Al comenzar nuestra mañana de trabajo asociamos el nuevo día
que no conocemos con la vida que transitamos, que sí conocemos, hasta ayer,
cuando todavía eran parte de nuestro presente.
El nuevo día es también una nueva vida, la que fue y la que
es, indisolublemente asociados lo uno con lo otro, ambos constituyen nuestro
presente, un regalo de los cielos, una creación que no existía antes y que se
reviste de la gran oportunidad de “ser y estar” transitando por ese escenario
siempre cambiante que denominamos creación.
Esa es nuestra realidad, somos “la puesta en escena” la
única e irrepetible obra que se representa a sí misma y cuyo argumento lo vamos
construyendo en nuestra indelegable condición de actores.
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