y con nosotros mismos.
4. Aprendiendo a pensar de forma positiva. Sí, no es fácil, cuesta trabajo pero es un trabajo enriquecedor; si empezamos a cambiar nuestra forma de pensamiento y empezamos a ver las cosas de otra manera, lo notaremos en nuestra mente, en  nuestro descanso y en nuestra salud. Si nos tomamos las cosas con más calma, si empezamos a relativizar todo un poco y a dejar las cosas correr por nuestro beneficio personal, todo será mejor.
Nada es fácil, pero con esfuerzo podemos ayudarnos y liberarnos de sentimientos negativos como el rencor. Utiliza la inteligencia emocional, ríete, escucha a profesionales y empieza a cambiar poquito a poco. La mayoría de las veces, querer es poder.


Sentires Humanos


“Quien es  muy alegre debe ser un hombre bueno, pero quizá no sea el más inteligente, aunque logra aquello a lo que el más inteligente aspira con toda su inteligencia”
Nietzsche

El origen de la sonrisa, según la explicación de los etólogos, proviene del hecho de mostrar los dientes en señal de inconformidad ante la presencia de un  adversario, como  cuando un perro de la calle, por ejemplo, quiere apropiarse del lugar, la  conquista o el alimento de otro que por cuestión del azar llegó primero. La sonrisa no tiene un origen enaltecedor, es la expresión emotiva de quien sabe que va a triunfar incluso antes de haber comenzado la competencia o  se halla en  posición de superioridad  y quiere parecer indulgente. Cuanta más ventaja  o mayor rango más prodigalidad en la concesión de sonrisas, si  se gruñe  o no se  sonríe es porque todavía  no  hay apropiación cabal de posición dominante o simplemente el portador del rostro -la máscara, la personalidad- no ha descubierto los beneficios que aporta el hecho de desplegar una amplia sonrisa.

En un libro que se titulara Cómo tratar a sus subordinados con toda seguridad se aconsejará al ejecutivo que sonría cuando llegue a la oficina para que los demás entiendan de una vez por todas quién es el capitán del barco.

Sonreír parece un acto noble,  expresión cabal  de  tolerancia, respeto y aceptación, pero puede ser también desafío,  superioridad manifiesta ante quien recibe las muestras de afecto. Si uno se presenta como un regalo ante los demás y la naturaleza lo ha dotado con cualidades físicas, morales o intelectuales excepcionales, la sensación de suficiencia o  aplomo que sugiere la actitud puede resultar incómoda o irritante para aquellos a quienes  el azar no les brinda ni siquiera la ilusión de llegar a soñar con ser la caricatura de aquello que los deslumbra.

La risa y el llanto son confirmación del vacío de la vida, pero es preferible soportar una risa desenfrenada que una amargura mal justificada:

Produce a la verdad un singular efecto el pasearse tan tranquilamente  por los restos de tantas agitaciones; encontrar a cada paso males previstos que no sobrevinieron, bienes esperados que no se realizaron, y para colmo de miserias las huellas de violentas preocupaciones  a propósito de hechos ignorados, que no están indicados, y cuya memoria misma, si se encuentra, no nos dice nada. 

Semejante paseo debería ser suficiente para enseñarnos a sobrellevar con calma el vaivén de todas las cosas de este mundo (Tocqueville. 1985: 24).
Un acto heroico: ser consciente de las calamidades de la vida, la imposibilidad de saber nada con certeza, la inestabilidad de todo a nuestro alrededor y, sin embargo,  asumir una actitud valerosa, no dejar de perseverar en la búsqueda de curiosidades intelectuales, acoger el siguiente consejo: "No hay cosa mejor para el hombre  que coma y beba y que su alma se alegre en su trabajo (Eclesiastés 2-24), que su trabajo se constituya en el cultivo de la sabiduría:

Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino... No la dejes y ella te guardará; Amala y te conservará. Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
 “Engrandécela, y ella te engrandecerá. Ella te honrará cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará” (Proverbios. 3-4).

