jueves, 23 de noviembre de 2017

Hacia Dónde Nos Dirigimos


Hemos podido ver cómo a lo largo de la historia las Sociedades han ido evolucionando. Un proceso que nos ha permitido llegar hasta donde ahora nos encontramos. Lo que nos permite concluir que nos encontramos envueltos en una evolución de nuestra actual Sociedad.

Pero debemos tener presente que es una evolución rapidísima en su realización, basada en avances tecnológicos, que están permitiendo una eclosión sin precedentes del maquinismo. Esta irrupción de las máquinas en todos los ámbitos -no solo en lo relacionado con el aspecto laboral- va a ocasionar una serie de cambios en el comportamiento humano, inimaginables hace unas pocas décadas.

El Big Data, unido a la inteligencia artificial, nos abocará a una Sociedad en la que las personas tengamos una perfilación de todos los aspectos de la vida, que provoquen un conocimiento casi total de los individuos. Además, ya vemos que las máquinas van a sustituir a las personas en muchísimos puestos de trabajo. Y además, a causa de este maquinismo, veremos como las personas estarán cada vez más apoyadas e influenciadas por las máquinas.

Con este escenario, creo sinceramente que la Sociedad a la que nos dirigimos va a ser una Sociedad en la que las personas van a tener cada vez menos oportunidades de obtener empleo. Así, las personas van a poder disponer de mucho tiempo libre, y tendrán que buscar la manera de utilizarlo.

Grado de bienestar
Esta Sociedad hacia la que nos dirigimos no va a poder alcanzar el grado de bienestar que se llegó a obtener en el Siglo XX. Se aprecia que los niveles salariales no están alcanzando los niveles necesarios para lograrlo.

Además, esta Sociedad más empobrecida verá como las máquinas que sustituyen a los empleados no pagan los impuestos que pagaban los trabajadores empleados, lo que provocará que los Estados recauden menos en esa materia.

Y pese a vivir en la Sociedad de la Información, creo que vamos a ver cómo las personas tienen mucho menor conocimiento.

En definitiva, nos dirigimos a una Sociedad más inculta, más pobre, con más tiempo libre, al albur de sus propios medios, y que tendrá un pensamiento más radicalizado. Además, como se puede ver ya, con un alto grado de sumisión al poder.


Lucidez Mental: Mantenimiento


Sentirse activo y lúcido es fundamental para nuestra salud. Pero, ¿cómo lograrlo? Aquí algunos consejos importantes para mantener nuestra frescura mental a lo largo de los años. 

A la lucidez sólo es posible evaluarla en relación con las habilidades que cada uno desarrolló en su juventud. Por eso la vejez, aun cuando forma parte de la naturaleza, constituye uno de los grandes temores humanos. 

En la actualidad, existen ejercicios y tratamientos específicos para la preservación de las capacidades cognitivas, aunque no hay estándares universales ni garantías, ya que cada persona es diferente. 

No obstante, se pueden tener en cuenta algunas recomendaciones: 

Estimular las capacidades cognitivas durante la juventud, a través de la actividad social e intelectual, del juego y de todo aquello que estimule el ejercicio de la inteligencia y la salud mental.

Realizar palabras cruzadas, sopas de letras, sudokus.
Ejercitar la mano izquierda cuando uno es diestro, o viceversa. 
Estimular las capacidades sensoriales.
Ejercitar la memoria con actividades tan simples como no consultar la lista de compras mientras se está en el supermercado y corroborar sólo después.

Trabajar con series numéricas concretas, nombres de los meses del año en sentido directo e inverso. 
Para mantener el concepto numérico y el cálculo, se resuelven problemas y operaciones aritméticas y juegos numéricos. 

El razonamiento se estimula mediante ejercicios que trabajen la capacidad de clasificar características de los objetos, mientras que los aspectos del lenguaje y la capacidad visoespacial se ejercitan mediante la escritura, el dictado y el dibujo. 



