Parece mentira que
siendo la generación mejor conectada, seamos la que más sola está. O, mejor
dicho, la que más sola se siente.
Que no es lo mismo.
Todos nos hemos
sentido solos en algún momento de nuestra vida y, por ello, hay tantas
definiciones de soledad como personas que la experimentan. Para algunos,
es un estado emotivo, a veces sentido, a veces buscado y, para
otras tantas, un estado impuesto por la vida misma en el vivir de las
ausencias.
Tal y como decía
Benedetti: “la soledad se sabe sola en el mundo de los solos y se pregunta a
veces por otras soledades”. No deja de ser un estado emocional
envuelto en cierto desconcierto e incomprensión social.
Y es que la soledad tiene dos caras. Puede
ser un enemigo mortal que te cae como una losa. O también puede ser tu mejor
amiga: la que te hace escucharte, conocerte, enfocarte en lo que realmente
quieres y necesitas en cada momento. Depende del cristal con que se mire.
Porque no tenemos
miedo a la soledad, tenemos
miedo a estar con nosotros mismos. A escucharnos. Es la soledad emocional.
Se rehúye de la
soledad porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos (Carlo
Dossi)
Y es que cuando te
sientes solo, puedes oír tu ruido interior. Una especie de sirena que
reverbera dentro de ti, con un sonido desgarrador e insistente. Y la evitas a
toda costa. Buscas manos a las que cogerse, pupilas amigas donde posarse, u
oídos amables que te escuchen.
Encendemos el
televisor. O buscamos la complicidad de la radio. O buscamos cuerpos
anhelando complicidad. O trabajamos más de la cuenta. O contamos
“cuentos” por las redes sociales. Cualquier distracción para
acallar el zumbido continuo.
Pero no hay nada externo que pueda
llenar ningún vacío de soledad.
Porque a veces, tu
soledad emocional es tan rotunda que silba. Sí, es tan desmedida, que ronronea
en tu hombro. Y vayas donde vayas, o hagas lo que hagas, esa sensación te
acompaña siempre.
Porque la llevas dentro, porque la alimentas, la construyes,
la consientes y la mimas hasta convertirla en tirana.
Más que buscarla,
parece que la soledad le encuentra a uno y cuando esto sucede, puedes estar con
mil personas, que el desierto es casi ilimitado. Y es que no hay soledad más dura que aquella
que uno siente rodeado de mucha gente. La soledad de sentirse
incomprendido, de sentirse poco querido. La soledad de notar que uno va en la
dirección contraria al mundo.
Es cuando te miras
al espejo y no recuerdas quién eres, porque te has convertido en tus quejas,
tus dolores, tus angustias, tus ansiedades de madrugada y tus limitaciones
imaginarias…
Eso es lo que te muestra al principio la soledad.
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