¿Por dónde
pasa la vida?
Esta es una de las preguntas estrella que Teatro y
Consciencia aterriza en los alumnos a lo largo de los cursos. Parece simple al
escucharla, pero a la hora de la verdad, responderla no es tan fácil. ¿Por dónde pasa la vida?
Sabemos racionalmente que la vida es el motor esencial de
nuestra existencia y que está en continuo movimiento dentro de nosotros y en
nuestro alrededor. Aun así, en la sociedad occidental no tomamos en
consideración experimentar y cultivar esta realidad que nos fundamenta, y
pasamos la mayor parte del día sin sentirnos vivos, actuando de forma autómata,
dejando que nuestras mentes y cuerpos funcionen mecánicamente.
Afortunadamente, se dan situaciones que inevitablemente
provocan que volvamos a la vida. Cuando ponemos la atención en el presente, escuchamos con todos
nuestros sentidos y abrimos el corazón.
Un abrazo que nos
reconforta, una canción que nos eriza el vello, el primer llanto de una
tristeza profunda, un paisaje que nos hace vibrar, unas palabras sinceras que
rompen nuestros esquemas, un sabor que nos traslada a la infancia, un baile
desenfrenado, los colores de un atardecer que nos retuerce el estómago, el
ataque de risa por una tontería, un grito al cielo que por fin desatasca aquel
dolor, el gesto vulnerable de alguien a quien considerábamos “duro”, una
auténtica expresión de amor temblorosa… No son escenas que sólo se hacen
evidentes en las películas.
Son instantes reales, de distintos calibres e infinitos
colores, que surgen de nosotros mismos y suceden constantemente a nuestro
alrededor. Y nos conmueven como si fuera la primera vez, por muy pequeños y
sutiles que sean. Es aquí por donde pasa la vida, es aquí donde podemos
apreciar las sincronicidades, lo intuitivo y la inspiración. Y descubrimos que
formamos parte de algo intangible, mágico e inexplicable, pero tan real como la misma experiencia: el sentido de Ser Humano.
De este modo, la vida pasa por sentir la calidez y la
esperanza que produce la luz de un atardecer cualquiera en la plaza del barrio.
La vida pasa, también, por dejarse embalsamar por la música de una pianista
solitaria en el túnel del metro.
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