El régimen de la alegría
El régimen de la alegría es del todo o nada: sólo hay alegría total o no hay ninguna alegría.
Clément Rosset

Si  se acepta que nadie es imprescindible y la única verdad consiste en saber que estamos condenados a repetirnos generación tras generación será fácil convertir la vida en una tragedia  o reírse de ella, vivir el instante como lo único real y digno de atención, tratando de  buscar grandeza en lo banal, en lo cotidiano:

Hay algunos que creen que la estampa deslumbrante de los fuertes y los sabios perdura más que la de los humildes y desgraciados... Basta con que mires el firmamento, para que el horizonte despierte en ti la certeza de la futilidad de aquellos que se creen eternos revelándote su tonta pedantería... Cada hombre sobresaliente es la imagen renovada de otro ya muerto y las acciones sorprendentes de algunos sólo son el recuerdo de las valientes y bellas empresas de nuestros ancestros (Serrano. 2003: 175).

Tampoco hay nada nuevo que se pueda decir para comprender o explicar el mundo o la realidad:
Hay verdades que son eternas; lo que cambia, a mi entender, es el momento en que se plantean y la manera como se plantean. La primera consecuencia de ello es la de volver a lo que quizá sea la primera virtud intelectual, o por lo menos aquello que en sus comienzos era el trasfondo del pensamiento filosófico: la prudencia. La prudencia contra la arrogancia, contra el orgullo, contra la pretensión, contra la paranoia que puede verse como una  de las características intelectuales de hoy. La prudencia siempre ha estado orgánicamente anclada sobre la vida cotidiana, sobre la vida banal. De ahí la necesidad, a veces, de volver a lo banal (Maffessoli.  1993: 21).

Así como es más razonable evitar el dolor que buscar la  felicidad, tiene más sentido desear la alegría que cultivar la tristeza. La alegría resulta de la plenitud y la tristeza de la carencia, se trata de estados de ánimo  motivados uno por exceso de presencia y el otro por ausencia  total de algo que no se sabe explicar. Aunque ninguno  de los dos estados de ánimo transforma la realidad, es más peligrosa, seductora y contagiosa la tristeza que la alegría, y, sin embargo, se  supone que el triste es superior, más inteligente  y capaz que el alegre. La risa se condena por ser considerada como manifestación de estupidez, ignorancia o superficialidad.

A partir de los planteamientos de Aristóteles  en su Problema XXX,1 se ha enaltecido de manera excesiva el valor del silencio, la soledad y la tristeza como rasgos propios de los espíritus refinados, seres destinados a sobresalir  como  artistas, guerreros o filósofos. Si se observa con detenimiento la historia del arte  o de la filosofía se puede  constatar que la melancolía no es un requisito fundamental para desarrollar una obra, el proceso espiritual o intelectual  no se hace más efectivo si el artista es triste, en muchas ocasiones   la tristeza se halla más relacionada con  frustración, timidez o  indignación:

La alegría y la tristeza son estados de ánimo creados, artificiales,  construidos a partir del deseo de quien experimenta la sensación de tenerlo todo o de estar falto de algo:

Así como el alegre es incapaz de decir el motivo de su alegría y expresar la naturaleza de lo que le colma, el melancólico no sabe precisar el motivo de su tristeza ni la naturaleza de lo que le falta -salvo que se repita con Baudelaire que su melancolía carece de contenidos y lo que le falta no figura en el registro de las cosas existentes... De ahí la diferencia fundamental entre el vacío romántico y el vacío alegre: el primero fracasa al describir lo que no existe, el segundo al hacer el recorrido completo de lo que existe. En otras palabras, la alegría siempre anda relacionada con lo real, mientras que la tristeza se debate sin cesar, y ahí reside su propia desdicha, en lo irreal (Rosset. 2000: 14).

Baudelaire soñaba con lo que  logró a través de la escritura y por eso es tan vital. Para el famoso prefacio  a Las flores del mal quiso "una mezcla de misticismo y travesura"; consideraba que "la absoluta franqueza es el procedimiento más original para un artista"; se propuso "relatar pomposamente los asuntos más cómicos" y fantaseaba con  "una amplia sonrisa en un hermoso rostro de gigante". Dos cualidades literarias: "sobrenaturalismo e ironía". Considera que "lo que existe de embriagador en el mal gusto es el placer aristocrático de disgustar" y seguramente uno de sus plegarias más frecuentes fue: "Señor y Dios mío, concédeme la gracia de escribir algunos buenos versos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a aquellos  a quienes desprecio" (Baudelaire. 1995: 20-36).

