sábado, 11 de junio de 2016

Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte Final

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.
  
“Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente.

Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.”
                                                                                                                                     Éxodo 32: 27 – 28

La historia del pueblo de Israel, bajo la conducción de Moisés, de Josué, de los Jueces, y de los Reyes, está impregnada de actos de barbarie que se contradicen con las enseñanzas de Jehová, no obstante ser Israel un pueblo escogido y sumamente bendecido, durante toda su existencia como nación independiente, se  gloriaba de guardar estrictamente la letra de la ley, pero demostró ser incapaz de vivir su espíritu.

Me vienen a la mente las palabras de Isaías:

“Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.”
                                                                                                                                     Isaías  29: 13

He dejado para el final de mi exposición, el relato de los hechos acaecidos en la tierra de Moab, lugar donde estaban establecidos los moabitas los cuales son descendientes de Lot, sobrino de Abraham, como consecuencia  de la relación incestuosa que mantuvo con sus dos hijas, la mayor de las cuales concibió a Moab y la menor a Ben-ammi.

Les tengo que decir, que lo que voy a relatarles, es algo muy doloroso para mí, porque
es la historia de los acontecimientos que culminan con la destrucción de gran parte de mis descendientes, los cuales estaban emparentados con Moisés, a través de Jetro, su suegro, de Séfora, su mujer, y de sus dos hijos , Gersón y  Eliezer.

Me han informado de que Cozbi, hija de Zur, príncipe de pueblos, padre de familia en Madián, ha estado con ustedes en compañía de Zimri, varón israelita del cual es su mujer, en ocasión de una exposición organizada por Nod y Zohar, como ya conocen esa historia, no me voy a referir en esta ocasión a ellos.

Cuando Israel acampó en las márgenes del río Jordán frente a Jericó, los moabitas tuvieron temor por la multitud de gentes que representaban, viéndoles desde lo alto de los montes, el espectáculo que se abría ante ellos, las tribus de Israel alineadas y en pie de guerra, les resultaba un presagio de grandes desgracias para sus pueblos.

“Partieron los Hijos de Israel, y acamparon en los campos de Moab junto al Jordán, frente a Jericó.

Y vio Balac hijo de Zipor todo lo que Israel había hecho al amorreo.

Y Moab tuvo gran temor a causa del pueblo, porque era mucho; y se angustió Moab a causa de los hijos de Israel.”
                                                                                                                                     Números 22: 1 – 3

La presencia de Israel en Moab, en las inmediaciones de la tierra de Madián, había conmocionado toda el área de influencia del Jordán, todos temían ser atacados por este pueblo, cuyos antecedentes les describía como un pueblo bárbaro, arrogante, dispuesto a la destrucción de todo aquel que entorpeciese sus planes de conquista y exclusión, en toda la vasta tierra que tenían por delante.

Nada importaba a Israel, no estaba dispuesto a respetar los derechos adquiridos, los que habían sido otorgados por el patriarca Abraham cuando alejó a los hijos de sus concubinas, de las posesiones adjudicadas a Isaac, el hijo de Sara.

“Y Abraham dio todo lo que tenía a Isaac.

Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía hacia el oriente, a la tierra oriental.”
                                                                                                                                     Génesis 25: 5 – 6

Es entonces que Balac decide convocar a los ancianos de Moab y a los ancianos de Madián, para tomar consejo con ellos sobre las medidas que se podrían tomar ante esta emergencia que amenazaba la seguridad y la propia existencia de sus pueblos.

Convocados que fueron los ancianos, decidieron aconsejar a Balac a que se enviara una delegación a donde vivía el profeta Balaam, hijo de Beor, hermano de Jetro, el suegro de Moisés.

No voy a detenerme a hacer un largo análisis de las infructuosas tentativas de los príncipes moabitas, tratando de convencer a Balaam de que maldijese a Israel, ni tampoco voy a entrar en detalles tales como el supuesto diálogo de Balaam con su mula, el cual no es más que un intento de los escribas de Moisés de ridiculizar la honorabilidad de este digno profeta de Jehová.
  
