De acuerdo a lo que es posible observar en las publicaciones
que recibimos a diario en nuestros muros pareciera que se ha producido un
cambio radical en todo lo atinente a nuestra idea de “Dios” todo parece indicar
que cuando invocamos el nombre del Creador lo hacemos con un grado de afinidad
que ubica nuestro concepto de veneración a su magnificencia y bondad para con
sus hijos terrenales en una “apropiación doméstica” que lo representa como si
fuese un especie de “comodín” apto para ser utilizado a nuestro deseo y
voluntad.
Todo indica que nuestra demostración de fe está íntimamente ligada
a todo lo que le confiamos que Él haga por nosotros lo que equivale a decir: “Dios
mío, estas son las tareas que debes hacer por mi” nos estamos acostumbrando a banalizar
nuestro vínculo sagrado con el Creador Del Universo, cualquiera que sea la
religión que profesemos, a un punto tal, que corremos el riesgo de llegar a la
imprudencia y falta de decoro en el contenido de nuestras expresiones.
Es bueno recordar que uno de los principios básicos a tener
en cuenta en nuestra relación es el hecho de que siendo un Padre amoroso y
solícito en atender nuestros reclamos, de ninguna manera nos sustituirá en el
cumplimiento de nuestras responsabilidades, es decir, tal como lo hacen o
harían nuestros padres terrenales jamás nos realizaría cualquier tarea que
podamos efectuar por nosotros mismos.
De manera que si decimos que tenemos amor y compasión para
con nuestros semejantes, que nos preocupa la situación que puedan estar
atravesando en el orden que sea, salud, trabajo, necesidades básicas insatisfechas,
etc. lo que deberíamos manifestar en nuestras oraciones diarias sería algo así
como: “Amado Padre, te suplico tu asistencia para ser digno de tu apoyo y me
permitas contar con la fuerza y la capacidad necesaria como para poder extender
mi ayuda y solidaridad a todos aquellos que me necesiten” y conste que en el
concepto de “semejantes” incluimos también a nuestros abuelos, padres, hermanos, y todos
aquellos que sufren dificultades de todo orden como también a quienes, a nuestro
entender ,“sufren las consecuencias que sus pecados”
“Amarás a tu prójimo como
a ti mismo" (Mt. 22:39): estas palabras de Jesús confieren al hombre el
derecho de pensar en sí mismo; por otro lado, el Señor coloca límites claros al
egoísmo y exhorta a tratar con amor a todos nuestros semejantes.
Hugo W Arostegui
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