En una de sus cartas escribió, refiriéndose a Las flores del mal:
Debo deciros, ya que no lo habéis adivinado más que los demás, que en ese libro atroz he puesto todo mi corazón, toda mi ternura,  toda mi religión (enmascarada), todo mi odio, toda mi mala suerte. Verdad es que escribiré lo contrario, que juraré por todos mis dioses que es un libro de arte puro, de monerías, de malabarismos, y mentiré como un sacamuelas (Citado por Bataille. 1971: 58).

Sobre la franqueza como el mejor recurso estético Flaubert también es enfático. "Cualquier hombre que supiera escribir correctamente crearía un libro soberbio al redactar sus Memorias, si las expusiera con sinceridad y de manera completa... Lo que vuelve tan hermosas las figuras de la Antigüedad es que eran originales: ahí está todo, el sacar de uno mismo" (Flaubert. 1989: 95-190). 

También reflexionó, como Baudelaire, Sobre la relación entre estética, estoicismo y misticismo, siempre en función de un mejor ejercicio como artista: 

No presumo de ir hacia un falso ideal de estoicismo, pero evito las ocasiones de sufrimiento y las atracciones peligrosas de las que ya no se vuelve... No he podido llegar al estoicismo, al que nada afecta, y que no se rebela  más ante la estupidez que ante el crimen; pero he conseguido librarme completamente de todo cuanto puede mostrarme la estupidez humana... Me oriento hacia una especie de misticismo estético (si ambas palabras pueden ir juntas), y querría que fuese más fuerte. 

Cuando ningún estímulo nos viene de los demás, cuando el mundo exterior nos asquea, nos vuelve lánguidos, nos corrompe y nos embrutece, las personas honradas y delicadas se ven forzadas a buscar en sí mismas, en algún lugar, un sitio más limpio para vivir (Flaubert. 1989).



La Necesidad De Cambiar



¿Cuántas veces nos hemos dicho esto a nosotros mismos? ¡Quiero cambiar! Ya sea una rutina, un hábito, un aspecto de nuestra personalidad o forma de ser, nuestra forma de afrontar una determinada situación, etc. Vemos el problema, analizamos la situación que siempre se repite y que no queremos continuar, hasta sabemos objetiva y racionalmente qué deberíamos hacer para cambiarlo y no parece tan complicado… ¿no? Sin embargo, cada día que lo intentamos no lo conseguimos, o si lo conseguimos suele ser un cambio temporal, duramos unos días, conseguimos afrontar varias situaciones del modo que nos hemos propuesto pero al final volvemos a caer en lo mismo de siempre y que queríamos dejar atrás.

Y aquí llega lo que también conocemos: ese sentimiento de frustración, culpa e incluso rabia hacia nosotros mismos por no conseguir avanzar del modo que racionalmente sabemos que nos beneficiaría cuando en principio es “fácil”, ¿por qué entonces no lo hago?

Para colmo, la respuesta que nos damos a esa pregunta suele estar relacionada con el cuestionamiento de nuestro valor y capacidad personal: es que soy un vago/a, es que no puedo hacer nada, no soy capaz, soy un desastre, los demás pueden pero yo no, etc. O si el aspecto que queremos cambiar está relacionado con la interacción con otras personas o reacciones que nos dañan a nosotros y a los demás, es fácil confirmar el que somos ese tipo de persona sin opción a cambiar.

¿Entonces? ¿Qué está pasando para que aunque sepamos qué podemos hacer diferente no lo hagamos? Esta no es precisamente una pregunta que se pueda responder generalizando precisamente, cada uno tenemos nuestra historia y nuestros motivos para comportarnos del modo en el que lo hacemos, pero lo que sí puedo decir es que toda conducta tiene una razón de ser, una finalidad y una utilidad primaria, la entendamos en un principio o no, y es muy difícil modificarla sólo a base de fuerza de voluntad como solemos intentar hacerlo. ¿Por qué? Tenemos varias teorías al respecto:

Por un lado, las personas somos un todo y por tanto, nuestras emociones, pensamiento y conducta van a tener un sentido conjunto y congruente. Por ejemplo, una persona que tiende a huir, ya sea de un problema, una obligación o incluso de una oportunidad: la conducta sería la huida, pero esa conducta está justificada de algún modo (“para empeorar más las cosas mejor desaparezco”, “de todos modos no podría haber hecho nada”, “es que en realidad no es lo mío, no habría podido”, etc.), ese pensamiento a su vez está sustentado en otro más profundo y más difícil de ver, como por ejemplo: no valgo, fallar está mal, no merezco que las cosas me salgan bien, si no soy perfecto no soy nada… Todos estos pensamientos y la conducta que les sigue, están a su vez sustentados por emociones que surgen cuando se da la situación de la que huye: miedo, tristeza, rabia… Que a su vez están conectadas con emociones más profundas, y complejas. Así, cuando a esta persona se enfrenta a un problema, se dispara, por ejemplo, un miedo profundo (y no siempre fácil de ver conscientemente) a mostrar que no es válido y que le rechacen, eso genera emociones y sentimientos más fáciles de ver, como miedo a afrontarlo y lanzarse, angustia, tristeza, frustración, etc. Unidos a ese pensamiento más profundo en el que se dice que es que tiene que ser perfecto y si falla ¿qué pasará después?, o que en realidad no vale, no puede, etc.

De modo que esta persona acabará llevando a cabo esa conducta de huida basándose en pensamientos como los que expuse antes: “si en realidad es que otros lo harán mejor”, o “yo es que no tengo esta capacidad, no podría aunque lo intentara”, “Sólo empeoraría las cosas así que mejor me voy”.

¿Cómo funcionaría esto en poder o no cambiar? Si sólo intentamos cambiar la conducta y los pensamientos de “no puedo”, “sólo lo estropearía todo” por los ahora tan famosos “pensamientos positivos”, estamos sólo cambiando las capas más superficiales de nosotros, mientras que todos esos pensamientos, miedos y emociones más profundas se mantienen como base de nuestro ser, por lo que al final es fácil que el supuesto cambio sólo sea temporal y que al final volvamos a caer en la misma conducta o sustituyamos por otra que siga siendo congruente con esa base que tenemos. Es decir, que si no profundizamos y buscamos modificar la base del problema y sólo cambiamos lo externo, los síntomas, al final volveremos a desarrollar una superficie que vaya acorde con esa base que no hemos modificado.

Con todo esto, quiero animar a que no seamos tan duros con nosotros mismos cuando nos pongamos objetivos y cambios que luego nos cuestan alcanzar, puesto que todo lo que hacemos tiene bases más profundas y complejas de las cuales no solemos ser siquiera conscientes y que a veces no podemos afrontar solos…  

Que además de algo nos está sirviendo, ayudando, salvando, todo tiene su función y eso complica el cambio, así que quizás, en lugar de encima fustigarnos y culparnos aún más, estaría bien mirarnos con más amor, paciencia y honestidad que nos permita entendernos sin juzgarnos, ver qué es lo que nos pasa realmente y qué es lo que de verdad necesitamos.


lunes, 13 de noviembre de 2017

Más Allá De La Mente



En la luz, visión y realidad son una misma cosa. Tú estás allí sentado y yo estoy aquí de pie. Digamos que yo soy la visión y tú la realidad. Tengo que mirarte y entrar en ti para conocerte. Pero en la meditación más elevada, la realidad y la visión son una misma cosa. Donde tú estás, estoy yo también; donde yo estoy, estás tú. Somos uno. Por eso en la meditación más elevada no necesitamos pensamientos. En la meditación más elevada el conocedor y lo conocido son uno.

Incluso la reflexión, que es un tipo de pensamiento introspectivo, está lejos de la disciplinada vastedad de la meditación. En cuanto empezamos a pensar, jugamos con la limitación y la atadura. 

Nuestros pensamientos, no importa lo dulces o deleitables que sean de momento, a largo plazo son dolorosos y destructivos, porque nos limitan y nos atan. 

En la mente pensante no hay realidad. En cada momento estamos construyendo un mundo, y al momento siguiente lo estamos destruyendo. La mente tiene su propósito, pero en la vida espiritual tenemos que ir más allá de la mente, hacia donde hay paz eterna, sabiduría eterna y luz eterna. Sólo cuando vamos más allá del pensar con la ayuda de nuestra aspiración y nuestra meditación, podemos ver y disfrutar juntas la Realidad de Dios y la Visión de Dios.

Hugo W Arostegui




El Ser Responsable II



¿Qué es la irresponsabilidad? Es la conducta de una persona que se caracteriza por el desorden, la poca medición de la consecuencia de sus actos y el incumplimiento de los deberes.

En el mundo se han observado muchos actos de irresponsabilidad con consecuencias fatales, tal y como ocurre en los accidentes, donde en su mayoría suceden por fallas humanas. A veces un pequeño descuido es suficiente para que una catástrofe ocurra.