Lo cierto es que Balaam, una vez enterado de las pretensiones de los príncipes moabitas, consulta a Jehová en varias oportunidades, recibe  las indicaciones que Jehová Dios le da y obedece todo lo que el Señor le ordena realizar, enfrentando al rey Balac y a todos sus príncipes, a riesgo de su propia integridad para bendecir a Israel de acuerdo al mandato divino.

Esto que les menciono de Balaam es fácilmente corroborado por los propios escribas
de Moisés, en el capítulo veintidós del libro de Números.

Lo que los escritos no mencionan es que Balaam y Moisés, no eran desconocidos entre sí, Balaam, solía frecuentar la tienda de Jetro para recibir instrucciones, pues como ya les he dicho antes, tanto él, como Moisés, eran miembros del mismo quórum.

El pasaje referido a la mula de Balaam, provino de los hombres que Moisés envió para amenazarlo de muerte, de hecho querían matarle, para que no orientase a los madianitas, a los cuales tramaban conquistar.

El ángel que se menciona, el cual blandió su espada asustando a la mula de Balaam, la razón de que estuvo allí impidiendo su paso, fue precisamente para salvarle la vida.

Recuerdan cuando les hablé de los hijos de Noé, y de la maldición que éste le impuso a su hijo Cam, padre de Canaán, por haberle visto borracho y bailando desnudo, pues bien, esa supuesta maldición sobre Cam, es la justificación de Israel, para invadir la tierra de Canaán y destruir a sus moradores y ocuparla como “su tierra prometida”

Les invito a hacer la siguiente reflexión: ¿ cuánto tiempo ha pasado desde que Noé supuestamente maldijo a su hijo Cam ? ¿ cuánto tiempo ha pasado desde que Israel lucha por su tierra prometida ? En el entretanto han sido conquistados, tomados cautivos, han crucificado en el nombre de la Ley de Jehová, al Redentor de la humanidad, el dador de la ley, han sido masacrados, han sufrido el peor genocidio de la historia, se mantienen a base del dinero de los imperios en un mísero reducto de la disputada palestina y sus ojivas nucleares amenazan a todo el mundo árabe, sus hermanos, tan semitas como ellos mismos.

Y su Mesías, el Redentor del mundo, ¿ dónde está ? ciertamente no mora en Israel donde sus hijos todavía golpean sus cabezas sobre las duras piedras del destruido
Templo de Salomón, cabezas duras que le dicen, ¿ no ?

Disculpen por este exabrupto que he expresado sobre los hijos de Israel, pero es el homenaje que me había prometido realizar al profeta Balaam, vilmente asesinado junto a sus hermanos por las iracundas huestes de Israel.

Es este episodio el que les voy a relatar a continuación, dando final a esta extensa charla que gustosamente mantengo con ustedes.

Cuando leo los relatos de los escribas de Moisés, no puedo dejar de compararlos con los Anales Sagrados, que han escrito los profetas que han registrado la historia de nuestros pueblos, anales que han sido destruidos, quemados en las hogueras, regados por la sangre de tantos mártires que han sido aniquilados en el nombre de la ley de Jehová.

“ ¡ Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y  apedreas a los que te son enviados !

¡ Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste !

He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
                                                                                                                                     Lucas 13: 34 – 35

Ya se han dado cuenta de que no confío en los escribas de Moisés, ellos han buscado la justificación y la aprobación, adulterando impunemente la ley.

“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos.

Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios.”
                                                                                                                      2da.Corintios 4: 1 – 2

Como ya es tiempo de terminar, dejaré que sean los propios escribas de Moisés, los que les relaten, cómo ha sido la masacre, en la tierra de Madián:

“Entonces Moisés habló a su pueblo diciendo: Armaos algunos de vosotros para la guerra, y vayan contra Madián y hagan la venganza de Jehová en Madián.

