sábado, 11 de junio de 2016

Conferencia de Madián, hijo de Abraham Parte I

Ventilando la historia, una brisa de aire fresco.


 Este encuentro, convocado por Gabriel, estaba precedido de gran expectativa, debido a que se nos había adelantado, que tendríamos la oportunidad de escuchar, nada menos, que a uno de los hijos del patriarca Abraham.

Muchos de nosotros, ni siquiera sabíamos que existía un hijo de Abraham, llamado Madían, sí, habíamos oído, de la tierra de Madían, de los sacerdotes de Madián, pero no se nos había ocurrido asociar este nombre, con el del patriarca Abraham.

Gabriel, nos había informado de las cualidades de este hombre, de su dulzura, de su gran erudición en todo lo relacionado con los orígenes de la humanidad, así como de todo lo registrado, por los escribas que redactaron “la historia de éstos orígenes” siguiendo las directivas de Moisés.

De manera que todos los convocados nos sentíamos ávidos de conocerle, entre nosotros nos preguntábamos acerca de cómo es que sería su aspecto, porque intuitivamente, teníamos la sensación, de que veríamos en él, ciertos rasgos de personalidad, propios de los grandes patriarcas de la antigüedad.

Cuando nos aprestábamos a ingresar en el gran sala de conferencias, a medida en que nos dirigíamos a los acomodadores que tenían la labor de irnos ubicando en la misma, era inevitable el hecho, de que nos detuviéramos unos instantes para intercambiar saludos y abrazos los unos con los otros, como suele ocurrir entre compañeros de grupo que se reencuentran nuevamente.

Estos encuentros, se han ido constituyendo, en una magnifica oportunidad de intercambiar experiencias y opiniones, cultivar afectos, desarrollar lazos de compañerismo y sana amistad, y sobre todo, descubrir afinidades, ese sentimiento tan especial, que hace la diferencia, a la hora de escoger, con quiénes conformar nuestro grupo de trabajo. 

Las palabras de Madián:

Presentado por Gabriel, parado frente a nosotros, estaba un hombre de mediana estatura, de rostro sonriente, de mirada profunda, límpida y cálida a la vez, todo su aspecto, irradiaba la dignidad y grandeza propia de un ser, que se sabe poseedor de la autoridad moral e intelectual, que lo habilitan para hablar, poniendo a Dios como testigo, sobre temas de gran trascendencia, temas de los cuales, sólo poseemos, una muy escasa y parcializada información.

Permítanme presentarme, nos dice Madián, como ya sabéis, soy hijo del patriarca Abraham, y de Cetura, nieta de Melquisedec, la cual fue la última concubina de mi padre.

Soy hermano por parte de madre de: Zimram, Jocsán, Medán, Isbac, y Súa.

He sido ordenado por derecho natural, Sumo Sacerdote, según el Orden del Hijo de Dios, más conocido entre vosotros, como el sacerdocio de Melquisedec.

Mi abuelo materno, Melquisedec, rey de Salem, dispuso de que se me proporcionara educación en todo lo referente a la doctrina de salvación, la cual era inspirada en las enseñanzas del profeta Enoc, hijo de Jared, quién organizó la ciudad santa de Sión y fue llevado a los cielos por el Dios de nuestros padres.

Por la autoridad sobre mí conferida, he ordenado a mis hijos en el sacerdocio, y éstos a su vez, se lo confirieron a su posteridad, es por esa circunstancia, de que al suegro de Moisés, Jetro, se le designara como “sacerdote de Madían” en una clara alusión al santo sacerdocio que poseía y que provenía de mis lomos.

Como podéis apreciar, me ha tocado vivir mis días terrenales, en  una época muy especial de nuestra historia, por lo que es mi intención contársela a ustedes, en una forma clara y sencilla, a fin de que podáis comprender mejor, muchos pasajes de las escrituras, que han llegado hasta ustedes, cubiertos por el manto de impunidad y justificación, que suelen tener los vencedores al manipular los hechos históricos.

Ahora, esto que les estoy comentando, no quiere decir, que vengo a vosotros con ánimo revisionista, o impulsado por el deseo de venganza, los hechos, han sido los que han sido, Jehová es un Dios justo, un Dios de amor, y nuestra ira, nuestras pasiones, nuestros reclamos, no obran su justicia, no adelantan las manecillas del reloj del tiempo, de manera que todo lo que les mencionaré en esta charla, tiene como única finalidad, que conozcáis la verdad.

Digamos  - usando un ejemplo sencillo - que lo que haremos, será abrir las ventanas del pasado, para que pueda penetrar la luz de la verdad, para que podamos oxigenar el sofocante clima interno, amohecido por siglos de ignorancia, aire fresco que nos permita disipar, el polvo acumulado, en los anales burdamente adulterados, a través de los cuales, se ha pretendido transmitir nuestra historia.

Como no he venido, tal como se los he dicho, con intención de polemizar, sino que todo lo contrario, ha medida de que discurra esta disertación, tomaré como única referencia en apoyo a mis dichos, los mismos registros que han sido incorporados a la Biblia, y que conforman lo que vosotros llamáis: Las santas escrituras.
  
El tema que abordaremos, obviamente, no se agota en una disertación de dos horas, como es el tiempo previsto en esta instancia, además, les confieso, de que no poseo la capacidad oratoria del Apóstol Pablo, quién les podría hablar durante largas horas.

Tampoco quiero poner a prueba la capacidad de resistencia, que puedan tener vuestras nalgas, comprimidas como están, por causa de los asientos sobre los cuales estáis sentados.

Como principio requieren las cosas, comenzaremos nuestro relato hablando sobre Noé y su familia, luego de que ellos se establecieran nuevamente en tierra firme, una vez superada la larga prueba del diluvio.

Tal como os lo han contado, Noé, estaba en compañía de su esposa, sus tres hijos y sus respectivas esposas.

Habiendo transcurrido cierto tiempo, el suficiente como para que los parrales plantados por Noé, dieran su fruto, sus escritos, a los cuales recurriré mas adelante, nos dicen que los hijos de Noé y sus respectivas esposas, habían comenzado la sacrificada tarea de multiplicar y henchir la tierra, y esta vez, no tenían el impedimento de su inocencia, ni se conocía árbol alguno del cual no pudiesen comer.

Así las cosas, los parrales comenzaron a producir abundantes uvas, y a Noé se le ocurrió la idea de producir un buen vino, para recordar los viejos tiempos en que lo disfrutaba bebiendo en abundancia, con sus ahora ahogados, amigos y vecinos.

Como suele ocurrir cuando uno abusa de la bebida, Noé contrajo una tremenda borrachera, tal era la curda que se agarró, que se puso a bailar desnudo en el medio de su tienda, cuando hablamos de bailar, hablamos de ruido, de cánticos, de acciones que forzosamente, tendrían que llamar la atención de las demás personas que convivían con él, nos referimos, a su esposa, sus hijos, sus nueras, sus nietos, etc.etc.

Cuando menciono este episodio, no puedo dejar de recordarme de lo que le sucedió a mi primo Lot, hijo de mi tío Harán, el cual resultó de tan mala bebida, que estando borracho, sus hijas “ abusaron ” de él , pasaron algunas noches juntos, en forma alternada claro, y concibieron por este original procedimiento a Moab y Ben-ammi,
sin que mi primo se diese por enterado, según se desprende de los escritos que vosotros tenéis.

Es claro de que las cosas no han ocurrido de esa forma, simplemente lo menciono, para que puedan observar el estilo informativo  que emplean los escribas, cuando se trata de minimizar los verdaderos alcances de estas acciones que sin duda dejan muy mal parados a nuestros parientes, los cuales no aportan mucho en cuánto a su reputación, y no parecen dignos de justificación, por más familiares de mi padre que fuesen.

Continúa

Hugo W Arostegui


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