viernes, 7 de agosto de 2020

Identificados



En muchas ocasiones, hemos escuchado hablar de “Identidad”, se dice que cada uno forma la suya. Algunos mencionan que somos como un molde único, porque al nacer cada uno de nosotros, ese molde se rompe y quedamos en este mundo como seres únicos.

Pero derivada de esa palabrita que todos conocemos, o quizás hemos escuchado hablar, a la hora que alguien nos pregunta ¿Qué es identidad?, ¿Cómo definirías la palabra Identidad?; simplemente un sin fin de ejemplos nos pasan por nuestra mente, sin saber explicar con precisión y solo decimos lo primero que se nos ocurre.

Hay diferentes puntos que describen la identidad, diversos rasgos que nos caracterizan, tales como son carácter, valores, etc., en sí algo peculiar que funciona de distintivo en nosotros, es decir que llame la atención y muchas cuestiones se enlazan alrededor de esta. Originalmente surge de raíces familiares a través de costumbres, mitos, tradiciones, ritos, religión, valores, etc. que caracterizan a cada uno de los miembros del grupo, ya sea familiar, de amistad, laboral, entre otros y hasta que al final nos vemos sumergidos en la sociedad, pero con particularidades que hacen que sobrevivamos en ella.

Aunado a esto, se complica aún más, cuando tenemos que enfocar Identidad al rol en que nos desempeñamos, caso concreto del presente trabajo es materia jurídica.

De lo anterior se desprende, la idea de dar a conocer Identidad en conductas antisociales, el observar a las personas que cometen actos en contra del derecho, jugando a imitar una personalidad que nos la suya, así esconden su verdadera identidad, entrando a materia de psicoanálisis en criminología, al estudiar su verdadero Yo.
“Identidad es la respuesta a las preguntas quién soy, qué soy, de dónde vengo, hacia dónde voy. Pero el concepto de identidad apunta también a qué quiero ser.
La identidad depende del autoconocimiento: ¿quién soy, qué soy, de dónde vengo?; de la autoestima: ¿me quiero mucho, poquito o nada?; y de la autoeficacia: ¿sé gestionar hacia dónde voy, quiero ser y evaluar cómo van los resultados?.
El autorretrato de la identidad. El ojo interno de la mente crea la identidad con la información que proviene de la experiencia en un proceso que dura toda la vida. Al responder a la sugerencia Socrática: Conócete a ti mismo y conocerás el Universo, la mente refuerza la identidad interconectando experiencia, vocación y filosofía de vida.
Pérdida de identidad. Si no se resuelve bien la crisis de identidad se puede aceptar una identidad creada por los padres, los amigos, o la autoridad. La falsa identidad pone en contradicción actos, pensamientos y emociones, elimina la pasión y rebaja la autoestima.
Crear la identidad. Para afirmar la identidad la educación debe sacar de adentro el potencial que traemos al nacer. El cerebro es una página en blanco a completar con el saber y la experiencia, que construye su realidad con las limitaciones de su sistema perceptivo.
Logro de Identidad. Construir identidad consume energías hasta que al final se convierten en el logro. Caer en la falsa identidad es fácil: asumir como propios planes ajenos, eludir el compromiso, como una hoja arrastrada por el viento o cambiar de colores según la ocasión, como el camaleón, diferir la resolución de la crisis produce parálisis por exceso de análisis.
Cultura e identidad. Mentalidad de empleado. Se puede esperar poco de una sociedad donde priva la conveniencia sobre la autorrealización, sálvese quien pueda sobre los valores. La cultura establece directrices; un poder central fuerte, articula la identidad según la distancia con el centro. La cultura de la función crea identidades: soy contador, abogado, obrero. La cultura de la tarea acentúa el proyecto y cuando este concluye sobreviene la desorientación. La cultura del individuo como centro de todo, es la categoría del consultor.”
Bajo ese contexto estoy en total acuerdo de la manera en que define identidad es el “Yo” que tenemos; es decir el “yo interno”, de lo antes mencionado, la identidad se adquiere con todo la información que vamos obteniendo a través de los años, valores que los padres nos enseñan, la educación, los amigos, entre otros, todos esas características van llenando nuestra mente, que sirve como elección de lo que queremos ser, elección de nuestro actuar.


Saber Lo Que Pasa


 El libro del profesor Joaquín Arriola es un libro académico en el mejor sentido del término: es riguroso, teóricamente fundamentado y con referencias constantes a la praxis micro y macroeconómica. Es preciso, y en el uso del lenguaje no hace concesiones divulgativas, lo que lo convierte en un documento útil para personas dedicadas a la economía, la industria y la tecnología, con independencia de su función y formación; además de ser el mejor manual sobre la materia que ha caído en mis manos. 