Nuestra Mente Se Refleja


A la hora de construir cada paso de nuestro crecimiento personal nos enfocamos en exceso tan solo en nuestro interior, cuando gran parte de lo que podemos aprender reside en el exterior o en nuestro entorno de confianza. Infinidad de leyendas nos enseñaban desde la antigüedad que lo que vemos en los demás nos revela información sagrada de lo que somos nosotros mismos.

Muchos han sido los estudios sobre psicología personal que afirman que el exterior actúa como un espejo para nuestra mente. Un espejo donde vemos reflejadas diferentes cualidades, características y aspectos personales de nuestra propia esencia, de nuestro ser más primitivo.

Hablamos de las situaciones que frecuentemente se nos dan en nuestro día a día cuando observamos algo que no nos gusta de los demás y sentimos un cierto rechazo, incluso disgusto. Pues bien, estamos ante la ley del espejo, la cual establece que de alguna manera ese aspecto que nos disgusta de determinada persona existe en nuestro interior. ¿Por qué sucede esta experiencia? Hoy te compartiremos su función y el origen de esta ley.

“La gente solo nos devuelve el reflejo de la forma en que les hablamos.”
-Laurent Gounelle-

La ley del espejo establece que nuestra inconsciencia, ayudada por la proyección psicológica que realizamos durante ese momento, nos hace pensar que el defecto o desagrado que percibimos en los demás solo existe “ahí fuera”, no en nosotros mismos. La proyección psicológica es un mecanismo de defensa por el que atribuimos a otros sentimientos, pensamientos, creencias o incluso acciones propias inaceptables para nosotros.

La proyección psicológica comienza a ponerse en marcha durante experiencias que nos suponen un conflicto emocional o al sentirnos amenazados, tanto interior como exteriormente. Cuando nuestra mente entiende que existe una amenaza para nuestra integridad física y emocional, esta emite como rechazo hacia el exterior todas esas cualidades, atribuyéndoselas a un objeto o sujeto externo a nosotros mismos. Así, aparentemente, colocamos dichas amenazas fuera de nosotros.

Las proyecciones suceden tanto con las experiencias negativas como con las positivas. Nuestra realidad la trasladamos sin filtro al mundo exterior, construyendo la verdad exterior con nuestras propias características personales. Una experiencia característica de la proyección psicológica sucede cuando nos enamoramos y atribuimos a la persona amada ciertas características que tan sólo existen en nosotros.



Observar Nuestro Entorno



¿Por dónde pasa la vida?
Esta es una de las preguntas estrella que Teatro y Consciencia aterriza en los alumnos a lo largo de los cursos. Parece simple al escucharla, pero a la hora de la verdad, responderla no es tan fácil. ¿Por dónde pasa la vida?

Sabemos racionalmente que la vida es el motor esencial de nuestra existencia y que está en continuo movimiento dentro de nosotros y en nuestro alrededor. Aun así, en la sociedad occidental no tomamos en consideración experimentar y cultivar esta realidad que nos fundamenta, y pasamos la mayor parte del día sin sentirnos vivos, actuando de forma autómata, dejando que nuestras mentes y cuerpos funcionen mecánicamente.

Afortunadamente, se dan situaciones que inevitablemente provocan que volvamos a la vida. Cuando ponemos la atención en el presente, escuchamos con todos nuestros sentidos y abrimos el corazón

Un abrazo que nos reconforta, una canción que nos eriza el vello, el primer llanto de una tristeza profunda, un paisaje que nos hace vibrar, unas palabras sinceras que rompen nuestros esquemas, un sabor que nos traslada a la infancia, un baile desenfrenado, los colores de un atardecer que nos retuerce el estómago, el ataque de risa por una tontería, un grito al cielo que por fin desatasca aquel dolor, el gesto vulnerable de alguien a quien considerábamos “duro”, una auténtica expresión de amor temblorosa… No son escenas que sólo se hacen evidentes en las películas.

