sábado, 11 de junio de 2016

Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte VI

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.

Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán  todo asunto pequeño.

Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo.

Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar.

Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que le dijo.

Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre todo el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez.

Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño.

Y despidió Moisés a su suegro, y éste se fue a su tierra.”
                                                                                                                      Éxodo  18: 13 – 27

Como pueden apreciar, las enseñanzas de Jetro, son una magnifica lección de liderazgo, dictadas por una persona dotada de gran lucidez y poder de persuasión.

Tal como lo dicen los escribas, Moisés, una vez concluida la tarea de su suegro, le despidió, y éste se marchó nuevamente a su tierra.

Durante todo el trayecto de regreso, Jetro comentó, con quienes le acompañaban, sus impresiones, y les pidió a su vez, que le dijesen cuáles habían sido las suyas, sobre todo, lo que hubiesen podido captar en el comportamiento colectivo del pueblo.

Resultaba evidente, que Jetro mantenía aún una gran preocupación sobre el comportamiento futuro de esta nación liderada por su yerno, los años de cautiverio en Egipto habían dejado profundas huellas que serían muy difíciles de superar.

Los hechos posteriores, le darían razón a las inquietudes de Jetro, sin duda,  él conocía muy bien el temperamento de su yerno, y la dureza de cerviz del pueblo que conducía.

Ahora les comentaré algunos pasajes de la vida del pueblo de Israel en el desierto donde podremos apreciar el primer entredicho serio, entre Jehová y Moisés, el diálogo absurdo inventado por los escribas de Moisés, en el intento de justificar a su caudillo no escatimaron recurso alguno, incluso el de recriminarle a Jehová por su temperamento impulsivo.

Esta lectura, que citaré en breve, para un lector agudo e inteligente, le parecerá una obra prima de desfachatez y absoluta falta de escrúpulos.
  
El largo peregrinar del pueblo de Israel por el desierto, comienza con la búsqueda de orientación divina por parte de Moisés, quién luego de unos tres meses desde la salida de Egipto, es llamado por Jehová.

“ En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí .

Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.

Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel.”
                                                                                                                      Éxodo 19: 1 – 3

Como es por todos conocido, las instrucciones recibidas por Moisés, dictadas por Jehová, insumieron un tiempo bastante prolongado, algo así como el de unos cuarenta días, plazo demasiado extenso para el gusto del pueblo que quedó a su espera.

La ausencia de Moisés, superó la capacidad de los jueces nombrados para ayudarle y éstos no pudieron contener la enorme ola de descontento que, a medida que transcurrían los días, se incrementaba más y más, hasta llegar a un punto en que le exigieron a Aarón, la construcción de un becerro de oro para adorarle.

“Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido.

Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.

Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomó de las manos de ellos, y les dio forma con buril e hizo de ello un becerro de fundición.

Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo:
Mañana será fiesta para Jehová.

Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.”
                                                                                                                                     Éxodo 32: 1 – 6
  
El jolgorio, las risas y canciones, el alcohol de sus bebidas enturbiando sus sentidos, provocaron tal escándalo, que el sonido llegó a la cima donde Jehová instruía a Moisés.

Es en este momento en que ocurre lo que les había mencionado anteriormente.

Los escribas, en su relato, enfrentan en una lucha moral, a un Moisés que intenta increpar y amonestar a Jehová, por sus intenciones de destruir a Israel. Leamos:

“ Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.

Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz.

Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande.

Entonces Moisés oro en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿ por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto con gran  poder y con mano fuerte ?

¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra?

Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo.

Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho:

Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.

Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.”
                                                                                                                                     Éxodo 32: 7 –14

Estos pasajes ameritan un análisis si se quiere psicológico, los escribas nos presentan a un Dios tremendamente pasional, lleno de ira y de deseos de destrucción, un Dios insensato al que es necesario hacerle recapacitar, al que hay que amonestar y llamar al arrepentimiento.


Continúa

Hugo W Arostegui

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