Por primera vez encuentro todos los lugares comunes reunidos, filtrados a la luz de los nuevos paradigmas teóricos y sistematizados en políticas y recomendaciones prácticas que los trascienden.



El libro del profesor Joaquín Arriola es un libro académico en el mejor sentido del término: es riguroso, teóricamente fundamentado y con referencias constantes a la praxis micro y macroeconómica. 


Es preciso, y en el uso del lenguaje no hace concesiones divulgativas, lo que lo convierte en un documento útil para personas dedicadas a la economía, la industria y la tecnología, con independencia de su función y formación; además de ser el mejor manual sobre la materia que ha caído en mis manos. 


Por primera vez encuentro todos los lugares comunes reunidos, filtrados a la luz de los nuevos paradigmas teóricos y sistematizados en políticas y recomendaciones prácticas que los trascienden.


La Capacidad De Entender


El entendimiento es uno de los aspectos esenciales en el proceso de conocimiento por parte del sujeto. Una facultad que muestra la relación entre la mente y el objeto a través del ejercicio del conocimiento. El conocimiento que es la base del entendimiento es una acción inmanente cuyo origen y término se encuentran en el sujeto mismo. El entendimiento implica prestar atención a todo para comprender la raíz esencial.

Ahora tratamos con lo que podríamos llamar el entendimiento en sentido estricto, es decir, en lo que significa comprender la experiencia más allá del nivel intuitivo. Lo que está más allá de la intuición es pensamiento. 

Una cosa es intuir, es decir, ver, oír, tocar, etc. y otra cosa es pensar en lo que vemos, escuchamos, tocamos, etc. En el momento de analizar el pensamiento, tenemos la posibilidad de que simplifica el trabajo: el pensamiento, a diferencia de la intuición, se puede expresar completamente con palabras. Sin duda, es posible pensar sin palabras, y no vamos a entrar aquí si es posible pensar algo sin palabras que no se pueden expresar adecuadamente en palabras. 

En la práctica, el hecho de que todos los pensamientos que nos interesen puedan, de hecho, expresarse en palabras, es suficiente.

De acuerdo con el significado básico de estos términos, la persona entendida es aquella capaz de comprender los detalles de un sujeto, de discernir su composición aislando los factores o elementos que constituyen o forman un todo, de percibir la relación entre estos componentes y, por lo tanto, , ambos, entienden o captan el significado del asunto.

Esto se puede ilustrar con un lenguaje. Para que una persona entienda lo que se habla en un determinado idioma, él o ella debe ser capaz de distinguir las palabras individuales que componen las oraciones, conocer su significado y ver cómo se relacionan entre sí. Sin embargo, aunque la persona básicamente puede entender lo que se ha dicho, la comprensión puede ir más allá de una simple comprensión. Significa obtener el verdadero significado y significado del mensaje, con la capacidad de evaluarlo, beneficiarse de él y conocer la acción que demanda.


La reflexión sobre la propia comprensión ha sido objeto de reflexión filosófica al mostrar la epistemología que muestra la capacidad del filósofo para ser admirado de esta facultad humana que aporta una gran libertad a la existencia. 

Y es que la comprensión nos permite aumentar la conciencia de la existencia al tener la capacidad de reflexionar sobre nuestras propias acciones y sus consecuencias. Esta reflexión también se basa en la ética.


El Buen comportamiento



Son tiempos difíciles en los que aguantar el temperamento en una discusión puede resultar
todo un arte. Hay quien evita tocar temas delicados con grandes amigos para no romper una relación de años, hay quien se salta un par de comidas familiares para no tener que enzarzarse con el cuñado en una nueva bronca y hay quien entra y sale de la oficina sin hacer ruido para no tener que meterse en una charla incómoda.

Pero si a usted no le va meter la cabeza bajo el ala y quiere expresar sus opiniones de manera educada, más todavía, sin hacer sentir mal a su interlocutor, entonces deberá nutrirse de técnicas de control temperamental para salir airoso de cualquier situación.

De la mano de la psicología, la ciencia y la experiencia personal usted puede desarrollar habilidades que le permitan mantener siempre la calma, a pesar de que le estén tocando sus botones rojos. A veces se trata tan solo de controlar la melodía de su voz o gestionar la manera en que mira a su interlocutor, aunque en muchas ocasiones deberá recorrer un inevitable camino interior de autorreflexión que le sitúe en un plano en el que rápidamente consiga ponerse en el lugar del otro. Eso es, no hay fórmulas mágicas que valgan, la empatía es el primer paso para una victoria holgada en un debate. Dicho esto, hay pequeños trucos y técnicas que le pueden ayudar a completar su excelencia oracional. Veamos:
1. Evite el 'sincericidio'
¿Cuántas veces ha vivido una discusión que tomaba una deriva dramática irreversible con final a gritos y descalificaciones? ¿Todas las discusiones han de acabar siempre así? ¿No sería mejor evitar discutir a toda costa? Sheila Estévez, psicóloga especialista en conflictos emocionales nos explica que “discutir no es malo, es positivo, sano y fruto de la madurez”. Para la especialista siempre es positivo conversar “y si hay desacuerdos, es preciso negociarlos mediante una discusión”.

