Quienes recurrimos al esfuerzo diario
de exponer nuestro pensamiento por escrito y conste que cuando decimos esfuerzo lo que debe interpretarse
es eso mismo, esfuerzo en el entendido de que intentamos superarnos en nuestra
preparación individual.
Para ser más precisos en nuestra
apreciación, lo que entendemos como que hemos alcanzado ciertos niveles de
inspiración, es el corolario que nos compensa el esfuerzo realizado en la
sintonía de nuestro espíritu con todo aquello que se nos exige en cada desafío
enfrentado.
Digamos que es algo similar al que
realiza un agricultor en la preparación de la tierra, el sudor que corre por su
rostro se compensa con creces en la esperanza de una buena cosecha.
La búsqueda de la inspiración para
darle impulso a nuevas ideas o generar cambios profundos en nuestras vidas es
un tema presente desde los inicios del hombre.
En nuestros tiempos pareciera que
tenemos una gran ventaja en esta exploración tan trascendental, ya que hoy las
fuentes de inspiración son prácticamente inagotables.
De esta forma, como nunca
en la historia, hoy llegan a nuestras manos experiencias transformadoras de
diversas personas que han buscado en la inspiración su fuente para la
realización personal.
Si bien para muchos la inspiración es
algo abstracto y lejano, reservado para unos pocos, difícil de moldear o
incorporar a nuestra manera de ser, lo cierto es que está muy vinculada con una
búsqueda consciente y voluntaria que nos permita generar un cambio en algún ámbito
de nuestra vida.
Para Pablo Picasso, creador del cubismo
y una de las almas más descriptivas del siglo XX, “la inspiración
existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
Algo similar opinaba el genial
novelista Jack London, quien decía que “no se puede esperar a la
inspiración, hay que ir a buscarla de manera consciente”. Ciertamente no
podemos esperar pasivamente su llegada, debemos ser protagonistas del cambio y
perseguirlo.
La inspiración es la mayoría de las
veces la causa del emprendimiento y debería tener un espacio privilegiado en
nuestra agenda cotidiana, tan importante como la reflexión y la meditación.
No importa si la encontramos en un
libro, en una serie de televisión, en un fenómeno de la naturaleza o
simplemente en nuestro inconsciente, inspirarnos para hacer algo importante en
nuestra vida se parece más a un ejercicio que a un don divino.
Digamos que “al don divino” al que
hacemos referencia, sólo nos asiste cuando nuestro intelecto siente la
necesidad de calmar su sed absorbiendo el “agua viva” de la inspiración.
Hugo W Arostegui
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