viernes, 9 de abril de 2010

Garabateando

Garabateando

Me detuve largo rato observando las hojas dibujadas con lápices de colores, que mis dos nietas, de cuatro y siete años, me dejaron sobre mi escritorio de trabajo, como recuerdo de la visita que en compañía de sus padres me habían realizado.

Estaba ensimismado, abstraído, mirando desde distintos ángulos, el hermoso trabajo
que ambas realizaron, en ese momento pensé en cómo estas niñas interpretaban sus impresiones a través de las imágenes que su intelecto les iba dictando como medio de comunicar sus emociones.

Cuántas interpretaciones se podrían realizar de esta singular forma de manifestarse que suelen tener los niños.

A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de observar cientos, de estos trabajos creativos realizados por niños de distintas edades, y poco a poco, con la ayuda de profesionales en la materia, fue comprendiendo en parte, las distintas etapas, en que el trabajo científico, aplicado al estudio de la creatividad infantil, suele clasificarlos.

La etapa del garabato, sin una forma definida, la célula, que intenta identificar una figura, la figura humana, de frente y de perfil, si le agrega ojos, si tiene boca, si sus manos tienen dedos, los colores que el niño ha escogido, en fin, una enormidad de detalles, que nos permiten orientar una aproximación al universo expresivo de la mente infantil.

La observación de estos grabados, y la valoración que mi mente intentaba realizar de los mismos, fueron despertando, poco a poco, mi propia imaginación.

Y la imaginación, me condujo a la reflexión, y la reflexión al análisis, y el análisis a la exposición de valores que hacen a las innumerables formas y circunstancias, en que intentamos “atrapar” como si pretendiésemos, extraer el agua de los océanos con las palmas de nuestras manos, sin darnos cuenta de que la misma, se escurriría inexorablemente entre nuestros dedos.

Tal la grandeza, e impotencia a la vez, de pretender “ clasificar ” en determinados compartimientos estancos, la inmensurable capacidad creativa de la imaginación de una criatura humana, en cuánto al uso de determinados medios expresivos con los cuales pretende transmitir sus impresiones del entorno que le rodea.

Resulta paradójico, que un adulto, que pretenda hablar con cierta autoridad, sobre la forma adecuada de “interpretar” el significado contenido, en una simple hoja de papel, garabateada por un niño, sin lugar a ninguna duda, deberá contar una muy sólida formación académica, así como una vasta experiencia en todo lo concerniente a las diversas formas expresivas que suelen utilizar los pequeños para comunicarse.






Cuánto mayor sea el grado de conocimiento que podamos alcanzar con relación al estudio de la conducta humana, veremos que proporcionalmente al grado de avance que alcancemos, crecerá en nosotros la íntima convicción, que es mayor el camino que nos falta recorrer para llegar a la cima, que los largos trechos transitados desde que tomamos conciencia de nuestra absoluta ignorancia.

“ Yo sólo sé que no sé nada ... ”
Sócrates

“ La cegadora ignorancia nos confunde. ¡ Oh miserables mortales, abrid los ojos.!
Leonardo Da Vinci

Cuando me detengo, como ahora, desbordado por la capacidad creativa de unas niñas, que dan vida sobre una simple hoja de papel, cual si fuere este papel un imaginario escenario donde estampan sus inocentes vivencias, me vienen a la mente las palabras de este salmo de David:

“ ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre, en toda la tierra.!

Has puesto tu gloria sobre los cielos;

De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,

A causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo.

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste,

Digo: ¿ Que es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites.?

Le has hecho poco menor que los ángeles, y le coronaste de gloria y de honra.

Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;

Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes y todo ello,

Y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar;

Todo cuanto pasa por los senderos del mar.

¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra.!”
Salmos 8: 1 - 9







Recuerdo que cuando yo tenía seis años, mis dibujos y pinturas despertaban la admiración de los maestros de mi escuela, varios de mis trabajos fueron premiados .

La gran mayoría de mis dibujos realizados en la clase, una vez terminados, se los mostraba a mi maestra, y ella, llamaba a sus colegas para mostrárselos, de allí decidían junto con la directora, que yo debería recorrer todos los salones de clase para que todos los demás niños pudieran observarlo.

Cuando yo realizaba esos trabajos, sólo lo hacía, llevado por mi impulso de expresar en la hoja de dibujo, lo que surgía espontáneamente, a esa edad no pensaba en combinaciones, en perspectivas, sentido de las dimensiones, ni ninguna otra técnica, nunca pude entender los porqué de tanta admiración por algo tan sencillo.

Ahora mismo, al teclear en mi computadora, tengo la sensación de que estoy llenando una hoja con garabatos, garabatos que alguien procurará entender a través de “ su forma particular ” de interpretarlos, soy un adulto ahora, mis seis años han quedado muy atrás en el tiempo cronológico, pero confieso que el impulso de garabatear mis impresiones, salvando las distancias, continúa siendo el mismo.

Existe un pensamiento que me gustaría insertar en este tema:

“ Desde la edad de seis años yo tenía la manía de diseñar la forma de los objetos.

Por vuelta de los cincuenta había publicado una infinidad de diseños, mas todo lo que produje antes de los sesenta, no debe ser tenido en cuenta.

A los setenta y tres comprendí mas o menos la estructura de la verdadera naturaleza, las plantas, los árboles, los pájaros, los peces y los insectos.

En consecuencia, a los ochenta tendré hecho todavía mas progresos.

A los noventa penetraré en el misterio de las cosas; a los cien, habré decididamente llegado a un grado de alumbramiento – y cuando yo tenga ciento diez años, para mí, ya sea un punto o una línea, todo será vivo.”
Katsuhika Hokusai

Sobre este tema, el de la expresión escrita, ocurre lo mismo que cuando intentamos interpretar los dibujos infantiles, lo que la experiencia indica, es que cuando observamos el trabajo de un niño, lo mejor es preguntarle a él, sobre los distintos elementos que aparecen en su obra, en lugar de cometer la torpeza de pretender “adivinar” diciéndole lo que creemos nosotros que el ha querido comunicar.

Lo más probable, cuando intentamos conducirnos con torpeza, es que el niño nos corrija y nos demuestre con suficiencia infantil, que no sabemos nada de nada de lo que él ha querido expresar.






Cuando escribo, generalmente relato situaciones vividas muy intensamente, los elementos que aparecen en mi escenario descriptivo, no siempre tienen la calidad expresiva que el asunto a narrar merece, es ahí entonces que aparecen a los ojos del lector, mis garabatos, con los cuales pretendo trazar las líneas que den forma y figura a la experiencia que pretendo plasmar en relato.

Un escritor es un profeta en el mundo que describe, sin duda el contenido de su relato es fruto de la inspiración, y ese estado especial de percepción sólo puede ser alcanzado por medio de la intervención divina, existe una zarza ardiente en lo alto de nuestro camino, allí nos conducimos despojados de nuestros zapatos terrenales, para asistir a la presencia de lo excelso, rodeado de las musas que nos susurran al oído.

Jamás recurriría en mi relato a la improvisación, porque ese es el atajo engañoso por el que transitan los vanidosos, los que recogen las semillas que han caído en los bordes del camino, las que germinan en la superficie su fruto efímero y mezquino.

La semilla cuyo fruto permanece, germina en lo profundo de la tierra fértil, cuyas entrañas hay que escarbar con amor y tesón, esa es la semilla que produce la inspiración, el alimento que nutre el alma de todo creador, sea éste un artista, un músico, un pintor, un poeta, o un simple garabateador de papeles como yo.


Hugo W Arostegui

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