El problema está cuando percibimos que el contenido de una conversación nos produce un sentimiento de injusticia, esto hace que “interpretemos una opinión como algo que ataca a nuestra persona y esta emoción, junto a la ira, enciende las alertas que transformarán un encuentro en desencuentro”, continúa Estévez. En estos casos, esas situaciones en que uno ya prevé de antemano que ese encuentro va a tener un punto de no retorno “ahórrese el sincericidio”, comenta la psicóloga. “No siempre es necesario decir lo que uno piensa. Ello dependerá de la finalidad, del coste emocional y del vínculo con la persona con quien estemos discutiendo. Hay situaciones en que entre exponerse y no decir nada, es más sano mostrar un 'silencio administrativo' si no queremos alimentar un posible conflicto a posteriori”.

2. Practique la escucha activa
La escucha activa es un conjunto de técnicas diseñadas para ayudarle a escuchar y entender lo que dice otra persona y, en consecuencia, que le ayudarán a expresarse con claridad. Lo primero que ha de hacer cuando aplique la escucha activa es “no tomarse a nivel personal la opinión de los demás, del mismo modo que los otros no se tomarán sus palabras como un ataque contra ellos”, explica Estévez. 

Una vez esté mentalizado de esto entonces debe “escuchar el mensaje en lugar de ir gestando la respuesta mientras le están hablando —cosa que se hace como contraataque, la mayoría de veces—, con lo que no estaríamos discutiendo inteligentemente”, relata la especialista.

 Como la escucha activa se centra tanto en los hechos como en los sentimientos, consigue reducir la tensión y la actitud defensiva, y permite que los conflictos se resuelvan de manera más efectiva.


El Valor De Una Persona


El verdadero valor de una persona no se encuentra en su inteligencia, ni en sus talentos, ni en sus habilidades, ni siquiera se encuentra en sus principios…

El auténtico valor de una persona, el más valioso, el que es exclusivo, inconfundible, el que es innato al gran ser humano, es esa capacidad tremendamente generosa de situarse en el lugar del otro, de olvidarse de uno mismo, de sustituir el YO por encima de todo a el TÚ como una misma parte. 

De postergar ser el centro del universo por empatizar con tus semejantes. De aparcar la falsa necesidad de nuestro ego por la bondad de prestar ayuda a los demás. De desatender nuestros arduos deseos por atender los deseos de los que de verdad te necesitan en ese momento.

Esa cualidad, que es tan escasa en la actualidad, es la que más valor tiene, porque en un mundo tan superficial y caótico como es el actual, donde cada cuál camina en soledad y mira por si mismo, es realmente difícil encontrar a personas que no solamente se preocupen por ti sino que se ocupen de hacerte sentir feliz.

Sentir empatía requiere de un grado de atención cuantioso, de un esfuerzo extraordinario de observar al otro.

 Seamos más humanos y desarrollemos nuestra empatía, situémonos en el lugar del otro e intentemos comprenderlo en cada situación. Las relaciones humanas funcionarían mucho mejor si practicáramos la escucha activa desde nuestro corazón y apreciáramos de verdad los sentimientos y necesidades de los demás.


El Ser Auténtico


Cuando digo o pronuncio la palabra autenticidad abro la boca de una forma especial, bien es verdad que es un vocablo que abre y cierra con sílabas que contienen la vocal a, lo que lo hace mucho más fácil pronunciarla.

Lo que encierra su significado, me encanta leerlo: “cualidad de auténtico. autorizar o legalizar algo. Acreditar: afamar, dar crédito o reputación.

Dar seguridad de que alguien o algo es lo que representa, lograr fama o reputación.” 

Decir que una persona es auténtico/a es lo más porque vive, trabaja y actúa de acuerdo a los valores que lo hacen mejor persona y excelente dejando huella y haciendo que lo recuerden de una forma extraordinaria cuando él o ella sólo ha hecho un trabajo ordinario con energía, pasión, actitud y muchas ganas, como diría Isra Garcia “haciendo que suceda” (frase fácil pero que ya es Ley para todos los que intentamos hacer algo con resultados que impacten en la sociedad a crear cambio y ser mejores).