Son instantes reales, de distintos calibres e infinitos colores, que surgen de nosotros mismos y suceden constantemente a nuestro alrededor. Y nos conmueven como si fuera la primera vez, por muy pequeños y sutiles que sean. Es aquí por donde pasa la vida, es aquí donde podemos apreciar las sincronicidades, lo intuitivo y la inspiración. Y descubrimos que formamos parte de algo intangible, mágico e inexplicable, pero tan real como la misma experiencia: el sentido de Ser Humano.

De este modo, la vida pasa por sentir la calidez y la esperanza que produce la luz de un atardecer cualquiera en la plaza del barrio. La vida pasa, también, por dejarse embalsamar por la música de una pianista solitaria en el túnel del metro. 


miércoles, 22 de noviembre de 2017

Humanidad Es Trascender



Todos nos equivocamos… somos seres humanos: reímos cuando somos felices, nos sentimos derrotados cuando algo no sale bien, lloramos nuestras tristezas, gozamos los triunfos…

En fin, vivimos muy a nuestra forma de ser, las emociones y vivencias del día a día.

Como cualquier persona, todo el esfuerzo que dedicamos en nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, entrega y dedicación, son actitudes tenemos con el objetivo de trascender, ir más allá de lo que esperamos.

Sí, trascendemos por nuestros hechos, pero el término implica mucho más que esforzarse, lograr un ascenso en el trabajo, etc… Trascender realmente como persona, se da como resultado de nuestra capacidad de compartir y por lo que logramos desprender de nuestro entorno para entregárselo a los demás.

Dejar una huella importante en los demás, saber que lo que hicimos ha sido importante para cambiar una actitud, solucionar un problema, es parte fundamental de lo que debe ser nuestra forma de actuar.

En muchas ocasiones, nosotros mismos nos negamos la oportunidad de compartir algo bueno con los demás, damos la espalda a los problemas que a alguien le aquejan pensando que “es su rollo”, sin tomar en cuenta que tal vez un poco de nuestra ayuda, o el simplemente escucharle y tratar de encontrar una solución, sería de gran utilidad.

Hoy son muchas las asociaciones, instituciones y dependencias que nos invitan a ser partícipes del hermoso regalo de la caridad, a través de proyectos destinados a dar un poco a los que más lo necesitan, y no precisamente algo material.

Como padres de familia, tratamos de ser papás y mamás ejemplares que trabajan, no descuidan su hogar, brindan cierta comodidad económica a sus hijos y se dan lujos de vez en cuando…Pero, ¿En qué momento ponemos el ejemplo de ayudar a alguien que necesita un poco de ayuda? ¿Cuándo ven nuestros hijos las necesidades reales que se viven en cuanto pobreza se refiere? ¿Cuándo les permitimos salir de su “burbuja” para que visiten hospitales, asilos de ancianos, orfanatos, etc.?

Creo que son pocos los que pueden jactarse de lo anterior, porque creemos que para eso está el gobierno: para ayudar, para eso se crean instituciones: para que les den, para eso hay ciertas asociaciones: para que atiendan necesidades de los más vulnerables.

Si realmente es nuestro deseo trascender, tenemos que primero que nada analizar nuestro alrededor y ver que nuestros problemas pueden ser enormes, pero tal vez ni se comparen con los de otros, que realmente viven una situación compleja.

Amemos nuestro trabajo; aportemos lo mejor de nosotros mismos para que nuestra pasión por la profesión que tenemos, nos permita aportar éxitos al logro de los objetivos de la empresa en la que laboramos.

Disfrutemos el tiempo con nuestra familia; vivamos cada instante con ellos, que de eso dependerá la unión, confianza y respeto con el que se pueda actuar después.

Seamos vecinos, compañeros y ciudadanos cordiales; fomentemos una sana convivencia que se traduzca en armonía.

Escuchemos a los demás, demos buenos consejos y estemos dispuestos a recibirlos.

Inculquemos en nuestras familias el valor de compartir algo con los demás; formemos niños sensibles y atentos a la problemática actual.

