Es visible en los días de hoy
la superficialidad en los vínculos afectivos. No se crean lazos profundos y se
acaba por no vivir experiencias afectivas de calidad, ya sea con hijos, padres,
cónyuge, acompañantes, amigos. La superficialidad aparece en el “quedar” de los
adolescentes, puede estar también en los altos índices de divorcios,
separaciones y quizá, en el aumento de las relaciones no oficializadas que
existen hoy día, como las “parejas de hecho” o en otras varias formas de unión.
Existe, sí, una apertura social, que por una parte es positiva, que nos favorece a todos, ofreciendo nuevas posibilidades en las varias configuraciones parentales y familiares, en los vínculos afectivos, en fin… Tenemos por lo tanto mayor libertad para elegir cómo queremos relacionarnos. Por otra parte, ¿no estaremos perdiendo algo bueno en este cambio?
Si profundizamos más, cada uno de nosotros tenemos motivaciones, no conscientes, en cada elección que hacemos a todo momento. Y no siempre elegimos lo que sería mejor para nosotros.
Y más grave aún, muchas veces percibimos que nunca somos felices, considerando que es por simple falta de suerte o por karma. En el universo profundo de nuestro psiquismo, sentimos que queremos una relación profunda y sana, y más que eso, que la necesitamos, es una necesidad. Con todo, nunca logramos una relación como la que hemos idealizado, y nos frustramos con ello, perdiendo la esperanza.
“-¡Ah! Yo no tengo suerte en el amor, no sirve de nada…”
En el meollo de esta cuestión, puede anidar una actitud auto-saboteadora no consciente, que nos impide crear vínculos fuertes con otras personas, y acabamos por echar la culpa a los demás.
Es ciertamente una forma de narcisismo, lo cual no aceptamos. “No confío en las personas, nadie es digno de confianza.” Por detrás de esta actitud puede ocultarse un miedo a “vivenciar nuevamente” algo desagradable, vivido en algún lugar de nuestro pasado; y así, no nos vinculamos, para alejar la posibilidad de volver a sentir la angustia. Aunque por otra parte, puede ser tan solo una forma de desviarnos de posibilidades de vínculos más estrechos.
Es como si algo muy desagradable, vivido anteriormente, hubiese quedado grabado en nuestra memoria, escondido, y retornase en situaciones parecidas, haciéndonos sentir la ansiedad y el miedo a revivirlo. De esta forma, sin saberlo (racionalmente), muchas veces estamos alejándonos de lo que realmente queremos, o sea, un vínculo bueno, fuerte y de calidad.
Como ejemplo, podemos pensar en una persona que haya tenido alguna experiencia de traición y que ahora, como defensa, no profundiza en el vínculo emocional y afectivo en otra relación, pues está siempre a la espera de que la traición vuelva a ocurrir. Es la ansiedad (defensa natural) que sentimos al acercarnos a algún peligro. O bien, la “creencia” introyectados en la infancia, de que “el matrimonio no sale bien”, por experiencias dolorosas vivenciadas o incluso testimoniadas del fracaso en la relación de los padres.
Frases como: “El matrimonio es una utopía”, “¡Ningún hombre (o mujer) vale nada!” o “el matrimonio es una institución fallida”, delatan que hay normas, leyes, que rigen algo simbólico en nuestro subconsciente y por ende influyen sobre nuestro modo de pensar y de actuar. Son las creencias arraigadas en nuestro mundo mental, que nos rigen en nuestro pensar.
En la práctica, protestamos por no ser posible hoy día crear un vínculo amoroso bueno, unas amistades fuertes que podrían tener efectos muy saludables en nosotros, pero caemos siempre en el mismo lugar (donde nos ponemos), aquello de que nadie es digno de confianza; y por eso nos protegemos detrás del “escudo” de la timidez, de la ansiedad, de la indiferencia, de la desconfianza, y otras muchas. Observa que de esta forma nos colocamos distantes de lo que queremos.
Todos necesitamos vivenciar vínculos afectivos de calidad, vínculos fuertes, profundos, y no solo necesitamos sentirnos aceptados, sino además percibir el afecto espontáneo de las demás personas que nos rodean. Crear vínculos de calidad y disfrutar de una vida mejor, son los resultados buscados (y conseguidos) por el desbloqueo de estos patrones psíquicos.
Nos liberamos así de estas creencias, que ocasionan en nuestra vida un tipo de auto-sabotaje. Comprender lo que nos pasa, conocernos a nosotros mismos, y localizar dónde está situado ese miedo, cuál es el sentido de esos bloqueos, (pues cada ser humano es único) es un trabajo arduo y penoso, pero siempre compensador, pues aporta una mejor condición en la vida afectiva, y mucha más calidad. No importa la edad, clase social o momento de vida que se esté atravesando, siempre es posible y necesario iniciar el proceso del cambio.