Se va perdiendo el control de la vida:
Debes cuidarte de los actos irresponsables, porque las reiteradas fallas personales van ocasionando una tendencia a hacer de la negligencia un estilo de vida. Esto es similar a lo que ocurre con las adicciones, todo puede comenzar como un juego, de seguir en lo mismo, se va cayendo gradas, hasta tocar fondo.

Es uno de los venenos para el desarrollo personal:
La gente irresponsable, definitivamente no puede avanzar en sus metas de desarrollo personal, porque sus mentes están tan ancladas a la mediocridad que no son capaces de ver la luz, a menos que se pueda despertar del letargo y tomar la decisión de un cambio.

¿Cómo superar la irresponsabilidad?
Aceptando que se ha caído en la irresponsabilidad:
A veces resulta difícil determinar las fronteras entre la responsabilidad e irresponsabilidad, porque no existe un modelo de conducta perfecto y siempre ocurren pequeñas fallas. Sin embargo un buen parámetro es hacer una comparación positiva en las condiciones de vida y observar qué están logrando las otras personas, especialmente las ideas vinculadas con tu misión de vida. Es bueno tener algunos modelos en los cuales quieras reflejarte. Quizás ahí puedas llegar a la conclusión que has sido irresponsable en algunas acciones.

Define los propósitos en tu vida:
Define un proyecto de vida que abarque todas tus facetas, cuando tienes un panorama claro de la vida que deseas para el futuro, es mucho más fácil ir trabajando en el refinamiento personal y progresivamente podrás superar los malos hábitos. La experiencia ha demostrado que la mayoría de gente que cae en la irresponsabilidad es porque están desmotivadas, no les gusta la labor que hacen o no poseen objetivos.



domingo, 12 de noviembre de 2017

Qué es la Intolerancia:



La intolerancia es la capacidad o habilidad que posee una persona de no soportar las opiniones diferentes a las de él. La palabra intolerancia es de origen latín intolerantia.

La intolerancia es sinónimo de intransigencia, terquedad, obstinación, testarudez por no respetar a las personas que poseen pensamientos diferentes bien sea en el ámbito político, religioso, cultural, sexual, racial, etcétera. En referencia a lo anterior, se puede deducir que la intolerancia es un antivalor que no permite una buena convivencia entre las personas. 

El término intolerable es un adjetivo que describe una cosa o alguien que no se puede tolerar, por ejemplo: cuando se observa una situación de maltrato infantil, la misma se torna intolerable para quien vive la situación como para quien la observa o, el individuo que no acepta ideas distintas a las de él se puede decir “es intolerable estar con él” o "¡que intolerante es!".

Asimismo, una persona intolerante puede cometer otras faltas como: la discriminación, la agresión, el irrespeto, producto de la falta de tolerancia a las ideas diferentes de sí. Por ende, la intolerancia es una actitud negativa que afecta las relaciones entre los prójimos.

Por otro lado, la intolerancia es un conjunto de reacciones opuestas a la acción de un producto, bien sea alimentos, bebidas o medicinas. En referencia a este punto, ciertas personas no pueden ingerir un determinado alimento o medicamento porque le produce reacciones adversas y se puede observar a través de ciertos síntomas como: vómitos, dolor de gastritis, entre otros.


La intolerancia es el marco mental, la raíz de donde brotan actitudes sociales, políticas, económicas o culturales, y conductas que perjudican a grupos o personas, dificultando las relaciones humanas. Se podría, en consecuencia, definir como todo comportamiento, forma de expresión o actitud que viola o denigra los derechos del prójimo, o incita a violarlos o negarlos.

A menudo la intolerancia está ligada a manifestaciones de odio racial, nacional, sexual, étnico, religioso o a otras formas de comportamiento que discriminan a ciertas personas o categorías de personas. En sus encarnaciones o manifestaciones, consagran como valor superior, no a la persona con sus propias y diversas identidades, sino a la propia identidad enfrentada a la de los demás.

La Intolerancia se fundamenta en el prejuicio, un juicio previo que está basado en una generalización defectuosa e inflexible, estereotipo, que puede ser sentida o expresada y puede ser dirigida al grupo como un todo o a un individuo como miembro de dicho grupo; entre sus manifestaciones destacan la heterofobia o rechazo y exclusión del diferente, la subalternidad o categorización de inferioridad del considerado distinto y el etnocentrismo o consideración de superioridad cultural o étnico de un grupo frente a otros.