A los que nos dedicamos al Retail y atención al cliente, autenticidad va muy ligada al trabajo que hacemos porque en los productos, marcas o servicio que ofrecemos debemos ser auténticos y excelentes en el trato con nuestros clientes dándoles lo mejor y lo más profesional posible para que vuelvan a solicitarnos en su próxima visita o llamada. 

Debemos crear y hacemos crear una conversación auténtica e inspiradora entre personas que van a hacer un intercambio o relación comercial con resultados óptimos y generando una buena experiencia de cliente, lo que va a desembocar en más clientes, prescriptores y fans de la marca, producto o servicio.

 ¡Sé auténtico! ¡Da! ¡Dona! Los resultados auténticos, las personas auténticas vienen a ti cuando menos te lo esperas.   




Seres Íntegros

Integridad deriva del adjetivo integer, que significa intacto, entero, no tocado o no alcanzado por un mal. Observando las raíces de este adjetivo, este se compone del vocablo in-, que significa no, y otro término de la misma raíz del verbo tangere, que significa tocar o alcanzar, por lo tanto, la integridad es la pureza original y sin contacto o contaminación con un mal o un daño, ya sea físico o moral.


Así, integridad se refiere a la calidad de íntegro y también puede referirse a la condición pura de las vírgenes, sin mancha. La integridad es el estado de lo que está completo o tiene todas sus partes, es la totalidad, la plenitud. Lo íntegro es algo que tiene todas sus partes intactas o puras.

Tipos de integridad
Con respecto a una persona, la integridad personal puede referirse a un individuo educado, honesto, que tiene control emocional, que tiene respeto por sí mismo, apropiado, que tiene respeto por los demás, responsable, disciplinado, directo, puntual, leal, pulcro y que tiene firmeza en sus acciones, por lo tanto, es atento, correcto e intachable.

La integridad, en este último caso, es un valor y una cualidad de quien tiene entereza moral, rectitud y honradez en la conducta y en el comportamiento. En general, una persona íntegra es alguien en quien se puede confiar.

Como derecho fundamental, la integridad personal o física se relaciona al derecho a no ser objeto de vulneraciones en la persona física, tales como lesiones, torturas, tratos inhumanos, penas crueles, o la muerte. 

En este sentido, ser íntegro significa tener salud, estar entero, sin daños. Una persona íntegra es también aquella que no se queda en una sola actividad, si no que se mueve por las distintas áreas del conocimiento, posee una amplia gama de aptitudes y capacidades.

La integridad moral se define como la cualidad de una persona que la condiciona y le da autoridad para tomar decisiones sobre su comportamiento y resolver los problemas relacionados con sus acciones por sí misma. Está relacionada con los pensamientos, los comportamientos, las ideas, las creencias y la forma de actuar de cada individuo.

Con respecto a las creencias, la integridad moral es el comportamiento del ser humano para hacer lo que debe hacer de acuerdo a lo que Dios manda. Todas las constituciones democráticas modernas recogen el derecho fundamental a la integridad moral.

En informática existen varios términos relacionados con integridad. Uno de ellos es el término integridad de datos, que se refiere a la corrección y a la complementación de los datos en una base de datos. 

Cuando se modifican los contenidos con acciones como InsertDelete o Update, la integridad de los datos almacenados se ve modificada
.
 Por tanto, si se añaden o se corrigen contenidos o datos no válidos o erróneos, la integridad deja de existir.


Los Callejones

El sistema educativo formal, conjuntamente con la educación que hemos recibido de nuestros padres, usualmente nos lleva por el lado de considerar a los problemas como algo que en sí mismo es problemático, algo que nos genera perjuicios y que, por este motivo, las personas, cuando tienen un problema, cuando escuchan la posibilidad de que pueden llegar a tener un problema, les agarra como una especie de pánico y de temor y no logran alcanzar sus metas.

Dado que la lectura es muy importante para el crecimiento personal, me gusta mucho la frase que aparece en el libro, con la que comienzo el punto donde trato sobre los problemas, la cual es del empresario americano Henry Kaiser y me va a dar pie para introducir el tema de cómo me gustaría enseñarle a considerar los problemas.

La frase dice: “Un problema es siempre una oportunidad vestida con ropa de trabajo”. Por supuesto que los problemas existen, dado que los problemas son dificultades que acaecen en nuestra vida y que se interponen con nuestras intenciones. Los mismos existen cotidianamente y son de distinta índole y de distintos grados: mayores, menores, de gran o pequeño tamaño. Lo importante en este punto es nuestra actitud frente a ellos.

