Aceptar la responsabilidad de
los errores, fracasos y principalmente las consecuencias, prepara a la persona
a entender el para qué de lo que ocurre en su vida
Los seres humanos, algunos en ciertas etapas, otros
en todas las etapas de desarrollo de la personalidad, presentamos un patrón de
comportamiento mediante el cual tendemos a evadir y no asumir responsabilidad
sobre las consecuencias de nuestros actos, adjudicando dicha responsabilidad a
otras personas.
Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en
las cuales un(a) estudiante, independiente del nivel que curse, cuando las
calificaciones son bajas o reprueba, se justifica argumentando que el o la
docente le tenía inquina o no explicaba bien. En vez de reconocer que no había
estudiado o no dedicó la atención debida a la clase, recurre a la justificación
y responsabilizar al o la docente.
Cuando una persona no tiene empleo, quizá busca y
no encuentra, o cuando es despedida de su trabajo, en ambos casos muy
difícilmente acepta que ello se debe a que no cumple los requerimientos del
cargo que busca, o no llenaba las expectativas de los empleadores. En estas
circunstancias recurre a señalar a otras personas, argumentando que gestionan
para que no les den empleo o para que los despidan.
Los ejemplos son innumerables, porque este patrón
de comportamiento se manifiesta independiente de raza, credo religioso, sexo,
edad, capacidad económica, preparación académica, etc., es decir, no tiene
fronteras. Pareciera que tiene raíces genéticas y es afinado en la vida
cotidiana.
En la vida las decisiones que se toman y las
acciones que se ejecutan son innumerables, y en muchas de ellas se rehúye
asumir responsabilidad sobre las consecuencias y se opta por achacar
culpabilidades a terceras personas, muchas veces por temor a señalamientos, represalias
o castigos.
Culpabilizar no permite enmendar errores, en el
tanto, es un mecanismo mediante el cual las personas se tapan los ojos para no
ver y negarse a aceptar la autoría de los desaciertos cometidos.
Cada quien es responsable por su presente y su
futuro. Hay que tener presente que las actuaciones, correctas o incorrectas, no
son más que una siembra, la cual, a la corta o a la larga, dará fruto bueno o
malo.
Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos
y principalmente las consecuencias, prepara a la persona a entender el para qué
de lo que ocurre en su vida, así mismo, fortalece el carácter con humildad
y crea condiciones para nuevos retos y ser asertivo(a) en lo que se
emprende.
Si se pidiera que levanten la mano quienes han
presentado ese patrón de comportamiento,
posiblemente la gran mayoría las
levantaríamos. Por lo tanto, dispongámonos al cambio y erradicarlo de nuestro
comportamiento. sustituyéndolo por uno nuevo que nos edifique para asumir las
consecuencias de nuestros actos y entonces ser mejor persona.
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