Pero, nunca por favor nunca, olvidemos la gran importancia de la labor social, la gran necesidad de aportar algo a la sociedad, algo de lo mucho que hemos recibido; seamos generosos y procuremos trascender con nuestros hechos, ya que ello deja una marca imborrable en muchas familias.

Sólo recuerde esa sonrisa que puede regalarle un niño huérfano, cuando compartimos unos minutos con él haciéndolo sentir importante, valorado.

Sólo imagine que “alguien” que no nos conoce bien pueda recordarlo con cariño y le esté mucho más agradecido que cualquier otra persona.


Trascender, debe ser un deseo de todos los seremos humanos… trascender en todos los sentidos, trascender a pesar de todo.

Los Buenos Momentos


¿Por qué recordamos bien algunas cosas mientras que otras se desvanecen? Investigadores sugieren que se debe a que los eventos positivos se quedan durante más tiempo en la memoria que los malos, algo que ayuda a la raza humana a mantenerse alegre y resistente.

De acuerdo con psicólogos, el aferrarnos a los buenos recuerdos -dejando atrás los malos- nos ayuda a lidiar con situaciones desagradables y mantener una actitud positiva ante la vida.

Fue hace 80 años que se propuso por primera vez la idea de que los recuerdos malos se desvanecen más rápido
.
En los años 30, los especialistas recogieron lo que quedaba en la memoria de las personas después de las vacaciones, categorizándolas en agradables y desagradables.

Semanas más tarde, los investigadores pidieron a los participantes que recordaran las vacaciones. Casi el 60% olvidó las experiencias desagradables, mientras que sólo el 42% de las agradables habían desaparecido.

Esto es algo que muchos de nosotros puede sentirse afín, tras un descanso solemos acordarnos de los buenos días y de las personas que conocimos y olvidarnos de los retrasos en los vuelos u otros inconvenientes.

Más tarde se hicieron otros estudios rigorosos del llamado fenómeno Fading Affect Bias (FAB), que ocurre cuando la información de emociones consideradas como negativas se borra de la mente más rápido que la positiva.

En un trabajo hecho en los años 70, en vez de preguntarle a la gente que recuerden memorias aleatorias -pues las personas podrían preferir aquellas positivas- a los participantes se les pidió que llevaran un diario, registrando la intensidad emocional de esos recuerdos.

Pero debido a que el 80% de toda la investigación psicológica se hace con estudiantes estadounidenses, no quedaba claro si esta preferencia a mantener en la memoria los buenos recuerdos existiría en otras culturas.



Cuando El Miedo Nos Detiene


El  miedo es uno de esos estados emocionales que hace que el mundo se detenga, que todo el resto del entorno entre en un compás de espera hasta que ese peligro sea resuelto de alguna manera.

Vivimos en un estado emocional. Cuesta imaginar cómo sería nuestra vida sin alegrías, tristezas, enojos o miedos. Las emociones constituyen una parte crítica de nuestra experiencia que adhieren color a nuestros estados mentales e influyen en nuestras conductas. También son claves para nuestra memoria, para tomar decisiones, para ayudarnos a evitar el dolor y a buscar el placer. En todo aquello que nos resulta importante están involucradas las emociones. Los antiguos griegos las llamaban "pasiones" y son las que nos emparentan con nuestras raíces animales. Nos atan a nuestro pasado evolutivo (tenemos hambre, miedo, instintos sexuales) pero, al mismo tiempo, nos hacen únicos dentro del reino animal.

La emoción es un proceso influido también por nuestro pasado personal que produce cambios corporales y de comportamiento. El estudio moderno de la emoción comenzó con Charles Darwin. Él fue quien se dio cuenta de que algunas emociones (el miedo, la tristeza, la alegría, la sorpresa, la ira y el disgusto) estaban presentes en diferentes especies animales y eran homólogas a las emociones humanas. Hoy sabemos que las estructuras cerebrales fundamentales para el procesamiento emocional son arquitectónica y funcionalmente muy parecidas en todos los mamíferos y hay quienes sostienen que estructuras similares se pueden encontrar también en reptiles, pájaros y peces. 

