En años recientes, muchas características que antaño se
pensaban eran exclusivas de los humanos fueron halladas en el reino animal.
Entonces, ¿qué es lo que nos hace especiales?
Puede que la lista sea ahora más corta, pero hay ciertos
rasgos que no compartimos con ninguna otra criatura terrestre.
Desde que comenzamos a escribir, hemos documentado cuán
especiales somos.
Somos "animales racionales" que buscamos el
conocimiento por el hecho mismo de conocer, escribió Aristóteles hace 2.000
años.
Mucho de lo que él decía sigue siendo válido. Y aunque
podamos observar la raíz de estos comportamientos humanos en chimpancés y
bonobos, nosotros somos los únicos en observarlos y escribir sobre ellos.
"Obviamente tenemos similitudes. Tenemos similitudes
con todo lo demás en la naturaleza, sería sorprendente si no las tuviésemos. Pero
tenemos que centrarnos en las diferencias", señala Ian Tattersall,
paleoantropólogo del Museo Estadounidense de Historia Natural en Nueva York.
Para entender estas
diferencias, un buen lugar para empezar es pensar cómo llegamos hasta aquí.
¿Por qué somos la única especie humana viva mientras que muchos de nuestros
ancestros se extinguieron?
Los humanos y los chimpancés se separaron de nuestro
ancestro común hace seis millones de años.
El cambio fue gradual. Dejamos los
árboles, comenzamos a caminar y empezamos a vivir en grupos más grandes.
Nuestro cerebro se agrandó.
No sabemos qué hizo que alcanzara el tamaño actual, pero a
él le debemos nuestra habilidad para hacer razonamientos complejos.
Durante al menos 100.000 años,
la evidencia muestra que nuestra tecnología era muy similar a la de los
neandertales. Pero, hace 80.000 años, algo cambió.
Comenzamos a
producir artefactos culturales y tecnológicos superiores. Nuestras herramientas
se tornaron más complicadas. Comenzamos a darle valor simbólico a ciertos
objetos.
En cambio, hay muy
poca evidencia de otros homínidos produjeran ningún tipo de arte.
Pero es cierto que
nosotros hemos estado en la Tierra por cerca de 100.000 años hasta que
comenzaran a aparecer objetos simbólicos, entonces, ¿qué fue lo que pasó?
De alguna manera, nuestra
habilidad para desarrollar el lenguaje se fue, gradualmente,
"encendiendo", argumenta Tattersall. De la misma manera que las aves
desarrollan sus plumas antes de que puedan volar, nosotros contábamos con las
herramientas mentales para producir un lenguaje complejo antes de
desarrollarlo.
Aún no está claro cuándo evolucionó nuestro lenguaje, o
cómo. Pero parece que fue impulsado en parte por otro rasgo humano único:
nuestras capacidades sociales superiores
.
Estudios comparativos entre humanos y chimpancés señalan que
si bien es cierto que ambos cooperan, los humanos siempre ayudan más. Los
niños, por ejemplo, ya tienen el instinto de ayudar. Son capaces incluso de
dejar de jugar para ayudar.
La capacidad de cooperar está
ligada a nuestra increíble capacidad de leer la mente. Sabemos lo que otros
piensan basándonos en nuestro conocimiento del mundo, pero también entendemos
lo que los otros no pueden saber
Esto nos dice algo profundo sobre nosotros. Mientras que no
somos los únicos que entendemos que los demás tienen intenciones y metas,
"somos ciertamente únicos en el nivel de abstracción con el que podemos
razonar sobre los estados mentales de los otros", asegura Katja Karg,
también del Instituto Max Planck.
Cuando juntamos nuestras extraordinarias capacidades
lingüísticas, nuestra capacidad para inferir los estados mentales de los otros
y nuestro instinto para la cooperación, tenemos algo sin precedentes: nosotros.
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