Mil de cada tribu de todas las tribus de los hijos de Israel, enviaréis a la guerra.

Así fueron dados de los millares de Israel, mil por cada tribu, doce mil en pie de guerra.

Y Moisés los envió a la guerra; mil de cada tribu envió; y Finees hijo del sacerdote Eleazar fue a la guerra con los vasos del santuario, y con las trompetas en su mano para tocar.

Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón.
  
Mataron también, entre los muertos de ellos, a los reyes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur, y Reba, cinco reyes de Madián; también a Balaam hijo de Beor mataron a espada.

Y los hijos de Israel llevaron cautivas a las mujeres de los madianitas, y a sus niños, y todas sus bestias y todos sus ganados; y arrebataron todos sus bienes, e incendiaron todas sus ciudades, aldeas y habitaciones.

Y tomaron todo el despojo, y todo el botín, así de hombres como de bestias.

Y trajeron a Moisés y al sacerdote Eleazar, y a la congregación de los hijos de Israel, los cautivos y el botín y los despojos al campamento, en los llanos de Moab, que están junto al Jordán frente a Jericó.

Y salieron Moisés y el sacerdote Eliazar, y todos los príncipes de la congregación, a recibirlos fuera del campamento.

Y se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la guerra, y les dijo Moisés: ¿ Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres ?

He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehová.

Matad, pues, ahora a todos los varones de entre los niños; matad también a toda mujer que haya conocido varón carnalmente.

Pero a todas las niñas entre las mujeres, que no hayan conocido varón, las dejaréis con vida.”
                                                                                                       Números 31: 3 – 18

Nada dijo Moisés de Séfora, su mujer, ni de sus dos hijos varones, los cuales han nacido en la tierra de Madián, la tierra de su refugio, cuando era un criminal, fugitivo de Faraón,  por haber dado muerte a un egipcio.

Si este relato les ha conmovido, proponed cada uno de vosotros, su calificación.

En estos últimos años, me refiero a los posteriores a la segunda guerra mundial,       la Corte Internacional de la Haya, ha condenado a un sinnúmero de acusados por crímenes contra la humanidad, los cuales como sabéis, no prescriben.

El nombre de Moisés no estaba entre ellos.  



 Hugo W Arostegui


Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte VII

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.

Nadie en su sano juicio puede aceptar algo semejante, es evidente de que los escribas de Moisés han tergiversado los roles, han adulterado a los personajes, quién estaba preso del furor y ciego de venganza, quién quería destruirlo todo, no fue el Dios de mi padre  Abraham, ni el de Isaac, ni el de Jacob, ni el de ninguno de nosotros los mortales, quién no podía contener su pasional carácter no era otro que el propio Moisés.

Esto que les estoy exponiendo, lo hago con la intención de que al escucharme, si es vuestro deseo y  voluntad, podáis abrir vuestro entendimiento, y dejar que la luz de la verdad ilumine vuestra mente.

Los sentimientos de Moisés no tardaron en aflorar, toda su ira, toda su frustración, pronto se pondrán en evidencia al bajar del monte y enfrentarse a su pueblo.

No voy a detenerme a dar ningún juicio de valor sobre la actitud del hermano de Moisés, me refiero a Aarón, no es mi intención deslizar algún tipo de censura, pero frente a la gravedad de los hechos que se han de producir al regreso de Moisés del monte, si hay alguien que debe responder por sus actos, ciertamente Aarón no debería pasar desapercibido.

Leamos los siguientes pasajes:

“ Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.

Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y le dio a beber a los hijos de Israel.

Y dijo Moisés a Aarón: ¿ Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado ?

Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal.

Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido.

Y yo les respondí: ¿ Quién tiene oro ? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro.

Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo:
  
¿Quién está por Jehová ? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.”
                                                                                                                                     Éxodo 32: 19 – 26

Hago una pausa en el relato, para darles la posibilidad de recapacitar, cada uno para sí, sobre todas las alternativas que describe el relato que hemos leído, la lectura contenida en los próximos versículos nos mostrarán una terrible escena de salvajismo y barbarie, continuemos:

Continúa

Hugo W  Arostegui


Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte VI

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.

Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán  todo asunto pequeño.

Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo.

Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar.

Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que le dijo.

Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre todo el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez.

Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño.

Y despidió Moisés a su suegro, y éste se fue a su tierra.”
                                                                                                                      Éxodo  18: 13 – 27

Como pueden apreciar, las enseñanzas de Jetro, son una magnifica lección de liderazgo, dictadas por una persona dotada de gran lucidez y poder de persuasión.

Tal como lo dicen los escribas, Moisés, una vez concluida la tarea de su suegro, le despidió, y éste se marchó nuevamente a su tierra.

Durante todo el trayecto de regreso, Jetro comentó, con quienes le acompañaban, sus impresiones, y les pidió a su vez, que le dijesen cuáles habían sido las suyas, sobre todo, lo que hubiesen podido captar en el comportamiento colectivo del pueblo.

Resultaba evidente, que Jetro mantenía aún una gran preocupación sobre el comportamiento futuro de esta nación liderada por su yerno, los años de cautiverio en Egipto habían dejado profundas huellas que serían muy difíciles de superar.

Los hechos posteriores, le darían razón a las inquietudes de Jetro, sin duda,  él conocía muy bien el temperamento de su yerno, y la dureza de cerviz del pueblo que conducía.

Ahora les comentaré algunos pasajes de la vida del pueblo de Israel en el desierto donde podremos apreciar el primer entredicho serio, entre Jehová y Moisés, el diálogo absurdo inventado por los escribas de Moisés, en el intento de justificar a su caudillo no escatimaron recurso alguno, incluso el de recriminarle a Jehová por su temperamento impulsivo.

Esta lectura, que citaré en breve, para un lector agudo e inteligente, le parecerá una obra prima de desfachatez y absoluta falta de escrúpulos.
  
El largo peregrinar del pueblo de Israel por el desierto, comienza con la búsqueda de orientación divina por parte de Moisés, quién luego de unos tres meses desde la salida de Egipto, es llamado por Jehová.

“ En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí .

Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.

Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel.”
                                                                                                                      Éxodo 19: 1 – 3

Como es por todos conocido, las instrucciones recibidas por Moisés, dictadas por Jehová, insumieron un tiempo bastante prolongado, algo así como el de unos cuarenta días, plazo demasiado extenso para el gusto del pueblo que quedó a su espera.

La ausencia de Moisés, superó la capacidad de los jueces nombrados para ayudarle y éstos no pudieron contener la enorme ola de descontento que, a medida que transcurrían los días, se incrementaba más y más, hasta llegar a un punto en que le exigieron a Aarón, la construcción de un becerro de oro para adorarle.

“Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido.

Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.

Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomó de las manos de ellos, y les dio forma con buril e hizo de ello un becerro de fundición.

Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo:
Mañana será fiesta para Jehová.

Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.”
                                                                                                                                     Éxodo 32: 1 – 6
  
El jolgorio, las risas y canciones, el alcohol de sus bebidas enturbiando sus sentidos, provocaron tal escándalo, que el sonido llegó a la cima donde Jehová instruía a Moisés.

Es en este momento en que ocurre lo que les había mencionado anteriormente.

Los escribas, en su relato, enfrentan en una lucha moral, a un Moisés que intenta increpar y amonestar a Jehová, por sus intenciones de destruir a Israel. Leamos:

“ Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.

Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz.

Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande.

Entonces Moisés oro en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿ por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto con gran  poder y con mano fuerte ?

¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra?

Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo.

Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho:

Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.

Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.”
                                                                                                                                     Éxodo 32: 7 –14

Estos pasajes ameritan un análisis si se quiere psicológico, los escribas nos presentan a un Dios tremendamente pasional, lleno de ira y de deseos de destrucción, un Dios insensato al que es necesario hacerle recapacitar, al que hay que amonestar y llamar al arrepentimiento.


