lunes, 17 de mayo de 2010

Economía: Versión Juan Pueblo

Economía: Versión Juan Pueblo
Cada vez que hemos tenido la oportunidad de abordar temas relacionados con la actividad económica, nuestra principal preocupación ha sido la de poner en evidencia el rostro humano que motiva, hace posible, que incide y sobre todo, que sufre, las repercusiones que el devenir de la economía, en su metamorfosis de lo macro a lo micro, decanta e influye en el poder adquisitivo de aquellos que viven e interactúan en la base plana de la pirámide social.
Esta vez, narraremos una historia cuyos protagonistas han sido extraídos de la vida cotidiana, personajes de carne y hueso, como usted y yo, amigo lector, con la salvedad de que hemos preferido preservar su identidad, utilizando la famosa frase de las películas de ficción: “Los personajes de esta historia son ficticios, cualquier semejanza con la realidad, es mera coincidencia”.
Una vez dijimos, que el Derecho y la Justicia, no siempre recorren orbitas similares, por la sencilla razón, de que por más que la justicia determine que todos somos iguales ante la ley, la realidad nos demuestra de que no todos somos iguales y que un tratamiento igualitario, sólo logrará, incrementar aún más, la enorme brecha que separa a aquellos que logran satisfacer sus necesidades básicas, de quienes a duras penas subsisten, ahogados por el entorno y la marginalización.
Es bajo esta óptica que pretendemos situar a los personajes de nuestra historia, con el agregado que la misma salvedad que hemos hecho con relación al derecho y la justicia, corresponde la hagamos a los conceptos que cada uno de nosotros tiene sobre ética y moral, seríamos muy ingenuos, si pensáramos que ética y moral son sinónimos.
El pensamiento filosófico considera la ética como un conjunto de valores, de ahí surge que cuando decimos que una persona es ética, es porque la misma, se orienta por principios y convicciones. Decimos entonces que tiene carácter y buena índole.
En cuanto a la moral, esta forma parte de la vida concreta de cada uno. Trata de la práctica real de las personas que se expresan por costumbres, hábitos y valores aceptados. Una persona es moral cuando obra conforme a las costumbres y valores establecidos que, eventualmente, pueden ser cuestionados por la ética. Una persona puede ser moral (sigue las costumbres) pero no necesariamente ética (obedece a principios).
Una vez realizadas estas consideraciones, podemos comenzar el desarrollo de estas historias de vida, vidas que actúan bajo la influencia de su entorno, mimetizando valores y costumbres, adoptando actitudes que , como apreciaremos, no siempre son coincidentes con lo que la sociedad en su conjunto, entiende y valora como : comportamiento éticamente correcto.
Veamos:



Cuando el Estado, desde su cúpula económica, dicta las normativas que regulan las actividades empresariales, impone como condicionante ineludible, el registro del empresario en los organismos de fiscalización, donde se le expide la habilitación correspondiente, previa declaración jurada, donde conste: Identificación de los Titulares, Fecha de Inicio, Ramo de Actividad, Ubicación del local de ventas, impuestos a los que está obligado tributar y las Cargas Sociales por concepto de la Seguridad Social, de Dueños y Personal Dependiente, si los hubiera.
Esto que mencionamos, es para que sepamos cuales son los requisitos previstos en la ley y son para ser cumplidos, claro, por todos aquellos que pretenden incursionar en el mundo empresarial, se determinan derechos y obligaciones dentro de una regulación que pretende garantizar en su aplicación un justo control tanto para el empresario, que es quién realiza la actividad, como para el Estado, el cual prevé la cuota parte de ingresos que le corresponde a la sociedad por tal habilitación.
Demás está decir, que todo aquel que se constituya en empresario, por sí y para sí, eludiendo estas normativas, actuará al margen de la ley, es un marginal que desarrolla una actividad clandestina en el marco de la informalidad, cabe mencionar que en nuestro medio, el mercado informal, llega a cifras superiores al 40% (cuarenta por ciento) un numero verdaderamente preocupante para cualquier economía medianamente organizada.
Los personajes que forman parte de esta historia son extraídos precisamente de este sub mundo que se desarrolla en forma paralela al mundo formal de los reglamentos y para el cual se aplica lo que hemos descrito referente a: El Derecho y La Justicia, La Ética y la Moral.
Haremos de este relato un cuento corto, una simple reseña de acontecimientos lo suficientemente explícitos como para ayudarnos a entender un poco mejor, los cómo y los porqué, ocurren las cosas que ocurren, acciones que se desarrollan en nuestro entorno y que sin embargo, no obstante ser obvias, escapan al registro crítico de quienes las compartimos.
Una constatación flagrante de que la ética de los principios enunciados, se diluye en las acciones reales de la convivencia, moral es esencialmente, costumbre, la forma de hacer y entender lo correcto, como una respuesta práctica a la realidad posible.
Comenzaremos con Silvia, una mujer de mediana edad, que un día decidió hacer lo que muchas de sus conocidas, incluida su propia hermana, habían hecho, independizarse montando su propio negocio, de manera que buscó un local acorde a sus necesidades locativas, se proveyó de mercadería viajando con sus colegas a Buenos Aires , siguiendo una ruta segura, con los pasajes de frontera asegurados a un precio razonable, y como alternativa de aprovisionamiento viajaba cada dos semanas a Uruguayana, frontera entre Brasil y Argentina o a Ciudad del Este en Paraguay .



De esta manera se constituyó en empresaria de hecho, los trámites formales de inscripción quedarían para más adelante, cuando las circunstancias se lo permitieran, cuando sus costos operativos le dejasen un margen suficiente como para poder absorberlos.
Cuando las cosas mejoraron, buscó a alguien para que la ayudase y así, de un plumazo, sintió que además de empresaria era una patrona, tenía a alguien bajo su autoridad, alguien a quién tratar como había sido tratada ella en el pasado, había llegado el momento de mandar a otra persona, a quién la dependencia del salario obligaba a obedecer, a limpiar el local si había que limpiar, a hacer los mandados, cualesquiera que fuesen, y obligarla a estar a su orden todo el tiempo que entendiera necesario, ¿Cuántas horas? Todas las posibles, y si a la empleada no le gustaba, que se fuese nomás, no iba a faltar otra candidata que necesitara trabajar, así había sido con ella y así actuaba, no encontraba en su proceder nada anormal o censurable, otra vez, moral es fruto de la costumbre.
De esta forma, Silvia se vinculó con Mabel, su empleada para todo servicio, ambas decían que eran amigas, no obstante , cuando una se refería a la otra, en los círculos sociales que frecuentaban, los epítetos utilizados, dejaban entrever el descontento a duras penas contenido, es que hablar mal de un empleado y quejarse de lo que hace, es considerado natural entre los patrones, como así mismo , decir que un patrón, es un desconsiderado y explotador, es una reacción lógica de quienes desarrollan tareas en relación de dependencia.
Ahora, pensar en agremiarse Silvia, a la asociación que agrupa a los comerciantes, ni hablar, eso es también parte de la marginalidad, al igual de Mabel, ella reclama sus derechos, pero no es capaz de recurrir al sindicato que la defienda y represente
Tanto los unos como los otros, esgrimen sus razones, se quejan y reclaman del sistema, se sienten parte de la sociedad, son parte de la economía informal, sus ingresos se integran al gran caudal que mueve los mercados, son como pequeños diques de contención que provocan la sangría constante de los recursos previstos por la política fiscal de los gobiernos de turno, los atajos que han tomado les provee en lo mediato, pero sin que lo hayan premeditado, sin que tengan la intención de provocarlo, son parte de la gran hipoteca que les condiciona el futuro.
Es que historias de vida como las descriptas en este artículo, son aspectos de un mismo entramado social, una demostración de que informalidad y subdesarrollo, son hermanas gemelas, hijas de la improvisación del gobernante, que, dicta las normas con una mano, y las borra con el codo de la indiferencia a la realidad social que les circunda.
Hugo W. Arostegui

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