Lamentablemente, la cultura, el sistema educativo formal, nos dejó la marca y la triste enseñanza de que cuando escuchamos la palabra problema o cuando tenemos un problema, nos congelamos, nos quedamos duros y eso nos impide solucionarlo. El problema tiene que ver con algo que sucede en la realidad, pero nuestra actitud frente a él es lo que puede llegar a abrir puertas para que ese problema se solucione.

Todo problema o dificultad se relaciona con algo indeseable que sucede en la realidad, pero nuestra actitud frente a ello es lo que puede llegar a abrir puertas para que ese problema se solucion, sin que eso implique que lo indeseable de la realidad desaparezca.

Este tema está íntimamente relacionado con la temática De víctima a protagonista porque las personas que adoptan actitudes de víctimas usualmente tienen problemas que los persiguen por la vida en forma constante y están sin resolverse durante mucho tiempo. En cambio, las personas que adoptan una actitud de protagonista son las que tienen más habilidades para solucionar y superar los problemas que se les presentan.

No se trata de pensar que estas personas, las que adoptan la actitud de protagonista, no tengan problemas, sino que los superan porque los enfrentan de un modo diferente. ¿Cuál es este modo? El modo es ver al problema como una posibilidad de tener que aprender alguna nueva habilidad para poder superarlo, es decir, la persona a la cual los problemas la congelan, la deprimen o la afectan mucho, ven al problema como un callejón sin salida, como una pared infranqueable que se les pone delante
.
El tema aquí es que el problema no es eso, obviamente que hay problemas muy dificultosos y muy grandes, pero estoy diciendo que, gran parte de las posibilidades que tenemos de superar muchos de los problemas que nos acaecen en la vida, tienen que ver con cómo nosotros consideramos la realidad misma del problema. Imagínese si usted considera cualquier problema como una pared infranqueable que se le pone delante, difícilmente haga algo para

Sociedades avanzadas


Este continuismo no creo que debe llevarnos a subestimar el alcance de la crisis de las ideas fuerza que impulsaron la modernización, ni los profundos cambios socio-culturales que se están operando en nuestras sociedades avanzadas, así como en el “yo” posmoderno que se está gestando que es, a la postre, lo más relevante, con independencia del debate teórico sobre si se trata de una radicalización o una ruptura de lo anterior.

Cuando menos, parece claro que hemos dejado de ser modernos en el sentido que lo era ser en el siglo XIX. Tampoco les faltan razones a quienes argumentan que una época es sustituida por otra no cuando ésta desaparece por completo, sino cuando los elementos centrales que la constituyen pierden su vigencia e iniciativa histórica. En mi opinión, si tomamos el conjunto del planeta como referencia, y no una pequeña parte de él, el conocido como Occidente, nos encontramos con unas sociedades en las que se entremezclan en distintas proporciones y en una compleja interacción tanto los elementos premodernos, modernos como posmodernos.

Aunque el filosofar posmoderno resulte complejo, poco claro, y no ofrezca alternativa ni consuelo, tiene la virtud de alertarnos sobre los cambios socio-culturales que se están dando a finales del siglo XX en muchas de nuestras sociedades y nos ofrece la oportunidad desde una visión multidisciplinar, de revaluar la modernidad, de continuar en su crítica, de no contemporizar con el presente, de echar abajo convenciones y fronteras, de generar nuevos espacios para la imaginación, no para construir un nuevo metarrelato, sino para abrir nuevos horizontes de esperanza a nuestro desencantado y maltrecho mundo (no de falsas esperanzas que de estas ha estado plagado el siglo que termina), y tratar de hacer de él si no el mejor de los mundos, sí un mundo mejor. Sin caer en optimismos ilusos o en pesimismos paralizantes. 

A contracorriente. Rompiendo con la resignación y el conformismo que nos invade en este final de milenio.

No se me escapa que esto último no deja de ser más que una exhortación moral, un deber ser lleno de buenos deseos y que de lo que más necesitados estamos es, además de la imprescindible voluntad y entusiasmo para realizarlos, de horizontes alternativos no reedificados pero claros, de un marco provisional de valores mínimos comunes desde donde poder abordar los distintos y variados problemas existentes en nuestras sociedades cambiantes, altamente diferenciadas, complejas y heterogéneas.

Descartado lo que desde la Ilustración ha sido una tendencia, particularmente acusada en la izquierda, de creer que hay una única alternativa racional y universal a los problemas de la humanidad, pienso en una pluralidad de horizontes alternativos apegados a las distintas realidades y aspiraciones de los individuos, grupos y sectores sociales que integran las diferentes culturas y civilizaciones. 