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Hugo W Arostegui

Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte V

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.

Les hablaré ahora de Moisés:

Esta historia que voy a relatarles, tiene muchas aristas, es para mí, como si tuviese que describirles las distintas facetas de una piedra preciosa en bruto, que ha sido golpeada y desgarrada en mil formas diferentes, de manera que iré recogiendo uno a uno los pedazos , intentando recomponer la figura original.

Mi relato comienza cuando Moisés huye de Egipto luego de dar muerte a un egipcio que estaba golpeando a uno de los hebreos, sus hermanos.

Este Moisés, fugitivo de Faraón, el cual procuraba matarle, buscó refugio en la tierra de Madían, mis descendientes. 

Luego de proteger a las siete hijas de Jetro, el sumo sacerdote, las cuales habían sido echadas por los pastores, del pozo  donde pretendían abrevar las ovejas de su padre y llenar las odres con agua, al contarles éstas mujeres a Reuel, su padre, lo que les había sucedido, el les mandó que fuesen a buscarlo y que le invitaran  a comer junto a ellos.

“Y estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el sacerdote de Madián vinieron a sacar agua para llenar las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre.

Mas los pastores vinieron y las echaron de allí; entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas.

Y volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿ Por qué habéis venido hoy tan pronto?

Ellas le respondieron: Un varón egipcio nos defendió de mano de los pastores, y también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas.

Y dijo a sus hijas: ¿Dónde está ? ¿Por qué habéis dejado a ese hombre?

Llamadle para que coma.”
                                                                                                                         Éxodo 2: 16 – 20

Este fue el primer encuentro, entre Moisés y Jetro, luego de largas horas de conversación entre estos dos hombres, donde Moisés desnudó su alma ante el sacerdote que atentamente le escuchaba, el relato de su origen hebreo, la confesión del crimen que había cometido, su huida, y su actual condición de fugitivo errante.

 Jetro conocía muy bien la historia de los hebreos, sus parientes lejanos, de los cuales tenía profusa información, el sabía, por revelación, que estaba muy próximo el ansiado tiempo de su liberación del cautiverio en Egipto.

Su mayor preocupación, eran los antecedentes de este pueblo, de dura cerviz, que había adulterado mediante el engaño los deseos de Isaac, el hijo de Sara, mujer de Abraham, que habían vendido al menor de los hijos de Jacob a los mercaderes, impulsados por los celos y la envidia, todos estos episodios ensombrecían el corazón de Jetro, y muchas veces había preguntado a Jehová, ¿ cómo estarán nuestros hermanos cautivos, luego de cuatrocientos años de cautiverio ?

Con el correr de los días, Jetro comenzó a sentir simpatía y confianza por Moisés, hacía tiempo de que Jetro necesitaba a alguien que le ayudase en las tareas y consultando con sus siete hijas, ellas le contaron de que habían pensado en sugerirle de que le diese abrigo definitivo a Moisés y que le ofreciese a Séfora por mujer.

“ Y Moisés convino en morar con aquél varón; y él dio a su hija Séfora por mujer a Moisés.”
                                                                                                                      Éxodo 2: 21

Mientras Moisés vivió en la tierra de Madián, fue instruido por Jetro en todo lo relacionado con el sacerdocio de Melquisedec, participó activamente en los servicios religiosos y compartió con los parientes y amigos de su suegro, entre los cuales se encontraba el profeta Balaam, hijo de Beor, hermano de Reuel.

El tiempo transcurrido en la tierra de Madián, fue un tiempo de preparación para un Moisés, rudo, de rígida instrucción militar en la corte de Faraón, adorador de los dioses egipcios, que necesitaba la orientación y guía que le permitiesen superar sus limitaciones, padecía de una ligera parálisis en el labio superior, que le dificultaba el habla, aunque apenas se percibía debajo de su profusa barba.

“ Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tu hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe en la lengua.”
                                                                                                                      Éxodo 4: 10

Luego que Moisés recibe la revelación de Jehová, en la cual le asigna la tarea de volver a Egipto para liberar a sus hermanos cautivos, comenta este hecho con su suegro y éste le dice que obedezca a Jehová y que fuese en paz.

“ Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven.

Y Jetro dijo a Moisés: Vé en paz.”
                                                                                                                      Exodo 4: 18 

Los sucesos ocurridos en Egipto, no serán motivo de comentario en esta exposición porque es muy poco lo que yo pueda agregar a lo que ha sido comentado por los escribas de Moisés en el Libro de Éxodo, por lo que me limitaré a retomar mi relato comentándoles  algunos  sucesos posteriores al cruce del mar Rojo.

Cuando el pueblo de Israel estaba en Horeb, se vio enfrentado a Amalec, en Refidim, el combate fue tan intenso, que se dice que Josué, literalmente deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.

Estando Jetro ofreciendo holocaustos a Jehová una mañana, se le apareció un ángel y le dijo: Jetro, he venido a ti enviado por Jehová, para decirte que es necesario que visites a tu yerno Moisés, y que le instruyas en cuánto a la forma correcta de conducir a su pueblo, vé, y lleva contigo a Séfora, su mujer, y a sus dos hijos, Gersón y Eliécer.

“ Oyó Jetro sacerdote de Madián, suegro de Moisés, todas las cosas que Dios había hecho con Moisés, y con Israel su pueblo, y cómo Jehová había sacado a Israel de Egipto.

Y tomó Jetro suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después que el la envió, y a sus dos hijos...

Y Jetro el suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de éste, vino a Moisés en el desierto, donde estaba acampado junto al monte de Dios.

Y dijo a Moisés: Yo tu suegro Jetro vengo a ti, con tu mujer, y sus dos hijos con ella.

Y Moisés salió a recibir a su suegro, y se inclinó, y lo besó; y se preguntaron el uno al otro cómo estaban, y vinieron a la tienda.”
                                                                                                                                     Éxodo 18: 1 – 7

Escuchó Jetro a su yerno Moisés, y luego de dijo que había sido comisionado por Jehová, para darle algunas instrucciones relacionadas con la buena administración que debería aplicar en la conducción de tan numeroso pueblo, le explicó además de que estaría algunos días junto a él, para darle algunas sugerencias que creyese oportuno realizar.

Convocó Moisés a todos los ancianos para ser instruidos por su Jetro, y luego de ofrecer holocaustos y sacrificios a Jehová, se dispusieron a comer con el suegro de Moisés delante de Dios.

“ Y tomó Jetro, suegro de Moisés, holocaustos y sacrificios para Dios; y vino Aarón    y todos los ancianos de Israel para comer con el suegro de Moisés delante de Dios.”
                                                                                                                                      Éxodo 18: 12
  
Como hemos apreciado, la visita de Jetro a Moisés, fue mucho más, que la simple visita de un suegro a su yerno, como sutilmente nos la transmiten los escribas de Moisés.

Jetro, estaba allí, comisionado por Jehová, su presencia obedecía a un mandato divino que sólo él podría realizar, Jetro, era sin duda el suegro de Moisés, pero además de este detalle puramente filial, Jetro era el Sumo Sacerdote presidente del sacerdocio de Melquisedec, el mismo quórum al que había sido ordenado Moisés, en su estadía en la tierra de Madián.

Les hago esta observación, porque la considero fundamental para una correcta comprensión de la importante misión cumplida por Jetro en el campamento de Israel en el desierto.

Dejemos ahora, que sean los propios escribas de Moisés, los que nos realicen el relato de las enseñanzas de Jetro a su yerno Moisés, y a los ancianos de Israel; Leamos:

“ Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde.

Viendo el suegro de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo:

¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?

Y Moisés respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios.

Cuando tienen asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes.

Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces.

Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.

Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo; Está tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios.

Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer.

Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.



Continua


Hugo W Arostegui