Cuando nos encontramos con un día como el de hoy, propio de
finales del otoño, muy frío y nublado, sin sol y sobre todo gris, muy gris,
todo parece indicar que no es nada agradable y que mejor sería pasarlo por alto
y esperar pacientemente a que aparezcan en el horizonte los días más cálidos y
mejores.
Y es así que sucede con el ánimo de la mayoría de las
personas, se dice que los días fríos y nublados son tan deprimentes que solemos
caer víctimas de la depresión, el desinterés y por supuesto, es inevitable una
alta dosis de malhumor en las tareas que realizamos.
Ahora, cuando mencionamos los días fríos y nublados vemos
que son propios del calendario y corresponden al clima que impera en lo que
podríamos llamar, latitud sur de nuestro continente, es algo natural y por lo
tanto no depende de nosotros cambiarlo por más estufas y calefactores que
utilicemos.
Como vemos esto es una consecuencia del clima externo que
impone sus condiciones a todos sus moradores, eso está muy claro, como dijimos,
no depende de nosotros, pero existe algo que sí depende de nosotros y nos
referimos a lo que llamaremos “nuestro microclima interno”
Nadie, absolutamente nadie, puede evitar que en nuestra
intimidad tengamos el sol brillante que ilumina y nos reconforta con su calidez,
brindándonos, desde nuestro interior, la fuerza vital que nos permita realizar
positivamente ese nuevo encuentro con la vida que late conjuntamente con
nuestra capacidad creativa y que no se detiene por más inhóspitas que puedan
parecer las circunstancias externas.
Es por eso que tomamos el teclado de nuestros ordenadores y
vamos dando forma legible a los dictados de nuestro intelecto que continúa
enviándonos su luz sobre el horizonte.
Hugo W Arostegui
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