Horizontes unos, particulares, surgidos desde el interior de cada realidad cultural y social, válidos para ella y, otros, inter-particulares, inter-nacionales, que aborden los problemas de carácter universal. Soluciones concretas, plurales, diversas, negociadas entre las distintas partes en conflicto, provisionales, no cerradas a nuevas y futuras revisiones. Con la conciencia de que no es posible alcanzar soluciones definitivas que garantizan un orden social armónico y perfecto.

Pero si bien los compromisos, la negociación, el establecimiento de prioridades, el entendimiento entre las partes en conflicto, la prudencia, son principios rectores que deben guiar la acción, ello no debe significar que la aceleración (el cambio revolucionario) no sea necesaria en coyunturas determinadas. A veces se requiere audacia para transformar algunas situaciones e inercias, por más que la historia nos haya enseñado reiteradamente las consecuencias opresivas que acarrean algunas aceleraciones, de la misma forma que nos ha hecho ver las consecuencias negativas de una insuficiente aceleración, esto es, de una acción que se queda corta a la hora de resolver los problemas planteados.

Así mismo, es preciso tratar de que los medios utilizados guarden una proporción adecuada con los fines perseguidos, aun cuando también la experiencia de esta compleja relación entre medios y fines, nos dice que más de una vez nos vemos obligados a escoger no entre un bien y un mal, o entre dos bienes, sino entre dos males, esto es , a utilizar malos medios para salvarnos de lo peor.

“Ninguna ética del mundo -dice Weber- puede eludir el hecho de que para conseguir fines buenos hay que contar en muchos casos con medios moralmente dudosos, o al menos peligrosos, y con la posibilidad e incluso la probabilidad de consecuencias laterales moralmente malas. 

Ninguna ética del mundo puede resolver tampoco cuándo y en qué medida quedan santificados por el fin moralmente bueno los medios y las consecuencias laterales moralmente peligrosos”. Weber rechaza la tesis simplista de “que de lo bueno sólo puede resultar el bien y de lo malo sólo el mal”, por el contrario, señala, “frecuentemente sucede lo contrario”.

¿Debe un individuo oponerse a una tiranía monstruosa, cueste lo que cueste, a expensas de las vidas de sus padres o de sus hijos? Sin duda alguna, todos podríamos poner multitud de ejemplos tanto de la vida social como personal en la cual algunos valores chocan inevitablemente, en el que la consecución de bienes puede ser que dependan de males, o los presupongan, y las buenas acciones contengan, o impliquen malas. 

Estamos condenados a elegir, y cada elección puede entrañar una pérdida irreparable. Pocas decisiones son del todo buenas o malas. Muchas de ellas acarrean consecuencias contradictorias. Nos movemos en un contexto de radical ambivalencia e incertidumbre.


Como dice Berlin, puesto que los fines humanos son múltiples, inconmensurables muchos de ellos y en continua rivalidad: “La posibilidad de conflicto y tragedia no puede ser nunca eliminada por completo de la vida humana, personal o social”.


jueves, 6 de agosto de 2020

Expectativas


Nos movemos en un mundo de deseos, de me gustaría y de debería, por eso nuestra cabeza siempre imagina con antelación cualquier circunstancia futura. ¿Eso es malo? No. Si tienes claro que lo que te estás imaginando y es solo eso… un deseo, una fabulación de la realidad.

El problema lo tenemos cuando creemos firmemente que la película que nos estamos montando, es lo que va a pasar. Es entonces, cuando llegamos a la situación y todo parecido con lo imaginado es inexistente, que nos venimos abajo y nos sentimos fatal. ¿Pero nos sentimos mal por habernos equivocado al imaginar? No. Nos sentimos mal porque la realidad no se ha ajustado a nuestros deseos.

Eso pasa, en parte, por tener poca tolerancia a la frustración, y en parte por imaginarlo todo únicamente desde nuestro punto de vista, sin tener en cuenta lo que sabemos de los demás, cómo son, cómo se comportan. Pero sobre todo nos pasa porque vivimos desconectados de nuestra realidad… ¿cómo vamos a conectarnos con ella, si siempre vivimos en lo que va a pasar a continuación, y no prestamos atención a cómo se desarrollan las cosas aquí y ahora?

Este hábito nos hace perdernos muchas “pistas “que cambiarían nuestra percepción sobre ese futuro imaginado.

¿Entonces, es malo imaginar cómo puede desarrollarse una situación en el futuro? No si te preguntas cosas como estas: ¿Quiénes van a estar en esa situación?, ¿Cómo son esas personas?, ¿Cuál es mi relación actual con ellas?, ¿Cómo se han comportado en situaciones parecidas en el pasado?, ¿Qué intereses pueden tener en esa situación futura?, ¿Cómo se relacionan entre ellos? Y ¿entre ellos conmigo?, ¿Es una situación extraordinaria?, ¿Por qué nos vamos a encontrar todos? ¿Nos vamos a encontrar todos?, ¿Qué información real tengo sobre ese hecho?, ¿Esto que imagino, está basado en la realidad, o solo en lo que yo quiero? 