Existe, sí, una apertura social, que por una parte es positiva, que nos favorece a todos, ofreciendo nuevas posibilidades en las varias configuraciones parentales y familiares, en los vínculos afectivos, en fin… Tenemos por lo tanto mayor libertad para elegir cómo queremos relacionarnos. Por otra parte, ¿no estaremos perdiendo algo bueno en este cambio?
Si profundizamos más, cada uno de nosotros tenemos motivaciones, no conscientes, en cada elección que hacemos a todo momento. Y no siempre elegimos lo que sería mejor para nosotros.
Y más grave aún, muchas veces percibimos que nunca somos felices, considerando que es por simple falta de suerte o por karma. En el universo profundo de nuestro psiquismo, sentimos que queremos una relación profunda y sana, y más que eso, que la necesitamos, es una necesidad. Con todo, nunca logramos una relación como la que hemos idealizado, y nos frustramos con ello, perdiendo la esperanza.
“-¡Ah! Yo no tengo suerte en el amor, no sirve de nada…”
En el meollo de esta cuestión, puede anidar una actitud auto-saboteadora no consciente, que nos impide crear vínculos fuertes con otras personas, y acabamos por echar la culpa a los demás.
Es ciertamente una forma de narcisismo, lo cual no aceptamos. “No confío en las personas, nadie es digno de confianza.” Por detrás de esta actitud puede ocultarse un miedo a “vivenciar nuevamente” algo desagradable, vivido en algún lugar de nuestro pasado; y así, no nos vinculamos, para alejar la posibilidad de volver a sentir la angustia. Aunque por otra parte, puede ser tan solo una forma de desviarnos de posibilidades de vínculos más estrechos.
Es como si algo muy desagradable, vivido anteriormente, hubiese quedado grabado en nuestra memoria, escondido, y retornase en situaciones parecidas, haciéndonos sentir la ansiedad y el miedo a revivirlo. De esta forma, sin saberlo (racionalmente), muchas veces estamos alejándonos de lo que realmente queremos, o sea, un vínculo bueno, fuerte y de calidad.
Como ejemplo, podemos pensar en una persona que haya tenido alguna experiencia de traición y que ahora, como defensa, no profundiza en el vínculo emocional y afectivo en otra relación, pues está siempre a la espera de que la traición vuelva a ocurrir. Es la ansiedad (defensa natural) que sentimos al acercarnos a algún peligro. O bien, la “creencia” introyectados en la infancia, de que “el matrimonio no sale bien”, por experiencias dolorosas vivenciadas o incluso testimoniadas del fracaso en la relación de los padres.
Frases como: “El matrimonio es una utopía”, “¡Ningún hombre (o mujer) vale nada!” o “el matrimonio es una institución fallida”, delatan que hay normas, leyes, que rigen algo simbólico en nuestro subconsciente y por ende influyen sobre nuestro modo de pensar y de actuar. Son las creencias arraigadas en nuestro mundo mental, que nos rigen en nuestro pensar.
En la práctica, protestamos por no ser posible hoy día crear un vínculo amoroso bueno, unas amistades fuertes que podrían tener efectos muy saludables en nosotros, pero caemos siempre en el mismo lugar (donde nos ponemos), aquello de que nadie es digno de confianza; y por eso nos protegemos detrás del “escudo” de la timidez, de la ansiedad, de la indiferencia, de la desconfianza, y otras muchas. Observa que de esta forma nos colocamos distantes de lo que queremos.
Todos necesitamos vivenciar vínculos afectivos de calidad, vínculos fuertes, profundos, y no solo necesitamos sentirnos aceptados, sino además percibir el afecto espontáneo de las demás personas que nos rodean. Crear vínculos de calidad y disfrutar de una vida mejor, son los resultados buscados (y conseguidos) por el desbloqueo de estos patrones psíquicos.
Nos liberamos así de estas creencias, que ocasionan en nuestra vida un tipo de auto-sabotaje. Comprender lo que nos pasa, conocernos a nosotros mismos, y localizar dónde está situado ese miedo, cuál es el sentido de esos bloqueos, (pues cada ser humano es único) es un trabajo arduo y penoso, pero siempre compensador, pues aporta una mejor condición en la vida afectiva, y mucha más calidad. No importa la edad, clase social o momento de vida que se esté atravesando, siempre es posible y necesario iniciar el proceso del cambio.
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