La expresión Tigres de Papel se dio a
conocer tras una entrevista de Mao Zedong a una periodista americana en la
recordaba el antiguo dicho chino respecto a algo inofensivo pero que parece una
amenaza. Mao lo aplico al "imperialismo americano". Unos años más
tarde los vietnamitas le dieron la razón.
Hoy en día el sector que merece ese calificativo es el de la
prensa escrita respecto su influencia en la vida política.
Su época de esplendor es la segunda mitad del siglo XIX, en
la que surgen todo tipo de periódicos, serios, sensacionalistas, radicales,
muchos de ellos, especialmente en Gran Bretaña, dirigidos a la clase
trabajadora que estaba aprendiendo a leer. Son los primeros medios de
comunicación de masas, que entienden, sobre todo en Estados Unidos, que la
publicidad les permite vender a precios baratos, dando pie a la prensa
amarilla, pero también a los grandes medios para la burguesía como The
New York Times, Corriere della Sera o Le Figaro.
La prensa se había convertido en un arma política, que fue
usada tanto con objetivos liberales como totalitarios, especialmente entre la
primera y la segunda guerra mundial, pero ya con la competencia de la radio,
que al ser un monopolio estaba necesariamente al servicio del poder y que fue
magníficamente utilizada por Hitler, Stalin, Churchill o Roosevelt.
Primero los políticos fundaban periódicos, pero en América
los empresarios fundaron periódicos y después cadenas de radio y televisión
para controlar a los políticos.
La televisión que había comenzado como entretenimiento tardó
en mostrar su musculo político, pero lo hizo con fuerza a partir del famoso
debate Nixon-Kennedy en 1960.
La prensa solo mantuvo su poder en países con gran tradición
de medios masivos como Gran Bretaña o Suecia, pero lo fue perdiendo en otros
como España donde nunca habían comprado periódicos más del 10% de la población.
Con la irrupción de internet son otra vez los periodistas los
que lanzan los nuevos medios tanto por el bajo coste de entrada, como por la
dispersión de la audiencia que hace que dichos proyectos tengan poco interés
para los empresarios.
Allí donde la prensa era poderosa –EEUU, Gran Bretaña– son
los propios periódicos los que hacen las ediciones digitales más leídas –The
Guardian, The Daily Mail–, incluso con suscripciones de elevado pago como The
Economist o Finantial Times. Y solo algunos digitales en USA –The Huffington
Post y Politico, en la rama liberal, y Breithard, del jefe de campaña de Trump,
Stephen Brannon, en la extrema derecha populista– tienen cierta influencia. En
otros países, especialmente en España, cada periodista de cierto prestigio
quiere tener el suyo, con la consiguiente fragmentación y el fracaso de todos
los intentos de instalar el llamado muro, es decir, de cobrar.
La fragmentación ha producido un importante cambio en las
relaciones entre medios de comunicación y política. Como dice Matthew Garrahan
en The Finantial Times, ahora en tiempos de elecciones hay que ir a buscar el
voto allí donde los votantes hablan, es decir, los bares e internet. Las
grandes campañas son cosa del pasado. En Reino Unido los del Exit ni siquiera
contrataron a una agencia de publicidad: los videos los hizo gratis Alex
Thompson de 25 años y el magnífico eslogan Take Back Control fue ideado
por el propio jefe de la campaña Frederic Cumming. La prensa estuvo dividida.
En Estados Unidos el triunfo de Trump ha sido a pesar de la
mayor parte de los medios. Solo fue apoyado por la cadena de televisión Fox,
algunas radios, y pocos medios digitales. Los diarios The Washington Post y The
New York Times, antes todopoderosos, descubrieron algunas de sus vergüenzas,
pero no han podido con él.
Su campaña estuvo basada en la cobertura gratuita de cada
barbaridad que decía por parte de las cadenas de televisión, que contaban con
aumentar la audiencia para obtener más publicidad. Según algunos medios
americanos, dicha cobertura tendría un valor equivalente o superior a dos mil
millones de dólares. En Twitter tiene más seguidores que la tirada conjunta de
los principales periódicos.
La prensa de papel intenta llevar la publicidad a sus
ediciones digitales, pero el 75% de la nueva publicidad digital se la reparten
entre Facebook y Google.
Estamos cerca del abismo y carecemos de guía que nos oriente.
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