En la
luz, visión y realidad son una misma cosa. Tú estás allí sentado y yo estoy
aquí de pie. Digamos que yo soy la visión y tú la realidad. Tengo que mirarte y
entrar en ti para conocerte. Pero en la meditación más elevada, la realidad y
la visión son una misma cosa. Donde tú estás, estoy yo también; donde yo estoy,
estás tú. Somos uno. Por eso en la meditación más elevada no necesitamos
pensamientos. En la meditación más elevada el conocedor y lo conocido son uno.
Incluso
la reflexión, que es un tipo de pensamiento introspectivo, está lejos de la
disciplinada vastedad de la meditación. En cuanto empezamos a pensar, jugamos
con la limitación y la atadura.
Nuestros pensamientos, no importa lo dulces o
deleitables que sean de momento, a largo plazo son dolorosos y destructivos,
porque nos limitan y nos atan.
En la mente pensante no hay realidad. En cada
momento estamos construyendo un mundo, y al momento siguiente lo estamos
destruyendo. La mente tiene su propósito, pero en la vida espiritual tenemos
que ir más allá de la mente, hacia donde hay paz eterna, sabiduría eterna y luz
eterna. Sólo cuando vamos más allá del pensar con la ayuda de nuestra
aspiración y nuestra meditación, podemos ver y disfrutar juntas la Realidad de
Dios y la Visión de Dios.
Hugo W Arostegui
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