El perdón es una de las mayores formas de generosidad que existen. Perdonar es una parte,
casi inevitable, de todas las relaciones que mantenemos. Concederlo y pedirlo
es una libertad, una opción que le confiere un valor enorme, ya que suele
suponer un esfuerzo mayor que sus alternativas: no pedirlo o no concederlo.
Hay personas que no perdonan porque piensan que de este
modo no liberan de culpa a la otra persona, pero la realidad es que la
persona que más sufre es aquella que no sabe perdonar. No hacerlo implica que
el dolor se quede en su interior, convirtiéndose en una especie de puñal
afilado y descontrolado capaz de causar un daño enorme de manera impredecible.
“El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar.”
-Martin Luther King-
No saber perdonar te
ata a la ira y al resentimiento, por lo que es muy probable que termines
nutriendo con ellos a tus pensamientos. Perdonar
a alguien que te ha herido no es fácil, así que es necesario saber cómo hacerlo
para poder liberarte de esas heridas del pasado y dejar atrás cualquier carga
emocional que pueda lastrarte.
Hay personas que tienen una forma errónea de entender el
perdón, creen que es una forma de competición que señala, premiando a un
ganador y castigando a un perdedor. Así, una forma equivocada de percibir
el perdón es aquella que tenga que ver con las siguientes creencias:
Liberar a la otra persona de sus actos
Ceder
Poner la otra mejilla
Fingir que no ha pasado nada
Admitir que tu enfado no es justificado
Obligarte a llevarte bien con alguien con quien sientes que
te puede hacer daño de nuevo.
“Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos
saben la manera de perdonar. Un ser vil no perdona nunca porque no está en su
naturaleza.”
– Laurence Sterne –
Cuando algo duele, recuerda que no puedes actuar sobre
el pasado y que, por el contrario, son el presente y el futuro los que te van a
dar la oportunidad de intervenir: paliando, remediando y restableciendo.
Deja que tu energía positiva salga al exterior sin necesidad
de lucha, sin necesidad de librar un duro enfrentamiento. Permite que tu
atención se centre en estar mejor, impidiendo que el daño enmascare el agradecimiento por
el resto de cosas positivas con las que cuentas.
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