Hasta dónde puedo hacer yo? ¿Cuándo es el momento para dejar
de actuar? ¿Qué fantasmas hay detrás de la responsabilidad? ¿Cuál es mi papel
en los problemas ajenos? La
responsabilidad, como casi todo lo que nos rodea, en su justa medida es
adecuada y funcional. Sin
embargo, ¿qué
pasa cuando supera los límites que son tolerables para nosotros o cuando nos
exige más de lo que podemos dar? Cuando esto ocurre surge en nosotros la culpa,
la ansiedad, los debería, los tengo que y es aquí cuando nos toca actuar.
Yo soy responsable de lo que puedo hacer y de lo que puedo
controlar. En el
momento en el que intente hacer algo que no está en mi mano será cuando
empiecen a aflorar estas emociones desagradables. Si me diera cuenta de que mi
responsabilidad llega hasta dónde puedo abarcar no sería esclavo de la
ansiedad. Si me diera cuenta de que yo soy la persona con la que voy a convivir
toda la vida y es a ella a quien le tengo que ser fiel y
por quien debo sentirme responsable, no me comería el demonio de la culpa.
“Quien es
auténtico asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser
lo que es”
-Jean Paul
Sartre-
En nuestra cultura la responsabilidad es muy valorada. Alguien
que es comprometido, organizado, leal etc. es bien visto y casi
inconscientemente premiado por la sociedad, tanto para los trabajos, para
realizar labores, para amistades etc. Por ello nos sentimos mal cuando no
asumimos la parte de responsabilidad que entendemos que nos corresponde.
Podemos pensar que sintiéndonos responsables, a veces incluso de acciones
que no son nuestras o no nos incumben, nos sentiremos mejor.
Somos responsables de nuestros actos y solo hasta ahí
podemos y debemos hacer. Tendremos que aprender a colocar nuestros límites y a dejar que las situaciones de los demás nos
afecten hasta un punto.
Cuando superemos estas líneas ya no estarán dentro de
los límites que marcan el espacio de nuestra responsabilidad las acciones de
los demás y podremos sentirnos libres y en paz, por haber hecho hasta donde
podíamos y teníamos que hacer, habremos dado todo lo que está en nuestras
manos.
Aprender a soltar y sentirme libre con responsabilidad
Si he logrado actuar como quería, si siento que he dado lo
mejor de mí, si considero que mis actos son un reflejo de lo que soy y me gusta cómo se me
ve, estaré en el lugar que me permitirá saber y reconocer que más allá de esto
no hay malas emociones que puedan perseguirme. Todo lo demás está de más.
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