Estas preguntas y algunas más convierten la expectativa en una preparación del evento. Cambiamos deseos por planificación.

Aun así debemos tener en cuenta que hay factores que desconocemos por completo, y que por eso no podemos calcular su impacto… ¡¡pero por lo menos no se acabará pareciendo lo imaginando a la realidad como un huevo a una castaña!!

Ahora bien, todos tenemos derecho a montarnos películas. Si queremos ejercerlo, y además lo que deseamos no se parece en nada a lo que va a pasar… realmente no pasa nada… siempre y cuando no nos frustre, y nos haga sentir incompetentes.

Ser honesto con uno mismo y reírnos del yo quería y esto tengo, es importante.
Además, ¿a que todos hemos visto a un borracho andando? ¿Por qué (a santo de qué), el alcohol puede hacer peligrar el equilibrio de un cosaco (entrenado en mil batallas alcohólicas) y el mío (mientras me monto mi peli) no? Todos hemos visto bailar a un borracho… ¿por qué yo (en mi ensoñación) voy a seguir bailando con ritmo (cuando no lo tengo ni sobrio) con cuatro copas, si hasta Gervasio Defer lo pierde con dos? ¿Si yo he cambiado en estos 20 años, por qué los antiguos compañeros de colegio se quedan embobados mirándome, sorprendidos porque el tiempo por mí no pasa en mi ensoñación?

Amigos míos, soñar es libre (y gratis)… no hagamos que tenga un coste para nosotros. Separar lo que nos gustaría que fuera, de lo que va a pasar en realidad.

Lograremos tener mucha menos frustración, y aumentaremos nuestra autoestima


Rememorando


Tener una buena capacidad intelectual y mantener la agudeza mental es muy importante en todos los

momentos de la vida, no solo durante la etapa de estudios o en la vida profesional. En todos los casos, una buena memoria depende de la salud y vitalidad del cerebro. Pero la materia gris envejece, igual que el resto del cuerpo.

La buena noticia es que también es posible ejercitar el cerebro para mantenerlo sano y aprovechar su potencial, incluso mejorarlo.

El cerebro humano tiene una capacidad asombrosa para adaptarse y cambiar, incluso en la vejez. Esta capacidad se conoce como neuroplasticidad. Gracias a ella, si se estimula de forma adecuada, el cerebro puede formar nuevas conexiones neuronales, alterar las conexiones existentes y adaptarse a lo cambiante.

Gracias a la neuroplasticidad del cerebro es posible aumentar la capacidad cognitiva, mejorar la capacidad de aprendizaje y mejorar la memoria.

Cuando hacemos ejercicio físico también se ejercita el cerebro. De hecho, tratar bien a nuestro cuerpo nos ayuda a procesar y recordar la información.

El ejercicio físico aumenta la oxigenación cerebral y reduce el riesgo de sufrir trastornos que provocan pérdida de memoria, como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. Además, el ejercicio también aumenta los efectos químicos cerebrales útiles para proteger las neuronas.

Cuando hay falta de sueño, el cerebro no puede funcionar a pleno rendimiento. Capacidades como la creatividad, las habilidades para la resolución de problemas, el pensamiento crítico y otras habilidades intelectuales se ven seriamente comprometidas.

Además, el sueño es fundamental para el aprendizaje y la memoria. Las investigaciones demuestran que el sueño es necesario para la consolidación de la memoria, que ocurre en las etapas profundas del sueño.

Diversos estudios demuestran que una vida llena de vida social y diversión tiene importantes beneficios cognitivos. De hecho, las personas somos seres altamente sociales, y no podemos prosperar de forma aislada. Es más, las relaciones sociales estimulan nuestro cerebro, es la interacción con otros el mejor tipo de ejercicio cerebral.

Las investigaciones muestran que el tener relaciones significativas y un fuerte sistema de apoyo son vitales no solo para la salud emocional, sino también para la salud del cerebro. En un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública de Harvard, por ejemplo, los investigadores encontraron que las personas con las vidas sociales más activas tenían la tasa más lenta de deterioro de la memoria.

Divertirse también es bueno para el cerebro. Si la risa es la mejor medicina para el cuerpo, también lo es para el cerebro.

Cuando llegamos a la edad adulta, nuestro cerebro ha desarrollado millones de vías nerviosas que ayudan a procesar la información rápidamente, resolver problemas del día a día y ejecutar tareas habituales con un mínimo de esfuerzo mental. Pero si nos centramos en hacer siempre lo mismo no estamos dándole al cerebro el estímulo que necesita para seguir creciendo y desarrollándose.