En otras palabras, la detección eficiente de estímulos relacionados con la supervivencia (como la presencia de alimentos, de potenciales parejas o de predadores) es algo que se fue desarrollando durante millones de años y que no se modificó demasiado. La diferencia entre los seres humanos y otras especies radica en el procesamiento de esas emociones (en especial en términos de "sentimientos"). Esto se debería al desarrollo de otras capacidades mentales complejas y su interacción con el sistema más "primitivo" de procesamiento de estímulos de relevancia biológica involucrados en la supervivencia de la especie. 

Además de las emociones básicas, hay emociones secundarias como la culpa, la vergüenza y el orgullo, que dependen del contexto cultural y social.

El psicólogo estadounidense Paul Ekman descubrió que ese set de emociones básicas de las que hablaba Darwin estaba presente en diferentes culturas. Fue así que realizó investigaciones transculturales en una tribu en Papúa Nueva Guinea cuyos integrantes nunca habían tenido contacto con Occidente. Estos miembros de una cultura aislada podían reconocer las expresiones emocionales cuando veían la foto de alguien con quienes nunca habían estado familiarizados. Y no sólo eso: cuando les pedía que representaran esas emociones, ellos podían hacerlo sin complicaciones. La conclusión de Ekman fue la siguiente: si estas emociones básicas tenían rasgos faciales distintivos y estaban presentes en todas las culturas humanas, deberían contar con un sello biológico.
"La emoción es un proceso influido también por nuestro pasado personal que produce cambios corporales y de comportamiento"

De estas emociones básicas, sin dudas la que se ha estudiado con mayor detalle a lo largo de las últimas décadas ha sido el miedo. El miedo es un estado emocional negativo generado por el peligro o la agresión próxima. Como referimos en los primeros renglones, cualquier otro estado emocional puede ser pospuesto; el miedo, no. Uno tiene que responder al miedo de manera inmediata; por lo tanto siempre se halla privilegiado en relación a otras emociones. La amígdala, un pequeño núcleo de neuronas situado en los lóbulos temporales de nuestro cerebro, desempeña un papel crucial en la detección y expresión de ciertas emociones, pero particularmente en el miedo. Individuos con lesiones en esta parte del cerebro tienen dificultad en reconocer expresiones de miedo en otras personas y presentan un déficit en su "memoria emocional", es decir, carencia de memoria para eventos pasados personales que tuvieran una connotación emocional, especialmente negativa.

¿Cómo podríamos caracterizar la secuencia de eventos que nos suceden cuando sentimos miedo? Imaginemos el caso extraordinario de que un tigre hambriento entra en nuestra casa. ¿Qué es lo primero que nos sucede? Sin dudas, los cambios en nuestro cuerpo como el aumento de la frecuencia cardíaca y la sensación de terror y pánico. Estos dos procesos son diferenciables: el primero podemos medirlo de manera objetiva; el segundo, a través de un autorreporte que nos brinda la misma persona que lo experimenta, es decir, del procesamiento de la emoción. Ante un estímulo amenazante, se activa la amígdala, que actúa como una central de alarma en nuestro cerebro y se inicia una respuesta que involucra a nuestro organismo para la huida o la defensa.

Los humanos además contamos con un sistema más elaborado para protegernos: la ansiedad. El miedo (detectar y responder al peligro) es común entre las especies. Sin embargo, la ansiedad (técnicamente se llama así a un estado emocional negativo en el que la amenaza no está presente, pero es anticipada) depende de habilidades cognitivas que solamente han sido desarrolladas en el humano. Esta característica está dada por la habilidad única que tenemos los seres humanos de poder revisar el pasado y proyectar el futuro. Es así que podemos vislumbrar varios escenarios posibles en el futuro y recrear, a la vez, eventos del pasado que podrían haber ocurrido pero que no existieron realmente.

Esta capacidad de proyección sobre el pasado y el futuro le ha otorgado a los seres humanos un instrumento crucial para su supervivencia: resolver antes de que sea tarde, prepararse antes de que el peligro se haga presente.