Los derechos humanos son
derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de
nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color,
religión, lengua, o cualquier otra condición.
Se trata de solo dos palabras, derecho y humano, y
de las más variadas interpretaciones en función de intereses, generalmente de
quienes pretenden erigirse como paradigmas en su respeto y que resultan sus
mayores violadores.
Los derechos humanos son derechos inherentes a
todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de
residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o
cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin
discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes
e indivisibles.
Así se describe en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de la ONU, quizá el documento más mal usado para, en su
nombre, invadir países, hacer guerras, asesinar a civiles, mujeres y niños; o
bloquear económicamente a naciones con el solo fin de rendir a su pueblo por
hambre.
No es de extrañar entonces que también para Cuba,
la potencia que nos ha agredido y nos bloquea por más de cinco décadas, haya
usado las palabras derechos humanos, como patrón mediático para una política
que hasta el propio mandatario norteamericano, Barack Obama, reconoce como obsoleta
y errada.
También de ellas se han valido los mercenarios que
hacen comparsa al lado de las peores causas y se alían a intereses foráneos, no
importa de dónde provengan.
Sería recomendable para quienes así actúan,
recordarles, solo como botones de muestra, algunos ejemplos: en nombre de los
derechos humanos se bombardeó y desintegró a la ex República Federativa de
Yugoslavia por tropas de Estados Unidos y la OTAN. Para “proteger” a la
población civil se bombardeó e invadió a Irak, donde suman más de un millón los
muertos y heridos. Con igual pretexto se encarcelaron cientos de personas en Abu
Ghraib, Irak y en la ilegal base en Guantánamo,
Cuba, donde se aplicaron las
más salvajes torturas.
También fue la justificación para invadir Afganistán;
matar al presidente de Libia y convertir a ese país en un ente ingobernable,
entre otros.
Pero, de lo que poco o nada hablan o escriben los
grandes medios de comunicación al servicio de Washington, es del insólito hecho
de que Estados Unidos es el único país del mundo que no se ha adherido a la Convención
de la ONU sobre Derechos del Niño, el principal derecho dentro de todos los
existentes.
Hasta hace muy poco tiempo Somalia compartía esta
nefasta lista, pero ya el país africano lo ha firmado, dejando a Estados
Unidos en solitario.
Según la agencia IPS, en importantes indicadores
sociales, los niños estadounidenses están rezagados con respecto a los países
más industrializados.
En esa liga, Estados Unidos ocupa los últimos lugares con
respecto a la pobreza infantil relativa, la brecha entre ricos y pobres, partos
de madres adolescentes, bajo peso al nacer, niños víctimas de la violencia
armada y el número de menores de edad en la cárcel.
A nivel político se muestra al mundo que este
tratado, como otros, debe ser cumplido por los demás países, pero no por
Washington porque “podría generar obligaciones internacionales no deseadas”.
¿DE QUÉ DERECHOS HUMANOS
ESTAMOS HABLANDO?
Cuánta aberración y manipulación mediática supone
ponerse al lado de los que internacionalmente se autoproclaman como guardianes
de esos derechos y tienen en su haber el más extenso expediente violatorio.
Se han preguntado los supuestos paladines de esas
prácticas cuántos niños no tienen posibilidades de ir a la escuela porque
tienen que trabajar para ayudar al sostén de sus familias, o cuántos se
acuestan cada noche sin ingerir alimentos porque forman parte de esa mayoría
empobrecida de más de 800 millones de personas; mientras la opulencia es
exhibida como un triunfo para la minoría rica, la que lo tiene todo en
detrimento de los pobres.
Acudo a las estadísticas
oficiales y veo que, según un informe de la ONU, cada 15 segundos muere de
hambre un niño en el mundo. De igual forma, según un estudio publicado en The
Lancet, los investigadores determinan que, como promedio, cada año mueren más
de tres millones de niños por esa causa.
¿Es que el hambre que mata a menores no es una
violación de los derechos humanos que los ricos debían comprometerse a
resolver?
¿Cuáles son, en realidad, los verdaderos derechos
humanos? ¿Quiénes los cumplen y quienes lo usan para sus intereses hegemónicos?
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