La memoria y la capacidad intelectual, como la fuerza muscular, requieren ser usadas si no se quieren perder. Por lo tanto, hay que trabajarlas y proponer nuevos retos para mejorar la capacidad de procesar y recordar la información. 

Las mejores actividades cerebrales para hacer ejercicio mental son las que rompen la rutina y nos desafían para desarrollar nuevas vías cerebrales.


Cuando Se Sabe


A quién no le gustaría volver a la época universitaria, "volver a estrenar zapatos y libros" y "volver a encontrar los viejos amigos". Y juntos volver... a estudiar. 

Porque no hay que olvidar que, por aquel entonces, aparte de fiestas y horas muertas en la cafetería, había que plantarse delante de los apuntes. Descifrar las líneas escritas con prisa y desgana para metérselas después en la cabeza como fuera.

Los que alguna vez hayan tenido que hacer algún examen superada cierta edad, habrán notado que lo que parecía fácil ha dejado de serlo. Si antes eras capaz de aprenderte el contenido de 500 folios sin volverte loco, ¿por qué ya no? ¿Te has vuelto más tonto con la edad?

Primero, las malas noticias: sí, es cierto, perdemos neuronas todos los días. Las células del sistema nervioso no tienen la capacidad de dividirse por lo que, cuando una muere, no deja sustituta. Aunque existen dos zonas del cerebro que generan nuevas trabajadoras (el hipocampo y el bulbo olfatorio), la mayoría de las neuronas que llevas contigo tienen tu misma edad. 

Algunas investigaciones sostienen que algunas de ellas incluso podrían sobrevivirte.

La parte buena es que el ser humano tiene una media de 86.000 millones, según los resultados del trabajo de la neurocientífica brasileña Suzana Herculano-Houzel. No se fiaba de las cifras que se manejaban (se hablaba de unos 100.000 millones) y no encontraba una fuente fidedigna, así que decidió contarlas. Para ello licuó el cerebro de cuatro hombres fallecidos cuando tenían entre 50 y 71 años, disolviendo químicamente la membrana de las células y contando después los núcleos de neuronas de un volumen pequeño, para extrapolarlo después al total.

A estas alturas, millones de tus neuronas habrán fallecido, mientras otras tantas sobreviven. Sintiéndolo mucho, esto no garantiza que vayas a mantener todas las capacidades cognitivas al mismo nivel durante toda la vida, pero tampoco que te estés volviendo estúpido. Simplemente, tus habilidades cambian.

Un equipo de científicos del MIT y de la Universidad de Harvard lo ha comprobado. Esta vez no han licuado cerebros, ni observado sus células, sino que han analizado qué tal se le daban ciertas pruebas a las 2.420 personas que participaron en su investigación. Para garantizar la diversidad, los voluntarios tenían edades diferentes y provenían de distintas regiones de Estados Unidos.

Todos tuvieron que pasar 15 test, incluyendo problemas matemáticos, dibujos para completar, ejercicios de vocabulario y para colocar en orden una serie de cubos. Como cabía esperar, los jóvenes de edades cercanas a la veintena obtuvieron mejores resultados que sus mayores.

Sin embargo, hallaron un factor menos predecible: cuatro de las capacidades estudiadas no alcanzan su máximo desarrollo hasta pasados los 50. Se trata además de habilidades básicas: el vocabulario, las matemáticas, el conocimiento general y la comprensión (referida a la capacidad para explicar conceptos e ideas con claridad).

En otro experimento posterior, utilizaron los resultados obtenidos por 10.000 visitantes a la web TestMyBrain.org, donde pueden realizarse un montón de pruebas dignas de cualquier psicotécnico. Los datos confirmaron que, efectivamente, los mayores eran más duchos en los test de vocabulario, mientras que los jóvenes los superaban en los de memoria. Los años de diferencia entre unos y otros se traducen en experiencia, conocimientos, nuevas palabras y habilidades comunicativas y sociales.

Las personas de mediana edad destacaban además en un test llamado 'la mente en los ojos' ('mind in eyes', en inglés), que medía la empatía o capacidad para adivinar el estado de ánimo de una persona a través de su mirada.


Resumiendo, en la juventud somos avispados y rápidos mentalmente, pero cuanto más viejos, mejores son nuestras habilidades sociales, de comunicación y más sabremos sobre eso conocido como 'culturilla general'. Así que no puede decirse que exista una edad culmen de la inteligencia. 

Depende de las destrezas que consideremos. La juventud no lo es todo, ya lo dice el refrán: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo".