En general, cuando hablamos
de solidaridad, surge la idea de ayuda económica: dar dinero a los necesitados.
O cuando menos de ayuda material: dar comida, vestimentas, etc. Pero estas
ideas, aunque sí forman parte de la solidaridad, no lo hacen de forma completa.
Hay tantas formas de actuar solidariamente como problemas humanos existen, y en
cada uno de esos problemas humanos nos podemos entregar para colaborar y tomar
por propias las cargas del otro.
Decir que la solidaridad es,
en esencia, ayuda material, sería el equivalente a afirmar que todos los
problemas se resuelven de esa manera; que el hombre sólo tiene necesidades
materiales. Y el ser humano tiene realmente necesidades que no son materiales,
como aquellas afectivas, espirituales, morales o sociales.
Por lo tanto para
estas necesidades, también puede y debe existir una actitud solidaria. Por
ejemplo: es posible, si no podemos dar dinero para educación, que demos una
parte de nuestro tiempo para educar a niños de escasos recursos; o que
favorezca la integración social de una comunidad marginada.
Nadie puede amar a otro si no
experimenta el amor a sí mismo, y nadie puede estimar a otro si no
experimenta primero la necesaria dosis de autoestima; igual que nadie puede
respetar la dignidad de los demás si no sabe defender la propia dignidad.
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